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Saber medir la lucha contra la droga

Golpear al narco ‘de alto valor’ es fruto de un gran trabajo; esto exige otra forma de ver la acción de la Policía y el Estado.

/ 10 de julio de 2019 / 00:00

Tradicionalmente, los indicadores de desempeño en la lucha contra el narcotráfico se han enfocado no solo en las hectáreas erradicadas y existentes de hoja de coca en el territorio, sino también en resultados de interdicción medidos por cantidad de kilogramos de droga incautada, número de operativos realizados, cantidad de fábricas y laboratorios encontrados y destruidos. Estos indicadores se establecen como los parámetros de efectividad dentro de los países y también son directrices y termómetros de un trabajo efectivo para encarar el “problema mundial de las drogas”, establecidos por organismos internacionales como la UNODC, la OEA y otros.

Los resultados del último informe global de drogas de la UNODC, publicado el 27 de junio, demuestran que a la fecha las acciones no han podido mejorar o cambiar las tendencias de esta problemática, más al contrario, el consumo ha aumentado. El número de personas que presentan consumo problemático de drogas se incrementó, y el de muertes asociadas a ello tuvo la misma tendencia. Este negativo panorama no solo nos muestra que el modo en que se ha venido enfrentando el fenómeno parece no estar siendo efectivo (varias instituciones comparten esta afirmación), sino que también los indicadores mediante los cuales se mide el éxito para abordar esta problemática parecen no estar reflejando las necesidades para cambiar las tendencias.

Bolivia en 2017, mediante la Ley 913 de Lucha contra el Tráfico Ilícito de Sustancias Controladas, ha dado los primeros pasos para encaminarse a un nuevo enfoque, que en la región se ha ido observando también en países como Colombia, con un enfoque fuerte en bandas criminales (Bacrim), y Brasil, que aumentó la presión estatal sobre los actores del crimen organizado. El pasar únicamente de privilegiar kilos de droga incautada a valorar resultados vinculados a la desarticulación y debilitamiento de organizaciones criminales, bajo el entendido de que son éstas y sus miembros las que buscan expandir y controlar las rutas de la droga en la región y hacia otros continentes y que, sin ellas, el éxito del tráfico ilícito de sustancias controladas no sería posible.

La ley, entre otros aspectos, crea tres herramientas de investigación: pago de informantes, colaborador eficaz e interceptación de llamadas telefónicas; asimismo, establece la extinción de dominio para casos de narcotráfico y reestructuración de la Dirección de Bienes Incautados, haciéndola eficiente.

Recientemente, la Fuerza Especial de Lucha contra el Narcotráfico, la única especializada del Estado y llamada por Constitución y por ley a este trabajo, ha presentado resultados en este ámbito. Por ejemplo, el Centro Regional de Inteligencia Antinarcóticos (Cerian) un dispositivo en la ciudad de Santa Cruz que congrega a analistas de inteligencia de diferentes países de la región, de julio de 2018 a la fecha ha detenido al menos a diez extranjeros buscados por Interpol. Casos emblemáticos como la captura de Jorge Luis Da Silva, brasileño, considerado uno de los seis capos del narcotráfico más buscados en su país, o la captura de José Miguel Farfán, argentino, con notificación roja de Interpol por narcotráfico en su país, son ejemplos de esto. Asimismo, en días pasados, la FELCN logró desarticular el clan familiar “Candia-Castedo”, que operaba desde Beni realizando importantes envíos de droga a Paraguay. Además, mediante el Programa de Control de Contenedores, en coordinación con la UNODC, se logró interceptar un cargamento de droga en Bélgica proveniente de Bolivia, donde más allá de los kilos incautados, lo valioso está en la aprehensión de traficantes de droga tanto en Bolivia como en Bélgica, afectando a actores clave en el transporte internacional y almacenamiento de la carga ilícita.

El enfoque en blancos de alto valor, como se llaman a actores clave en el negocio de la droga y la desarticulación de organizaciones criminales, ha demostrado ser para todos los países un trabajo complejo que requiere altos niveles de análisis, acceso a la información, coordinación, tecnología y medios para poder hacer el trabajo en campo. La historia muestra que desarticular organizaciones criminales con importante participación en el mercado de la droga muchas veces toma años de seguimiento y de trabajo de inteligencia, ya que estas con el tiempo no solo evolucionan o mutan, sino que constantemente implementan nuevas estrategias de penetración, expansión y disputa con otras organizaciones. Lo que esto nos dice es que los esfuerzos realizados en los últimos meses por la FELCN y el Ministerio de Gobierno no son casualidades ni resultados que deben pasar desapercibidos, pues estos logros, en cuanto a una mejora en la calidad de los aprehendidos y el debilitamiento económico de las organizaciones criminales, son un indicador de afectación real a estas estructuras.

Medir el éxito de la lucha contra el narcotráfico también requiere un cambio conceptual, no solo de las fuerzas públicas y de los Estados, sino también de los medios de comunicación y de la misma población, para que puedan saber qué es lo que verdaderamente se está afectando cuando el enfoque son las organizaciones criminales, clanes familiares y los blancos de alto valor; solamente así podrán entender que el modelo boliviano no solo es exitoso por sus logros en la erradicación concertada, con bajos índices de violencia y altos índices de desarrollo en municipios cocaleros, sino también verán que el efecto concreto a la afectación real al narcotráfico, con este nuevo enfoque, se traduce en mensajes claros para los principales actores del mercado de la droga, ya que estas acciones están incrementando el costo y el riesgo de su presencia en el territorio y, entre otros, reduciendo los incentivos de estos para operar en el país.

(*) La autora es Directora del Observatorio Boliviano de Seguridad Ciudadana y Lucha contra las Drogas, Ministerio de Gobierno.

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Oposiciones: ¿unidad, renovación o crisis?

Gustavo Pedraza y Daniel Valverde hablan sobre la falta de institucionalidad partidaria, fragmentación interna y una narrativa poco efectiva que limitan el crecimiento de una alternativa al MAS.

/ 12 de octubre de 2024 / 22:32

En la actualidad, la situación política en Bolivia enfrenta un panorama crítico, especialmente en relación con las oposiciones al oficialismo. A pesar de su relevancia y el peso de la representación que ostentan, las fuerzas opositoras no han logrado consolidarse como una alternativa real al Movimiento al Socialismo (MAS), encabezado anteriormente por Evo Morales y actualmente por el presidente Luis Arce. Este análisis se basa en las perspectivas de dos conocedores del escenario político boliviano: Gustavo Pedraza y Daniel Valverde, quienes ofrecen una visión a profundidad sobre los desafíos y oportunidades que enfrenta la oposición en el país.

