Ahora el progreso también se mide por el aire que respiramos
Un nuevo índice para determinar el desarrollo humano de un país es el estrés que ejerza sobre el planeta
El martes 15, desde Suecia, se presentó la edición del 30 aniversario del Informe sobre Desarrollo Humano. La próxima frontera: desarrollo humano y el Antropoceno. En Bolivia, en los países de habla hispana, se lo hará en enero. La mayor novedad del Informe es que incluye un nuevo índice experimental sobre el progreso humano: el denominado Índice de Desarrollo Humano ajustado por presiones planetarias (PHDI, por sus siglas en inglés), un indicador que mide el estrés que el ser humano está ejerciendo sobre el planeta, y que se expresa en dos cosas: la emisión de dióxido de carbono y la huella de consumo de los países. Para el Informe (y de ahí su título), la humanidad y el planeta están entrando en una era geológica totalmente nueva, el “antropoceno” o era de los seres humanos, que bien pueden salvar al planeta, bien pueden terminar de hundirlo; este poder del ser humano sobre la naturaleza expresa el “antropoceno”. Nuevo índice que le hace decir a nuestra entrevistada, Luciana Mermet, responsable del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en Bolivia, que al hablar de desarrollo humano ya no debemos referirnos solo al ingreso o al acceso a salud y educación, sino también a la buena o mala calidad del aire que respiramos.
—El Informe del año pasado enfatizaba las desigualdades, ahora, el “antropoceno”. Este nuevo índice parece de capital importancia, de suma urgencia.
—Dos cosas debemos destacar del Informe: primero, sus 30 años; en 1990 tuvimos el primer informe, y en ese momento el debate giraba en torno a cómo podemos incorporar otros factores, que no sean el ingreso, a la hora de explicar cómo las sociedades aportan bienestar a sus habitantes. Y, segundo, lo que en este momento está planteando el PNUD es que se han prendido todas las luces de alerta, es decir, ya no hay espacio para renunciar a un modelo que realmente incluya un diálogo entre desarrollo humano, que históricamente ha sido empujado por el crecimiento económico, y los recursos naturales que nos sostienen como especie. El antropoceno es una etapa geológica en que la comunidad científica dice que estamos ingresando, que es básicamente el periodo en el que la actividad humana, por primera vez en la historia, tiene la capacidad de cambiar los procesos naturales a nivel planetario. Somos la primera especie que logra revertir los cursos naturales del planeta; por miles de años, el hombre ha tenido que ajustarse a los sistemas planetarios para poder sobrevivir; el antropoceno es la etapa de la humanidad donde nosotros somos quienes tenemos ese poder, y es un poder muy peligroso.
—Esto aterriza en el Informe en el nuevo criterio de la “presión planetaria”.
—En los 30 años del Informe hemos modificado el índice del desarrollo humano, que tiene tres grandes dimensiones: ingreso, salud y educación; en general lo que hemos hecho es incorporar ajustes, como el coeficiente de desigualdad, de género; no es la primera vez que hacemos esto, pero ahora hay un nuevo índice, el Índice Ajustado por Presión Planetaria; esto trae dos cosas nuevas: incluye un ajuste en el índice de desarrollo humano en términos de emisiones de dióxido de carbono y en términos de la huella de consumo de las sociedades.
—En los textos de adelanto del Informe se remarca que con el agregado del nuevo índice tendremos una visión más “sincera” del desarrollo humano.
—Son dos criterios que te hablan del nivel de desarrollo de las sociedades, y lo más interesante que encuentra el Informe es que ninguno de los países pasa la raya [de un desarrollo humano positivo]. Hay muy pocos casos en los cuales los países mejoran su posicionamiento en el ranking de desarrollo humano, cuando lo ajustas por presión planetaria. Si ves, por ejemplo, los países ricos, industrializados, como Estados Unidos, éste baja 45 lugares nada más cuando ajustas cómo esa sociedad consume y cómo quema el dióxido de carbono; mientras que un país como Costa Rica, el ejemplo más notable del Informe, que ocupando el puesto 62 de 189 en el ranking del IDH, cuando mides a este país ajustando (su índice) por los compromisos y las reducciones que ha hecho en cuanto a la huella de carbono, sube 37 lugares. Entonces, lo que vamos a ver es que a los países desarrollados les va costar mucho reducir esa huella, porque toda su matriz de desarrollo se ha fundado sobre energías no limpias, a costa de capital natural.
—Los países en desarrollo tienen una oportunidad ahí.
—Esto es súper aplicable al contexto de Bolivia. Tiene una ventana de oportunidades muy grande porque es un país que en proporción a sus vecinos, como país amazónico, puede aprovechar, por ejemplo, el bosque. El bosque es una de las 20 soluciones que cita el Informe para evitar la emisión (de dióxido de carbono), por tanto, el calentamiento global, por tanto, el cambio climático. Ahora, sobre este tipo soluciones, lo que venimos diciendo en el PNUD y lo que decimos en el Informe es que está bien la solución a nivel individual, de los hogares, o a nivel colectivo de los países, pero lo más importante también es tener esa coherencia a nivel multilateral: tiene que haber acuerdos como el Acuerdo de París, donde todos los países tengan la posibilidad de hacer compromisos y de tener un mecanismo de monitoreo por el cual todos chequeamos qué está haciendo el vecino.
—El Informe un poco que se ha hecho más realista, abarca más.
