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El efecto piedra libre

Puesto de manera figurativa, la libertad de expresión en las democracias latinoamericanas es como una pizarra en blanco en la que un grupo de personas tiene la posibilidad de escribir todo lo que quiera y pueda. Trátese de propuestas políticas, opiniones sobre la realidad y mentiras en clave de ataque a los adversarios políticos.

Esa pizarra es habilitada por unos minutos y a la luz de la liberalización o re-neoliberalización de las sociedades latinoamericanas, en ésta escriben los más fuertes, los que tienen más opciones de hacerlo en esos minutos, pero ante todo quienes tienen el poder tecnológico, las habilidades y destrezas para ese juego político, que es un Game of Thrones moderno porque condensa la pugna de intereses de unos y otros en la sociedad para decir como en el film Papillon: el estómago es la verdadera medida del carácter.

 Esa pizarra blanca la constituyen los medios de comunicación en general (televisión, radio, impresos) y   recientemente y con especial fuerza internet y todo el poderío comunicativo de las redes sociales. A esa guerra de palabras, códigos y símbolos, las posturas conservadoras ingresan con un as bajo la manga, que es la fuerza de los medios hegemónicos de alcance internacional, los cuales entran a nuestros países vía internet, televisión por cable y todo el circuito de difusión de cine, pero también por los propios medios locales, que reproducen casi acríticamente lo que se dice afuera.

Este es el escenario en el que se juega la política latinoamericana y el mismo cada vez se pone más adverso a los intereses de las fuerzas progresistas, lo que puede implicar dejar por otras décadas sin protección a grandes sectores de la sociedad, al estilo del presidente Mauricio Macri en Argentina.

Una muestra de la fuerza que hoy tiene ese monstruo suelto es lo que acontece en Brasil, Argentina y Ecuador con los expresidentes Inácio Lula da Silva, Rafael Correa y Cristina Fernández de Kirchner, quienes durante una década figuraron como los más populares y progresistas de todo el continente y ahora son sometidos a las más denigrantes humillaciones.

“Soy el único ser humano que está siendo procesado por un departamento que no es mío y los de la Policía Federal saben que la Red Globo mintió cuando dijo que el departamento era mío”, declaró indignado el 6 de abril de 2018 el expresidente Lula. “Con mis 72 años hice muchas cosas como político, pero no perdono que hayan pasado a la sociedad la idea de que yo soy un ladrón”, sostuvo en referencia a las combinaciones de la Policía, jueces, fiscales y medios de comunicación influyentes en el tan mentado proceso Lava Jato.

En casos como de los expresidentes, la libertad de expresión es la plataforma que sirve para que periodistas y medios inescrupulosos, ligados a jueces y gobiernos inescrupulosos hagan rodar estrategias políticas destinadas a acabar con cualquier vestigio de proyectos que ayudan a los pueblos a encarar sus problemas seculares.

Por el interesado (y estratégico) manejo mediático de los grandes monopolios de la información en Iberoamérica y Latinoamérica a la cabeza de El País de España, Clarín de Argentina y Globo de Brasil, estos tres expresidentes aparecen en lo más alto del prontuario delincuencial de esos países y el funcionario público más corrupto de cualquier país es piojo tuerto frente a ellos.

Para muestra basta un botón. Analizando en un solo cable el tipo de la cobertura que hacen estos medios de los procesos judiciales contra los expresidentes, se encuentra que en el 80 por ciento de la nota va la carga de la acusación (parte) y la palabra de los acusados (contraparte) apenas en un 10 o 20.

En el país, Evo abre el paraguas.

El cuadro es deprimente y se ha puesto muy sombrío. Esto llevó al presidente boliviano Evo Morales a abrir el paraguas y prever lo que podría ocurrir en el escenario electoral del año venidero.

El temor tiene fundamentos porque, al igual que en el pasado, podría ocurrir que las fuerzas conservadoras sigan jugando a la piedra libre con acusaciones lanzadas pero no probadas, como en el caso de Gabriela Zapata.

De todos modos, la iniciativa es de alto riesgo y el Gobierno, en lugar de entrar en un terreno de desgaste, tal vez haría mejor en destinar tiempo para mover más creativamente sus fichas en la batalla comunicacional. Hasta hoy no es mucho lo que ha mostrado en ese terreno el Movimiento Al Socialismo (MAS), pese a tener un ideario potente, con acciones que benefician de manera directa al 85 por ciento de la población boliviana.