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En memoria de Samir Amin

Me piden que escriba sobre Samir Amin, al difundirse la noticia de su fallecimiento el 12 de agosto en una clínica de París, donde ya fue internado de emergencia el 31 de julio a raíz de un tumor cerebral, después de unos días le dieron de alta pero a poco tuvo nuevamente una fuerte recaída. Según algunos allegados, fue un periodo de mucho sufrimiento y con pérdidas de memoria. Finalmente, falleció a sus 86 años dejándonos con un inmenso legado de luchas, proyectos y escritos.

Su breve paso por Bolivia en 2010, invitado para participar en un seminario internacional y en unos talleres sobre las transformaciones estatales, algunas de ellas publicadas, son apenas un destello de su incansable capacidad por conocer, involucrarse y debatir en los campos de lucha social que configuran a nuestra historia reciente. Al igual que su activa participación en los foros sociales mundiales que se organizaron en la primera década del siglo XXI, de las que él fue un incansable propulsor, como también la que organizó el Dakar en enero de 2011. Y digo, nuestra historia reciente, porque vivimos un tiempo desconcertante y oscuro, con la sensación de que los sucesos y cambios actuales hacen que las grandes movilizaciones colectivas y las luchas sociales ya pasaron, fueron abandonadas, como si fueran un pasado ya lejano. Pero, hay que decirlo y repetirlo, esto es únicamente una sensación, un persistente estado de ánimo y de un cierto tono para referirse a los tiempos que vivimos.

En el transcurso de su vida, Samir Amin retomará aquellos momentos de lucha social que son los relámpagos de esperanza en las constantes batallas y guerras en cada uno de los continentes, y, consecuentemente, de perpetuas mutaciones en las relaciones de poder y en los campos de la política. Así inicia una trayectoria de vida tanto geográfica como cultural en su paso por El Cairo, Port Said, París, Mali y Dakar. Como también en su paso por el partido comunista francés y posterior acercamiento a los círculos maoístas y en los movimientos de liberación nacional en el hemisferio sur de la segunda mitad del siglo XX, que lo condujeron a una firme postura crítica en los distintos debates políticos y siempre en la búsqueda de una militancia comprometida con los movimientos sociales. Por ello, su legado forma parte de las luchas sociales y de descolonización del breve siglo XX y en los destellos de este nuevo siglo, aunque algunos quisieran silenciar e invisibilizar las batallas que se están librando en la actualidad, que tienen las formas de una guerra civil de baja intensidad, y a las que constantemente enfrentamos asimétricamente en las diferentes esferas de la cotidianidad, en los trabajos precarios y las subjetividades emprendedoras, en los laberintos institucionales y las burocracias de las organizaciones.

En los años ochenta publicó un libro junto a Giovanni Arrighi, Andre Gunder Frank e Immanuel Wallerstein, titulado: Dinámica de la crisis global, que aún tiene su importancia y pertinencia para debatir las condiciones del capitalismo contemporáneo y las perpetuas transformaciones que conlleva su reproducción y sostenimiento en las sociedades actuales. Partían estos estudiosos de unas “premisas compartidas”, donde manifestaban, uno: que existe un todo social que puede denominarse economía-mundo capitalista y un intercambio desigual que provoca la transferencia del excedente de las áreas periféricas a los países centrales; dos, no es posible realizar análisis inteligentes de los Estados, considerados en forma separada e independiente, sin que su vida interna sea insertada en el contexto de la división internacional del trabajo, localizada en la economía-mundo, ni se puede realizar un análisis coherente si segregamos las variables “económicas” de las “políticas” y de las “sociales”; tres, en el transcurso de la historia de esta economía-mundo capitalista, la organización de los grupos oprimidos ha ido en aumento dentro del sistema-mundo y que se ha incrementado la oposición a su permanencia, pero también están en dificultades tanto la praxis como la teoría del movimiento socialista mundial; cuatro, después de la segunda guerra mundial, Norteamérica desempeña el papel de poder hegemónico debido a su dominio en el terreno económico, en el político y en el militar, creemos que esta hegemonía está declinando y es irreversible aunque quizá sea lenta, y se manifiesta en el aumento de combatividad de Europa y Japón, la fragmentación de los sistemas de alianzas de la Guerra Fría y el surgimiento de un eje Pekín-Tokio-Washington, las guerras entre los Estados de la periferia, incluyendo a aquellos gobernados por partidos comunistas; no creemos que la lucha entre las fuerzas capitalistas y socialistas del mundo puedan quedar reducidas ni aun simbolizadas por una lucha entre Estados Unidos y la Union Soviética, tampoco que el análisis de la crisis pueda hacerse tomando solo en consideración a los países centrales, la “crisis” es mundial e integral y así debe ser analizada.

En esa línea de pensamiento de crítica, en 2009 escribirá: “La primera oleada de las luchas por el socialismo, la del siglo XX, ha mostrado los límites de las socialdemocracias europeas, los comunismos de la Tercera Internacional y el nacionalismo popular de la era de Bandung, la desaparición y el colapso de su ambición socialista. La segunda ola, la del siglo XXI, debe sacar lecciones de ello. En particular, una lección es la de asociar la socialización de la gestión económica con la profundización de la democratización de la sociedad. No habrá socialismo sin democracia, pero igualmente no habrá avance democrático fuera de una perspectiva socialista. Estos objetivos estratégicos nos invitan a pensar la construcción de ‘convergencias en la diversidad’ de las formas de organización y las luchas de las clases dominadas y explotadas”.