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Política del miedo y del racismo

Podemos decir que en la actualidad estamos viviendo la política del miedo y del racismo que vivimos durante la colonia, cuando en 1492 los españoles descubrieron accidentalmente nuestras tierras y junto con ellas a las multitudinarias poblaciones de aymaras, quechuas, guaraníes, aztecas, mayas y otras importantes culturas andinas y amazónicas. El colonizador, creyéndose culturalmente superior, negó la existencia del otro y, a través del odio, la violencia, la represión, el uso de la fuerza de estructuras políticas y otros instrumentos coactivos, logró constituirse en el poder por cientos de años.

No está por demás mencionar este pasaje de la historia. El racismo y la discriminación surgen por la intolerancia del opresor al desconocido, pues el primero no acepta las diferencias del otro en sus actitudes y costumbres. Mucho menos le permite dialogar y conversar sobre sus intereses y sueños. Es más, el colonizador actúa con orgullo y prepotencia, imponiendo a su gusto y antojo sus deseos sobre las necesidades del conjunto de la población.

Esta política polarizadora y dominante, que inicia con la colonización, se profundiza y se reproduce tanto con gobiernos liberales como estatistas. Es innegable que a partir de la revolución del 52 se gestan políticas públicas incluyentes: voto universal, reforma agraria y reforma educativa. Asimismo, las luchas sociales de grupos minoritarios y excluidos históricamente han dado lugar a que en democracia se den oportunidades a líderes rurales, quienes lograron ser elegidos como representantes ciudadanos y autoridades políticas. Hasta la actualidad, si bien han existido varios avances, la mentalidad del colonizador no ha cambiado.

A partir de la crisis política electoral del 20 de octubre, han existido intervenciones raciales provocativas y reactivas. El temor a perder el poder ha reactivado el tema en cuestión, siendo así que el gobernante ha elaborado un discurso para reavivar el racismo y la discriminación. El mensaje es claro: es racista y discriminador quien no está del lado oficialista. Prueba de ello son las amenazas a madres, a jóvenes, a líderes y a regiones opositoras, así como las violentas manifestaciones con el uso prohibido de explosivos, armas blancas y objetos peligrosos. De esta forma se constituye y genera la política del miedo.

La política del miedo consiste en provocar el odio entre bolivianos que están a favor y en contra de la candidatura cuestionada del presidente Evo Morales. Es decir, si no apoyas al Movimiento Al Socialismo (MAS) eres discriminador y opresor, caso contrario eres el discriminado y humillado (en pocos casos viene del otro ángulo).

Una vez provocado el odio, seguiría la confrontación y lucha violenta a nombre del racismo, de la cual los gobernantes pretenden ser ganadores. El MAS no acepta que exista una nueva mayoría que busca la renovación política democrática, no desea ni nuevos actores políticos organizados ni movimientos, principalmente en centros urbanos, los desconoce y los cree inferiores.

Estas acciones muestran que las autoridades nacionales en ejercicio se han convertido en los mismos colonizadores y opresores, pues han optado, a nombre de los grupos históricamente oprimidos, por generar violencia, intolerancia y provocación de confrontación entre ciudadanos bolivianos del campo, de las ciudades, de grupos poblacionales, de ancianos, de adultos y de jóvenes. Al igual que los opresores coloniales, están dispuestos a mantenerse en el poder desconociendo las reivindicaciones de vecinos, jóvenes y población que creen en un mejor futuro con igualdad de oportunidades.

El actual ambiente es propicio para la polarización y discriminación, escenario del cual nadie sale ganador. Apaciguar los ánimos, cuando ya existen muertes y posturas políticas innegociables, solo se logra con el diálogo abierto y sin condiciones. Estamos a tiempo de acabar con la política del miedo y comenzar a trabajar en la política de la reconciliación.