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El control de la fiesta

Desde tiempos remotos y casi en todas partes, el poder político ha intervenido en la fiesta, unas veces organizándola, otras utilizándola, otras tratando de controlarla. Bolivia no es una excepción. El gobierno central, los gobiernos departamentales y municipales emiten normas y reglamentos con ese fin. Unas veces se cumplen; otras se acatan, pero no se cumplen.

¿Es necesario burocratizar y reglamentar tanto la fiesta? Indudablemente su masificación ocasionó la necesidad de emitir normas para evitar el caos, especialmente en las entradas folklóricas de las mega fiestas, como son el Carnaval de Oruro, Gran Poder y la Entrada Universitaria. En las dos primeras son las propias Asociaciones de Conjuntos Folklóricos las que han emitido reglamentos detallados; en el caso de la Entrada Universitaria la reglamentación fue emitida por el Consejo Universitario.

Estos reglamentos tienen de positivo que permitieron poner orden en la presentación de las fraternidades ya que cada una sabe su lugar y se evita la pelea por entrar primero, lo que se da, por ejemplo, en algunos desfiles cívicos. Sin embargo, su mayor problema es la excesiva burocratización y la limitación a la espontaneidad que tenían los desfiles carnavaleros y las expresiones festivas de antaño. En todo caso, la necesidad de que la entrada folklórica sea un espectáculo artístico amerita la existencia de reglamentos.

En ese aspecto, poco tiene que intervenir el poder político tanto en normas como en la organización práctica. En la parte que más se interviene es en la parte lúdica de la fiesta, es decir, en la diversión, en la transgresión de lo cotidiano, en la liberación, características de toda fiesta, especialmente del Carnaval.

Esas normas se han convertido en una rutina anual, mediante las cuales se prohíbe o se limita la diversión. Se prohíbe jugar con agua, se prohíbe ch’allar en las oficinas y un largo etcétera, normas que en general no se cumplen.

Lo llamativo de este año es que se ha ido más allá. En Oruro se ha establecido la ley seca durante la bella entrada folklórica, considerada también una peregrinación al templo de la Virgen del Socavón y en Sucre han prohibido que en las fiestas de comadres se presenten streepers.

La norma emitida en Sucre, respecto a la fiesta de las comadres, es aún más exagerada. La fiesta del jueves de Comadres proviene desde la época colonial. Por mucho tiempo se perdió de las ciudades. Indudablemente la fiesta de comadres de Tarija es la que mantiene fielmente la tradición. En las otras ciudades, además de la exaltación de la amistad, la confraternidad tiene el ingrediente de diversión y liberación, lo que no hace daño a nadie. Por ello la norma ha sido calificada de muy machista y hasta ridícula.

Todos sabemos que la parte negativa de las fiestas masivas bolivianas es el exceso de consumo de alcohol y sus consecuencias, pero el extremo de prohibir completamente el consumo no es la solución. Las autoridades y expertos deben plantear un programa educativo estructural que evite la existencia de los malos borrachos que en fiestas públicas y privadas se convierten en los verdaderos aguafiestas, ya que en lugar de participar de la alegría, originan tristeza y violencia.

Desde hace mucho, especialmente los fraternos orureños, pero también los participantes del interior y exterior, durante su recorrido del sábado de Carnaval, no beben o beben muy poco por el respeto a su devoción. Los que más beben son los del público. Tal vez la razón para dictar la polémica norma fue evitar que miradas desde afuera sigan criticando al Carnaval orureño, sin mayor conocimiento y vivencia de la aparente contradicción entre devoción y diversión, cuando es una convivencia que siempre ha existido desde las fiestas de la remota antigüedad.

Al darse esta opinión, antes de la realización de la fiesta [el cierre de la presente edición fue en la víspera de la entrada de Oruro], no se puede opinar si la medida se cumplió o no se cumplió. En todo caso, sí se puede afirmar que todo extremo es malo. Es malo el consumo excesivo, pero lo es también la prohibición total. Estas normas se harán innecesarias cuando se consiga el ansiado término medio.

Según un carnavalero, el peligro es que se pase de una fiesta en la que todo estaba permitido a una fiesta en la que todo esté prohibido.