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El facebook y el noticiero de la noche

Estamos ante un escenario en el que, como nunca, circula tal cantidad de información que debemos saber reconocer qué elementos retratan la realidad y qué es un invento o una pieza manipulada. Fotos, videos, tuits, cadenas de mensajes, capturas de pantalla, links. ¿Cuánto de lo que vemos en las redes sociales guarda relación con situaciones reales?

Es un hecho que los medios de comunicación y los periodistas ya no son los únicos generadores de contenido. Antes, hace 10 años sin ir más lejos, para estar al tanto de las noticias era necesario comprar un periódico y leerlo, sintonizar el noticiero en la radio y/o encender la televisión a las 12.45 y a las 20.00. Hoy, eso ha cambiado.

Antes, aquella persona que buscaba que su voz sea leída o escuchada, debía recurrir a las “Cartas al director” —método que sigue vigente— en el caso de la prensa o llamar a un programa radial y descargar sus ideas. Hoy basta con tener una cuenta en Facebook, Twitter y tener instalado el sistema de mensajería WhatsApp y decir lo que se piensa.

Y es que el ecosistema mediático ha evolucionado. Antes existía, por decirlo de algún modo, hegemonía de los medios tradicionales. Hoy, coexisten los periódicos, la radio y la televisión con los medios nativos digitales (aquellos que nacieron en internet) y las redes sociales.

Sobre esto, el impacto de las redes en el trabajo periodístico aumenta cada día. Facebook, Twitter o WhatsApp sirven para difundir y amplificar noticias y reportajes. Son los mismos periodistas que las usan para ese fin y luego los usuarios se encargan de viralizar los contenidos según el impacto que les haya causado o los intereses que tengan.

Pero ojo que las redes sociales también son un escenario propicio para la desinformación o, como se conoce comúnmente a este fenómeno, para las noticias falsas (fake news). En los medios trabajan personas capacitadas para procesar datos, reconstruir la realidad a partir de criterios éticos y de equilibrio. En cambio, en las redes cualquier persona puede afirmar algo, compartir un video o una foto sin el más mínimo criterio periodístico o de verosimilitud.

La desinformación es aquel contenido enunciado que no guarda relación con la realidad; es un elemento (gráfico, escrito, audiovisual) que está manipulado o que, simplemente, es inventado y se hace pasar por real. Y de eso hay mucho en Facebook y en otras redes.

Ahora bien, es importante manejar muy bien tres conceptos: “estar informado”, “estar mal informado” y “estar desinformado”. El primero, en relación al periodismo y sus audiencias, significa que una persona está al tanto de lo que ocurre en su comunidad guiado por su consumo de medios. El segundo, va ligado a aquellas personas que no obtuvieron suficiente información de algún hecho en particular. Y el tercero, versa sobre quienes recibieron un mensaje, pensando que era información periodística o académica o científica, etc., pero que en realidad estaba tergiversado.

Solo en Facebook nos exponemos a diario a una infinidad de datos que pueden ser ciertos como falsos. Estamos en medio de una especie de batalla digital donde de seguro hay ejércitos, que trabajan en grupo, con estrategias definidas para desinformar y donde existen sicarios de la información que manipulan fotos y videos para crear un mensaje en particular. En medio, muchas veces, está la imagen de periódicos, canales de televisión o emisoras de radio, cuya imagen es utilizada para estos fines ruines.

El profesor Rosental Alves considera que habrá un momento en que la gente se va a cansar de la mentira. “Vamos a tener un ecosistema mediático nuevo y van a sobrevivir quienes entiendan eso”. Periodista e investigador, Alves es fundador del Centro Knight para el Periodismo en las Américas con sede en Austin, Estados Unidos.

A su vez, Sally Lehrman, directora de The Trust Project, una iniciativa que busca hacer de la transparencia una práctica habitual en los medios, considera que los medios y los periodistas deben “reconquistar” a sus audiencias. “Hay que hacer que el público pueda diferenciar entre periodismo y desinformación”, afirma.

¿Cómo hacerlo? Es crucial que la ciudadanía sepa a qué se está enfrentando y que tome conciencia de que esto sucede todos los días, a cada minuto. Un primer paso quizá sea el saber qué medios existen, cuál es su línea editorial, cuáles son las noticias del día, en el caso de la televisión saber qué presentadores y periodistas trabajan en la actualidad en ese medio, etc. Esto nos preparará al menos para que no nos tomen desprevenidos.

Otro consejo es simplemente dudar, no confiar en todo lo que vemos y leemos en las redes sociales. Si vemos una supuesta noticia en Facebook con el logo de un periódico determinado, acudamos al portal web de ese medio y verifiquemos que en efecto es así. Nunca está de más googlear una frase o un titular que nos parezca sospechoso.

Y vamos de nuevo. Los medios y periodistas ya no son los únicos generadores de contenido, pero sí los más idóneos.