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Contradicciones del mas sobre la lucha de las mujeres

En un artículo publicado en este suplemento el 17 de marzo de 2019, Manuel Canelas (el ministro de Comunicación para quien aparentemente una mujer no merece ser aludida por su nombre propio, pero un hombre sí merece tal deferencia), afirmó que el recordatorio que hice a la presidenta del Senado, Adriana Salvatierra, señalando que “los avances en las reivindicaciones de las mujeres son resultados de sus propias luchas y no de la voluntad ni la acción de los políticos”, en su entender sería propio de una “mala comedia de ciencia ficción”; intentando de esta manera subvalorar mi intervención y desconocer uno de los apuntes que hice como vocera de Comunidad Ciudadana, en referencia al Plan Nacional de Políticas Públicas para el Ejercicio Pleno de los Derechos de las Mujeres, que según Canelas nunca existió.

Aunque la crítica hecha por el ministro carece de fundamento y se encuentra absolutamente desfasada (incluso en su propio artículo), me parece fundamental responderla porque es imperativo instalar el debate sobre el tema de los derechos de las mujeres, recalcando la importancia de la no apropiación de su avance por parte de partidos políticos y/o caudillos de moda; porque, convengamos, son y serán las mujeres como ciudadanas las que consolidan y consolidarán sus propios derechos.

Dicho esto, la “ficción” a la que el ministro hace referencia, tendría gracia si la Resolución Ministerial 006 del 24 de enero de 2005 y el Decreto Supremo 28035 del 7 de marzo de 2005 nunca hubieran nacido a la vida jurídica del país. Pero nacieron y entraron en vigencia con el Primer Plan Nacional de Políticas Públicas para el Ejercicio pleno de los Derechos de las Mujeres en Bolivia, como marco de referencia válido para la acción estatal y de las organizaciones de la sociedad civil. Mediante esta normativa se definió la ejecución del Plan Nacional, que tenía el objeto de lograr la plena igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, superar la discriminación en los planos político, económico, social y cultural, como condición para alcanzar la construcción y desarrollo armónico del país.

También dije que el Plan tenía tres ámbitos principales (económico, social e institucional), e incluía temas como el acceso a la tierra, la lucha contra todas las formas de violencia contra las mujeres, participación política, justicia, institucionalidad, además de la dimensión cultural y de comunicación. De estos ejes, el actual Gobierno solo ha podido desarrollar algunos, lo que es cierto y me ratifico en ello, pero también me ratifico en la afirmación de que en el tema de derechos de las mujeres existe un contexto normativo internacional de larga data, que ha sido instalado por los movimientos feministas a lo largo de la historia reciente.

Este contexto ha posibilitado que en Bolivia se constitucionalicen derechos y que se posibiliten mejoras en este tema crucial. Dicho de otro modo, la orientación y el contenido de los avances en materia de derechos de las mujeres responden también al mandato de los instrumentos internacionales de derechos humanos, ratificados por el Estado, que dan lineamientos generales que los políticos solo han tenido que cumplir.

El 8 de marzo, el candidato por Comunidad Ciudadana, Carlos Mesa, dijo acertadamente que los políticos han fracasado en el tema de la equidad, la igualdad y la no violencia de género. Yo me permito añadir que la lucha de las mujeres continúa, a pesar de los políticos, y como dijo hace poco Celia Amorós: “Las luchas por la igualdad de derechos son una revolución que está absorbiendo a las demás”. Estas luchas ahora tienen muchos apellidos, pero la filosofía es tajante: “Feminismo solo hay uno, el emancipatorio”, aunque los partidos políticos diseñan un traje a medida cuando dicen que el feminismo es de izquierda”.

La visión del Ministro de Comunicación, así como del gobierno del MAS en pleno, es lamentablemente “leguleyesca” porque no entiende que las luchas sociales y las condiciones culturales van más allá de las leyes. Lo que el mundo real nos ha demostrado es que las normas no son la panacea y, en algunos casos, incluso han empeorado la situación, especialmente cuando no se destinan recursos para su aplicación, cuando han sido creadas sin consenso y sin diagnósticos claros o cuando las instituciones no funcionan.

Pero es comprensible que el ministro en campaña trate de impugnar la realidad. También es entendible que, desde el MAS, por su complejo de Adán con el que ha hecho política los 13 últimos años, no reconozca que antes ya había un país y también derechos. Pero sí, hubo país, derechos, institucionalidad y democracia antes de Evo, de lo contrario ni Morales ni Canelas estarían en el poder. Afirmar lo opuesto es simplemente desconocer o tergiversar la historia.

Es predecible que el señor ministro o cualquier militante del MAS utilicen de manera irreflexiva cualquier pretexto para atacar a Carlos Mesa. Es previsible y obvio porque necesitan hacerlo. Al ser el del MAS un proyecto político acabado, carecen de argumentos y propuestas y se limitan a repetir eslóganes y arengas sin contenido; pero además, necesitan desesperadamente arremeter contra la opción que lidera las encuestas. Eso lo comprendemos de Canelas. Lo reprochable es que usen temas tan sensibles como el de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, relativizando la gravedad de la ola de violencia que vive nuestro país, para entrar en un escenario político frívolo, que solo busca convencernos sobre lo que hizo el MAS en favor de la mujer, lo cual no solo es deshonesto, sino que precariza peligrosamente el debate.