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Un mes, ¿callejón sin salida?

Con hoy, son 28 los días de la crisis política y social que vive el país; una crisis que no termina de apuntar hacia un final cierto, hacia una solución pacífica. ¿Por qué está pasando esto? ¿Por qué pese a que ya se instaló el gobierno de la presidenta Jeanine Áñez, hoy día en El Alto y las provincias paceñas, en Cochabamba y Santa Cruz  se persiste en la indeclinable consiga del “retorno de Evo”? Claro, sin la intención de dar una definitiva explicación de ello, en lo que sigue se trata de dar algunas pistas para entender estos hechos. 

Si bien la crisis detonó el lunes 21 de octubre, cuando se conocieron las nuevas cifras del TREP (Transmisión de Resultados Electorales Preliminares), hay por lo menos dos explicaciones de la nueva efervescencia. De un lado, la radicalidad con que en las ciudades se asumió la noción de fraude, señala el sociólogo Juan Carlos Pinto, se originó por la “radicalización de la estrategia de golpe que la derecha venía preparando desde hace mucho tiempo”. De hecho, en algunos sectores ya se había anunciado antes de los comicios que se iba a desconocer cualquier victoria del MAS. En la radicalización en las ciudades capital (donde precisamente ganó Comunidad Ciudadana por amplio margen, 50% en promedio contra 30% del MAS), hay que ver, dice Pinto, “la rebelión de las clases medias, que se atribuyen la voz del pueblo, como siempre lo hicieron en sus representaciones partidarias del pasado; pero además con el componente de la violencia desatada, de la vuelta a los discursos racistas a nombre de la democracia, del irrespeto a la institucionalidad lograda por ‘los indios’”.

Dichos sectores, fustiga Pinto, “siempre se distinguieron por su toque de distinción racista, de ostentar abolengo y apellidos, en alguna medida recursos, pero sobre todo el diferenciarse de ‘la indiada’, en un complejo de inferioridad que les hacía sentir que mientras más odiaba a los indios, más aceptado podía ser entre los escasos círculos oligárquicos. De esta manera, fue una afrenta de clase el que un indio se convirtiera en Presidente a nombre de todos, y de ellos, que reivindican su origen colonial antes que indígena, y empezaron a aflorar los odios…”

TRADICIONAL. Coincide al respecto el periodista Fernando Molina, que en un reciente artículo escrito para la revista Nueva Sociedad, apunta que en el “levantamiento masivo de los sectores urbanos y de clase media de la población” hay que ver no solo la “indignación por el fraude”; eso es una parte. Lo que pasa, dice, es que “la clase media ‘tradicional’ nunca aceptó del todo a Morales. Las razones eran varias: desde su condición de indio, que siempre fue un factor importante de rechazo, hasta la devaluación, en su gobierno, de los capitales educativos respecto de otro tipo de ‘capitales’ (ser dirigente social era más importante para obtener un puesto público que tener un doctorado), lo que perjudicaba sus aspiraciones”.

Más desde el ámbito político, en cambio, el politólogo Marcelo Silva afirma que si algo empezó a brotar, a hacerse visible, de modo impetuoso en la crisis postelectoral fue la “deslegitimación lenta del gobierno y régimen del presidente Morales”. Lo que se puede llamar el “inicio del postevismo”, afirma Silva, empieza a gestarse al día siguiente del 21 de febrero de 2016, cuando en el referéndum constitucional ganó el No a la posibilidad de un nuevo mandato del presidente Morales.

“El hecho de que la vocación de poder excesiva del MAS, pero principalmente de Evo Morales, haya provocado desconocer el voto popular del 21F empezó a germinar un descontento social, pero más que eso empezó a calar en la deslegitimación lenta del gobierno y régimen del presidente Morales”, destaca Silva.

Por un momento, en el largo periodo electoral, reflexiona el politólogo, se pensó que el discurso de la estabilidad económica que ofrecía el MAS en su propuesta (el insistente “Evo Presidente, futuro seguro”) iba a lograr que Morales sobreviviera a ese proceso de deslegitimación paulatina; “pero eso no funcionó porque el voto en el imaginario colectivo era mucho más importante. Pesó más la opción por un régimen de mayor vocación democrática que una vocación irrestricta del poder político”.

Lo del “fraude”, añade Silva, apenas fue un pretexto, pero sí fue el acabose del MAS, la culminación de su proceso de deslegitimación. “Más allá de lo coyuntural, es muy fácil que un gobierno se caiga cuando tiene estos elementos de deslegitimación: el régimen se quedó solo, ilegítimo, y fue fácil que se derrumbe”.

POPULAR. Para Molina, si por algo se hizo “popular” la asonada en las ciudades fue por dos causas: “a) la decepción general por la maniobra que Morales ejecutó para poder ser reelegido una vez más, pese a haber perdido el referéndum de 2016, convocado para eliminar la prohibición constitucional que se lo impedía; y, b) las múltiples irregularidades y contradicciones del proceso electoral del 20 de octubre de 2019 y la ineptitud de los conductores del Tribunal Electoral”.