Gustavo Pedraza, exministro y candidato a la vicepresidencia por Comunidad Ciudadana, aporta una visión crítica desde su experiencia. Abogado e investigador social, él enfatiza la importancia para las oposiciones de construir una narrativa que conecte con los sectores populares y la necesidad de una gestión eficaz cuando se presentan oportunidades de gobierno.

Por su parte, Daniel Valverde, también abogado y analista político, ofrece una perspectiva que se centra en los problemas estructurales de las oposiciones bolivianas. Su análisis se enfoca en la falta de institucionalidad política y la ausencia de partidos sólidos capaces de articular propuestas coherentes y duraderas. Valverde subraya la importancia de construir estructuras partidarias que puedan servir como vehículos efectivos para la reflexión política y la conexión con las bases sociales.

Puede ver las entrevistas con Daniel Valverde y Gustavo Pedraza haciendo clic sobre sus nombres.

Evolución

El panorama político boliviano ha experimentado transformaciones significativas en las últimas décadas, con la oposición jugando un papel fundamental, pero a menudo problemático. La evolución de las fuerzas opositoras en Bolivia está marcada por momentos de oportunidad desaprovechados y desafíos estructurales que han impedido su consolidación como una alternativa viable al gobierno del MAS.

El periodo de crisis política que vivió Bolivia en 2019 fue un punto de inflexión para el panorama político del país. El derrocamiento de Evo Morales interrumpió el control del poder por parte del MAS y pareció ofrecer una oportunidad única para que la oposición se consolidara. Sin embargo, esta oportunidad no fue aprovechada. Gustavo Pedraza señala que «si la oposición en ese gobierno de transición hubiera gestionado un estado con las diferencias obviamente del MAS y hubiera logrado mostrar que tenía la capacidad, que ejercía el poder de una manera distinta, la historia hubiera sido diferente».

La gestión del gobierno transitorio de Jeanine Áñez fue un factor determinante en el posterior debilitamiento de las fuerzas opositoras. Pedraza critica que «quien gobierna en la sucesión no es la oposición legitimada por el voto, es la oposición marginal que tenía presencia en el legislativo». Esta exclusión no solo fue un error estratégico, sino que también afectó la credibilidad de partidos como Comunidad Ciudadana, que «sin ser parte de la gestión del poder en el Ejecutivo, es vista como acoplada, como parte de ese gobierno».

El contexto de 2019 fue particularmente significativo porque mostró la fuerza de las oposiciones en su capacidad de movilizarse y provocar la caída de Evo Morales. Sin embargo, esa movilización, encabezada en gran parte desde Santa Cruz, no logró traducirse en una propuesta clara de gobierno que pudiera consolidarse en el poder. Según Pedraza, «la oposición prácticamente muestra mucha fuerza bajo la conducción del territorio de Santa Cruz como tal, logra arrebatar, expulsar del poder a Evo Morales, pero en la práctica después de ese suceso, durante Jeanine Áñez, no consolida, no se muestra y no practica, no ejerce, no se consolida como alternativa».

Daniel Valverde complementa esta visión al señalar que las fallas de la oposición en 2019 y 2020 no fueron únicamente coyunturales, sino que reflejan problemas estructurales más profundos dentro de las fuerzas opositoras. Valverde apunta a la falta de institucionalidad como uno de los principales obstáculos que enfrentan las oposiciones en Bolivia. «La oposición política parte con una grave desventaja fruto de una omisión: no construir institucionalidad política». Esta crítica se refiere a la ausencia de partidos políticos sólidos y orgánicos que puedan articular un debate interno y una propuesta coherente ante la sociedad.

La fragmentación interna de la oposición ha sido otro obstáculo significativo en su evolución. La división entre las fuerzas opositoras, que presentó múltiples candidaturas en las elecciones de 2020 en lugar de un frente unificado, facilitó la victoria del MAS. Pedraza menciona que «la oposición hereda esa falta de capacidad para ser alternativa», y desde entonces, las fuerzas opositoras se han visto atrapadas en una dinámica legislativa activa pero poco efectiva para conectar con las amplias bases populares.

El caso de Santa Cruz, un bastión histórico de la oposición democrática, es un ejemplo clave de esta fragmentación. Valverde señala que, tras la aparición de Fernando Camacho como una figura fuerte en 2019, el movimiento político en esta región se ha dividido aún más. La irrupción de Camacho debilitó al partido de Rubén Costas, y aunque Camacho sigue teniendo relevancia en la política regional, Valverde advierte que el gobernador enfrenta grandes retos para consolidar un liderazgo nacional.

Oposiciones

Uno de los problemas fundamentales que enfrentan las oposiciones en la actualidad es la falta de institucionalidad política. Daniel Valverde enfatiza que «la política se tiene que hacer con los vehículos correspondientes, en este caso, organizar partidos que tengan vida orgánica». Esta ausencia de estructuras partidarias sólidas ha limitado la capacidad de la oposición para articular un debate interno profundo y presentar propuestas coherentes y duraderas ante la sociedad.

La fragmentación interna sigue siendo un obstáculo significativo para la oposición. Gustavo Pedraza señala que la dinámica interna en la oposición ha debilitado la capacidad de crecimiento. «La oposición no ha podido construir un vínculo con los sectores populares, una conexión en el mensaje». Esta división se refleja en la multiplicidad de liderazgos y la falta de un proyecto político unificado que pueda presentarse como una alternativa clara al gobierno del MAS.

En el ámbito legislativo, la oposición ha mantenido una presencia activa, pero su acción ha sido percibida como distante por gran parte de la población. Pedraza afirma que «esa gestión legislativa es percibida por un círculo pequeño de la sociedad», lo que sugiere que las propuestas y acciones de la oposición no logran captar el interés o la atención de las grandes mayorías. Esta desconexión entre la actividad parlamentaria y las preocupaciones cotidianas de la población ha limitado la capacidad de la oposición para construir una base de apoyo más amplia.

La narrativa construida por el MAS durante su gestión ha sido difícil de contrarrestar para la oposición. Evo Morales, incluso fuera del poder, ha logrado seguir siendo una figura central en la política boliviana debido a la incapacidad de la oposición para ocupar ese espacio. Pedraza explica que el expresidente “se acomoda con todo lo que este caudillo tiene como experiencia y como interés, como ambición de poder», haciendo hincapié en cómo él ha utilizado su legitimidad en el liderazgo indígena y rural para mantenerse relevante en la arena política.

La crisis económica que afecta al país se presenta como una variable que podría catalizar cambios en el panorama político. Pedraza sugiere que «es probable que con el agravamiento de la situación económica ese voto, esa base electoral del MAS, empiece a migrar hacia una opción alternativa de la oposición». Sin embargo, advierte que no se trata de un proceso automático y que la oposición aún no ha ofrecido una alternativa creíble que sea vista como capaz de gestionar el país en una coyuntura tan delicada.

