Thursday 28 Mar 2024 | Actualizado a 07:01 AM

Mi investigación sobre El Che creo que es contundente

La que sigue acaso sea la última entrevista que se le pudo hacer al notable historiador Gustavo Rodríguez

/ 30 de diciembre de 2020 / 13:14

El involucramiento personal de Gustavo Rodríguez Ostria como historiador de las guerrillas guevaristas de fines de los años sesenta e inicios de los setenta obedecía, entre otras cosas, a que él perteneció a una generación de jóvenes marcada por la revuelta del Mayo francés del 68, la Revolución cubana y la propia presencia (y muerte) de Ernesto Guevara en Bolivia. En la parte conclusiva de su libro Teoponte: La otra guerrilla guevarista en Bolivia—publicado por el Grupo Editorial Kipus en Cochabamba en 2006 y reimpreso en 2009 y 2015— como una forma de recuperar su propio ajayu, confesó: “Durante seis años busqué aquellas huellas perdidas. No siempre entendí o no quise entender. Pregunté y temí preguntar. Investigué y fui investigado. Lloré, reí, maldije, tuve miedo y paz. Con la muerte al lado, como amante, querida y repudiada a la vez, crucé países enteros”.

Semanas antes de su muerte, acaecida en Lima (Perú) el 14 de noviembre pasado, nos concedió quizás su última entrevista. De ésta extrajimos su testimonio sobre las peripecias personales que llevaron a este historiador cochabambino a estudiar a profundidad las guerrillas guevaristas en el país; en la charla, nos habló además sobre su último estudio histórico titulado Con las armas. El Che y Tania en Bolivia, una publicación posmortem que saldrá en dos tomos, una coedición entre RBA de España y Plural Editores de Bolivia.

—Apelando a tu memoria, ¿qué importancia han tenido para tu vida personal e intelectual las guerrillas de fines de los años sesenta e inicios de los setenta?

—A principios del 2000, tomé dos decisiones: sigo trabajando sobre regiones como Santa Cruz y Cochabamba, el espacio urbano o sobre carnavales, y me involucro con algo muy extraño a mis orígenes políticos y mi forma de pensar, que es la guerrilla. ¿Por qué? ¿Por qué me preguntan muchas veces? Podría decir como Leopold von Ranke: “Porque pasó”. En parte podría decir eso, pero, para la generación de los años sesenta, Teoponte era como una deuda. Nunca conocí a ninguno. Al chino Navarro, muy poco. Pero nos impactó a todos.

Yo el año 70 estaba en Argentina. No hay una razón teórica que me lleva a hacer el libro sobre Teponte. Creo que fue una aproximación humana que viene de una generación que fue formada e impactada por lo que ocurrió en Teoponte. El 71 estaba en La Paz y esos temas estaban en el debate. Muchos años después, cuando hay una discusión en América Latina con respecto a la lucha armada, la democracia, la violencia y el consenso que se instala después de la recuperación de la democracia en los ochenta y noventa, empiezo a preocuparme por el tema de la violencia y qué lugar más extremo de la violencia puede ser la guerrilla, que define a la política [como aquello] que se hace con las armas; que la única forma de vencer es con las armas en las manos. Tener que entregar tu vida, tu cuerpo, a la revolución, era muy poderoso. Yo venía de una tradición de izquierda y sabía que la militancia significaba eso. Pero qué implicaría aquí, en el otro lado. Una relación política y una organización militar. Te encuentras aquí con un núcleo militarizado, otro ejército. No hay una razón más de eso. Claro, me atrapa desentrañar todos los hilos posibles en relación a Teoponte. No son investigaciones fáciles, hay secretos que se construyen en la clandestinidad, que se construyen con dobles nombres, que se construyen en base a que no contarás, no dirás. Donde la palabra, además, puede ser mal vista. Donde un gesto y un hablar pueden ser considerados una traición. Es un mundo de alta susceptibilidad. Y eso permanece, y con eso he convivido.

Existen tres actores: los militares, a los que no les gustaba hablar mucho de Teoponte, por lo que pasó allí. Uno que otro soldado. Claro, a 50 años de Teoponte, la vida los había cambiado; muchos eran niños mostrencos del cuartel. Muchos habían cambiado, se habían vuelto de izquierda. La cúpula siempre era cerrada, impenetrable. Después está la gente que milita en el Ejército de Liberación Nacional (ELN), que tiene distintas posiciones. Los que te preguntan por qué te interesas. Yo era doble sospechoso, venía del trotskismo, pertenecía al Partido Obrero Revolucionario (POR-Posadas), que para el ELN era una mala palabra, casi equivalente a traidor o a un espía de la CIA. ¿Qué quiere saber éste? ¿Qué secreto quiere saber? ¿Qué quiere revelar? Es muy difícil, casi imposible, ganar la confianza. Es un trabajo antropológico. Hay otros que son más abiertos, se comportan muy colaborativos y sinceros, pero también hay los que miran esos años con absoluto desdén y terror. No quieren ser contaminados con eso: “Te lo digo, pero no me nombras”. Entonces, esa parte testimonial nunca fue fácil. Y, por el otro lado, están los familiares, que tienen una relación emotiva con sus desaparecidos. El ejército mató a 50 de ellos, nunca verdaderamente entregaron 20 cadáveres. Claro, la figura del desaparecido que permanece en el limbo, que está y no está, que se ha ido y no ha vuelto. Pero el que se ha ido va volver, porque [solo] la muerte permite el duelo.

Traspasar todo ello para mí era, fue una carga emocional muy fuerte. Los changos que eran los soldados vinculados con la familia. A veces, algunos militantes. Eran cargas emotivas muy fuertes. No era fácil recoger. Yo llegaba a mi casa y le decía a la María Lourdes Zabala, mi esposa: “No quiero saber más, voy a botar todo esto”. Yo pensaba que no era depositario de todo aquello, menos aún un puente entre la vida y la muerte; entre el desaparecido y aquel que está allí. Pero seguí. Había cosas que me impactaba muchísimo con respecto a los desaparecidos. Me acuerdo de una chica que conocí en Banfield, Argentina, pero de origen cordobés, que me contó que su hermano, un excomunista argentino que se integró a la guerrilla boliviana, murió; pero la madre de él nunca creyó que falleció. Antes de fallecer ella misma, les dijo a sus hijos que nunca vendan la casa, porque dónde iba [él] a volver; dónde va a retornar. Cuando te enteras cómo murió a o b, cómo transmites eso a las familias. Un historiador del siglo XIX no hace eso; un historiador de las minas no hace eso. No tiene que hacerlo. Aquí, tú tienes que devolverles la historia, ellos confiaron en ti. Tú tienes que devolver la parte que tú crees, devolver lo que tú puedes conocer. Entonces, tienes que acompañarlos con sus llantos, con sus temores, con sus anhelos. Recuerdo que uno de ellos era de Sacaba, había sido dirigente del morro sacabeño. No me acuerdo su nombre. No solo fue esta parte, sino también en la investigación posterior, empecé a escarbar dónde podrían estar enterrados. Quizás, gracias a eso, encontraron, por ejemplo, a este campesino. Obvio, eran poderoso imán, palabras como Revolución, guerra, dos o tres vietnamés; esas palabras le atrajeron y se fue al monte. El mismo día que nace la última de sus hijas, sólo le puede dar un beso en el hospital. Ella me dice un día, cuando hablamos: “Usted me va a traer a mi papá”. Por suerte, las cosas que vi, que me contaron, el diario de un militar que conseguí, más otras investigaciones que conseguí, lograron encontrar sus restos. Lo identificaron positivamente con ADN. Entonces, ya había salido el libro. Me llamó su hija y me dijo: “Mañana tiene que venir, mi papá viene”. Lo enterraron en el cementerio de Sacaba con banda, con mariachis. Y su hija dio un discurso de intervención: “Al fin tengo donde venir a verte y a llorarte”. Claro, esa parte vale más que las 500 páginas del libro, Algunos denigran al libro, porque quieren que escriba uno que ellos quieren leer. Esa parte es más significativa que el resto, tiene rostros, se sabe cómo murieron. El resto es segundario.

