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Los indecisos y los factores de la decisión

Cierto. A más de seis meses de las elecciones generales del 20 de octubre, las encuestas de intención de voto no pueden dejar de ser de atisbo, de mirada aproximada; pero sí son muy útiles para ver la evolución que tendrá la preferencia electoral hasta la fecha de los comicios. En este sentido, una cosa que destacan las encuestas efectuadas desde el último trimestre de 2018 (especialmente después del fallo de La Haya sobre la demanda marítima) son dos cosas: una, que el voto se está concentrando en dos candidatos (Evo Morales y Carlos Mesa) con la existencia de un tercero (Óscar Ortiz), que si bien está lejos de los dos primeros, puede ser factor importante en caso de segunda vuelta; y, dos, la persistencia de un porcentaje expectable del voto indeciso.

En efecto, mientras la encuesta de Tal Cual efectuada para ATB en octubre da el 16% de indecisos, Ipsos para RTP detecta 13% como “por ninguno”; en tanto que la indagación de Mercado y Muestras para Página Siete (presentada en marzo) da hasta 25% de indecisos. De aquí surgió la idea de que la pelea entre Morales, Mesa y Ortiz será por ese voto que, por lo menos formalmente, todavía no estaría decidido.

El 27 de marzo, el Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag), https://www.celag.org, hizo público el trabajo Bolivia en el año electoral, “estudio cuantitativo de opinión sobre la situación política, económica y preelectoral de Bolivia”, basado en 2.000 “entrevistas presenciales” en todo el país (1.650 urbanas y 350 rurales); la encuesta tuvo lugar entre el 6 y 24 de marzo; lo peculiar es, como se verá, que no se reduce a la intención del voto, sino que abarca más aspectos que bien pueden entenderse como las condiciones o circunstancias del voto.

Como se puede apreciar en los gráficos adjuntos, en la intención del voto, la encuesta del Celag coincide con las indagaciones citadas en lo referido a la concentración de la preferencia en Morales y Mesa, con Ortiz de tercero. En lo que difiere es en los indecisos, que aquí apenas llegan al 5,3%, aunque revela un inusual elevado índice del voto blanco o nulo: 9,3% (más que el tercer candidato), y 3,6% de quienes de plano no votarían.

Con respecto a los indecisos, el ministro de Comunicación, Manuel Canelas, y el asesor electoral de Comunidad Ciudadana, Ricardo Paz, coinciden en que aún elevado, dicho índice “está absolutamente dentro de lo normal” (Paz), “un comportamiento medio estándar, no llamativo ni particular” (Canelas), incluso, para ambos, está relativamente bajo, considerando los más de seis meses que faltan para la elección.

Para el politólogo Marcelo Silva, “por mucho que las encuestas mencionen índices altos de indecisos”, en el país tradicionalmente este voto, lo mismo que el blanco o nulo, se mantiene en un porcentaje bajo. “Los votos indecisos jamás han llegado a la elección en más del 6%. El electorado boliviano no es de los que votan en blanco mayoritariamente”, afirma.

Es más, recuerda Silva, el voto indeciso en buena medida puede ser voto oculto, aquel que ya está más o menos decidido pero que ante el encuestador no quiere ser revelado. Cita el caso de Condepa (Conciencia de Patria), movimiento estigmatizado por las élites políticas en los 80-90, que no tenía apoyo en las encuestas, pero que luego aparecía con importante votación;  la gente temía decir que iba a votar por éste. Acaso lo mismo se pueda decir del MAS, da a entender Canelas; en 2005, cuando todas las encuestas le daban no más del 40%, resultó ganando la elección con 54%.

Pero con relación a la actual coyuntura, añade Silva, acaso el porcentaje indeciso verdaderamente exprese a los indecisos: “aquellos que todavía no optan por algo nuevo, porque tal vez no hay dicha alternativa al MAS, pero que tampoco terminan de resolver un retorno a Evo”.

Ahora, siendo relativamente bajo el porcentaje de indecisos, que según Paz dentro de lo común incluso llega a 30-35%, esto se debe —afirma— a que de entrada el actual escenario electoral está polarizado en dos fuerzas: “hay una clara definición, porque dos candidatos se llevan casi el 80% de la intención de voto”.