Valverde reflexiona que el descontento social generado por la crisis económica, sumado a los problemas ambientales que afectan al país, está creando «una conciencia de que esto no está bien», pero que aún no se ha traducido en un movimiento político sólido que represente esas preocupaciones. A medida que la crisis avanza, la posibilidad de que surjan nuevas figuras o movimientos dentro de las oposiciones sigue siendo latente, pero el tiempo corre en contra de esa posibilidad.

Otredad

Uno de los grandes desafíos que enfrentan las oposiciones tradicionales en Bolivia es su incapacidad para conectarse con los sectores populares e indígenas, que constituyen una parte significativa de la población. Estos grupos han sido históricamente la base de apoyo del Movimiento al Socialismo (MAS) y, en particular, del expresidente Evo Morales, quien logró construir una narrativa que articulaba los intereses de los sectores indígenas, campesinos y obreros. Según Gustavo Pedraza y Daniel Valverde, la oposición ha fracasado en establecer un mensaje y una estrategia que logre resonar con estas comunidades, lo que ha limitado su capacidad para ampliar su base electoral y convertirse en una verdadera alternativa al MAS.

Gustavo Pedraza señala que el MAS construyó su hegemonía política sobre dos pilares fundamentales: la inclusión de los pueblos indígenas en la gestión del poder y la promesa de bienestar económico. «El MAS apoyó su discurso en dos elementos: uno, la inclusión de los indígenas en la gestión del poder; y otro, el tema material, el bienestar en cuanto a vivienda, ingresos, tierra», explica Pedraza. Estos dos elementos fueron cruciales para consolidar el apoyo del MAS en áreas rurales e indígenas, que tradicionalmente habían estado excluidas de la política boliviana.

La inclusión de los sectores indígenas en la política boliviana bajo el liderazgo de Evo Morales fue vista como un avance histórico, ya que representó el acceso de los pueblos originarios al poder de una manera sin precedentes. «En el discurso de los intangibles, el MAS tiene fuerza», dice Pedraza, refiriéndose a la legitimidad que aún mantiene el partido en relación con la inclusión de los indígenas en la toma de decisiones. Esta legitimidad es difícil de disputar para la oposición.

Parte de este problema radica en que el discurso de las oposiciones ha estado más enfocado en temas coyunturales y urbanos, dejando de lado las preocupaciones fundamentales de los sectores populares, como la tierra, la producción agrícola, el acceso a servicios básicos y el bienestar económico. Pedraza subraya que «la oposición no ha podido construir un vínculo con los sectores populares», lo que ha impedido que su mensaje resuene en estas comunidades.

Daniel Valverde observa que sin partidos sólidos que puedan generar un debate profundo y proponer soluciones a los problemas que enfrentan los sectores populares, la oposición ha quedado atrapada en una dinámica de reacción y confrontación, en lugar de ofrecer una alternativa creíble y cercana a las comunidades indígenas y campesinas.

La crisis de representatividad que enfrentan las oposiciones en relación con los sectores populares e indígenas se ve agravada por la persistencia de estructuras y liderazgos que son percibidos como ajenos a estas realidades. Valverde señala que «la oposición está repitiendo un poco la fórmula que ya intentó en dos o tres elecciones», refiriéndose a la falta de renovación en las propuestas opositoras. Mientras el MAS ha mantenido una conexión fuerte con las bases populares, la oposición no ha logrado articular un mensaje que hable directamente a las preocupaciones de estos sectores.

Pedraza argumenta que la oposición necesita desarrollar una narrativa que no solo critique al MAS, sino que ofrezca una visión alternativa del desarrollo y la inclusión que sea atractiva para los sectores populares e indígenas. «No basta con decir que el MAS es corrupto o autoritario, hay que mostrar cómo un gobierno de oposición mejoraría concretamente la vida de estas comunidades», señala.

Perspectivas de las oposiciones hacia 2025

Tanto Gustavo Pedraza como Daniel Valverde coinciden en que el panorama político está cambiando, lo que ofrece tanto oportunidades como riesgos para las fuerzas opositoras. Uno de los principales desafíos identificados por ambos analistas es la necesidad de construir una narrativa unificadora y coherente que pueda resonar con amplios sectores de la sociedad boliviana.

La fragmentación interna sigue siendo un desafío crítico. Para tener una oportunidad real en 2025, la oposición necesitará superar sus divisiones y presentar un frente más unido. Valverde sugiere que «la oposición está repitiendo un poco la fórmula que ya intentó en dos o tres elecciones», lo que implica que se necesita una renovación no solo en las caras visibles, sino también en las estrategias y propuestas políticas.

El manejo de la coyuntura política también será crucial. Ambos analistas coinciden en que el ciclo de hegemonía del MAS ha terminado, dando paso a un momento con otra dinámica. Pedraza afirma que «hemos entrado en un ciclo de mayorías relativas», lo que indica que las próximas elecciones probablemente se definirán en una segunda vuelta. Esto abre la puerta a posibles alianzas o pactos políticos, pero también a una mayor inestabilidad. Las oposiciones deberán estar preparadas para navegar este escenario complejo y potencialmente volátil.

La renovación de liderazgos es otro desafío importante. Valverde menciona que figuras como «Tuto Quiroga tiene ciertas condiciones interesantes, muy conectados además con algún bloque político latinoamericano», pero advierte que esto no es suficiente si no va acompañado de una propuesta sólida y legitimada por la sociedad. La oposición necesitará encontrar un equilibrio entre liderazgos experimentados y nuevas voces que puedan conectar con diferentes sectores de la sociedad.

El uso efectivo de los medios de comunicación y las redes sociales será otro reto significativo. En un contexto donde la información fluye rápidamente y las percepciones pueden cambiar en cuestión de horas,

En suma, la construcción de una narrativa unificadora, la superación de la fragmentación interna, la conexión con sectores populares e indígenas, la presentación de propuestas económicas creíbles, la renovación de liderazgos y la gestión efectiva de la comunicación serán elementos esenciales para determinar si las oposiciones pueden presentarse como una alternativa viable al gobierno del MAS. Como señala Valverde, «la sociedad está buscando esperanza, está buscando respuesta», y el éxito de la oposición dependerá en gran medida de su capacidad para ofrecer esa esperanza y esas respuestas de manera convincente y sostenible.

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El ‘plus de gozar’ del proceso de cambio

El ‘goce’ en el psicoanálisis, como lo plantea Lacan, es una pulsión repetitiva que trasciende el placer y se arraiga en el cuerpo. Desde el capitalismo hasta la política boliviana, el goce se manifiesta en la búsqueda incesante de la repetición.