—Posteriormente, te adentraste a indagar sobre Tania (Tamara Burke), la guerrillera…

—Involucrado en el tema, comencé a mirar el asunto de Tania, la guerrillera, que nunca tuvo nada que ver con Teoponte. Ella murió el 67. Para los de la guerrilla de Teoponte era un referente político, una parte del mito guevarista. Equivalente a hombre/mujer en su iconografía. Allí si trabajé duramente. Una investigación más sólida. Vi archivos militares, no los que están en el cuartel, sino de los propios militares. Muchos tenían una copia. Algunos de ellos me daban eso. Hablando con los soldados que treinta años después habían cambiado, eran de izquierda y estaban más dispuestos a contarte. En la investigación de Tania fue una indagación más académica; una investigación con cierta neutralidad y frialdad. A diferencia de Teoponte, no hay una empatía con la persona con la que cuento. Es una investigación rigurosa basada en fuentes militares. Algunos militares me dieron documentos (copias de informes). Algunos soldados me contaban cosas, y también acudí a archivos de la policía secreta de la República Democrática Alemana, de la cual Tania era ciudadana alemana. Los testimonios de las personas que la conocieron en La Paz, pero, que en realidad no la conocieron. Al interior de su cuarto era una empedernida guevarista. ¿Dónde termina con una representación cotidiana de otra persona? Un gran teatro. Fuera de su cuarto ella era una niña folklorista que nunca hablaba de política, que nunca se metía con nadie, donde no buscaba reclutar a nadie. El libro de Tania no es una biografía, es desde el momento en que llega a Bolivia, una fecha próxima a aquel 4 de noviembre de 1964. Fecha del derrocamiento de Víctor Paz Estenssoro. Ella estaba llegando de Lima. Cuando Paz Estenssoro se va a Lima, ella estaba yendo a La Paz por la frontera. Eso me permitió pensar algunas cosas más: la lucha armada, las representaciones, las formas, el manejo del cuerpo, el manejo de imágenes, la construcción del sujeto guerrillero. Allí está, no se vendió mucho en Bolivia. Se publicó en Argentina y en España.

—Y tu última investigación sobre el Che en Bolivia, ¿qué aportes novedosos contiene?

—Metido en todo eso comencé, hace 10 años, a mirar otras cosas sobre el Che. Entonces, en el texto sobre el “Che en Bolivia” junto la parte de la Tania, y se convierte en un libro que se llama: Con las armas. Che y Tania en Bolivia. A algunos guevaristas no les gusta, porque dicen que equiparo a los dos. Verdad. Pero eran dos personas. El texto del Che me llevó mucho tiempo. Está listo. Estoy buscando esta vez que se publique en Bolivia. Tiene 500 o 600 páginas, muchas fotografías, mucho trabajo de archivo. Archivos militares, esta vez, archivos norteamericanos, archivos de algunas cancillerías, por ejemplo la peruana, que pude acceder. Allí, sus archivos narran muy bien algunos momentos. Textos, libros, testimonios. Todas las puertas abiertas. Creo sinceramente que es una visión no definitiva, pero frente a lo que hay, es una visión contundente de un historiador que se aproxima a dos personajes que cruzan sus países y mueren. No es un elogio y tampoco una condena de él. Sigue otra línea. Ellos ya están allí. Ellos creen en esas cosas. Yo me pregunto mucho si lo que creen va a conducir a un mundo peor de lo que hay. No me pregunto. Están allí y actúan. Esa es la historia de la guerrilla.

Gustavo Rodríguez Ostria

Fue embajador de Bolivia en Perú desde 2014 hasta marzo de 2020. En febrero fue condecorado por el gobierno peruano con la Orden “El Sol del Perú” en el grado de Gran Cruz, por su trabajo de fortalecimiento de la relación peruano-boliviana.

Datos

Nombre: Gustavo Rodríguez Ostria.

Nació: en La Paz, el 27 de junio de 1952; falleció el 14 de noviembre, en Lima (Perú).

Profesión: Fue historiador, economista, profesor universitario.

Perfil

Escribió Teoponte, la otra guerrilla guevarista en Bolivia; Tamara, Laura: un misterio en la guerrilla del Che; Con las armas. Che y Tania en Bolivia, de próxima publicación.

(*) Entrevista exclusiva de Hurgando El Avisperopara La Razón.

(**) Yuri F. Tórrez  es sociólogo

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Censos: población, pasión e historia

Claudio Rossell, Gerson Rivero y Rodrigo Puerta analizan el devenir de los conteos poblacionales en Bolivia y los desafíos inmediatos.

/ 24 de marzo de 2024 / 06:58

El Punto sobre la i

Hasta el presente se han celebrado un total de doce eventos censales en Bolivia, siendo que el primero se hizo en 1831 y el último ayer sábado. Al recorrer los datos de los diferentes conteos poblacionales emerge de manera evidente la historia de nuestro país, contada en esa sucesión de fotografías, una a la vez y luego en conjunto.

Tanto quedó por escrito y sigue siendo terreno fértil para el análisis y nuestra propia comprensión como sociedad. Por ejemplo, los registros hablan, en 1846, de 1,4 millones de habitantes y 700.000 “indios sin gobierno”. El censo de 1954 indica que en el departamento del Litoral vivían apenas 5.585 bolivianos. El de 1900 consigna 31.883 vivientes en los denominados territorios de colonias, hacia las tierras bajas. Luego de 1954, cuando se abre la carretera entre Santa Cruz y Cochabamba, con el impulso del Gobierno del MNR de aquel entonces, comienza la marcha al Oriente. Santa Cruz va a ser el epicentro de la más radical transformación demográfica en toda la historia boliviana. Este proceso sigue en marcha actualmente.

“En los censos en Bolivia y el mundo sin duda ha existido un proceso de evolución, no solamente en términos tecnológicos sino fundamentalmente en términos de la necesidad de contar con mayor información precisa para evaluar escenarios político-sociales. En ese marco los últimos cinco censos se han caracterizado por diferentes contextos que van evolucionando de acuerdo a la dinámica de las corrientes políticas. En 1950, los datos del censo sustentaron muchos de los elementos de la Revolución del 52 y el contexto nacionalista. En 1976, el censo se realizó en el momento de las dictaduras militares, la implementación del plan Cóndor y la Guerra Fría. En 1992, el pleno espectro neoliberal el censo sentó las bases para la implementación tardía de la municipalización del país y la participación popular. En 2001, marcó el rumbo para la etapa final del neoliberalismo y confirmó la necesidad de mayor inclusión social y la querella por el excedente. Finalmente, el de 2012, se llevó a cabo en el marco del Estado Plurinacional y en el contexto de implementación de las autonomías, de inclusión de pueblos indígena originarios y recursos otorgados por la nacionalización de los hidrocarburos. En 2024, se lleva a cabo en un contexto posterior a la pandemia del Covid, turbulencia política y condiciones económicas menos favorables”, afirma Rodrigo Puerta, exdirector ejecutivo del Servicio Estatal de Autonomías (SEA) y la Federación de Asociación de Municipios Bolivia (FAM).

