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El futuro del trabajo ya llegó

El mundo laboral está siendo revolucionado por la crisis delCOVID-19, con una pérdida significativa de puestos de trabajo y un incremento del des- empleo a escala global. Al mismo tiempo, las restricciones a la circulación y el miedo al contagio propiciaron una expansión acelerada e inédita del comercio a través de plataformas virtuales. Estas tendencias amplificaron formas de empleo que son sustraídas del derecho laboral bajo el eufemismo de “economía colaborativa”. El impacto que el cambio tecnológico tiene sobre el futuro del trabajo ya era un eje central de agenda en los foros internacionales y materia de controversia en el plano normativo. Si bien es difícil predecir cómo será el mundo pospandémico y qué nuevos parámetros de normalidad se impondrán, promediando 2020 podríamos decir que «el futuro ya llegó» y, con él, la urgencia de establecer marcos regulatorios para que estas actividades no se conviertan en un reducto de trabajo precario y de baja calidad.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que en el segundo trimestre de 2020 se perdió el equivalente a 400 millones de empleos a tiempo completo a escala global y 55 millones en América Latina. La extensión y profundidad de la crisis mostró en forma descarnada las desigualdades sociales preexistentes y exhibió la extrema vulnerabilidad de los trabajadores informales que quedaron expuestos en la primera línea de fuego. Sin embargo, no todo ha sido destrucción y pérdidas. Según un estudio de la consultora Kantar, a un mes de iniciada la pandemia el comercio electrónico en América Latina había crecido cerca de 400%. En marzo de 2020, en Argentina 30% de los compradores utilizaron esta modalidad por primera vez y 73% afirmó que lo volvería a hacer.

Las plataformas de delivery fueron también grandes ganadoras en la pandemia. Incluidas dentro de los servicios esenciales, no solo se beneficiaron de un mayor volumen de demanda de los servicios de reparto y compra de productos básicos, sino que incrementaron sus ganancias imponiendo mayores comisiones a locales gastronómicos que pasaron a depender casi exclusivamente del sistema de envíos.

El desarrollo de plataformas digitales ha habilitado nuevos modos de comprar y vender bienes y servicios, pero también el surgimiento de modelos de negocios basados en empleo a demanda. Este segmento es liderado por aquellas empresas que congregan el mayor número de usuarios y, de este modo, monopolizan lo que Nick Srnicek ha definido en su libro Capitalismo de plataformas como “efectos de red”: la captación de un mayor volumen de usuarios por una plataforma incentiva a la vez que otros se sumen y, de este modo, se obtiene un mayor potencial de vínculos y transacciones en ella. La cara oculta del flujo de transacciones es la extracción de los datos que proveen los mismos usuarios y que constituyen parte de los activos intangibles de las empresas.

En el caso de las plataformas de delivery, la unidad de negocios está lejos de limitarse a una tarea de logística, sino que son ellas mismas una tienda multirrubro online, ofrecen el servicio de compra y facturan y proveen información sobre perfiles de consumidores. A su vez, los negocios que ingresan a las plataformas amplían su universo potencial de clientes, quienes en muchos casos primero entran en una app y luego deciden entre el menú de opciones que ésta les brinda en forma jerarquizada. Pese a este complejo entramado organizativo, las plataformas se presentan como proveedoras de un servicio de intermediación a través de un soporte informático y, salvo algunas excepciones, solo reconocen como asalariados a los trabajadores calificados o altamente calificados que desempeñan actividades de desarrollo de software, atención al cliente, finanzas y marketing.

Este esquema compacto tiene como contracara una demanda intensiva de trabajo en la actividad de comercialización y distribución bajo la figura del trabajador autónomo. Las plataformas convocan a los trabajadores bajo eufemismos tales como «socios» o «colaboradores» y promocionan un régimen de autonomía en el cual los repartidores pueden realizar la actividad cuando quieran, a la hora que quieran e incluso mientras disfrutan del paisaje de su ciudad. En verdad, los trabajadores, lejos de disfrutar de la autonomía prometida, están sometidos a parámetros de rendimiento y de calificaciones que los coaccionan a estar siempre disponibles para la demanda de las plataformas. La gestión algorítmica reemplaza el control laboral directo por un sistema de control virtual que, mediante rankings o puntajes personalizados, condiciona los pedidos que recibe el trabajador y las tarifas que cobra. Como contrapartida, para la mayoría de los trabajadores las jornadas de trabajo promedian las ocho o nueve horas diarias durante varios días a la semana. Muchos de ellos afrontan este ritmo intenso con escasa cobertura frente a accidentes y riesgos laborales. En su carácter de trabajadores independientes, no tienen garantizada una retribución mínima y dejan de percibir ingresos frente a contingencias como enfermedades y/o accidentes.

(*) Fragmento del artículo El futuro del trabajo ya llegó: ¿qué hacemos con él?, publicado en la revista Nueva Sociedad, de agosto de 2020. El artículo completo se lo puede leer en: https://nuso.org/articulo/tra- bajadores-de-plataformas-entre-la-pandemia-y-los derechos/?utm_source=email&utm_me- dium=email