—Hay una metáfora que se usa en el Informe. En 1990 el PNUD (con la medición del IDH) dijo: ‘No importa solo el tamaño de la torta, el tamaño del ingreso, sino que importa la forma en que se distribuyen las porciones; y una analogía que estamos introduciendo hoy, 30 años después, es que también importa el horno en que se cuece la torta. Ya no se trata de hasta dónde podemos agrandar la torta, sin duda esto marca la evolución de los países, pero vamos a tener que empezar a mirar cómo están las condiciones en las que está ese horno, porque (si se arruina) no va a poder cocinar más tortas.
—Hay una certeza a que apunta el Informe, y es que se acabó el dilema o el árbol o el hombre; o el desarrollo o la naturaleza.
—Absolutamente. Y hay un ejemplo en el Informe que aplica a Bolivia, que tiene que ver con las formas en que miramos el mundo dividido por ingresos. Cuando miramos, por ejemplo, la forma en que un indígena o una indígena en la Amazonía hace captura de carbono a través del cuidado y la conservación del bosque, eso rinde para el primer quintil del mundo urbano de un país industrializado de una manera desproporcionada; el servicio que la persona en la Amazonía le da a la persona que está en una capital europea, que consume de una manera tan amplia, es equivalente; pero, las condiciones en que vive ese indígena en la Amazonía, las restricciones de acceso a servicios básicos, a agua potable o salud, son diametralmente opuestas a las de esa otra en Europa. Este es el mensaje que el Informe quiere dar: cuando hablamos de conservación, no lo podemos hacer de manera aislada, como diciendo, okey, que ese indígena continúe conservando bosque, (cuando lo que) se tiene que asegurar a ese indígena son las condiciones de vida, las oportunidades que tiene la otra persona en una capital industrializada. Y ese es tal vez el desafío más grande, que tiene que ver con barreras estructurales en el sistema internacional.
—Este Informe parece decisivo para el futuro.
—La buena cosa es que uno de los puntos que hace al informe en la parte, digamos, conceptual, es que todo esto ahora es parte del plan. No podemos seguir pensando que vamos a hablar de ingreso, si no hablamos, por ejemplo, de cuál es el nivel de polución a la cual está sujeto mi hogar, la calidad del aire; o el tema de la energía que se usa en el hogar para cocinar.
—Lo que puede hacer Bolivia, su aporte parece ser la no emisión de dióxido de carbono.
—Bolivia, definitivamente, tiene capacidad de hacer varias cosas. Una, por ejemplo, es revisar su estrategia nacional de bosques, de pensar una estrategia coordinada entre sectores involucrados respecto a qué porción del bosque va a quedar intocable y qué porción va ser comercializable, una estrategia nacional de uso sustentable del bosque.
—Ahora, hay muchas cosas ‘estructurales’ que toca el Informe.
—Uno de los temas que plantea el Informe es que históricamente no hemos incorporado el factorial dentro del precio de las cosas, el real precio, cuando mides por huella (de carbono) y por consumo. Ahí hay una especie de desbalance respecto de lo que las cosas realmente cuestan. Si realmente nosotros cobráramos exactamente lo que sale que yo me tome un vehículo sola para ir hasta la esquina, el precio es mucho más alto, porque estoy pagando en términos de contaminación. Todas esas externalidades negativas que genera, por ejemplo, el uso de las gasolinas basadas en petróleo, en la quema de fósiles, no están contabilizados realmente en los precios, porque los estados históricamente han subsidiado, para generar acceso (al servicio de transporte), lo que es muy válido, pero lo que estamos diciendo es que estamos en un punto tan crítico de los sistemas planetarios, que ya eso no va a ser válido; o será válido solo en términos de legitimidad e inclusión, pero vamos a tener que hacer funcionar esa inclusión con otros esquemas.
—Hay que hablar de las diferentes responsabilidades de los países ricos y pobres en todo esto.
—Ahí, naturalmente, los países en desarrollo tienen una carga, pero aquí hay que decir que en esto existe un principio de proporcionalidad. En todos los mecanismos multilaterales, en las áreas de comercio, tecnología, propiedad intelectual, de medioambiente; en todos estos acuerdos, desde la perspectiva de Naciones Unidas, siempre se incluyeron los principios de proporcionalidad y del trato especial y diferenciado. Los países en desarrollo muchas veces pagan los platos rotos de una industrialización excesiva o que se ha llevado adelante a costa de la naturaleza en los países industrializados. Ahí es donde estos foros de negociación alrededor de cambio climático y de todas estas temáticas deben ser el espacio donde países como Bolivia lleven su voz, esos mecanismos alternativos, su forma de pensar el desarrollo de una manera propia y donde se reconozcan los esfuerzos proporcionales; es decir, el esfuerzo que tiene que hacer un país industrializado en relación al esfuerzo que debe hacer un país como Bolivia, en términos de las emisiones que tienen uno y otro, no son comparables; entonces, hay que generar mecanismos para que los países puedan hacer el esfuerzo proporcional a su nivel de desarrollo.
Luciana Mermet
El propósito del PNUD-Bolivia, remarca su coordinadora, es “bolivianizar” un poco el Informe IDH 2020 (que ahora solo hay en inglés). Una ‘nacionalización’ que incluya la actualización de los indicadores del IDH para Bolivia tomando en cuenta en enorme parteaguas que es el COVID-19.
Datos
Nombre: Luciana Mermet
Profesión: Economista, especialista en Desarrollo.
Cargo: Representante Residente del Programa de las Naciones Unidas en Bolivia (PNUD).
Perfil
Especialista en políticas de desarrollo con más de 15 años de experiencia en países en desarrollo y entidades internacionales. Asesora en políticas de reducción de pobreza.
(*) Iván Bustillos es periodista de La Razón