“Un elemento que ha estado presente, no solo en este censo, sino también en el del 2012, es la cuestión de “lo mestizo”. En los censos hasta 1900 se incluían categorías raciales y la mezcla de éstas era identificada como mestizaje. Sin embargo, este concepto ha evolucionado, ya que entre los siglos XVIII y mediados del siglo XX fue producto de una construcción antropológica que identificaba diferentes razas. A partir de la década de 1960 hay un pleno consenso de que entre humanos no existen razas, por lo tanto, el “mestizaje” ya no puede ser visto como cuestión biológica, puesto que solamente existe una raza humana. Esto a su vez ha generado recomendaciones de organismos internacionales para no aplicar dicha categoría en censos. No obstante, desde una mirada más política que racional se pretende mantener el concepto como una categoría antropológica que, sin lugar a dudas, se confunde o pretende de alguna manera mantener las categorías raciales dado que las mismas identificaban a las elites dominantes”, añade Puerta.

Politización. En tiempos de polarización política, con una crudísima disputa interna dentro del oficialismo nacional y con gran fragmentación de por medio, no es de extrañar que todo se vea como una oportunidad para obtener réditos e infligir daño al adversario. Dado que ni la aprobación de créditos se salvó de esa lógica, no era posible imaginar que el censo no haya cobrado su propia factura.

Con todo, Claudio Rossell, comunicador y docente, observa que “no hay toda la politización (discursiva) que cabía esperar. El viejo y gastado debate sobre identidad racial vs. identidad étnica no ha tenido este año la fuerza que tuvo en 2012; no hubo casi nada de debate sobre la identificación de sexo y género (solo sabremos cuantas personas con genitales masculinos y femeninos hay) y con unas pocas excepciones, no hubo mayor pelea sobre el registro de la fe religiosa, todos ellos temas altamente polémicos y útiles a la hora de provocar enfrentamiento, así sea solo verbal y mediático”.

Prosigue notando que “sí se vio en los días previos al Censo el intento de algunos portavoces de la más rancia oposición tratando de desinformar a la gente sobre el tipo de datos que se registrarían. “No des tu nombre”, decían, con argumentos falsos y maliciosos, y fueron los propios usuarios de redes sociales quienes respondieron relativizando la advertencia con tufo a instrucción autoritaria. También hubo intentos típicamente regionalistas de señalar a quienes volvieron a sus regiones de origen, cosa perfectamente normal, literalmente, desde tiempos bíblicos, como se muestra en los evangelios cristianos en la escena donde José y María deben pernoctar en un establo. Llama la atención que los productores de esos discursos de odio disfrazados de amor por la región hayan provenido de sacerdotes y pastores religiosos. En todos los casos, se trató de manifestaciones aisladas y sin verdadera influencia en la opinión pública”.

Ahora bien, el censo es un partido en varios tiempos y falta el más intenso. Rossell sostiene que “donde sí cabe esperar politización es en el proceso que seguirá al conteo, pues evidentemente habrá toda clase de intereses pugnando por prevalecer por encima de los otros. Por un lado, es previsible que se escuchen voces clamando “fraude” o registro malicioso de los datos; y es previsible que tales afirmaciones nunca se demuestren, pero que terminen por convertirse en uno más de los tantos prejuicios que construyen el muro de la intolerancia y el odio político. Recuérdese, además, que en Santa Cruz de la Sierra hace ya muchos años que se está sembrando una percepción del tema poblacional, por un lado, con la reciente “encuesta” que arrojó un dato de número de habitantes metodológicamente discutible y, por el otro, con el vistoso “cambómetro” que durante muchos años mostraba el creciente número de habitantes. La previsible discrepancia entre esos números y los que arrojará el Censo será el punto de partida de la conflictividad”.

Desde la perspectiva del periodista Gerson Rivero, “indefectiblemente, los resultados del Censo Nacional de Población y Vivienda 2024 traerán una confrontación política, sobre todo a nivel regional, más que partidaria. Pues convengamos que, en los últimos 20 años, la rivalidad política ha estado muy marcada por las tensiones entre Oriente y Occidente. Siendo simplistas, la oposición al MAS se concentró principalmente en Santa Cruz y la denominada Media Luna (Beni, Pando y Tarija). Esta dicotomía tiene un fuerte componente étnico racial. Lo camba versus lo colla, simplificando de nuevo, pero también lo indígena versus lo mestizo e incluso, el campo versus la ciudad”.

Regiones. Queda claro que, en muchas regiones del país, el Censo es un proceso sin mayores aristas. Pero está claro que cobra extrema relevancia en aquellos lugares donde hay transformaciones demográficas significativas. Es justamente a partir de esta realidad que el conteo genera una enorme susceptibilidad en Santa Cruz, por el incomparable crecimiento poblacional de este departamento. En contraste, en otros departamentos genera preocupación por su pérdida de peso proporcional en la cantidad de habitantes.

Al respecto, Rivero señala que “el Oriente boliviano, desde al menos hace 40 años, es donde mayor movilidad social existe. El caso emblemático, sin duda, es el departamento de Santa Cruz. El Censo de Población y Vivienda de 2012 ya reveló que poco más del 60% de los habitantes de Santa Cruz no son cruceños. Es probable que este de 2024 nos refleje un porcentaje aún superior. No obstante, a la clase política cruceña lo que le interesa es simplemente lo numeral, sin ahondar en las características de ese crecimiento poblacional”.

“En ese sentido, existe una contradicción en el discurso regionalista y hasta racista que atribuye gran parte de los males de la sociedad cruceña a la migración, pero exige que se contabilice a cada uno de sus habitantes, obviamente, para ser acreedor a la distribución de los recursos económicos que provienen de los impuestos”, asevera el periodista cruceño.

Pero también, prosigue, “está en juego la representatividad en la Asamblea Legislativa Plurinacional. Departamentos como Potosí, Chuquisaca u Oruro, que al nacer la república se constituían el eje de poder político y económico, con el paso de los años han ido cediendo representatividad, primero al eje Cochabamba-La Paz y últimamente se incluye a Santa Cruz en el denominado Eje Central. Evidentemente, esto tiene que ver con el desgaste de la industria minera y el auge de la agroindustria, que cambió la matriz económica nacional. Sin duda, esta redistribución de escaños volverá a generar tensiones, como ya las generaron los censos de 1991, 2001 y 2012”.

Santa Cruz. A priori se considera que el gran beneficiado con el Censo será el departamento de Santa Cruz. Más allá de sentimientos regionalistas, se trata de expectativas entendibles, dada la gran migración que tuvo y tiene lugar.

“No obstante, es miope verlo todo en términos de beneficios económicos y acumulación de poder político. Mientras se mantenga un discurso excluyente, en el que se pondere, además unos supuestos valores en torno a la condición étnica, la supuesta representación política va a ser un búmeran para la élite conservadora cruceña. De hecho, los últimos resultados electorales así lo avalan. Tener uno o dos diputados más, de ninguna manera garantiza una ventaja para las agrupaciones políticas relacionadas a esa elite. En las últimas elecciones subnacionales, si bien Luis Fernando Camacho, cabal representante de esa clase elitista, ganó con claridad las elecciones para la Gobernación, la distribución en la Asamblea Legislativa Departamental es absolutamente equitativa. Sólo los asambleístas de los pueblos indígenas rompen el empate”, hace notar Rivero.

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Más aún, precisa que “en la bancada de Senadores la correlación de fuerzas también quedó empatada con dos senadores para Creemos y dos para el MAS. En diputados, la distribución, que incluye algunos representantes de Comunidad Ciudadana, también está equilibrada. Y cuando se analiza el origen del voto, queda claro que las provincias cruceñas, principalmente aquellas donde existe una altísima población migrante, es la que se juega por el MAS, frente al resto, que sigue siendo mayoría, aunque cada vez menos, que opta siempre por el que sea contrario al masismo. Así. lo más probable es que uno o dos diputados más terminen inclinando la balanza a favor del MAS y poniendo en serios aprietos la hegemonía de poder actual de la elite”.

