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No pasa el dolor

Mamá: La última vez que hablé con mi hija Wilma Alanoca Mamani fue el fatídico día domingo 10 de noviembre de 2019. Lo último que me contó ese domingo fue cómo un grupo de personas se reunían cerca del lugar donde vivía ella y por llamadas anónimas se enteró que esas personas se alistaban para agredirla y quemar su casa. Para resguardar su vida, tuvo que pedir refugio. Ya es un año que no la veo y eso me provoca mucho sufrimiento.

Wilma: Posterior al golpe me quedé totalmente incomunicada, sin derecho a la defensa, ni réplica, mientras mi familia y compañeros de trabajo eran todos perseguidos por órdenes del gobierno transitorio.

Mamá: Mi hija trabajó de forma entregada a su cargo de ministra de Culturas y siendo del MAS también fue perseguida ferozmente como sus colegas. Pero no conformes con ello, empezaron a allanar los domicilios de sus familiares y yo no fui la excepción. En noviembre de 2019 nos enteramos que habían salido dos órdenes de allanamiento para la casa de mi hija y mi propia casa, pero nunca llegó la notificación por escrito y el día que nos enteramos, ese mismo día realizaron el allanamiento de forma sorpresiva.

Eran las 3 de la tarde, yo estaba sola y me encontraba en el patio lavando ropa, cuando tocaron la puerta e ingresaron unas seis personas (policías y personal del Ministerio Público); ni siquiera respetaron mi avanzada edad.

Empezaron a registrar los cuartos y me preguntaron cuál era el cuarto de mi hija y yo dije la verdad, que ella no vivía conmigo. Siguieron buscando cuarto por cuarto, roperos, baúles y encontraron mis ahorros guardados, que son mi capital para mis ventas, mi bono Dignidad, siendo mi modo de subsistencia, porque trabajo desde mi casa. Vendo en una feria de la misma zona y como persona de la tercera edad y por mi problema en la rodilla estoy limitada para no caminar mucho.

Ese día, sin escuchar explicaciones se llevaron todo mi dinero, luego me preguntaron dónde tenía mis joyas guardadas. Les dije que a mi edad para qué quiero joyas. Así fue que se llevaron el ahorro de toda mi vida de trabajo.

Luego de ese dramático momento, me sacaron de casa y me llevaron detenida en un vehículo policial. Me dijeron que me llevarían a la calle Sucre. Dentro del vehículo me siguieron fustigando, levantando falsos testimonios contra mi hija Wilma. Estaba muy asustada y antes de bajar a La Paz me llevaron en dirección a la casa de mi hija Wilma; de tanto que me amedrentaban, me provocó ir al baño. No entendieron los policías, fueron muy abusivos y a tanta insistencia, me dijeron que haga mis necesidades biológicas en vía pública, con total insensibilidad.

Una vez que llegamos a la casa de mi hija, la policía intentó violentar la puerta con picotas y patacabra, porque en ese momento no tenía las llaves. Mi hija ya no estaba ahí y como nunca llegó la notificación, no teníamos las llaves de la casa en ese momento. Tuve que rogarles para que esperen y llamé a mi nieto para que traiga las llaves, llegó y luego entraron solo ellos. Me dejaron en el auto policial y apenas pudo acompañar el allanamiento mi nieto menor de edad. No vimos qué sacaron el personal de la Policía y del Ministerio Público de la casa de mi hija.

Una vez que terminaron ahí, me llevaron detenida hasta las dependencias de la Policía de la Sucre y en el transcurso seguían acusando a mi hija diciendo que: “ella se robó mucho dinero, que salió cargada de dinero del ministerio”. Me llegaron a amenazar con secuestrarme, afirmando que todo era por culpa de mi hija. En todo momento levantaron falsos testimonios.

Cuando llegamos a las oficinas de la Policía, prácticamente era de noche. Me hicieron desvestir y me revisaron hasta la ropa interior, es decir, fui sometida a la peor humillación como mujer. No entendieron que no tenía más dinero. Todo el personal designado al allanamiento no tuvo compasión, menos respeto. Como mujer de pollera, llevo conmigo una bolsa de plata, hasta eso registraron, llevaba 300 bolivianos. Y eso también me arrebataron y me dejaron sin un centavo. Les reclamé y me devolvieron veinte pesos, indicándome que era para mi pasaje de vuelta a El Alto.

Ya era cerca de la medianoche y me soltaron, luego de torturarme psicológicamente y dejarme sin dinero. Me sentí tan impotente, de tanto abuso de autoridad. Una situación inaceptable y dolorosa. No tuve otra que retornar llorando a mi casa junto a mi nieto.

Hasta la fecha no puedo ver a mi hija, por tanto hostigamiento y persecución y vanos fueron mis esfuerzos para recuperar el dinero secuestrado. Dejé mi denuncia ante la Defensoría del Pueblo en noviembre del 2019. Me endeudé para que un abogado haga mi representación ante el Ministerio Público, pero hasta la fecha no tengo respuesta.

No pasa el dolor, amo a mi hija por ser luchadora y por defender lo que es justo y siempre la apoyaré. Solo espero tenerla a mi lado pronto, saldremos adelante, como decenas de mujeres víctimas de la violencia política.

¿Quién es mi madre, Margarita Mamani?

Una valiente mujer de pollera que migró de provincia para trabajar sacrificadamente y así salir adelante como muchas mujeres. Tuvo 4 hijos y años más tarde quedó viuda.

Tuvo un serio problema de salud por una caída desde un primer piso, durante la construcción de su casa, desde entonces está impedida de caminar de forma prolongada.

Actualmente vive sola, tiene 77 años y continúa trabajando en el comercio, razón por la cual guarda sus ahorros en casa. Por mi recargada labor de trabajo y desde muy joven, nunca pude vivir al lado de mis padres.

Cuento todo esto porque mi madre, sin tener culpa alguna, fue víctima de represalias del gobierno transitorio, posterior al golpe de Estado de noviembre de 2019. (Wilma Alanoca Mamani).

(*) Testimonio de Margarita Mamani, madre de Wilma Alanoca