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Un gráfico de ministro

Hay historias y personajes que no se deben olvidar. La retina de los trabajadores debe conservar la imagen de quien fue uno de los más prominentes íconos del sindicalismo boliviano y primer ministro obrero: Waldo Álvarez. Desde el Ministerio de Trabajo (de mayo a noviembre de 1936), él impulsó medidas de avanzada que hicieron temblar a la rosca minero-feudal y sus colaboradores.

Pasada la Guerra del Chaco, la rebelión de mayo de 1936 pateó el tablero del proyecto liberal. Los gráficos y los asalariados impulsaron una huelga general que tumbó a José Luis Tejada Sorzano. El matutino La República, el día 19, anunció “el fin de un régimen de privilegios”.

Ese momento fue clave para entender que algo había cambiado en el país: la conciencia social. Por ello, la Junta de Gobierno, dirigida por David Toro, prometió incluir en su gabinete a un representante obrero, electo desde “las bases populares”.

Así, la Federación Obrera del Trabajo (FOT) y la Federación Obrera Local (FOL) llamaron a asamblea, el 19 de mayo, y eligieron a Álvarez como delegado obrero ante la Junta, informó el rotativo La Fragua de fecha 20. Un día después, fue posesionado como Ministro de Trabajo y Previsión Social.

Waldo Álvarez España (1900-1983) empezó a trabajar a los ocho años como “suplementero”. Bautizado como el Machacka (el nuevo) y junto a su amigo Chichilo, vendió en las calles los periódicos La Tarde, El Diario y El Tiempo.

Por sus limitaciones económicas, cursó solo la primaria. Así, emprendió con su tío la carrera de aprendiz de tipografía en El Diario. Luego, en El Tiempo se instruyó en el manejo de la linotipia. Más tarde, se convirtió en uno de los “primeros linotipistas del país”.

En plena adolescencia inició su carrera sindical. En 1916, en unidad con los trabajadores en imprenta, fundó la Federación de Artes Gráficas. En esta nueva etapa de su vida, ocupó los cargos de Secretario de Actas de la Federación de Artes Gráficas y delegado de la FOT. Se capacitó en sociología, política y filosofía cuando ingresó al Centro de Estudios Sociales.

En 1930 fue nombrado secretario de la FOT y presidente de la Federación de Artes Gráficas. En ejercicio de sus funciones, Melitón Monje, jefe de talleres de la empresa tipográfica Imprentas Unidas, “le invitó a formar parte de los masones”. Él no aceptó.

“En defensa de los intereses y los derechos de los trabajadores”, creó el periódico La Huelga y el semanario El Mundo. Asimismo, a lo largo de su vida fundó los diarios Acción Sindical, Trabajo, El Pueblo y Jornada. Sumado a eso, fue gerente de Última Hora y jefe de Talleres de La Noche.

En 1931 fue recontratado por El Diario. En el trabajo se relacionó con intelectuales, catedráticos y periodistas, entre ellos José Cuadros Quiroga y José Antonio Arze. Esa época fue nombrado presidente de la primera Agrupación Socialista Revolucionaria. Wálter Guevara Arze y José Cuadros Quiroga formaron parte de la directiva.

Era febrero de 1931 cuando Daniel Salamanca ingresó al poder. Su “concepción anti-comunista” y anti-obrera generó terror en las filas proletarias. Un primer golpe al obrerismo se consumó con la destrucción de la Federación Nacional Postal, Telegráfica y Radiotelegráfica. Por ese hecho, Álvarez dejó la presidencia de la Federación de Artes Gráficas.

Un segundo golpe del salamanquismo fue perpetrado, en diciembre, con el proyecto de Ley de Defensa Social. Correspondió al Ministerio de Gobierno “disolver cualquier tumulto ordenando a la Policía disparar sus armas en caso de que a la tercera orden de retirarse no se obedeciera a la autoridad”.

Álvarez no fue indiferente a esa situación. El 3 de enero de 1932, junto a la FOT, la FOL y la Federación Universitaria Local, organizó un mitin en contra de la siniestra ley. La manifestación tuvo éxito.
En junio de 1932 se desató la Guerra del Chaco. En esa adversa coyuntura, el movimiento sindical se constituyó en blanco del gobierno de Salamanca.

Bajo presión del régimen, Álvarez, al igual que cientos de dirigentes, apeló al “exilio voluntario”. Su destino fue Perú. A los pocos días, retornó a Bolivia porque se enteró por un telegrama de que su hijo cayó enfermo. A los tres días de su llegada, el niño murió debido a una dolencia intestinal.

Además del luto por su hijo, pasó varios meses desempleado, hasta que Última Hora lo contrató. Su historia, pronto, se complicó. En noviembre de 1934 fue acusado de ser autor de “un manifiesto que instaba a los combatientes a no luchar contra los paraguayos y más bien confraternizar”. Ese documento fue firmado bajo el seudónimo de “Adams”. Según los denunciantes, “Adams” era Álvarez. Por ese delito se pretendió enviarlo a la guerra como carne de cañón.

El 9 de noviembre, sin pruebas en su contra, lo deportaron a Perú.

El exilio forjó en él una “tendencia socialista” de avanzada influida por José Antonio Arze, Atilio Sivirich, Rómulo Betancour y Víctor Raúl Haya de la Torre.

En 1936 regresó al país y empezó a trabajar en El Diario. En paralelo, fue secretario del Bloque Socialista de Izquierda, fundado por José Aguirre Gainsborg, Hernán Siles, Ricardo Anaya, Luis Durán y disidentes de Beta Gama. En esa coyuntura, reorganizó el Sindicato Gráfico, que fue vanguardia de la insurrección de mayo del 36.

El 22 de mayo de 1936 fue designado Ministro de Trabajo. Nombró como asesores a Ricardo Anaya y José Antonio Arze y subsecretario a José Aguirre Gainsborg.

En su gestión se fijó el salario mínimo; se creó la Asamblea Nacional Permanente de Organizaciones Sindicales, y se fundó la Confederación Sindical de Trabajadores de Bolivia, semilla de la COB. También se dictaron los decretos referentes al trabajo y sindicalización obligatoria.

Grecia Gonzales O. es comunicadora social