Rivero explica que “lo mismo sucede a nivel de la ciudad capital, Santa Cruz de la Sierra. El alcalde Jhonny Fernández, de origen migrante, ha desafiado a la elite, incluso en un enfrentamiento personal con Camacho, y ha salido indemne. El Censo, sin duda, reflejará la composición social cruceña, que tiende cada vez a focalizarse entre un Noroeste con mirada hacia EEUU (la pretensión de ser la Miami boliviana) con condominios cerrados, edificios modernos, shoppings, barrios residenciales como Equipetrol o Las Palmas, por nombrar algunos detalles, versus el Noreste con base migrante, agrupado en cinco ciudadelas (El Bajío, Plan 3.000, Villa 1 de Mayo, Pampa de la Isla y Virgen de Luján) y cuya fisonomía evidencia una clara influencia andina con edificios que emulan a los cholets de El Alto, aunque tropicalizados, ferias, mercados y sus propios centros neurálgicos en la periferia”.

Porvenir. Entonces, ¿qué dejará este nuevo Censo? Rossell dice que “es importante prestar atención a los discursos que circulan desde las elites políticas en torno al Censo: El propio Luis Fernando Camacho ha reconocido la importancia estratégica del Censo y, mucho más, de asegurar que sus resultados sean confiables, pues de ellos dependerá el ya mencionado debate sobre (re)distribución de recursos”.

Por su parte, Puerta considera que “el Censo 2024 marcara un camino para la generación de propuestas en cuanto a la necesidad de debatir los moldes heredados de la forma de distribuir la coparticipación tributaria. Este es un elemento pendiente, dado que la misma Ley Marco lo definió como transitorio. En los próximos cinco meses antes de los resultados preliminares se configura un escenario oportuno para el debate y el dialogo fiscal”.

(*)Pablo Deheza es editor de Animal Político

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El temblor político desde abajo

Una reseña sobre el libro ‘Submundo de la política aymara’, de Gustavo Calle.

/ 24 de marzo de 2024 / 06:55

Dibujo Libre

El profesor de historia y periodista, Gustavo Adolfo Calle, vino rastreando durante buen tiempo, a los activistas de las plazas cívicas, quienes se dedican al trabajo intelectual de difundir de forma sencilla y didáctica la historia, el acontecer político y temas de religión. Su inquietud de indagar durante varios años trajo un resultado: “Submundo de la política aymara” (2024), testimonio que, según él, describe el no-poder y poder de éstos en espacios no oficiales de la política. El autor se empapó en ese mundo, inició su carrera de analista político ahí. Documentó folleto tras folleto, copia tras copia, documentos relativos a la formación y carácter ideológico de los activistas, pero lo más importante, sistematizó las experiencias individuales a través de una serie de entrevistas a cada personaje de los cuales fue recogiendo datos, mismos que le sirvieron para ordenar la formación y el carácter de los intelectuales subalternos.

Gustavo tiene raíces aymaras, vivió debatiéndose entre el indianismo y el marxismo, desde los cuales trató de entender a la sociedad boliviana. Pasó por la experiencia de los debates en la radio Pachamama, cuyo programa Jach’as entrevistaba a políticos e intelectuales junto a Marco Alberto Quispe Villca. Podemos decir que, el debate y la comunicación fueron cualidades esenciales de su existencia desde ya. No sin razón el tema de su investigación es el submundo de la política aymara.

Hablar frente a un conglomerado de personas era tomar el poder, y solo aquellos sujetos conscientes de su condición social y política podían balbucear lo que pensaban. Los “atrevidos” que denunciaban las injusticias de la vida social durante el coloniaje y la república, eran castigados de manera ejemplar. Así la voz, como leer y escribir, estaban prohibidos. Aquella realidad para 1955 había cambiado; pronto, los aymaras que apenas balbuceaban el español, podían descifrar los códigos del papel. Hablar, leer y escribir eran libertad.

Ahora, campesinos y obreros, participaban de la política, pero no como sujetos políticos sino como colaboradores; el pongueaje político era sostén de los nacionalistas y de la dictadura militar. Sin embargo, no toda la política terminaba en el pongueaje, otros, como Felipe Quispe, El Mallku, decidieron seguir el camino de la política soberana y cortar la mano tutora de los criollo-mestizos. Aquellos indios que adquirieron el verbo, escribirán la política subalterna con cada actividad de protesta, de formación ideológica, sea en las organizaciones campesinas o en las plazas cívicas.

“Submundo de la política aymara”, retrata ese campo informal de la política. A diferencia de “La rebelión en las venas. La lucha política en Bolivia 1952-1982” (1987) de James Dunkerley, que estudia la política en las esferas del poder y de la casta de la segunda mitad del siglo XX, Gustavo Calle, toma lo microsocial como eje del cambio político, describe a los que no son retratados por la academia y la historia oficial. Esto es importante analizar, porque, aquello que llamamos como un hecho histórico y que lo conocemos a través de los libros de historia, más resaltan las huellas de personajes que no tienen relación con el “sub mundo” de una sociedad. Es decir, los personajes que aparecen en la historia boliviana, pertenecen a las altas esferas del poder, la “masa” que ejecuta aparentemente los ideales de estos personajes son desconocidos. En sociedades que pasaron la experiencia de la colonización, está claro que, la historia de los colonizados fue testimoniada por los vencedores, y en ella aparecen los personajes que son descritos por los historiadores. Se deja de lado las pequeñas e insignificantes acciones de los desconocidos, que no tuvieron el apoyo ni los recursos para ejecutar sus ideales. Parece romántico pedir justicia histórica y que, desde luego, no sirve de nada, porque ya no existen. Pero los “insignificantes” hechos sociales en la historia misma y que no es registrada, influyeron en la formación social boliviana, tal es el caso de Julián Apaza Nina que, era un indio del común, sin relevancia social antes del cerco, pero que supo articular todo el descontento social de su época en una gran rebelión y que las huellas descritas por sus enemigos, hoy es memoria oral y sirve como un personaje simbólico de los movimientos sociales de corte histórico. Otro ejemplo claro, es el movimiento de los caciques apoderados, que reclamaban tierras y derechos a la educación en la primera mitad del siglo XX, ¿Quiénes eran éstos para semejante aventura? Eran representantes subalternos; si bien tenían reconocimiento de sus comunidades, en el campo político dominante, eran poca cosa.

Los activistas de las plazas cívicas, son parte de ese submundo político que aparentemente no influyen en la política nacional y que solamente se dedican a realizar p’axp’aqueria. Gustavo Calle demuestra todo lo contrario, señala que, en aquellos debates se ejerce el intelecto de los condenados de la ciudad, que durante toda la jornada están sumidos al trabajo físico y mecánico; por lo que, esas montoneras se convierten en una vertiente de ideas, que, de alguna manera, influyeron e influyen en los cambios trascendentales del país.

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¿Cuál el fundamento teórico para afirmar que el activismo en las plazas cívicas influye los cambios políticos y sociales en el país?

