Un nuevo MAS en el poder
El MAS vuelve al Ejecutivo, pero ya no es el mismo, ya no debería serlo
El Movimiento Al Socialismo (MAS) vuelve al poder. Este hecho, el retorno triunfal a través de las urnas tras el derrocamiento, y a solo un año, es significativo en sí mismo. En el programa televisivo por internet Piedra, papel y tinta de La Razón, luego de conocerse oficialmente el triunfo del MAS en la elección del 18 de octubre, dos analistas, columnistas del periódico, Armando Ortuño y Jorge Richter, ariesgaban la hipótesis de que el masismo va camino de convertirse en lo que fue el peronismo en Argentina; una suerte de escenario político antes que tendencia, que haría que nada de lo que suceda luego podrá prescindir del masismo.
En una caracterización del momento por el que atraviesa el nuevo MAS en el poder, el excanciller Diego Pary señala que si algo distingue la actual coyuntura del resto de elecciones ganadas por el MAS (2005, 2009 y 2014) es la composición parlamentaria “que obliga a generar consensos”. El 55,1% de preferencia electoral es una señal, dice, de que “el pueblo ya no quiere confrontación; ese 55% es la muestra de que el país dice ‘queremos un gobierno serio, que nos lleve de retorno a la democracia, pero que también nos dé estabilidad política, estabilidad económica y estabilidad social’”.
“Tenemos que reentender el país”, dice Pary; la verdad es que si el MAS ganó la elección, y con un margen de votación que casi dobla al segundo, es porque al voto duro masista se agregó el de gente, especialmente de clase media, que solo busca estabilidad, seguridad, previsibilidad.
“Luis Arce Catacora justamente es la parte que le suma al Movimiento Al Socialismo, a ese voto duro que tiene el MAS, es el voto de Luis Arce Catacora: clase media, clase empresarial; este grupo de gente, de empresarios que en este momento están buscando una oportunidad para salir de la crisis, para renovar su actividad económica”, destacó Pary.
SEGURIDAD
En cuanto al sorprendente voto por el MAS (lo máximo que le daban las encuestas previas a la elección era 40%, y hasta hubo una en que Carlos Mesa le ganaba a Arce por unas décimas), la analista Lourdes Montero ratifica que mucho fue el voto de la estabilidad: “Creo que parte del voto hacia el MAS no solo ha sido de convencimiento del MAS, sino el voto a la certeza, a la seguridad, a la tranquilidad”; pero he aquí una provocación: en relación a 2019, el MAS en 2020 sumó buena parte de su mayor votación precisamente porque ya no estaba Evo de candidato. Dice Montero: “Ya no está Evo, que era el principal foco de conflicto, (así) confío en el MAS, porque ha tenido 14 años en los que económicamente me ha ido bien; prefiero depositarle mi confianza”.
Lo que sorprende del reciente triunfo del MAS es que logra otra vez la mayoría absoluta (50% más 1), pero sin Evo como candidato. Luis Arce Catacora y David Choquehuanca fueron los dos ministros que más tiempo estuvieron junto a Morales: 11 años continuos cada uno, desde 2006 hasta 2018, como Ministro de Economía (Arce) y como Canciller (Choquehuanca). Arce volvió luego en 2019, hasta la crisis de octubrenoviembre de 2019.
Ya lo han dicho muchos. El MAS mostró que pudo sobrevivir a la ausencia de Evo Morales. Esto no es un dato menor, reclama el investigador de lo indígena Carlos Macusaya: un MAS más allá de Evo Morales, o sea, que no dependa de Evo Morales, aparte de que deja surgir otras figuras relevantes, plantea otra presencia de este partido en el campo político, “la población valora de otra manera al MAS”, destaca Macusaya.
Pero el MAS es el MAS; como coinciden varios analistas, el Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos antes que un partido tradicional es la federación de diversos movimientos y organizaciones sociales, entre las cuales lo frecuente más bien es la tensión, el conflicto.
En una entrevista con este medio, el exministro de Minería César Navarro, medio en broma medio en serio, decía: “Mientras el MAS nos divide, Evo nos une”. ¿Seguirá cumpliendo este papel sin ser Presidente? Morales también era el límite, el regulador o mediador entre los movimientos sociales; era la autoridad.
Su ausencia puede traducirse en problemas bien concretos. El MAS en El Alto ganó con 76, 8%; con este porcentaje de apoyo, los masistas alteños ven como lo más natural pedir cinco ministerios para sus dirigentes o profesionales. Cuando se le preguntó sobre la demanda alteña, cuando estaba de candidato al ahora presidente Arce, no atinó más que a bromear: He visto que tendría que tener hasta 149 ministerios para dar cabida a todos los sectores que nos apoyan. Claro, siempre queda el recurso de que “la designación del gabinete es de exclusiva potestad del señor Presidente”, pero con el MAS no siempre ocurre eso. El único que podía “parar el coche” a las pretensiones de distintos sectores, recuerda Macusaya, era Evo, porque era, es, factor de unidad, tal como apuntaba Navarro: “Yo he visto a gente, dirigentes, pelearse hasta con los puños, pero cuando llegaba Evo, todos calladitos, todos hermanos”.
GESTIÓN
El gran plus de Arce Catacora es la estabilidad, el manejo económico; pero de Choquehuanca por sobre todo es su relación concreta con las organizaciones sociales, afirma Macusaya. Así, si Arce será la gestión, Choquehuanca será la mediación, el nexo con las organizaciones; “un problema va a ser cómo se lleven Presidente y Vicepresidente”, destaca el investigador indígena. Y añade, Evo, presente o no, “siempre va a estar detrás del escenario; hay que recordar que el binomio del MAS decidido por Evo era Arce-Pary; Choquehuanca tuvo la habilidad de imponerse”.
