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Campaña política, la pelea ahora será por el celular

La pelea electoral, considerando el acceso a la tecnoligía y la fuerza de las redes sociales, será, sin duda, por el celular. Según el más reciente informe de la Autoridad de Regulación y Fiscalización de Telecomunicaciones y Transportes (ATT), Estado de situación del internet en Bolivia. Marzo 2019, desde las últimas elecciones generales (12 de octubre de 2014) hasta septiembre de 2018, las conexiones a internet prácticamente se duplicaron: de 4.981.685 en 2014 a 9.596.575 en septiembre de 2018 (ver gráficos adjuntos); cualitativamente es otro el escenario. Pero es aún más significativo el dato sobre la forma de acceso a la red: conexión fija, inalámbrica y móvil (celular); así, de las 9.596.575 conexiones que hay en el país, 9.046.458 —o sea el 94,27%— corresponde a los dispositivos móviles.

La consolidación de la tecnología, para la transmisión de datos y el funcionamiento permanente del celular, también se puede apreciar en el mapa adjunto, tanto de la red troncal de fibra óptica (24.428 km que llegan a todos los departamentos del país) como de las 14.848 radiobases de servicio móvil (que hacen posible el acceso a internet por celular).

El gráfico muestra de igual manera, y una vez más, que el eje —La Paz, Cochabamba y Santa Cruz— suma el 75% de las conexiones en el territorio nacional; pero esto no debe llamar a engaño, que dicho eje anula al resto, pues la presencia del internet es generalizada en Bolivia.

Como señala la socióloga María Teresa Zegada, coautora, junto con Marcelo Guardia, del estudio La vida política del meme (2018), el acceso a internet a través de los teléfonos móviles ha tenido tal expansión que “tampoco se puede decir (como hace algunos años) que son solo jóvenes o urbanos (quienes acceden a las redes); en áreas rurales se ha expandido el uso de las redes sociales, vía teléfono; ya no es solo una élite”.

En todo caso, además de Zegada, el jefe de campaña de Comunidad Ciudadana (CC), Ricardo Paz, y la viceministra de Gestión Comunicacional, Leyla Medinaceli, coinciden en que tampoco hay que sobredimensionar a las redes, por lo menos en lo relativo a la campaña electoral: con sus particularidades, es otro medio más, que se complementará con el resto de los “tradicionales”.

Lo preocupante sería, dice Zegada, que el “mundo virtual estuviera sustituyendo a los otros”, o sea, que toda la información que circula por las redes se impusiera sobre los otros medios: “pero esas noticias se pueden contrarrestar con la realidad y otros medios de información, (con esto) el ciudadano puede moverse mejor en este mundo tan abstracto de las redes sociales”.

Específicamente desde el punto de vista político, Paz añade que la campaña de CC igual será por televisión, radio, prensa, la calle y la propaganda del puerta a puerta. 

Para la coautora de La vida política del meme, persiste la idea de la satanización de las redes sociales, especialmente por la facilidad con que se pueden difundir noticias falsas (fake news), medias verdades, abiertas mentiras, que para el caso de las elecciones pueden “distorsionar, desequilibrar, el escenario electoral”, de ahí la idea de regularlas de algún modo. Pero he aquí que también hay la tendencia a que reconociendo los referidos peligros se las reivindica como “generadoras de autoconvocatorias ciudadanas, que pueden movilizar a la gente, pues son lugares donde se puede hacer una denuncia política, visibilizar hechos de corrupción; donde hay más libertad de expresión, en sentido de que cualquier ciudadano puede desde su ordenador o celular comentar algo, interactuar con la política”. Debido, además, a la viralización de todos los contenidos, es un “escenario clave”, ineludible, de la disputa política, destaca la socióloga cochabambina.

Sobre las noticias, cuentas y sitios falsos —el “lado perverso” de las redes sociales, lo llama Paz—, la viceministra Medinaceli afirma que ante ello no hay sino la necesaria reacción inmediata: “Si están pasando una fake news es importantísimo, en ese momento, botar toda la información posible de desmentido, por todos los medios de que se disponga, sobre todo por WathsApp”.

Aquí, Zegada y Medinaceli coinciden en que, por un lado, a estas alturas ya se puede hablar de una madurez del usuario boliviano que ya no cae en creer todo lo que se dice en las redes, lo cual es una forma de autoregulación; y, por otro, el nuevo valor que han adquirido para el caso los medios tradicionales: mucha gente —dice Medinaceli— acude a dichos medios (televisión, radio o prensa) para ver si algo difundido en las redes sociales es o no cierto; o sea, por este lado, estos medios siguen siendo fuente de credibilidad, una forma de contrapeso a la intensa dinámica informativa de las redes.

En lo relativo a otra crítica que se hace a las redes sociales, en sentido de que en ellas hay una inevitable degradación de los contenidos, más aún tratándose de discusión política, Paz de entrada lo descarta: “No baja la calidad (de los argumentos), porque eso no depende de las redes sociales, eso depende de los mensajes, de los emisores; no depende del medio, sino del contenido; siempre hubo banalidades en los medios tradicionales. Los que ahora hay en las redes son elementos nuevos a los que hay que adaptarse”.

Para la socióloga Zegada, lo que pasa con la información en las redes hay que verlo en el contexto de cambios más o menos estructurales en las formas de comunicación; en lo político, por ejemplo, cuando antes era efectivo el panfleto, por el desarrollo tecnológico y por las nuevas formas de lectura, más efectivo hoy es el mensaje corto, impactante.

“Con la intertextualidad, la viralidad de los mensajes, los jóvenes ya no leen los textos largos; ahora van a los memes, mensajes rápidos, que son mucho más efectivos que todo un texto argumentativo. Eso quita capacidad de reflexión, de argumentación, cierto, pero es un hecho real, hay una crisis de la forma tradicional de comunicación, ya no se acude tanto a los grandes mensajes. La comunicación se ha hecho más directa, espontánea, de recurrencia al humor. Es verdad que la política puede perder mucho en términos de desarrollo argumentativo, pero también puede ganar mucho en el hecho de llegar de manera más directa a las necesidades y anhelos de la gente”.

Desde el perfil más bien técnico, la viceministra Medinaceli ratifica que se trata de adecuarse a las nuevas condiciones que da la tecnología.

“Hoy en día, un joven se informa más por un youtuber que por un medio tradicional. Ahorita los chicos ven videos de 15 a 20 segundos y dependiendo del relato y en lo que esté el youtuber, se pueden comer unos 15 o 20 minutos, como es el caso de Luisito comunica. Sin embargo, a los jóvenes también les gusta que les respondan, sentirse partícipes”.