Las descripciones de Gustavo Calle, se sustentan en Michel Foucault, cuya premisa, “el poder y su aspecto relacional, descentrado y que depende del ejercicio de los sujetos”, nos remiten a idear que el poder se encuentra en todas partes, sea en las altas esferas políticas, así como en los espacios en el que interactúan los subalternos, por tanto, (los fenómenos sociales = a la red relacional de poder), el activismo en las plazas cívicas son espacios para ejercer poder desde abajo. De esta capacidad de ejercicio del poder, el autor desglosa, basándose en teorías, los siguientes: a) Intelecto público= Capacidad de pensar el poder que somete (aunque no se da solo en el sometimiento, ya que la capacidad intelectual es una naturaleza humana y donde se encuentre uno la ejerce), de este modo Intelecto Público = Contexto ? Situación de dominación. b) Contenido del discurso = Discurso como instrumento de denuncia que devela el engaño (Gramsci) Discurso contra hegemónico. c) Efecto de la comunicación practicada = La comunicación interpersonal provoca una red o sistema que reconfigura sentidos de la gente. A través de la comunicación interpersonal se provoca los discursos hacia otros, por los textos, folletos a otros espacios, asimismo, por los mismos oradores. Agregaría, además, que la comunicación interpersonal que se da en las plazas cívicas y por la misma condición y discurso del emisor, que representa otra realidad, otra información desde abajo sobre los acontecimientos, que las que se emiten en los medios de comunicación masiva hegemónicas.

El otro fundamento tiene que ver con la complexión del activismo político en la historia. Gustavo Calle, hace una breve revisión al respecto, nombrando los espacios donde se debatían, como la rimay pampa, los agitadores y propagandistas (caciques apoderados), los activistas políticos y por último los sujetos políticos resultante de esa formación iniciática.

Más allá de este desglose teórico e histórico sobre el ejercicio del poder que estudia Gustavo Calle, se deja de lado un dato importante, que los mismos sujetos subalternos, que ejercían poder en espacios informales, lograron ejercer el poder formal como diputados, tal es el caso de German Choquehuanca, quien fue iniciante de los debates en las plazas cívicas, y, aunque no directamente, el otro caso de la política fue Felipe Quispe Huanca, asimismo, los intelectuales que fueron parte de los debates, en la actualidad generan opinión pública. Entonces, el submundo de la política aymara, influye de alguna manera en el campo político nacional.

Queda claro que, el libro de Gustavo Calle es esencial para entender la política subalterna, más aún, en tiempos donde arrecia la crisis política en los partidos, donde el discurso y las proyecciones nacionales están ausentes. Vale la pena pues leerlo.

 (*) Iván Apaza es ensayista

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Política, sesgos e ideología detrás de la CIJ

Una mirada al reclamo boliviano por una negociación con Chile para una salida al mar.

Primer día de audiencias de la Corte Internacional de Justicia en La Haya. (Foto: Archivo CIJ).

/ 24 de marzo de 2024 / 06:42

Dibujo Libre

Bolivia llevó su diferendo marítimo con Chile ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ), es decir, ante un foro internacional en el que las presiones, las inclinaciones y la ideología, son actores clave a la hora de la toma de decisiones. Es mucho lo que se ha escrito sobre esta iniciativa, sin embargo, si se trata de realizar un balance de las sentencias de la CIJ, el punto de partida es recuperar el carácter político tanto de la Corte –como cuerpo colegiado– como de los jueces individuales que la integran.

Duncan Kennedy, profesor de Derecho de Harvard y fundador de los llamados CRICS o Critical Legal Studies, ha reflexionado sobre la manera en la que la ideología influencia los fallos de los jueces. Obviamente los jueces no son estados de pureza mental abstracta, son seres humanos con claras inclinaciones religiosas, políticas y por supuestos ideológicas, por ello se puede comprender que bajo una composición de jueces pueda darse un fallo como Roe vs Wade de 1973 que ratifica el derecho de las mujeres a optar por el aborto, y bajo una composición distinta de jueces dejar sin efecto el mismo fallo, como sucedió en el año 2022, mucho más si tomamos en cuenta que el ex presidente Donald Trump mencionó en su campaña de 2016 que nombraría jueces ideológicamente contrarios a Roe vs Wade en busca de anular el fallo, y lo hizo.

A diferencia de las tradicionales teorías jurídicas, Duncan Kennedy considera que las normas no son guías, sino restricciones para resolver casos. Los jueces, en consecuencia, al adaptar la norma a un caso concreto deben interpretarla. Pero en el acto interpretativo la ideología se inmiscuye. Kennedy considera que hay tres tipos de jueces: los activistas (que buscan una sobreinterpretación de la ley, hasta casi reinventarla); los mediadores (que buscan un punto medio); y los bipolares (esquizofrénicos que varían sus fallos de acuerdo con sus temores o preferencias circunstanciales). Los tres tipos de jueces tienen en común estar mediados por la ideología, pues en el primer caso (los activistas) su sobreinterpretación está mediada por lo que ellos consideran “bueno” a la luz del sistema político, cultural y económico en el cual han sido criados y educados, y que muchas veces ellos consideran natural. Lo mismo para los mediadores que buscan un punto medio como canon de justicia, a partir de lo que ellos también consideran “bueno” o justo medio aristotélico. El punto medio es también pre definido por lo que un juez considera justo y esto depende del sistema cultural, político y social en el cual creció. Los bipolares siempre están mediados y abstraídos por preferencias y temores que también son ideológicos y culturales, muchas veces, son presiones externas, desde las políticas hasta las económicas.

Estos sesgos ideológicos cobran mayor importancia si se analiza a jueces de un tribunal que atiende casos de diferentes estados, culturas e ideologías, como es el caso de la Corte Internacional de Justicia (CIJ). El profesor de la Universidad de Chicago Eric Posner y su estudiante Miguel F.P. de Figueiredo han investigado si las resoluciones de la CIJ pueden ser consideradas “sesgadas”. Sus resultados son más que interesantes. Según Posner y De Figueiredo, los jueces de la CIJ favorecen en sus fallos a aquellos Estados que son similares a sus Estados de procedencia en las dimensiones de cultura, régimen político y riqueza. Es decir, los jueces favorecen a sus afines.

Dada la composición de los jueces de la CIJ, es decir de los países de procedencia, de los sistemas de Derecho en los que se formaron, estas dimensiones se traducen en cumplimiento de derechos humanos liberales, democracia occidental y apertura comercial y económica al mundo, es decir, modernidad liberal pura y dura. La composición de los jueces de la CIJ, tanto en el tiempo del fallo Bolivia v. Chile, como actualmente, posee una presencia anglosajona muy fuerte y de comprensión del Derecho como Common Law. Vale destacar que ninguno de los jueces, tanto en el tiempo de la sentencia de Bolivia v. Chile, como actualmente, tiene al español como lengua materna, y muchos de ellos viven hace mucho en una parte del mundo de la cual se irradia un sistema mundo capitalista y de mercado.

Ni Posner ni De Figueiredo, mucho menos Kennedy, consideran que los jueces puedan ser imparciales y objetivos al aplicar el Derecho. Sus hipótesis buscan reafirmar el juego político que está detrás de lo jurídico. Y este juego político no es solo con el oponente, sino también con el juzgador. Los foros de justicia, los tribunales internacionales, las cortes internacionales de justicia no pueden ser más que acompañantes de la política dominante a nivel mundial, no es casual que frente a los abusos de Israel respecto a Palestina la CIJ no haya resuelto ordenar a Israel que detenga la agresión.

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Además, un componente que muchas veces quienes trabajan en el campo jurídico tienden a olvidar, es que los tribunales de justicia deciden sus causas mediante votos, y en ellos se muestra la tensión, la inclinación, la parcialidad de sus opiniones y resoluciones. Esto nos debe llevar a prestar atención a que no se trata de una decisión pura, en razón y en derecho la que triunfa, sino la decisión que obtiene más votos, la decisión que arrastra mayor convencimiento, que como señalan Kennedy, Posner y Figuereido, dependen de la afinidad política de los jueces con las representaciones políticas que tienen.

