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Romper con el ‘pacto patriarcal’

Sala de prensa

Cuando hablamos de “pacto patriarcal” nos referimos a la alianza basada en la complicidad y el silencio, donde los hombres se protegen, legitiman y excusan sus actitudes y acciones misóginas, sexistas y homofóbicas; en este sentido, es un acuerdo implícito entre los varones que sirve para aminorar sus acciones que afectan la integridad de las mujeres, tales como el acoso en diferentes espacios, violencias de diferente tipo, violaciones y todo tipo de agresión hacia la mujer.

Para ser más claros, un ejemplo del pacto patriarcal es el grupo de WhatsApp en el que los hombres pasan fotos de mujeres desnudas, conocidas o amigas como un objeto para consumo sexual, chistes sexistas o información de la vida sexual sobre sus parejas. O cuando un empleado ve que un compañero de mayor o menor rango acosa a una mujer y voltea a mirar a otro lado, también se habla de pacto patriarcal.

La feminista Rita Segato lo definió así en una entrevista: “¿Qué es el pacto patriarcal? Es cuando solo el hombre se considera a él y a otros congéneres como sujetos de derecho y a la mujer un objeto de deseo de los sujetos. De esa forma, se las despoja de todos sus derechos y las mujeres tenemos que probar una y otra vez que somos personas”.

En nuestra sociedad, identificamos este tipo de acciones que responden al pacto patriarcal cuando una mujer decide hablar, denunciar públicamente o ante las instancias institucionales y es respondida con un “¿estaba borracha?”, “¿Qué hacía ahí a esa hora?”, apuntando a esto como justificativo para que a una mujer la agredan, acosen, violen, etc. Con estos cuestionamientos a las víctimas, lo que se hace es aminorar la responsabilidad del hombre y buscar una corresponsabilidad en la víctima, provocando a la vez un grado de culpa en ella.

Esto se replica en enunciaciones como “yo lo conozco, es buen tipo, no creo que él haya hecho eso”, “hasta que no hayan pruebas yo no sé si es verdad”. Parecería que siempre es mucho más fácil dudar de las víctimas que de la persona acusada en estos casos, esto responde perfectamente al pacto patriarcal, en el que siempre codo a codo los hombres procuran mantener su puesto de privilegio, aminorando cualquier hecho como si hubiera una corresponsabilidad con la víctima. Tristemente, en una sociedad patriarcal como la nuestra se podrían tomar muchos ejemplos más, como bromas relacionadas a la vida sexual, comportamiento, o relación marital de una mujer, el acoso hacia la mujer en escuelas, universidades, trabajo, etc., o cuando en los medios de comunicación reproducen el mal llamado “piropo callejero”, como una forma de naturalización de cómo tratar a una mujer en su perspectiva de mujer-objeto.

Las “manadas” machistas también son el producto de este pacto, pues entre grupos de amigos reproducen, callan o avalan y aplauden sus hechos machistas impunes. Respondiendo muchas veces a su condición privilegiada de clase o a una visión de poder, como en el caso de un exministro del gobierno de Jeanine Áñez o de las denuncias de personas de la Universidad Católica Boliviana, que aprovechándose de un cargo público alto de poder en el primer caso, o de su círculo inmediato de micropoder en relación a la organización de fiestas en el segundo, abusaban a jóvenes e incluso menores de edad. En estos casos su círculo de amigos y amigas sabían de los hechos, pero bajo la lógica del Poder de sus amigos y de su pacto implícito no denunciaron.

Romper el pacto. La forma de romper este pacto patriarcal es cuando los hombres dejan de ponerse del lado de sus congéneres, los denuncian, no participan en las dinámicas sexistas o hablan al respecto. Esto implica la toma de conciencia por parte de los hombres (y también de algunas mujeres) de que deben denunciar y dejar de minimizar hechos de violencia, abuso, violación, acoso por parte de sus amigos, colegas, conocidos, etc. Porque se convierten en cómplices con su silencio o búsqueda de justificación.

¿Cómo afecta el pacto patriarcal a las mujeres y reproduce la injusticia? Un caso concreto que ha salido a la luz estas últimas semanas en La Paz es el de las estudiantes de la Universidad Católica, que contaban sus experiencias de acoso por parte de un grupo de jóvenes que, a usanza de su influencia en su círculo inmediato al organizar fiestas, acosaba o abusaba de jóvenes. En respuesta ha surgido una importante articulación de mujeres denunciando y en búsqueda de justicia, mostrando cómo entre mujeres se está construyendo cada vez más fuerte un vínculo de apoyo y soporte en estos casos, que muchas veces no son atendidos de manera eficiente y oportuna por la Justicia.

También ha dejado ver la reacción de personas que conociendo o no a los denunciados, los defendía o dudaba de las acusaciones. Es justamente de esta manera que la sociedad y la Justicia reproducen este pacto patriarcal machista, cuando los policías y operadores de justicia revictimizan a la mujer, cuando ponen en duda absoluta las declaraciones. Mientras las instituciones, los servidores públicos y los operadores de justicia continúen arraigados a su construcción patriarcal y carentes de una perspectiva de género, los avances van a continuar siendo muy lentos en el ámbito de la justicia para las mujeres.

De esto, se entiende que una víctima prefiere no denunciar porque sabe que además tendrá que lidiar con un sistema machista en el que muy probablemente no consiga justicia. Innumerables veces, aún teniendo casos muy claros de feminicidio, las familias se encuentran por años pidiendo justicia, por si alguien todavía tiene dudas de por qué no es fácil hacer una denuncia de este tipo, además de toda la carga social y culpabilización que vienen en cadena.

(*) Patricia Guzmán C. es politóloga feminista