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Que una mujer y un hombre lideren el país

Los recuerdos de mi infancia me hacen concebir con naturalidad el ejercicio de autoridad como la vida misma, en complementariedad “qhari-warmi” “chacha-warmi”, ocupándonos de construir armonía, equilibrio, igualdad de oportunidades, libertad, solidaridad, unidad, transparencia y dignidad, respetándonos y respetando a la madre naturaleza, para vivir bien.

Esos valores los hemos constitucionalizado para las y los bolivianos, aunque en lo cotidiano las cosas se ven inversamente, quiero decir que la sociedad sigue funcionando en sometimiento y ejercicio del poder patriarcal, pese a los avances normativos, que paradójicamente no se materializan en la práctica, siendo lentos los avances en la liberación mental para la autosuficiencia eficaz y efectiva, desde un proceso de descolonización y despatriarcalización para consolidar la complementariedad en todo ámbito, empezando por la institucionalidad pública.

Es penoso ver a diario que las “warmis-mujeres” de las autoridades originarias quedan postergadas, aisladas del chacha o qhari, porque el protocolo occidental pone la silla o reserva el espacio (de testera) solo para una persona —la autoridad—, individualismo que destruye esa complementariedad. Ancestralmente sabemos que si una persona llegaba a ser autoridad sin tener a su par, asumía la responsabilidad la madre, hermana, hija o, en ausencia, la más anciana de la comunidad. Lo peor es ver que las autoridades occidentalizadas “blancoides” sí llevan a sus parejas de la mano y a su lado; la pregunta es ¿por qué se da espacio a unas personas y no a otras?, ¿es por el color? Si así fuese, hablamos de racismo.

Siguiendo mis recuerdos de infancia, pienso que en el terreno de los derechos políticos del Estado Plurinacional, un resultado despatriarcalizador sería ver una complementariedad en la lista de candidaturas a la Presidencia y Vicepresidencia.

De cara a las elecciones generales Bolivia 2019, las postulaciones visibles siguen siendo masculinas.

En el marco del razonamiento de vivencia de valores ancestrales y el sentido común normativo occidental, si son instituciones diferentes, entonces la Vicepresidencia debería ir por voto propio, y no como parte del voto de la postulación a la Presidencia, como actualmente ocurre. Recuerdo a ustedes que cuando votamos para Presidencia, automáticamente o tácitamente votamos por su acompañante, y este se convierte en Vicepresidente/a y Presidente/a nato de la Asamblea Legislativa Plurinacional, una figura “sui géneris”, que sin tener la confianza del soberano ejerce doble representación, sin entrar aún a los grados de responsabilidad de su ejercicio.

Sosteniendo una consecuencia reflexiva revolucionaria de búsqueda de justicia social e igualdad, un anhelo personal es que todas las organizaciones políticas postulen warmi y qhari o qhari-warmi, varón y mujer, para la Presidencia y la Vicepresidencia, considerando que las mujeres somos más de la mitad de la población. A propósito, las mujeres debemos estar conscientes de que tenemos el poder de reivindicar con nuestro voto, si queremos, la igualdad que buscamos.

Entrando al área de las obligaciones institucionales y de liderazgos que tienen la responsabilidad de garantizar la igualdad y la dignidad de las personas en referencia a los derechos políticos, está el deber de las y los ciudadanos a cambiar la mentalidad, constituyéndose en impulsores de la complementariedad en todo ámbito, desde el hogar en la formación de generaciones futuras y los estamentos educativos del país, promoviendo y visibilizando liderazgos femeninos, dejando los celos y egoísmos, antivalores que frenan un avance con mayor efectividad, en la despatriarcalización.

Los hombres deben dejar el miedo a perder espacios frente a las mujeres, que no es por lo que peleamos, porque no pretendemos reemplazarlos y someterlos como ustedes, tal cual da cuenta la historia, que construyeron un mundo masculinizado en todos los ámbitos de la vida.

Las mujeres reivindicamos justicia social con igualdad en el ejercicio de los derechos humanos y políticos y, para el caso de Bolivia, tenemos no solo obligaciones por mandato constitucional y legal, sino por deber moral, recuperando los saberes ancestrales que pueden hacernos crecer más y ser un país modelo en la inclusión para vivir bien.