Para el politólogo Jorge Richter, llegado a las elecciones, donde de todos modos lo que define el curso de los hechos es el voto, lo real es que se tiene a más de dos millones y medio de bolivianos que optaron por el MAS, que buena parte de ellos lo ven incluso como su forma de inclusión, de presencia efectiva en el país. Por eso, dice, la remoción de Evo Morales de la presidencia antes que dispersar o disminuir o calmar a dichos sectores, lo que va a ocasionar es su cohesión. (Ver la entrevista en esta misma entrega)

Por ello, Richter insiste en la imperiosa necesidad de tomar en cuenta a esta parte de la sociedad, que con o sin el liderazgo de Evo Morales reclamará presencia. De ahí la necesidad del diálogo: “De esta forma se puede avanzar en un reencuentro entre los bolivianos, por lo menos en la pacificación. No puede ser que el país, bajo ningún concepto, retroceda 15 años, para que toda esa marginalidad política, que no tenía participación dentro de la vida política de este país, quede nuevamente relegada. Eso es inaceptable, el país tiene que dar un paso adelante, encontrar soluciones democráticas, con creatividad boliviana, no por lo que nos señalen los organismos internacionales, tenemos que tener capacidad de encontrar nuestras propias respuestas”.

CONSENSO. Una vez que Morales renunció a la presidencia, lo que se esperaba era una salida más o menos consensuada para la sucesión constitucional, dado que habían renunciado todas las posibilidades del MAS (Adriana Salvatierra y Víctor Borda), siendo como es el MAS la mayoría parlamentaria en el país.

Si bien la proclamación, la “autoproclamación”, según el politólogo Richter, es perfectamente legal (bajo la figura de “ausencia definitiva” de Presidente y Vicepresidente), no deja de tener cierto rasgo autoritario.

“¿Por qué se autoproclama (la presidenta Áñez)? Es legal, está en la norma”. Ahora, añade, cuando para algunos aquello pudo ser una torpeza, Richter insiste en que más bien fue una “urgencia”, que se tuvo que acelerar porque el MAS, con su mayoría parlamentaria, pudo haber forzado la elección de otra presidenta o presidente del Senado y hacer recaer en ello la presidencia del Estado. Es el juego político, pero, no hay que dejar de ver el efecto que tiene: “es legal, autoproclamada como está es legal, pero queda muy mal: la autoproclamación sin la deliberación y sin el conocimiento del ente deliberativo, y sin el quórum necesario. Porque la autoproclamación está muy relacionada con conceptos de dictadura; los militares se autoproclamaban, y eso le genera un problema”, dice.

Contra la hipótesis del golpe, sale al frente Silva reivindicando, mal que bien, la multidimensionalidad del levantamiento urbano. “Este es el elemento central: sabemos que hubo una población mayoritariamente molesta; como nunca en el país, el conflicto social se presentó multiespacial, que no fue en solo un lado; fue multitudinario, participaron sectores sociales muy diversos; fue multiliderado, de direcciones distintas, de cívicos, intelectuales, políticos; el conflicto no hubiera tenido una escalada tan grande si no hubiera habido una molestia realmente ciudadana. Esto multi ha sido muy importante, que no refleja necesariamente los intereses de un grupículo ahí, como trata de sostener la teoría de un golpe de Estado”.

PÍRRICA. Ahora, si bien hoy se puede hablar de una victoria en toda la línea de la antigua oposición (Morales, García y prácticamente todos los exministros en desbande), no es sacrílego preguntarse cuánto de pírrico puede ser este triunfo: ganaron, pero a qué precio; cuando se concluye este texto, a los 12 fallecidos hasta el viernes, ese mismo día se sumaron otros seis; 18 en total. Y no solo se trata de los muertos, sino de lo explosiva que puede ser la situación en todo lo que viene. “Querían verlo derrotado y caído a Evo Morales”, destaca el politólogo Richter, “está derrotado, pero no está caído, y es dueño de una mayoría” parlamentaria, complementa.

Para Molina, en la derrota del MAS hubo una falta de cálculo, pero, he aquí, lo peculiar, tanto del lado del MAS como de los antiguos opositores. “Morales logró tener la hegemonía política entre 2009 y 2014, pero no pudo conservarla porque no supo hacer la concesión clave a la otra parcialidad: sacrificar su reelección, lo que le hubiera permitido institucionalizar el poder del MAS. Por su parte, las fuerzas ascendentes del momento tuvieron la oportunidad de pactar con Morales una salida más ordenada de su gobierno, cuando, hacia el final, éste pidió una reunión para definir qué hacer con la crisis. Pero prefirieron no pactar y quitarle todo el oxígeno al Presidente, porque se engolosinaron con la posibilidad de una victoria ‘final’ sobre su gran rival de tantos años. El resultado ha sido una victoria para ellas, pero una derrota dura para las fuerzas contrarias, y por tanto una situación inestable y potencialmente explosiva, como se ha podido ver en los primeros días del nuevo poder” (la irreductible arremetida de la ciudadanía alteña, y de las provincias paceñas y de los cocaleros).

Al cierre de esta edición, proseguían los encuentros cuasisecretos, con varias mediaciones, entre los líderes legisladores del MAS y del nuevo órgano ejecutivo. Será una verdadera prueba, para ambos.