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Una nueva clase: Los trabajadores en las redes

La estructura jerárquica y explotadora de la era feudal parece haber reaparecido hoy en Internet en la era digital. A pesar de cualquier Constitución y Estatuto de los trabajadores, ni la política ni las organizaciones sindicales intervienen. Se acepta que globalización rima con glebalización.

Desde su ubicación fija o móvil, un día la Sra. X o el Sr. Y abren una cuenta en YouTube, Facebook u otra comunidad digital y comienzan a “cargar contenido” de forma gratuita. (Hay más de 2 mil millones de cuentas en todo el mundo, de las cuales más del 30% son “verdaderamente activas”) . El servidor remoto y frío de la red social da la bienvenida a los nuevos contenidos en el silencio infinito de sus terabytes y los almacena en sus recuerdos, así como el señor feudal acumuló en sus almacenes los productos del trabajo anónimo de los siervos, que llegaron a él a través de la mediación de vasallos. De la misma manera, en el pasado, el Dominus consideraba a los habitantes de su territorio como “sujetos poseídos”, hoy el nuevo “Dominus” considera que el nuevo trabajador digital es su propio “prosumidor”, es decir, “productor- usuario”.

Como tal, lo captura en sus “términos y condiciones de uso” y lo lleva a firmar una serie de “Acepto/Acepto” en curso, bajo pena de exclusión; se apropia de su Copyright en nombre de un “uso justo” ambiguo, que excluye el uso comercial entre los miembros de la Comunidad, pero que en cambio autoriza a Dominus a insertar espacios publicitarios; comienza a monitorear las actividades del prosumidor y (especialmente) a recopilar sus datos. El socio-registro y aquellos relacionados con elecciones, gustos, relaciones privilegiadas, los suministra a los centros de investigación de la Asociación Internacional de Publicidad (cartel publicitario multinacional que opera desde 1938); los relacionados con el consenso político o la disidencia los pasa a los Servicios Secretos de Estados Unidos, en conformidad con la Ley Patriótica establecida por Bush Jr. , mientras que, en cambio, guarda para sí la información (de cantidad) proporcionada por el counter (mostrador).

El counter (ese desconocido) es una de las herramientas más poderosas disponibles para el Dominus de la era moderna. Gracias a él, el Dominus lleva a cabo un “censo” continuo en su territorio: remotamente “cuenta”, a muy alta velocidad, cada persona presente en los diferentes roles: número de cuentas, lectores o espectadores, suscritos a canales o a diferentes páginas, me gusta, número de comentarios y compartir, tiempo de estadía y atención de los espectadores, frecuencia de publicaciones, etc. La herramienta, inaccesible desde el exterior, le permite mejorar el éxito de su prosumidor o minimizarlo gracias a la práctica sutil de “prohibición de sombras”, gracias a lo cual los contactos activos de los prosumidores están limitados sin que se den cuenta. Obviamente, el contador se acredita como la “fuente autorizada más alta”, nadie pensaría en impugnarlo y, por lo tanto, le permite medir también las ganancias debidas a los prosumidores y dirigir administrativamente la temporada feudatoria digital.

En realidad, el prosumidor no tiene lo que él considera su “jardín digital”; solo se le permite trabajar de forma gratuita, posiblemente pedir “donaciones” de sus semejantes y organizar promociones comerciales, siempre que su contenido no moleste a los anunciantes o al propio Dominus, quien si esto ocurre, suspende o cierra la cuenta unilateralmente y a veces, sin aviso.

Quizás nunca lo haya pensado, pero… cada vez que accedemos a Internet, desde un PC, tableta o smart phone (teléfono inteligente), también TRABAJAMOS para algún tema más o menos oculto: fabricantes de dispositivos digitales, productores de software y aplicaciones, compañías telefónicas, empresas de publicidad e instituciones promovidas por ellos, Servicios Secretos, Oficinas de Prensa e Investigación Política, etc.

De forma muy hábil, usando herramientas efectivas e invisibles, ya no con acciones “restrictivas” sino más bien gracias a la seducción, algunos seres humanos han dominado la creatividad, el talento de un par de miles de millones de personas en el Planeta Tierra, reduciéndolo a una mercancía. Ellos, quizás extraterrestres de sangre azul, “sociópatas”, o simplemente capitalistas liberales sin ninguna empatía hacia los explotados, se agrupan en Consejos de Administración (Bords) de sociedades con acrónimos atractivos y bien promovidos; y después de atraer a sus “usuarios” con falsas promesas de libertad, se van apropiando de nuestra capacidad para producir contenido y nuestros “cuerpos digitales” compuestos por un Big Data que nos registra los detalles más íntimos.

De manera que hoy nos “mantienen en el triturador”: nos usan, nos apiñan desde una edad muy temprana frente a las pantallas de PC y teléfonos inteligentes, nos organizan en comunidades de todo tipo y naturaleza, nos venden y nos compran como “audiencia” en un mercado deliberadamente desprovisto de reglas, nos lanzan el uno contra el otro o contra sus antagonistas durante sus guerras privadas, atribuyen la responsabilidad de las fake news (noticias falsas) cuando ciertas verdades se vuelven demasiado incómodas para la realización de sus proyectos de control hegemónico y masivo.

Un ejemplo: debido a la pandemia, está de moda censurar toda la información y opiniones que son contrarias a las pautas proporcionadas por la “farmacocracia”.

Este aspecto apocalíptico, destinado a ser exaltado trágicamente con el advenimiento de 5G, es un segmento relevante de la gran escena en la que nos movemos, que se define de varias maneras: Revolución Digital, IV Revolución, Transhumanismo, Era Cibernética, Democracia de Control, Democracia, etc.

Todo esto sucedió, en gran parte, gracias a la explotación intensiva de una práctica, definida en el origen (primero con el nacimiento de los motores de búsqueda y luego de las Redes Sociales) Contenido Generado por el Usuario o WEB 2.0 (User Generated Content o WEB 2.0) , que es interactivo y participativo.