Para finalizar, desde el 6 de febrero de 2024 el presidente de la Corte Internacional de Justicia es el juez libanés Nawaf Salam, quien casualmente tuvo una opinión y voto disidente en la sentencia Bolivia v. Chile de 24 de septiembre de 2015. Para el juez Salam, Bolivia debía ganar el caso y en consecuencia debía darse el restablecimiento de las mesas de negociación entre Bolivia y Chile en busca de una salida al mar. Como señala en su voto y opinión disidente: “es mi opinión –señala el juez Nawaf Salam– que el canje de notas entre Chile y Bolivia en 1950 constituye un acuerdo que establece la obligación de las partes de negociar. Considero también que los acontecimientos que siguieron, en particular el Memorándum Trucco, Declaración de Charaña, carta del 18 de enero 1978 del presidente chileno al presidente boliviano, y la participación de Chile en futuras rondas de negociaciones (en particular, el período del llamado “enfoque fresco”, el mecanismo chileno-boliviano de consulta política introducida a principios de la década de 1990, la Agenda de los 13 puntos de julio de 2006 y el establecimiento en 2011 de una comisión binacional para negociaciones a nivel ministerial) constituyen un conjunto de acciones a partir de las cuales se puede inferir razonablemente que Chile y Bolivia estaban sujetos a una obligación consistente de negociar para otorgar a este último acceso soberano al océano Pacífico” (párrafo 22 de la Dissenting opinion of judge Salam, traducción propia)

En consecuencia, fue la suma y resta de votos, es decir, una práctica política, la que llevó a la opinión del juez Nawaf Salam, actual presidente de la CIJ, a retroceder y ser incorporada como una opinión disidente.

 (*)Farit Rojas Tudela es sociólogo

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Escudos, bazucas y tricolores

El carácter distintivo tradicional de la clase media se confrontó con nuevas clases medias que reivindicaron su raíz indígena.

/ 24 de marzo de 2024 / 06:38

Dibujo Libre

Los días nublados suelen cargarse de emociones, para muchos el frío y la falta de sol despiertan tristezas. Para otros, la tenue lluvia brinda un aura ideal para la bebida caliente y descansar por un instante. En La Paz, ante la tenue lluvia, me resulta inevitable recordar aquellos días marcados por la humedad y el olor a pólvora y gas que impregnaban la ciudad.

Sí, hace no mucho tiempo, las calles de nuestra ciudad se llenaron de barricadas y cuerpos de todas las formas y orígenes sociales. Enfrentados y atrincherados en nuestros principios, aquel 2019 marcó a una generación de jóvenes que creció en tiempos de paz y, por primera vez, encarnaba en su corazón el coro de nuestro himno “morir antes…”. Convocada a defender su identidad, esa generación se dividió entre quienes alzaron Wiphalas y hondas, frente a quienes empuñaron tricolores y bazucas. Ese fue el bautizo de sangre de mi generación, permitiéndole formar parte de la historia de nuestro gran país, cuyo andar todavía le debe mucho a los que tienen menos y cada vez menos a los que siempre tuvieron más.

Desde aquellos días, se ha derramado ríos de tinta sobre lo que pasó y sus protagonistas. Se habló de “Héroes de la Democracia”, otros optaron por “Héroes de Senkata y Sacaba”, y en ambos casos quienes bautizaron a esos jóvenes no fueron sus combatientes, sino intelectuales con la imperiosa necesidad de mostrar que eran capaces de “explicar” lo que pasaba. Nos nombraron sin preguntarnos nuestras causas, sin escuchar lo que vivimos, más en silencio esperan nuestro agradecimiento por incluirnos entre sus páginas. Empujado por tan triste rigurosidad, fui a hablar con quienes salieron a la calle, en particular con quienes alzaron la bandera opuesta, pues con los míos ya había hablado, combatido y llorado.

Rompiendo prejuicios, aprendí en los jardines de la UCB sobre aquella causa de Democracia y Libertad, sobre los encarnizados enfrentamientos en Achumani, Irpavi y Cota Cota. ¿Qué llevó a estos jóvenes a empuñar bazucas y escudos? ¿Cómo se organizaron? ¿Por qué lo hicieron?

Para tal fin, debemos descartar las respuestas fáciles, como la del Fraude o las fakenews, necesitamos ir más profundo en su identidad y composición social. La mayoría de estos jóvenes creció en barrios del centro y la Zona Sur, con padres mayormente profesionales y al menos una empleada. Estudiaron en colegios privados, esos que sin ser muy caros logran diferenciarte de la muchachada por su tradición, “valores” y el círculo social que integran. Crecieron en un entorno endogámico, un circuito de colegios que logra, junto a las familias, que los estudiantes de estos colegios se conozcan entre sí y no busquen más allá de su ecosistema. Lejos de cualquier plan maligno, el intento de preservar el capital social y cultural es una tarea fundamental de cualquier clase media, y más en Bolivia, donde ante cualquier resabio de origen popular se te acusa de “cholo” o “arribista”. Así aprendieron a ver el país desde los ojos de intelectuales, empresarios y políticos de la elite nacional. Les inculcaron que en Bolivia debían gobernar “los más aptos”, aquellos que provenían de los mejores colegios, universidades y con un historial familiar “impecable”, libre de cualquier rastro plebeyo. Por supuesto, les dijeron que esas personas salieron de sus mismos colegios y universidades, transmitiéndoles que era su derecho gobernar este país.

Ilusionados, en sus “capsulas del tiempo” prometieron ser los próximos presidentes y ministros. A quienes aborrecían la política, les ofertaron ser grandes empresarios, científicos o intelectuales. Su tránsito del colegio a la “U” fue tan natural como el pasar del agua en un riachuelo. Sus familias no se prestaron dinero, la mamá no tomó dos trabajos y nada de trabajar y estudiar a la vez. En sus aulas se toparon a sus amistades, gente de otras ciudades –con las mismas credenciales sociales– y foráneos, jóvenes de zonas populares de La Paz y El Alto.

Entre los últimos, la mayoría deseaba imitarlos, sumarse a sus grupos, ir a sus fiestas y cortejar a la misma gente. Su mundo endogámico se agrietó porque, como hormigas por la pared, en su espacio comenzaron a filtrarse hijos de comerciantes y constructores. La respuesta fue obvia, rechazarlos, alejarse lo más posible y aumentar los filtros para no perder “la calidad de la gente”. Si la intromisión ya les molestaba, la respuesta de esa minoría fue peor, pues teniendo más dinero que ellos, se negaban a imitarlos. Estos, hijos de la Eloy y la Garita, estaban más atentos al Gran Poder y poco o nada les interesaba aquel pequeño reino de la clase media. Una vez una anciana me dijo: “lo único peor que verlos (a los indios) arrastrarse es que uno te sostenga la mirada”.

Algo estaba mal, el mundo de afuera no era igual al prometido, y ahí llegaron sus docentes. Igual que los profes de colegio, éstos alimentaron aquella ilusión hablando de la excelencia académica y el prestigio de su universidad. El rectorado también cumplía su parte, invitando a expresidentes y empresarios a contarles de una “República” muy distinta, casi utópica, a aquel “Estado Plurinacional” en el que vivían. Una Bolivia donde las empleadas pedían sólo un poco más que un cuarto para dormir y los jardineros un poco más que el almuerzo. Todos convenían en que los pobres debían vivir con lo necesario para no protestar, pero sin lo suficiente para “igualarse». La igualdad no molesta por la redistribución, sino por la pérdida de privilegios.

Exaltados, descubrieron que esa República existió siempre, pero ahora corría peligro. Todo cobraba sentido, la “indiada” en el poder amenazaba su orden. El país peligraba porque gente “ignorante” estaba en los principales puestos de dirección del Estado. Su distinción como clase media estaba amenazada ante el ascenso de sectores populares que invadían sus circuitos de reproducción social. Su carácter distintivo como clase media se difuminaba ante nuevas clases medias que, con credenciales culturales y sociales paralelas, reivindicaban su raíz indígena, denostando a la antigua por su blanquitud. Por si faltara, encontraban en los discursos del Presidente ataques directos contra su clase, favoreciendo así el ingreso al Estado a hijos de los mercados y sindicatos.

