Día del Minero
Es hora de lograr la conducción plena del sector minero por el Estado
A78 años de la Masacre de Catavi rendimos nuestro homenaje a la clase trabajadora minera, que bajo la conducción de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB) se convirtió en la vanguardia del pueblo boliviano en sus trascendentales conquistas.
La Masacre de Catavi abrió los ojos al pueblo boliviano sobre la explotación del estaño para beneficio de los intereses extranjeros. Simón I. Patiño, boliviano de nacimiento, asentó su empresa, la Patiño Mines & Enterprises Consolidate den Estados Unidos, para entonces un paraíso fiscal donde no se pagaban impuestos. Después se expandió con la London Tin Corporation Ltd. y la Consolidated Tin Smelters Ltd., ambas con sede en Inglaterra, y la General Tin Investments Ltd. En la expansión de esta minería, no hubo un solo centavo que se haya invertido con capitales provenientes de los países poderosos. Toda la inversión provino de las minas bolivianas. El poderío que adquirieron las empresas mineras les permitió obligar al gobierno boliviano a imponer sanciones con penas militares contra quienes causaren problemas sociales que perjudicaran el aprovisionamiento de este material estratégico a los aliados en guerra. Con este justificativo se perpetró el baño de sangre, por haber solicitado aumento de salarios. La lección fue aprendida por el proletariado minero hasta lograr la nacionalización de las minas en 1952.
La visión del proletariado minero, cuando se nacionalizan las minas, es hacer de la minería la base de la industria pesada, como palanca para el desarrollo nacional. El Decreto de la Nacionalización de las Minas dio a la Corporación Minera de Bolivia (Comibol) la facultad de controlar toda la cadena productiva de la minería: exploración, explotación, fundición, refinación, industrialización y comercialización. Sería una corporación de empresas que busque dar valor agregado a la materia prima, ampliando el proceso productivo, alentando a otras industrias en este propósito, para llevar productos terminados para el consumo en el mercado internacional. Esta visión corporativa tuvo su laboratorio en los sindicatos de los trabajadores mineros de esa época. La nacionalización de las minas es la hija legítima del pueblo boliviano vanguardizado por los trabajadores de las minas.
El espíritu patriótico de la nacionalización de las minas fue socavado por la contrarrevolución, que se opuso a las fundiciones en Bolivia, y cuando se logró encaminar este objetivo fue al margen y en oposición a la Comibol. Se le quitó la capacidad de exploración creando Geobol (Servicio Geológico de Bolivia), se redujo sus áreas de trabajo, se dio paso a la libre exportación de los minerales y, finalmente, con el neoliberalismo, se relocalizó a 30.000 trabajadores. En fin, se convirtió a Comibol en una empresa que hoy solo firma contratos de riesgo compartido y alquiler, a sabor y antojo de sus “socios”.
Pero el pueblo recuperó su voz, derrotó al neoliberalismo y emprendió el camino del Proceso de Cambio, que a través de la nueva Constitución Política del Estado Plurinacional recupera los recursos naturales como propiedad de las y los bolivianos y justifica su explotación en la medida en que le da valor agregado, con los procesos de industrialización. Esta tarea se la encomienda a la empresa estatal minera que tiene que ser la rectora del sector. La ley minera crea la nueva Comibol, integrando toda la cadena productiva, desde la exploración hasta la comercialización, integrando todas las empresas estatales del sector para que armonicen bajo una sola dirección. Es el único camino para planificar estratégicamente, racionalizar costos, exigir eficiencia, y comprometer a trabajadores y técnicos —a todos— en la construcción de una empresa estratégica al servicio del pueblo boliviano.
Sin embargo, la tecno-burocracia y la contrarrevolución, que nunca han entendido el sentimiento revolucionario del pueblo, frustró esta aspiración dilatando la refundación de Comibol y hoy la minería transita por el camino de la desnacionalización. Los contratos neoliberales siguen vigentes y se alienta la inversión extranjera, como si el pueblo no tuviera memoria de los negociados que a título de capitalización se hicieron con las empresas estatales.
Bolivia no ha dejado de ser un país exportador de materias primas: es ese el rol que el imperialismo nos ha dado, por eso despliega todos sus esfuerzos para que no pasemos a la fundición e industrialización. En medio de las sombras, frustraron los contratos para la instalación de las plantas hidrometalúrgicas para el zinc, boicotearon el funcionamiento de Karachipampa, dilataron la instalación del horno Ausmelt, cuestionaron y frustraron la industrialización del litio.
Los intereses son claros: evitar la fundición e industrialización de nuestros minerales, para cobrarnos en el extranjero más del 50% del valor bruto de los minerales, como costo de tratamiento, lo que deja deficitarias a las empresas mineras. Con esta excusa no pagan el único impuesto que se les impone, el de las utilidades. De nuestros concentrados extraen productos valiosos como el indio, el cadmio, el oro, que nunca se declaran en la póliza de exportación y que se convierten en la fuente principal de los ingresos de las empresas extranjeras.
Hoy, cuando los precios del petróleo están en caída, la minería se convierte en el principal rubro de exportación, casi 4.000 millones de dólares anuales en 2019; sin embargo, la renta para el Estado no pasa del 9%. Es hora de lograr la conducción plena del sector por el Estado, tarea hoy más urgente que nunca.
Hoy, llamamos a los trabajadores mineros para que, junto a sus sindicatos y la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia, asuman la responsabilidad de manera orgánica de dirigir la política minera y la administración de la minería, en coordinación con el Gobierno.
En este día llamamos a la clase trabajadora boliviana, al pueblo en general, a reivindicar el espíritu de entrega a la patria de María Barzola, de Timoteo Pardo y Pedro Ajhuacho, de Juan Lechín Oquendo, Federico Escóbar y Víctor López Arias y tantos mártires mineros, que lucharon por construir una empresa estatal minera autónoma, que integre toda la cadena productiva a nivel nacional, que encare la industrialización de los minerales y dé réditos económicos para el país y el despliegue de su desarrollo y la justicia social.
¡Viva la nacionalización de las minas! ¡La minería, base del desarrollo nacional!
(*) Edgar Ramírez Santiesteban, Guillermo Dalence Salinas y José Pimentel Castillo fueron trabajadores y dirigentes mineros.