/ 12 de octubre de 2024 / 21:57

En el campo del psicoanálisis, el “goce” no es tanto el placer (plus) como la repetición. Es decir, la pulsión que se repite, el continuo retorno de lo reprimido, como volver a beber o fumar después de haberlo dejado por años. Hay goce en estas repeticiones, o sea placer mezclado con vaciamiento y angustia: ‘Me entrego a mi cuerpo, mi cuerpo me domina: esto me causa dolor pero lo hago de todas maneras porque también me produce placer, aunque sea un placer malvado, un placer de muerte y no de vida’.

Según Jacques Lacan, todo goce es corporal, incluso cuando la repetición parezca ser puramente emocional: volver con el “ex” violento, reproducir por enésima vez la misma pelea con la madre. Incluso estas conductas terminan en el cuerpo, encuentran una respuesta (mixta: recompensa y castigo) en él.

El goce es un tipo de satisfacción idéntico al que ofrece el consumo de cosas. La compra, el uso y la destrucción de mercancías son la repetición (diaria, semanal, etc.) predominante de nuestro tiempo, pues en él se promueve activamente. Constituye el núcleo del capitalismo expansivo en el que vivimos, que ya no practica las restricciones al consumo que necesitaba en su etapa de acumulación originaria. Antes, los seres humanos vivían en una civilización de la represión. Hace tiempo que hemos entrado en la civilización de la repetición, que produce, usa y desecha cosas ad nauseam. Las mercancías actúan como si estuvieran bajo la “maldición Gemino”, el encantamiento de la duplicación de Harry Potter.

Placer

“La civilización urbana es testigo de cómo se suceden, a ritmo acelerado, las generaciones de productos, de aparatos, de gadgets, por comparación con los cuales el hombre parece una especie particularmente estable”, ilustraba Jean Baudrillard en El sistema de los objetos.

El motor de esta producción, distribución y consumo incesantes, circulares, es la búsqueda frenética de la satisfacción, con una nota de malestar neurótico, de los cuerpos. Queremos consumir, nos remuerde consumir, insistimos en consumir y así cíclicamente.

La nuestra es una civilización, entonces, del goce.

Plus

Marx sostenía la estructura del capitalismo sobre la piedra basal del plus valor o valor sin paga del que se apropiaba el burgués. Lacan asienta la estructura del capitalismo sobre el “plus de gozar”. Ya sabemos que el goce es una pulsión que se repite. El “plus de gozar” es la pulsión de sentir esta pulsión, una pulsión al cuadrado. Es la duplicación del hechizo de la duplicación.

Los subalternos bolivianos llegaron al poder en 2006. ¿Lo hicieron para detener el proceso de modernización capitalista del país, al que ya movía el plus de gozar?; ¿o para exigir su espacio en él? Al fin y al cabo, en esto se diferenciaba la modernización boliviana de otras similares: en que no ofrecía un espacio efectivo a los subalternos locales, a los indígenas.

Pese a las protestas de “vivir bien” que inicialmente hizo el MAS, a esta altura ya ha quedado muy claro que jamás quiso reprimir la pulsión de repetición y goce de la modernización capitalista en Bolivia. Todo lo contrario, buscó ampliarla; trató de cumplir finalmente la “revolución capitalista”. En esta materia, los plebeyos calzados (inicialmente) con abarcas lograron más de lo que los burgueses bien trajeados habían conseguido previamente. El MAS impulsó más que nadie el sistema de repeticiones: hizo avanzar el productivismo a costa de la naturaleza, el consumismo a costa de la balanza de pagos y el blanqueamiento de orden personal a costa del proyecto antirracista colectivo. “Ahora es nuestro turno” de gozar; ”nos quedaremos 500 años” gozando. Este fue el leit motiv.

Evolución

Ahora bien, sabemos que el goce siempre debe terminar produciéndose en el cuerpo. ¿De qué forma, en este caso? Al principio, los cuerpos de los dirigentes del MAS eran cuerpos modelados por la disciplina de la pobreza y las privaciones, resistentes al frío, al calor, a las incomodidades extremas, sin gran experiencia en el placer sexual o de otra clase; cuerpos llenos de callos que se cubrían durante años con las mismas polleras y las mismas botas. Eran ex pongos o hijos de ex pongos que tenían en la mirada del gamonal (expansiva, autoritaria y lujuriosa) el referente de lo que debían rechazar.

Pero, ay, también, al mismo tiempo, de lo que debían imitar. Repetición, justamente.

Para Lacan, el “goce es el deseo del otro”, lo que significa –puesto que “otro” es, en traducción muy libre, la madre, el padre y la sociedad– que cada quien termina atrapado en el tipo de goce que ha determinado su propia socialización. “Paradoja señorial”: quienes eran víctimas de los señores terminaron convirtiéndose en una versión grotesca de quienes aborrecían: una suma de perversiones, gulas y codicias demasiado elementales.

Resulta, entonces, que finalmente no fueron la “reserva moral”. Igual que todos los demás, quedaron atrapados por el sistema que, en primer lugar, nunca se propusieron transformar porque estaban “apalabrados” por su ideología y urgidos por sus cuerpos carenciados a acatar por el goce.

Los verdaderos señores pueden mirar este desenlace con la debida superioridad moral. Al fin y al cabo, ha probado la solidez de su posición. El deseo de sus enemigos no ha sido otro que su propio deseo. Todo ha quedado, así, encerrado en un círculo irrompible.

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Los retos de la democracia, 42 años después

La democracia es uno de los mayores logros políticos, pero sus crisis recurrentes ponen en riesgo su esencia, vaciándola de contenido.

/ 12 de octubre de 2024 / 21:39

La democracia, concebida como el sistema de gobierno que institucionaliza la participación del pueblo en el ejercicio del poder público a través de la intercomunicación y el diálogo permanente entre gobernantes y gobernados, dentro de una justa estructura de distribución y redistribución económica, en palabras de Pablo Lucas Verdú, es quizá el mejor invento de la humanidad en materia política. Como diría Karl Loewenstein, es solo comparable con la invención de la imprenta o la máquina a vapor en otras ciencias. Sin embargo, como cualquier obra humana, también está llena de falencias y constantemente se encuentra en crisis. En algunos casos, estas crisis son tan grandes y graves que finalmente dejan solo las formas de democracia, vaciándolas de su contenido real y efectivo.

Bolivia es un país marcado por la inestabilidad política, que a lo largo de su historia ha sufrido 36 golpes de estado que han interrumpido violentamente su democracia, la mayoría de las veces con la pérdida de vidas humanas. El último periodo de dictaduras militares se dio entre 1964 y 1982, totalizando 18 años de interrupción democrática, con algunos oasis democráticos. Estas dictaduras fueron alentadas por intereses transnacionales y políticos mundiales, y se desarrollaron de manera simultánea en casi todos los países de la región.

