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Partidos desdibujados

Las elecciones generales de octubre muestran un panorama sombrío para los partidos como estructuras de representación política. La debacle de su protagonismo después de la era de la democracia pactada estuvo signada por la baja votación obtenida en las elecciones de 2002 y el ciclo de protestas que buscaba formas de autorrepresentación en el campo político. Y se selló con la llegada de Evo Morales y el Movimiento Al Socialismo-Instrumento por la Soberanía de los Pueblos (MAS-IPSP) a la presidencia     —un partido que no responde a los cánones tradicionales pues está montado sobre la estructura de redes sindicales campesinas—.

Después de esos sucesos, las formas partidarias quedaron en los bordes del escenario de decisiones nacionales, presentes en una oposición parlamentaria débil marcada por el personalismo, escasa coherencia y cohesión organizativa; y se refugiaron en los escenarios regionales y locales donde lograron disputar el poder al partido predominante a nivel nacional. No obstante, han existido algunos esfuerzos de institucionalización pero sin resultados electorales relevantes hasta ahora, como Unidad Nacional (UN) desde 2004, o Demócratas que más adelante dio un salto a nivel nacional.

El escenario de la próxima elección es una triste radiografía de la realidad partidaria: una competencia entre líderes, la mayoría del pasado, aparejados a siglas partidarias preexistentes que carecen de organicidad y presencia política, salvo los casos del MAS, que cuenta con una presencia privilegiada por su persistencia en el poder y el manejo de recursos institucionales y simbólicos, y Demócratas (Bolivia Dice No), que cuenta con un líder propio. En cuanto al contenido discursivo, en un momento en que aún no han comenzado las campañas, las señales son débiles y parecen circular alrededor de los éxitos y fracasos de la actual gestión de gobierno.

Cuestiones para el debate. ¿Qué elementos podemos inferir de este panorama? En primer lugar, si bien es cierto que el tipo de sistema predominante, en el cual el MAS es el principal protagonista, y las políticas de concentración y acaparamiento del poder han creado condiciones adversas para la emergencia de otras organizaciones y/o liderazgos alternativos fuertes, esta ausencia y vacío no se deben solamente a la situación de escasas oportunidades políticas, sino también a la baja capacidad de reinvención de los partidos, la ausencia de liderazgos renovados y la fragilidad de las estructuras organizativas. Por tanto, no se trata solo de echarle la culpa al empedrado, sino también de observar las propias huellas y el camino que cada uno va trazando.

El segundo factor está relacionado con la crisis de los partidos como estructuras de articulación y mediación de intereses sociales, es decir, su relación con la sociedad civil. Un hecho incontrastable en la historia política boliviana es que los grandes acontecimientos políticos no se explican sin la presencia directa y activa de la sociedad en la política. Los partidos han sido actores fuertemente dependientes de su vinculación con las organizaciones corporativas; casi se podría afirmar que han sobrevivido atados a las negociaciones y relaciones de intercambio político, ya sea material-clientelar o simbólico con los sindicatos, gremios, en su caso empresarios y otras entidades de la sociedad civil, en particular la COB como factor de poder político.

El tercer aspecto tiene que ver con los cambios sociológicos en la realidad boliviana y mundial en el siglo XXI, que se expresa en identidades emergentes —nuevas clases medias—, nuevas sociabilidades y contenidos que movilizan, cambios en la comunicación e interacción, nuevas formas de acción política en una  morfología social cuya cualidad es su autonomía respecto del Estado. Es un espacio construido por ciudadanos/individuos autoconvocados y fragmentados que, además de interactuar en las redes sociales, logran efectos políticos, interpelados y articulados alrededor de determinados objetivos, discursos o símbolos.

Finalmente, todo esto conduce a la discusión sobre el nudo de la democracia: la representación política. Y deja preguntas abiertas al debate que, entre otras, están en el trasfondo de ese reflejo desdibujado que nos presenta la cartografía preelectoral. ¿Existe un sistema de representación política en Bolivia o nunca logró consolidarse como tal? ¿Cuáles son las capacidades de representación política de las actuales organizaciones  respecto a esta nueva realidad sociológica? ¿Cuáles son los límites o potencialidades de la autorrepresentación social?