Cuando el periodista Fernando Molina (en este mismo suplemento, página 11) sugiere que buena parte de los indecisos muy probablemente sea de los desencantados del MAS, Canelas y Paz insisten en que no hay suficiente evidencia para decir esto: “los indecisos son tan heterogéneos como el conjunto mismo del electorado” (Paz); además, por ejemplo, no se sabe si son jóvenes o de clase media; en todo caso, la indecisión es transversal y una actitud transitoria: “El voto en general se termina de definir cuando se está más cerca de la elección”, destaca Canelas.

Pero el estudio del Celag también ofrece información de contexto que de uno u otro modo son condicionantes del voto: la imagen que se tiene del candidato, por ejemplo.

Espere…

Según el cuadro adjunto, la encuesta además de la imagen positiva y negativa, añade si el entrevistado conoce o no al candidato (“Si no lo conoce o no tiene una opinión formada de la persona, por favor, dígamelo”). Y no son menores los hallazgos: solo Morales tiene un saldo positivo, 13% (lo que se consigue restando la imagen negativa de la positiva, 53,9 – 40,9); los demás, como se ve, tienen saldos negativos. Esto también puede ser abordado por el grado de conocimiento general: destaca, por ejemplo, que en el caso de Félix Patzi solo 56,5% dice conocerlo; 60,2 a Víctor Hugo Cárdenas, 48,2 a Ortiz.

En elecciones, sobre todo nacionales, nada más apropiado que la máxima de la comunicación moderna, señala Ricardo Paz: el mensajero es el mensaje, “hace mucho tiempo que las campañas se centran en el candidato; no en el programa o la propuesta. Lo que pasa es que los candidatos son los que interpretan el mensaje, el mensajero es el mensaje. Y como esto es así, el elemento fundamental en una campaña electoral es la credibilidad; el candidato más creíble es el que gana”.

Por la negativa, añade Manuel Canelas, la importancia del candidato se ve en lo que pasó con Jair Bolsonaro en Brasil, o Donald Trump en Estados Unidos: “¿quién recuerda al partido de Bolsonaro?, o Trump, que antes de ser Presidente prácticamente barrió con el partido republicano”.

También hace al voto condicionado al candidato lo que se espera de él. En la encuesta del Celag destacan sus promotores, “más de la mitad de los encuestados (56%) sostiene que los atributos que deben caracterizar al próximo presidente son la honradez y la humildad. En segundo y tercer lugar en cuanto a rasgos distintivos se sitúan la capacidad de negociar con todos los sectores (35%) y el conocimiento en profundidad de los problemas de Bolivia (también 35%)”. (NdE) Por razones de espacio no incluimos el cuadro correspondiente.

Antecedente del voto también es cómo la gente evalúa la gestión del Gobierno. Como se ve en el gráfico adjunto, si bien el 64,9% respalda la gestión de Morales, 32,2% lo hace en el rango “regular bien”; y, del lado de quienes la ven negativa (33%), 15,4% están en el tramo “regular mal”.

Asimismo, una de las más interesantes construcciones que hace la encuesta es el “Mapa de sensaciones ante la realidad nacional” (ver gráfico adjunto). Del 50,1% de las sensaciones positivas, no deja de llamar la atención que el 23% sea de “esperanza”, y apenas el 4,2% signifique “orgullo”. En la acera de enfrente, las sensaciones negativas, es peculiar que la mayoría se ubique en la “incertidumbre” (14%), el miedo en 9,7, enojo en 8,5, y la resignación en 4,9.

Este es el ámbito del llamado “voto económico”, que nuestros entrevistados reconocen de gran importancia; en específico, se trata del valor electoral que tendrá la estabilidad y el crecimiento de la economía del país. Si bien para el MAS éste será un plus, dice Canelas, no hay que confiarse pues cualquier evento que genere una crisis naturalmente que incidirá en la preferencia electoral. Para Paz, en cambio, la estabilidad, a lo que hoy juega mucho el MAS, “no deja de ser un chantaje a la población, diciéndole que solo ellos pueden garantizar estabilidad y la paz social”.

Tales, pues, algunos elementos de la decisión electoral que se viene.