Democracia

El 10 de octubre de 1982 es un día que quedó grabado en la historia nacional, ya que, después de varias vicisitudes, finalmente se instaló el Congreso elegido en 1980 y se eligió presidente a Hernán Siles Suazo, quien había llegado del exilio apenas dos días antes, en medio de la algarabía popular por el retorno de la democracia. Sin embargo, este sería solo el inicio de un largo camino, muchas veces marcado por el infortunio y la desazón del pueblo, que al pasar de los años no encontró en la democracia aquello que esperaba y buscaba, y por lo que había derramado lágrimas y sangre durante casi dos décadas. Las crisis económicas, la repartija del poder público entre mega coaliciones, el abuso de poder y la corrupción marcaron un largo y tedioso periodo neoliberal, que finalmente terminó el 18 de diciembre de 2005, cuando los indígenas llegaron al poder para construir un nuevo modelo de Estado y sociedad mediante un inédito proceso constituyente, que en definitiva cambió el destino de la nación.

Sin embargo, después de casi 20 años, es imposible negar que hay tareas pendientes para conservar y reconducir nuestra democracia, que fue abruptamente interrumpida en noviembre de 2019, con terribles consecuencias para muchos de nosotros, y que solamente gracias a la voluntad de nuestro pueblo pudo ser recuperada. En homenaje a este mismo pueblo, reflexionamos sobre tres puntos para mejorar nuestra cualidad democrática.

1.         Más diálogo y menos confrontación

Vivir en democracia no significa concentrar el poder en las mayorías; más bien, significa la tolerancia y la complementación con las minorías. Esto se logra a través del diálogo entre oficialismo y oposición, algo común en los sistemas parlamentarios e incluso en los sistemas presidencialistas avanzados. Concebir que en la política no hay enemigos, sino solo adversarios con quienes uno puede reunirse, conversar y llegar a consensos en bien del país, aun en los temas más difíciles, es una práctica saludable para mejorar la calidad de la democracia.

Qué excelente sería crear mecanismos parlamentarios o partidarios para dialogar y entendernos entre bolivianos, algo que funcionó muy bien en el pasado y que hoy en día no solo lo pide nuestro pueblo, sino que organismos internacionales, como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, nos recomiendan expresamente al identificar la cohesión social como el mayor desafío de la democracia en Bolivia.

2.         Estado de derecho y reforma judicial

Entendiendo el Estado de Derecho como el sometimiento de gobernantes y gobernados al imperio de la Constitución y la ley, en un marco de absoluta igualdad, resulta fundamental que este principio se aplique sin exclusión alguna. Ciudadanos y políticos deben ceñir sus actos bajo el paraguas de la legalidad y ser igualmente responsables ante la ley por sus actos, sin ninguna excusa. Son los políticos quienes deben dar el mayor ejemplo de apego y cumplimiento de la ley.

Esta situación se complementa con un sistema judicial verdaderamente independiente e imparcial, que quizá es la gran tarea pendiente en toda nuestra vida republicana e institucional. Un sistema de justicia que vea a todos por igual y no incline la balanza para beneficiar o perjudicar a nadie, junto con una cultura de respeto y prevalencia de los derechos humanos, el debido proceso y el respeto a la libertad, es quizá la piedra angular de una democracia robusta y efectiva.

3.         Meritocracia, transparencia y democracia

La administración del Estado en todos sus niveles y ámbitos es una labor compleja, y su ejercicio debe estar reservado a personas que conozcan técnica y científicamente sus labores. Veinte años después de iniciado el proceso de cambio, cuando los hijos de nuestros hermanos indígenas ya han podido formarse y destacarse en universidades y centros de especialización, es digno que asuman responsabilidades por su conocimiento, junto a los mejores profesionales de nuestra nacionalidad. La meritocracia como forma de acceder a la función pública puede ser la aliada perfecta de la institucionalidad y la democracia.

Finalmente, ¿quién puede dudar de que la transparencia en la gestión pública es la mayor clave del éxito de la democracia como sistema de gobierno? La transparencia, entendida no solo como la muestra constante de procedimientos y resultados, sino también como la adopción de conductas implacables por parte de las autoridades, incluso en relación a su vida personal y familiar, es muchas veces necesaria para generar confianza entre el pueblo y su gobierno, y así mejorar y ampliar la democracia.

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El Pacto por el Futuro, ¿canto de cisne de la ONU?

La Organización de Naciones Unidas enfrenta enormes desafíos institucionales en tiempos de multipolaridad.

/ 12 de octubre de 2024 / 21:21

En días previos a la inauguración de la última Asamblea General de las Naciones Unidas, el 24 de septiembre, se realizó una cumbre que concluyó con la aprobación del Pacto por el Futuro. La convocatoria a esta cumbre fue una iniciativa del Secretario General de la ONU, António Guterres, quien en 2021 consideraba que el contexto sería favorable para convencer a los dirigentes del mundo de la necesidad de remediar las insuficiencias del sistema multilateral para encarar desafíos que afectan a toda la humanidad.

Pero eso era antes de la brutal agresión a Ucrania desencadenada por Rusia en febrero de 2022. Antes también del genocidio en curso del pueblo palestino perpetrado por el Estado de Israel, so pretexto de los ataques mortales contra aldeas israelíes cometidos por el movimiento Hamas el 7 de octubre de 2023. En estas circunstancias, no es de extrañar que la Cumbre del Futuro haya tenido poco eco. El Consejo de Seguridad, la única instancia de las Naciones Unidas con facultades para sancionar a los países que violan el derecho internacional, ha sido paralizado porque Estados Unidos, Rusia y China han ejercido reiteradamente su derecho de veto para bloquear toda resolución dirigida a detener estas guerras.

Decisiones

En un comunicado publicado en los días previos a la Cumbre del Futuro, Guterres señalaba: «La toma de decisiones en el plano internacional es anacrónica. Muchas instituciones de la esfera internacional son producto de los años cuarenta, anteriores a la globalización, a la descolonización, al reconocimiento generalizado de los derechos humanos universales». Al respecto, el Pacto por el Futuro señala la necesidad de ampliar el Consejo de Seguridad para que represente mejor la composición actual de las Naciones Unidas. En particular, señala la necesidad de reparar la injusticia histórica cometida contra África, que es el único continente que no tiene representante entre los miembros permanentes del Consejo.

Con relación a la espinosa cuestión del derecho de veto, el Pacto llama a intensificar los debates sobre la limitación de su alcance y uso. Ahora cabe recordar que esta facultad ha sido la condición de participación de las grandes potencias en las Naciones Unidas. Sin veto, los Estados Unidos y la URSS (hoy Rusia) no hubiesen adherido a la ONU. Este es un nudo duro de cualquier reforma sustancial del sistema multilateral de hoy.