Y este es el problema que desde hace algún tiempo viene planteando el sociólogo cochabambino Fernando Mayorga, bajo la idea del “modelo decisional que hay en el MAS”; “durante 15 años estaba todo concentrado en la figura de su líder carismático, que era presidente del Estado, presidente del partido (presidente de las seis federaciones del trópico de Cochabamba); hoy día Morales sigue siendo factor de unidad, pero tiene también una gran porcentaje de rechazo en la opinión pública; es decisiva su palabra en la red de organizaciones sociales que son la base electoral del MAS, y ahí estará el Presidente (Arce); el tema es de qué manera el MAS va a lograr una suerte de equilibrio, de articulación, que implique que las decisiones estén en el gobierno y que no haya factores externos, concretamente la voz, la palabra de Evo Morales, que puedan ser no solamente una interferencia a las decisiones”.
Pero ¿interferencia? Salvando las diferencias, ¿no son del mismo partido, el líder el uno del otro?
Y he aquí la otra gran particularidad del nuevo MAS en el gobierno. Lo adelantó de algún modo el propio Arce, tras enterarse del triunfo, a la medianoche del 18 de octubre; pero lo enfatizó el vocero del MAS, Sebastián Michel: El de Arce será el gobierno de la concertación, de la verdadera pacificación del país. Al día siguiente de la victoria, Michel declaraba a Prensa Latina que la reactivación económica, el destierro del odio y el diálogo marcarán la nueva etapa para el MAS. Específicamente sobre la tarea conciliadora, Michel aseveró: “Tiene que ser una nueva etapa en la que se den tres cosas: primero, un cambio de estilo, la gente no quiere más odio; segundo, hay que mirar hacia adelante, no mirar hacia atrás; tercero, de poca imposición, de mucho diálogo”, enfatizó entonces el vocero masista.
Es en este tren pacificador, de concertación, que Mayorga se pregunta si la palabra de Evo no será la referida interferencia.
Por esto mismo, también en el programa Piedra, papel y tinta el excandidato vicepresidencial de Comunidad Ciudadana Gustavo Pedraza cuestionaba: Si el nuevo gobierno del MAS se anuncia conciliador y del diálogo, el Presidente “no está haciendo los esfuerzos suficientes para lograr esto”; la prueba de esta insuficiencia, completa la idea Pedraza, es que permitió la vigencia de la supresión de los dos tercios del debate parlamentario.
Sustituir los dos tercios por la mayoría absoluta (50% más 1) del debate parlamentario es la otra gran cuestión con que el nuevo gobierno del MAS tendrá que lidiar.
El periodista, también columnista de La Razón, Fernando Molina propone una explicación más drástica de esto: el constante afán del MAS de “reducir el papel de las minorías”.
“El MAS muestra una concepción de la democracia que muchos le hemos criticado todo este tiempo, y es que intenta reducir el papel de las minorías, lo que indica una visión autoritaria, el autoritarismo de las mayorías, cuando la democracia también tiene sus mecanismos de defensa de las minorías; es importante que las minorías, que pueden no estar bendecidas por el apoyo mayoritario en este momento, tengan espacio para desarrollar sus ideas y propuestas, de modo que en el futuro puedan ganar ese apoyo que les falta ahora; esa es la concepción pluralista de la democracia que el MAS nunca ha defendido”, destacó Molina en el programa televisivo.
DOS TERCIOS
Aunque tampoco hay que echar en menos las razones de los asambleístas que promovieron dicha supresión de los dos tercios de la forma del debate parlamentario. Entender —como señala un artículo incluido en esta misma entrega de Animal Político, página 2— por qué la supresión de los dos tercios responde a la necesidad de asegurar la gobernabilidad y que se evite el bloqueo en que pueden incurrir las minorías. El problema es, aseguran los analistas, saber cómo el triunfo del MAS con 55,1% se debe traducir en la preminencia o de los dos tercios o de la mayoría absoluta.
Para Macusaya, la voluntad de concertación en el MAS no es coyuntural, sino estructural, por lo menos desde la perspectiva indígena, que es la gran base social del “instrumento”.
Con la presencia de Choquehuanca, dice el investigador, esta es la gran oportunidad del MAS de superar la “folclorización” de lo indígena que le caracterizó en anteriores gestiones, y aprovechar la potencialidad unificadora que en lo cotidiano despliegan los indígenas.
Contra el discurso que señala que el MAS dividió al país por reivindicar lo indígena, Macusaya sostiene que por el contrario, lo indígena en el país es lo que “más construye unidad de país”, sin dejar de ser indígena, y si el reto del MAS es “volver a generar el sentimiento de unidad del país, eso precisamente es luchar contra el racismo, en pro de la igualdad”.
Un obstáculo que tendrá que sortear el nuevo gobierno del MAS ya se vivió en los días previos a la posesión: el accionar de grupos que de plano rechazan el resultado de las elecciones, señalando la “existencia de un fraude” que hasta el cierre de la presente entrega no se pudo mostrar ni siquiera un indicio serio.
Aparte del error que ya habría cometido el MAS de proporcionarle un discurso a quienes desconocen el resultado de la elección, pues ahora esa es una de sus consignas (lucha por los dos tercios), los analistas coinciden en que el MAS caería en error si menosprecia la fortaleza y desarrollo de dichos grupos.
(*) Iván Bustillos es periodista de La Razón