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Un derecho, no un despido

Días atrás con motivo del 10 aniversario del Estado Plurinacional, el presidente Evo Morales anunció que propondría en el curso de este año una ley que establezca la jubilación obligatoria. Esto levantó muchas opiniones encontradas, aún más en un año electoral como el que nos encontramos. Las lecturas opositoras aun cuando estén de acuerdo en esencia, se oponen por principio para establecer su propia línea programática opositora, pues lo único que hasta ahora parece darle aliento es su “antievismo militante”. Ahora bien, otra es la posición de los trabajadores, que salieron a declarar su oposición al planteamiento presidencial, bajo el argumento de que son miles de trabajadores que habiendo excedido la edad de jubilación siguen trabajando.

Pese a los años, el desgaste y el cansancio, ¿por qué lo hacen? Pues los mismos dirigentes de los trabajadores responden que en el país los pagos de jubilación son demasiado bajos, y aun con los aumentos de estos años, en demasiados casos esos ciudadanos que podrían jubilarse no tendrían un ingreso suficiente para la sobrevivencia familiar. Esto expresa que a pesar de la transformación social producto de una mejor condición económica que vivimos en Bolivia a lo largo de estos 13 años del proceso de cambio, las familias que dependen del ingreso de quien debería jubilarse buscan sostener el trabajo por la estabilidad en el ingreso que genera, además porque los salarios han mejorado en estos tiempos de cambio y existe mucha diferencia con el porcentaje salarial que obtendría con la jubilación. Estos son síntomas del cambio, pues un trabajo de ingresos estables se ha jerarquizado por las ventajas que otorga.

Otro factor de permanencia es que muchos, además del ingreso, se sienten útiles para la sociedad, y si este sistema ha impulsado algo es el miedo a quedarse solos, sin trabajo, sin compañeros, entonces procuran permanecer para seguir siendo. En definitiva, en Bolivia, en el tema de las jubilaciones, se ha sido muy flexible. En unos casos, la jubilación no llegaba por la necesidad y experiencia del trabajador, al que se le dejaba permanecer para aprovechar su experiencia; en otros, porque el trabajador se negaba a dejar el espacio y buscaba los apoyos consiguientes para que lo dejen permanecer. Sin embargo tal condición ha tenido consecuencias también, que van más allá de la humana comprensión de las razones económicas y de compañía social que como sociedad se ha amparado y buscado proteger a lo largo de muchos años de permisión estatal.

Ahora, es bueno dejar de manifiesto las consecuencias de la permanencia de personas que han excedido en mucho la edad de jubilación. En profesiones como la del magisterio, los profesores que permanecen demasiados años suelen acudir no solo a contenidos repetitivos, sino también a metodologías que ya no condicen con el tiempo de cambio que vivimos. Lo propio en otras profesiones en las que el paso del tiempo pasa factura con el desconocimiento de las nuevas tecnologías, o las maneras académicas de enseñar o de realizar la gestión del trabajo. Mientras tanto, existe un mundo de nuevos profesionales que buscan tener posibilidades en el mercado laboral, que cada vez se incrementa más, producto del crecimiento que ha experimentado nuestro país en los últimos años. ¿Cuál, entonces, sería la salida ante este dilema? O bien jubilamos como Estado a quienes se encuentren en edad de hacerlo, permitiendo que miles de jóvenes puedan competir por una fuente laboral; o dejamos que la lógica actual se mantenga, aparentemente más humana, pero también con enormes consecuencias para las transformaciones que vive el país.

Quizás estamos orillados a tomar la decisión de la jubilación necesaria (que además establece la ley y solo se la estaría cumpliendo). Sin embargo, el Estado y la propia sociedad tendrían que realizar el acompañamiento necesario, así como generar los incentivos indispensables para que los que se encuentren en edad de hacerlo, voluntariamente se vayan acogiendo a ese derecho. Entre ello, deberíamos contar con una mejora sustanciosa de la renta que perciben los jubilados, un sistema de salud de calidad que los privilegie, generar casas que les permitan realizar trabajos y labores voluntarias o de trabajo propio para que puedan dar curso a la vitalidad con la que quisieran seguir aportando a la sociedad. La jubilación no puede ser vista como una suerte de despido indirecto, sino como el ingreso a una etapa de vida diferente, pero que debe estar acompañada estatalmente por políticas sociales que les permitan a nuestros ciudadanos jubilados seguirse sintiendo importantes para el país.