El Pacto por el Futuro reafirma que los tres pilares de las Naciones Unidas son la paz y seguridad, el desarrollo y los derechos humanos. En el ámbito del financiamiento del desarrollo, sin embargo, se suele pasar por alto que el mandato de la ONU ha sido truncado desde su origen por la creación en paralelo del FMI y el Banco Mundial, que no responden a la autoridad del Consejo Económico y Social (ECOSOC), el órgano rector de las Naciones Unidas en la materia.

Pacto

El ECOSOC y sus organismos especializados han asentado una formidable capacidad de diagnóstico y construcción de indicadores que han sustentado la determinación de objetivos de desarrollo sostenibles (ODS) universalmente reconocidos. Al respecto, el Pacto por el Futuro constata que en la mayoría de los ODS se avanza con demasiada lentitud o inclusive se ha retrocedido. Expresa su profunda preocupación por el creciente déficit de financiación de los ODS e insiste en la necesidad de reformar el sistema financiero internacional para dar más voz y representación a los países en desarrollo.

En el terreno, las agencias de la ONU se han constituido en la mayor fuerza de asistencia humanitaria del planeta. En todos los continentes han organizado miles de operaciones de socorro, distribuyendo alimentos y medicinas y construyendo refugios. Sus funcionarios arriesgan a menudo su vida, como sucede actualmente en el territorio palestino y en Líbano.

Por lo que se refiere a los derechos humanos, se destaca la excepcional producción normativa que ha seguido a la aprobación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948. Numerosas convenciones han sido aprobadas que son referentes internacionales ineludibles para la eliminación de todas las formas de discriminación. Varios mecanismos han sido creados para monitorear el ejercicio de los derechos humanos en la gran mayoría de los Estados.

Derecho

Ante la parálisis del Consejo de Seguridad, es desde el ámbito judicial internacional que han surgido las resoluciones más significativas para condenar las graves violaciones del derecho internacional de los últimos años. La Corte Internacional de Justicia (CIJ), el órgano judicial de las Naciones Unidas que juzga los litigios entre Estados, ha aceptado tratar la denuncia presentada por Sudáfrica contra el Estado de Israel por violar la convención para la prevención y sanción del delito de genocidio. Reconociendo que esta acusación es plausible, la CIJ ha emitido hasta la fecha tres ordenanzas de medidas cautelares a cargo de Israel, mientras examina el fondo de la demanda. En un proceso distinto, y a petición de la Asamblea General de la ONU, la CIJ emitió también en julio de 2024 una opinión consultiva que determina que la presencia de Israel en los territorios palestinos ocupados de Cisjordania, Gaza y Jerusalén Este es ilegal y violatoria de varios tratados de derechos humanos.

La Corte Penal Internacional (CPI), que tiene por mandato juzgar a individuos acusados de cometer crímenes de genocidio y lesa humanidad, por su parte evalúa actualmente las órdenes de detención solicitadas en mayo de 2024 por su fiscal jefe en contra del primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, su ministro de defensa y dos dirigentes de Hamas. La CPI emitió también órdenes de detención contra el presidente de Rusia, Vladimir Putin, y dos militares rusos de alto rango. 

Por cierto, el alcance práctico de estas resoluciones es limitado. Pero en el contexto actual no se debería subestimar sus repercusiones simbólicas y políticas. Dotan a los pueblos víctimas de sólidas armas jurídicas y marcan narrativas a partir de un reconocimiento de los hechos difícilmente contestables a nivel internacional.

Pacto y sanciones

Estas determinaciones contribuyen además a corregir los desequilibrios en la aplicación del derecho internacional que es percibido por muchos como un instrumento de doble rasero al servicio de los más fuertes. En el curso de las últimas décadas, los derechos humanos han sido invocados a menudo para infligir de manera unilateral sanciones económicas e incluso invadir algunos países, provocando caos y empeorando la situación de los pueblos que se pretendía proteger. Frente a ello, muchos países del sur han reafirmado el principio de no injerencia de la Carta de las Naciones Unidas que prohíbe la intervención en los asuntos internos de los Estados. Esta posición ha llevado incluso a varios Estados a rechazar todo tipo de observación a la violación de derechos en sus territorios.

Los mecanismos de la ONU para promover los derechos humanos, con todas sus limitaciones, abren un espacio entre el mesianismo intervencionista, por un lado, y el silencio cómplice, por el otro. Se trata de buscar algún punto de equilibrio entre la preservación de la paz y la defensa de los derechos humanos. Requiere pensar geopolítica con cabeza fría mientras se mantienen firmes compromisos humanistas.

El Pacto abre escenarios moderados para revitalizar el multilateralismo en el marco de las Naciones Unidas. Pese a todo, la ONU sigue siendo el único foro donde todos los países tienen voz y voto, y que se ha abierto a la participación de actores de la sociedad civil. No existen actualmente las condiciones para encarar una refundación de las organizaciones internacionales, pero no quisiéramos que esta reforma se piense después de alguna catástrofe mundial. No queda más que mantener con vida lo que existe y persistir en la defensa de nuestros ideales, con la esperanza de que a mediano plazo se plasmen escenarios más auspiciosos para una renovación sustancial del multilateralismo en el mundo multipolar de hoy.

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Elecciones 2025, entre el pasado y el futuro

El sociólogo Julio Córdova analiza la repolarización política en Bolivia, explorando la evolución de los factores socioeconómicos y étnicos que están redefiniendo el escenario electoral.

Demonstrators during a funeral procession and protest march in La Paz, Bolivia, Nov. 21, 2019. Late Tuesday night, witnesses said, a military unit guarding the Senkata gasoline plant in El Alto opened fire on protesters who had surrounded the plant for over a week. (Federico Rios/The New York Times)

/ 5 de octubre de 2024 / 21:42

En un momento altamente sensible para la política boliviana, donde las líneas divisorias entre distintos sectores sociales parecen disolverse, pero a la vez profundizarse, la voz experta de Julio Córdova ofrece una perspectiva esclarecedora sobre la evolución de la disputa por el poder en el país. A través de un análisis detallado de las tendencias electorales y las dinámicas sociales, Córdova desentraña los complejos clivajes que vienen modelando la política boliviana en las últimas décadas y que se revelarán en las elecciones 2025.

Julio Córdova es sociólogo y dirige la consultora Diagnosis, una reconocida firma dedicada a la investigación sobre desarrollo social y opinión pública. En la entrevista, el experto aborda temas fundamentales como la repolarización de la sociedad boliviana, la emergencia de nuevos liderazgos dentro del Movimiento al Socialismo (MAS), y los desafíos que enfrenta la oposición en un escenario político en constante cambio. Examina cómo las divisiones históricas entre clases sociales y grupos étnicos continúan influyendo en las preferencias políticas, al tiempo que destaca la importancia de entender las aspiraciones de una clase baja ascendente que está redefiniendo el paisaje electoral.