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Frente a ello, estos jóvenes optaron por salir a la calle, los medios y las redes a defender la Bolivia que les prometieron. Su fuerza jamás radicó en las fakenews o el discurso del fraude. Siempre estuvo ahí, en lo más profundo de su identidad, en su constitución misma como clase social. Fue en defensa de ese viejo orden republicano que estuvieron dispuestos a levantar barricadas, soportar gases, incluso tomar las armas con las cuales combatieron en barrios propios y ajenos a aquellas “hordas” que, desde hace 14 años, asediaban su modo de vida. Así, la clase media tradicional inició un proceso de radicalización anidado en la defensa de sus privilegios, militarizando sus formas de protesta en la búsqueda de restaurar el antiguo orden social, empujando a sus jóvenes a salir y luchar para “salvar y liberar Bolivia”.

Se intensifica la lluvia, pasa de su tenue andar a una tormenta y los recuerdos de las acciones y las causas se mezclan. ¿Somos aquello por lo que luchamos, o luchamos por aquello que somos? Por hoy, veo bien parar y dejar para después la forma en que estos jóvenes se organizaron en la calle. Mientras, esperemos que la lluvia pase y que los recuerdos, como la historia, pervivan en los corazones y no en los archivos

(*)Tupaj García es sociólogo

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Luis Arce y el arcismo en perspectiva

Rodrigo Ayala Bluske, Susana Bejarano, José de la Fuente, Israel Quino y Daniel Valverde brindan sus miradas sobre el ala más oficialista del oficialismo.

Cinco visiones sobre el lado más oficialista del oficialismo

Por Pablo Deheza

/ 17 de marzo de 2024 / 06:58

El punto sobre la i

Un grupo de destacados intelectuales bolivianos, conocedores y acuciosos observadores de la realidad política nacional, comparten sus puntos de vista en relación al liderazgo del presidente Luis Arce y el grupo al interior del MAS-IPSP que le respalda. Rodrigo Ayala Bluske, cineasta y ensayista; Susana Bejarano, politóloga; José de la Fuente, abogado e investigador social; Israel Quino, politólogo; y Daniel Valverde, abogado y analista, son nuestros invitados para la ocasión.

¿QUÉ JUEGA A FAVOR DEL ARCISMO?

RODRIGO AYALA. En primer lugar, la estabilidad macroeconómica, que ha logrado mantener desde el inicio de su gestión. En el “contrato implícito” que la sociedad boliviana ha establecido con sus gobernantes desde hace varias décadas, temas como la estabilidad cambiaria y la gasolina barata, entre otros, son fundamentales. A pesar de que se le han presentado varias “grietas” en el modelo, con el telón de fondo del rápido agotamiento de las reservas de gas, ha logrado hasta el momento evitar un quiebre de alto impacto. Ello le garantiza el control sobre el aparato estatal en su conjunto, merced al cual tiene una fuerte influencia en los restantes poderes del Estado. En segundo lugar, le favorece la precariedad de la oposición “tradicional” y el hecho de que por razones discursivas e históricas al evismo, le sea difícil llegar a un acuerdo formal con ella.

SUSANA BEJARANO. A favor del arcismo juegan dos cosas: la primera es estar en función de gobierno. Bolivia es un país presidencialista, la mayor fuente de empleo directo e indirecto es el Estado; por tanto, se siente la necesidad de aproximarse al gobierno de turno. Lo segundo es que las principales organizaciones sociales del país han dado su respaldo, para muchos simplemente por oportunismo y para otros porque con el gobierno de Arce estas organizaciones ocuparon una mayor cantidad de puestos políticos que en todos los gobiernos del MAS; es decir, porque, para bien o para mal, es un gobierno de las organizaciones.

JOSÉ DE LA FUENTE. Uno, la administración del Estado, la herramienta desde la que el arcismo opera sus ventajas. En el Ejecutivo, la presidencia, los ministerios, las empresas públicas, algunos gobernadores y muchos alcaldes, es el tándem desde que el cual se instala impronta con el centralismo a su favor. Dos, el Legislativo bajo control del vicepresidente, junto a las presidencias de la Cámara de Diputados y de la principal Comisión de Constitución y, las oposiciones, con el evismo a la cabeza, divididas y dispersas. Además, un grupo decisivo de entre 20 y 30 diputados y senadores que convergen en casos extremos que ya han logrado varias victorias. Tres, son parte del juego los altos cargos judiciales, ahora con más razón porque la autoprórroga está protegida. Es una enorme capacidad institucional la que juega a fondo por el arcismo.

ISRAEL QUINO. Que hoy por circunstancias verdaderamente coyunturales detentar el poder y el manejo de estructura estatal, y a título de ello inclusive pueden disponer de una serie de privilegios políticos que les permite ejercer hegemonía en las instituciones de su dominio desde el propio Estado. En política, tener de lado a las estructuras castrenses policiales, e inclusive hasta judiciales, entre otros, a nadie le viene mal.

DANIEL VALVERDE. En un sistema político altamente presidencialista y con una cultura política marcadamente caudillista como es el nuestro, Luis Arce Catacora tiene a su favor en primera instancia el manejo del Estado, que es un imán para los grupos corporativos o clientelares a efectos de sacar ventajas o licencias que le permiten actuar con función de intereses y beneficios. Le favorece también su larga experiencia en el manejo de la cartera económica del Estado. En cuanto a la construcción de un perfil de caudillo, que pueda atraer a sectores de la sociedad, el presidente Arce le juega en contra su limitada capacidad comunicativa emotiva que fideliza a sectores populares. No obstante, le favorece el hecho que su principal contendor en esa plaza político electoral, Evo Morales, está en dificultades, sobre todo con los sectores populares urbanos.

¿QUÉ JUEGA EN CONTRA DEL ARCISMO?

RODRIGO AYALA. Sobre todo, las fisuras que se han venido dando en la economía básicamente por la falta de dólares. En la medida en que esas grietas se hacen notorias en la sociedad, mediante la escasez ocasional de gasolina, por ejemplo, o las subidas del costo del dólar paralelo, ligadas a su escasez en los centros económicos establecidos, se generan sensaciones de desconfianza. Por otra parte, como todo gobierno en ejercicio, al de Arce le toca sufrir el desgaste que ocasiona el ejercicio de la gestión de manera general; el cansancio con el tema de la justicia, iniciativas conflictivas, como la relacionada con la presentación de la ley relacionada con la jubilación obligatoria a los 65 años, etcétera.

SUSANA BEJARANO. Lo que hoy juega en contra del arcismo es lo que otrora fuera su gran fortalece: la economía. Cualquier desajuste de esta es responsabilidad del gobierno y de Arce, “padre del modelo”; por tanto, cuanto más afectada esté la economía mayor repercusión sobre el presidente y su gobierno.

JOSÉ DE LA FUENTE. Uno, la incertidumbre por la falta de dólares, combustible, los dañinos bloqueos de caminos y una inocultable crisis política han logrado que las personas y los agentes económicos actúen a la defensiva y todos vivamos preocupados. Dos, en consecuencia, sobresale la insuficiente gestión política del oficialismo frente a la incertidumbre. Hay un escenario político en crisis, las organizaciones políticas y sociales divididas, entonces sobresale la falta de capacidad gubernamental para gestionar acuerdos coyunturales, sectoriales o de corto o largo alcance detrás de una visión estratégica sobre la crisis. El victimismo (típicamente evista) o la denuncia no son acciones constructivas, solo es una forma reactiva, testimonial y que no tranquiliza a nadie. En tercer lugar, la comunicación gubernamental a lo tradicional y que solo informa de obras o entregas, cuando lo que está en disputa es un proyecto político y éste debiese ser el objetivo mediático.