Con una mirada aguda hacia el futuro, esta conversación no solo ofrece un diagnóstico del presente político boliviano, sino que también proyecta posibles escenarios hacia las elecciones de 2025. La perspectiva de Córdova ilumina las complejidades de una sociedad en transición, donde los viejos paradigmas políticos se enfrentan a nuevas realidades sociales y económicas, planteando desafíos tanto para el oficialismo como para la oposición en su búsqueda por conectar con un electorado cada vez más diverso y exigente.

Polarización y repolarización

Según Córdova, Bolivia está experimentando un proceso de repolarización que tiene sus raíces en clivajes estructurales históricos. «Partimos inicialmente de un proceso de polarización hasta el 2008, hasta el referéndum revocatorio», explica el experto. Este período inicial de polarización fue seguido por una etapa de hegemonía del Movimiento al Socialismo (MAS), que se extendió aproximadamente desde 2008 hasta 2014. Durante este tiempo, el MAS logró consolidar un apoyo electoral cercano al 60% del electorado, mientras que la oposición se mantenía en torno al 35%.

Sin embargo, esta hegemonía comenzó a declinar a partir de 2014, coincidiendo con el fin del boom económico ligado a la exportación de gas. Córdova señala que «esto ocurre porque a partir de ese año los indicadores económicos de la bonanza ligada a la exportación del gas comienzan a descender, y algunos sectores que antes votaban por el MAS dejaron de hacerlo».

Este declive se hizo evidente en el referéndum de 2016, donde el apoyo al gobierno cayó por debajo del 50%. A partir de ese momento, Bolivia entró en una nueva etapa de repolarización, caracterizada por dos campos electorales de aproximadamente igual peso. «Un campo de más o menos el 45% que apoya a la oposición, constituido sobre todo por personas de clases medias, principalmente en el oriente, aunque también en el occidente. El otro campo, de también el mismo peso electoral de más o menos el 45%, está constituido por personas de clases bajas, principalmente en occidente, que apoyan al MAS», detalla Córdova.

Elecciones y clivajes

Esta nueva configuración política no solo refleja divisiones socioeconómicas, sino que también está profundamente arraigada en diferencias étnico-culturales. Córdova subraya la importancia de entender estos clivajes: «El país en este momento está organizando sus percepciones públicas y sus intenciones electorales en función de dos clivajes estructurales en nuestro país. El primer clivaje es el que venimos mencionando: por un lado, clases medias; por el otro lado, sectores populares. Este clivaje, estas rupturas, están ligadas no solamente con temas socioeconómicos, sino también con temas étnico-culturales».

El segundo clivaje identificado por Córdova es el regional, que divide al país entre el occidente y el oriente. Sin embargo, el analista sostiene que este clivaje regional está, en cierta medida, subordinado al primero. «Nuestra hipótesis en Diagnosis es que este segundo clivaje de tipo regional, oriente-occidente, de alguna manera está condicionado al primer clivaje de las diferencias socioeconómicas y étnico-culturales».

Esta interpretación se basa en la observación de que las estrategias para las elecciones que han privilegiado el discurso de la división entre ricos y pobres, o entre indígenas y no indígenas, han tenido históricamente mayor éxito que aquellas que se han centrado en las diferencias regionales. Córdova cita como ejemplos el binomio de Gonzalo Sánchez de Lozada con Víctor Hugo Cárdenas en 2002, y el de Evo Morales con Álvaro García Linera, que lograron mayor resonancia electoral al enfocarse en el primer clivaje.

Oriente

Un aspecto particularmente interesante del análisis de Córdova es su observación sobre la situación en el oriente boliviano, específicamente en Santa Cruz. «En oriente tenemos la característica básica de que los sectores populares todavía no han tenido una emergencia política y electoral propia, como sí sucedió en Occidente», señala. Esta falta de una expresión política autónoma de los sectores populares en el oriente podría estar contribuyendo a mantener la relevancia del clivaje regional.

No obstante, Córdova plantea una hipótesis provocadora. «Si es que los sectores populares de la media luna empiezan a tener esta emergencia electoral, política, ideológica, de una manera más autónoma respecto de las élites del oriente, probablemente el clivaje oriente-occidente tienda a diluirse, esta fractura histórica entre élites criollo-mestizas y toda una masa popular con identidades más cholas, más indígenas, que ha tenido su propia trayectoria a lo largo de nuestra historia».

Esta observación subraya la complejidad de las dinámicas políticas en Bolivia, donde las identidades regionales, étnicas y de clase se entrelazan de maneras a menudo impredecibles, sobre todo cuando hay elecciones en el horizonte. El análisis del sociólogo sugiere que, a medida que los sectores populares del oriente desarrollen una voz política más distintiva, podrían emerger nuevas alianzas y configuraciones políticas que trasciendan las divisiones regionales tradicionales.

La repolarización actual del escenario político boliviano se refleja en la dispersión del apoyo electoral tanto en el campo opositor como en el oficialista. En el lado de la oposición, Córdova observa una fragmentación del apoyo entre varios candidatos que no superan el 10% de intención de voto, como Reyes Villa en el occidente, Vicente Cuellar en el oriente, y Carlos Mesa, aunque este último se encuentra más debilitado en el horizonte de las futuras elecciones

Oficialismo

En el campo del MAS, la situación no es menos compleja. Córdova identifica una dispersión del apoyo entre el presidente Luis Arce, cuya intención de voto ronda el 15% con tendencia a la baja, Evo Morales, cuyo apoyo se ha estancado en torno al 9% a 10%, y el emergente liderazgo de Andrónico Rodríguez, que ya está igualando en apoyo a Morales. No es un panorama sencillo el que se anticipa en las elecciones 2025.

A pesar de esta dispersión, Córdova subraya que la suma de las intenciones de voto en cada campo mantiene un equilibrio. «Si se suman todas estas intenciones de voto en cada campo, igual tenemos una especie de empate: 45% para los candidatos de la oposición y 45% para los candidatos del MAS». Esta situación de empate técnico sugiere que, por el momento, ninguno de los dos campos parece tener una ventaja clara de cara a las próximas elecciones.

El análisis de Córdova ofrece una visión matizada y profunda de la compleja realidad política boliviana. Su enfoque en los clivajes estructurales y en la evolución de las preferencias electorales proporciona un marco valioso para entender las dinámicas actuales y anticipar posibles desarrollos futuros.

Liderazgos

El panorama descrito por Córdova plantea desafíos significativos tanto para el oficialismo como para la oposición. La capacidad de los líderes políticos para navegar estos clivajes estructurales, articular visiones inclusivas que trasciendan las divisiones históricas, y responder a las aspiraciones cambiantes de una sociedad en transformación, será determinante en la configuración del futuro político de Bolivia.

El análisis de Julio Córdova sobre la evolución del apoyo al MAS revela una compleja dinámica de cambio social y político en Bolivia. Según el experto, los gobiernos de Evo Morales propiciaron un proceso de estratificación interna en el mundo popular, generando lo que algunos denominan «nuevas clases medias».

Córdova prefiere describir este fenómeno como un «ascenso de algunos sectores de clases bajas», señalando que «no han llegado a ser clases medias por los niveles de consumo, pero definitivamente han mejorado sus condiciones económicas». Este cambio se refleja principalmente en un aumento del consumo, más que en modificaciones sustanciales de la infraestructura productiva.

«Varios miles y tal vez millones de bolivianos han dejado los niveles de pobreza extrema y han mejorado su situación», explica Córdova, basándose en datos de Naciones Unidas. Esta mejora económica ha tenido un impacto significativo en las aspiraciones y comportamientos políticos de estos sectores.

Cambios hacia las elecciones

Un factor medular en esta transformación es la educación. Córdova destaca que «varios de sus hijos han ingresado a la universidad y han empezado a dejar de lado esta tradición corporativa, sindical, colectivista de los sectores más pobres». Esta nueva «clase baja ascendente» ha comenzado a adoptar estrategias más individuales de ascenso social, distanciándose del corporativismo tradicional que caracterizaba su apoyo al MAS.

Este cambio tiene implicaciones directas en las preferencias electorales. Córdova señala que «esta clase baja ascendente es la que ha dejado de apoyar electoralmente al MAS a partir del 2014». La figura de Evo Morales, que representa «el mundo sindical, el mundo luchador», ya no resuena con las aspiraciones de este sector emergente.

Pugna interna

En su lugar, figuras como Luis Arce y Andrónico Rodríguez han ganado terreno. Arce, según Córdova, «ya no es el rudo líder sindical, sino es el profesional que de alguna manera representa estas aspiraciones de esta clase baja ascendente». Por su parte, Andrónico simboliza «el hijo de la familia campesina que ha logrado entrar a la universidad y que gracias a sus estudios ha tenido cierto éxito en el ámbito político».

Córdova advierte que la idea de que Evo Morales pueda recuperar masivamente el apoyo de quienes votaron por el MAS entre 2008 y 2014 es «un discurso equivocado». En su lugar, pronostica que estos sectores «van a apostar por alguna figura que refleje sus aspiraciones de ascenso social individual y no corporativo a través de la educación».

Esta transformación cuestiona las nociones acostumbradas tanto dentro del MAS como de la oposición. Los líderes tradicionales de la oposición, asociados con las élites, difícilmente podrán captar el apoyo de esta clase baja ascendente. Córdova afirma que «difícilmente estos sectores de clase baja van a apoyar a candidatos como Vicente Cuellar, como Camacho, como Mesa, Doria Medina, menos como Tuto Quiroga, porque son de la élite para ellos».

Oposiciones

El análisis de Julio Córdova sobre la evolución del campo opositor en Bolivia revela una compleja dinámica de cambio y adaptación frente a un escenario político en constante transformación. Las elecciones de 2020 consolidaron dos grandes fuerzas opositoras: Comunidad Ciudadana y Creemos, con la primera ocupando una posición de mayor peso dentro de la oposición. Si embargo, las cosas vienen evolucionando rápidamente desde entonces.

Córdova destaca que las clases medias, que representan alrededor del 40% de la población boliviana, han sido históricamente el bastión de la oposición al MAS. «Lo que hemos visto en todos los gobiernos de Evo Morales es que las clases medias votaron consistentemente por la oposición», señala el analista. Este patrón se ha mantenido a lo largo de los años, con dos expresiones principales de la oposición en cada elección: una mayoritaria y otra más pequeña pero significativa.

Con todo, Córdova identifica un cambio importante en la dinámica opositora. «Durante los años de gobierno del MAS, las clases medias se alimentaron de un antimasismo militante, votando más en rechazo al MAS que por un proyecto alternativo claro. Pero, esta postura antimasista parece estar agotándose en los últimos años».

Antimasismo y elecciones

Este agotamiento del discurso antimasista plantea nuevos desafíos para los líderes opositores tradicionales. Córdova advierte que «los líderes de las clases medias se han quedado congelados en el tiempo, manteniendo un discurso altamente antimasista que ya no responde a las necesidades actuales de este sector». Figuras como Carlos Mesa, Luis Fernando Camacho y otros continúan con un discurso de rechazo al MAS, mientras que las clases medias están buscando un liderazgo que ofrezca propuestas concretas para el futuro.

En este contexto, Córdova destaca el surgimiento del alcalde de Cochabamba como un líder que parece haber comprendido mejor las nuevas demandas del electorado. «Manfred Reyes Villa está buscando llegar a las clases bajas ascendentes, especialmente a través de figuras como Eva Copa, lo que le permitiría ampliar su base electoral más allá de las clases medias», señala el analista. Este enfoque pragmático y centrado en resultados podría dar a Reyes Villa una ventaja sobre otros líderes opositores que siguen anclados en el discurso antimasista.

Otras oposiciones

Córdova también aborda el surgimiento de grupos que se presentan como outsiders, particularmente del lado libertario. «No les auguro mucho éxito porque no entienden el mundo popular». El experto subraya la importancia de comprender dos grandes eventos en la historia política de Bolivia: la integración del mundo campesino-popular a través de las reformas del MNR en 1952, y el ingreso masivo del mundo indígena, campesino y popular urbano al padrón electoral logrado por Evo Morales.

«En las elecciones de 2009, el padrón electoral dio un salto significativo, pasando de 4 millones a casi 7 millones de votantes. Esto no fue fraude, como algunos sostienen, sino un reflejo del ingreso de nuevos sectores a la política boliviana», explica Córdova. Este nuevo actor político-electoral, surgido con el MAS, es fundamental para entender el escenario actual.

El análisis de Córdova subraya que cualquier opción opositora que aspire al éxito electoral debe necesariamente dialogar con las demandas históricas de este nuevo sujeto político-electoral. «Los líderes liberal-libertarios no entienden a este nuevo actor político y, por lo tanto, no tienen ninguna oportunidad de ser relevantes ni para las clases populares ni para las clases medias», afirma.

Córdova afirma que el panorama político boliviano se encuentra en un punto de inflexión. La oposición enfrenta el desafío de superar el discurso antimasista y ofrecer un proyecto alternativo que conecte tanto con las clases medias como con los sectores populares emergentes. El éxito electoral futuro, según el análisis del sociólogo, dependerá de la capacidad de los líderes para comprender y abordar las complejas dinámicas sociales y políticas que han transformado el electorado boliviano y los resultados de las elecciones en las últimas décadas.

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