ISRAEL QUINO. Están desorbitados en el horizonte político. No tienen una identidad política propia, tampoco tienen una organización política que puedan disponer para un siguiente proceso eleccionario, a pesar de su discurso de izquierda ideológicamente no identifican su lugar en la historia. La división y fragmentación de sus organizaciones sociales y teniendo sólo algunos dirigentes no es sinónimo o garantía de tener a todo el movimiento popular indígena que es la base dura de la izquierda en el país. Menos eso se traduce en preferencia electoral desde luego.

DANIEL VALVERDE. El descontrol de la Asamblea Legislativa y la falta de operadores políticos que puedan promover acuerdos oportunos, afecta notoriamente al gobierno y la imagen de Arce, quien como gobernante se ve impedido de tomar decisiones oportunas en temas muy sensibles para este tiempo, como la economía o las elecciones judiciales. Su gobierna se percibía en sus inicios, como un gobierno de dialogo, amplitud, corrección, y hasta reconciliación, algo que no ocurrió y más bien se acentuó la imagen de un presidente hasta cierto punto parco y obstinado con sus posiciones. La incertidumbre económica con visos de crisis, generada por factores internacionales e internos, está provocando dudas en cuento ha sido su principal capital político, la del hombre con imagen de acertado en la económica y de finanzas y su resultado la estabilidad.

¿QUÉ FORTALEZAS TIENE LUIS ARCE?

RODRIGO AYALA. El control estatal que tiene el arcismo, le permite a su vez tener una relación fluida con la mayor parte de los movimientos sociales. Uno de los rasgos centrales de la configuración estatal a partir del 2006, ha sido la de incorporar mediante distintas vías a los movimientos sociales al aparato estatal; esa característica ha hecho que en la coyuntura le haya sido sencillo arrebatar al evismo el dominio de lo que históricamente se ha denominado el “Pacto de Unidad”, con la excepción de unos pocos sectores, entre los que sobresale el de los cocaleros del trópico cochabambino. Gracias a ello tiene un dominio territorial que en las últimas décadas ha mostrado ser clave para el ejercicio de la política boliviana.

SUSANA BEJARANO. Luis Arce es una persona que corresponde más con las aspiraciones de la nueva clase media formada por el MAS, no porque Arce haga mucho para que así sea, sino porque encarna el sueño que vendió el proceso de cambio: “nuevas élites profesionales que nunca tuvieron espacio hoy están gobernando”. En este campo no podemos abstraernos de la variable indígena. Ahí está la habilidad de Arce, la de incluir (otra vez: para bien o para mal) a las organizaciones sociales en su gabinete.

JOSÉ DE LA FUENTE. Una, su principal fortaleza, al igual que en las decisivas elecciones generales del 2020, es que la ciudanía, las organizaciones sociales y los agentes económicos lo reconocen por su experiencia de economista y gestor público. Dos, este perfil tiene especial valor en una compleja coyuntura política y económica internacional y nacional y cuyos temas son la efectividad de la democracia, el sentido del Estado, el alcance de la economía pública, la colonización puesta en evidencia al medio de guerras, masacres y genocidios, y un mundo multipolar en construcción que, centralmente, discute en torno a otro modelo de economía mundial. Tres, es un intelectual de clase media y forjado en el proceso político del cambio. Esto también tiene un alto valor de cambio en un ciclo que debe recuperar a la clase media que el propio proceso multiplicó y que desde un principio desdeñó.

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ISRAEL QUINO. La experiencia de la administración pública del Estado durante la cantidad de años que trabajó como funcionario público, principalmente cuando ejerció como ministro de Economía en el gobierno del expresidente Evo Morales y ahora su paso por la Presidencia de Bolivia. Ello le permite tener una fortaleza en el área económica al mando de su gobierno en este periodo constitucional.

DANIEL VALVERDE. A Luis Arce, aun le favorece la experiencia en el manejo económico del Estado, y la imagen que forjó sobre todo en los 14 años del Gobierno a la cabeza de Evo Morales. Su apuesta actual de ofrecer una visión de mediano a largo plazo que permitan capear la situación actual de incertidumbre y renovar las expectativas de la población, focalizando sus acciones y discurso en asuntos como la industrialización, sustitución de importaciones, el potencial del litio y el apoyo para el fortalecimiento de la producción agrícola y pecuaria del país, sobre todo del oriente del país, son una ventaja que aun hacen sentido en buena parte de la población, cabalmente por su imagen y experiencia.

¿QUÉ DEBILIDADES TIENE LUIS ARCE?

RODRIGO AYALA. A pesar del temor que suscita en varios sectores políticos y sociales un hipotetice retorno del Evo Morales al poder, al arcismo le resulta difícil establecer una comunicación fluida con actores políticos ajenos al “universo” del MAS e incluso a otros pertenecientes a la clase media tradicional, lo que hace que a momentos tenga que pelear a “dos frentes”, lo que debilita su capacidad de acción en la coyuntura. Si bien hasta el momento Arce ha podido imponer sus principales metas políticas, ese aislamiento podría debilitarlo para momentos clave que tendrá que sobrellevar en el futuro próximo.

SUSANA BEJARANO. Su gobierno ha mostrado una resistencia al cambio y esto resiente la gestión pública.

Creo que otra debilidad es liderar un ala en la pelea del MAS. Cualquiera diría que Arce no tiene otro camino y es probable que sea cierto, pero el resultado de esto es que Arce es el blanco central de ataques dentro de su propio partido, y eso no tiene otra lectura desde la perspectiva de la gente que de una debilidad. Otra dificultad que veo es que comunica poco. Cómo Luis Arce interpreta su propio gobierno es algo desconocido para la gente.

JOSÉ DE LA FUENTE. La primera debilidad, la más paradójica, es que Luis Arce fue elegido, atinada e inteligentemente, como candidato a presidente por Evo, pero ahora su principal opositor. Ser de la fracción que abandona el núcleo siempre es una desventaja, aunque natural como la vida, porque el sentido conservador siempre toma a herejía la disidencia. Dos, en los 14 años de gestión continua, Arce no desarrolló liderazgo político y, de nuevo, volviendo a las paradojas, fue quizás, por eso mismo, que es el elegido. La desventaja es que Arce empieza con deuda y unos acreedores ansiosos de una transición administrativista de la política y la economía y, por lo demás, concentrado a las alfombras y los manteles para la reivindicación histórica. No fue el caso, el presidente dijo de entrada que él gobernaría, ahí empezó la guerra sin cuartel. Tres, el mensaje presidencial para enfrentar la crisis y, sobre todo, el próximo periodo necesita más que solo una imprescindible propuesta de industrialización, el objetivo debería ser un pacto para un nuevo ciclo.

ISRAEL QUINO. Que a más de tres años de gestión y siendo presidente aún no trasciende como un líder social – nacional, su liderazgo es netamente estatal y a ello se suma su distanciamiento del MAS-IPSP y el expresidente Evo Morales le juegan en contra. De continuar todos así exponen a un grave riesgo inclusive la permanencia de la izquierda en el poder político.

DANIEL VALVERDE. Luis Arce juega sus cartas en un escenario económico y político adverso que demanda acuerdos, señales que generen esperanza, y mucha comunicación. Las limitaciones de comunicación y el hecho de no contar con una trayectoria política que pueda permitirle una narrativa en función a sus propios logros es una de sus debilidades. El desgaste de una parte de su gabinete y no contar con una organización política ni la legitimidad suficiente para tomar el control del MAS, también le generará dificultades en los siguientes meses.

 (*)Pablo Deheza es editor de Animal Político

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