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NARRATIVA, POLÍTICA Y REALIDAD

DIBUJO LIBRE

Cuáles son los hábitos dominantes del análisis político en nuestros espacios mediáticos? El criterio interpretativo de valoraciones subjetivas y personales reducidas a la exposición simplista del “yo creo” y “yo pienso”, expuestas con una carga de mayor histrionismo y extravagancia como muestra veraz de convicción en la exhibición de la verdad “conseguida y defendida”, podría ser una respuesta a la interrogante inicial.

Las sociedades se fragmentan de formas infinitas, se polarizan y se distancian en apariencia irreconciliable, esto porque la naturaleza de ellas se caracteriza por miradas y sentires variados en las maneras de gobernarse y de disipar sus prioridades e intereses. Se instalan entonces significantes vacíos, palabras o imágenes, en los hechos términos privilegiados, significantes sin significado que condicionan los constructos discursivos de manera determinante en este tiempo político.

Los hechos acontecidos en 2019 conservan a nuestra sociedad enfrentada ahora en interpretaciones, significantes, categorías y conceptos: una narrativa que habla de Fraude y No- Golpe frente a una vívida realidad de Golpe de Estado y Gobierno No Constitucional. El problema de fondo trata sobre la desesperada impunidad que buscan, unos por su participación en aquellos días de muerte y dolor y, otros, en la búsqueda de memoria urgente por la ruptura institucional y la violación de los derechos humanos de una extensa y dramática lista de hombres y mujeres bolivianas.

La instalación de la narrativa post noviembrismo llega en el propósito de sobresimplificar premeditadamente la ruptura constitucional en un hecho —improbado a hoy— como fue el relato del fraude. La construcción ficcional de la derecha conservadora se asienta, desde entonces, en un extenso eje discursivo polivalente que pretende soterrar e invisibilizar el neogolpismo propiciado desde el conglomerado político, cívico, empresarial, mediático e institucional del país.

El relato de quienes subvirtieron el orden constitucional inicia con la instalación de un imaginario gesto épico que llamaron “la revolución de las pititas”. Los hechos de la realidad develaron que aquello fue un intento regresionista, un camino al tiempo del Estado neoliberal, caracterizado por clases sociales privilegiadas y dominantes, fuertemente transversalizado por miradas de soslayo racializado y favorecimiento de intereses económicos. Algo así como una síntesis desagradable de la historia de un país plural donde millones de seres estuvieron penados, filosóficamente, en el anonimato cruel de una vida resignada a los contornos de lo social y lo político.

La narrativa del fraude expresa un intento de validación del pensamiento no democrático, con intencionalidades inocultables de repudio a la diversidad, a la otredad y a las ideas inclusivas. Un relato con dos momentos: una acción rupturista y de implementación de las nuevas formas de golpe de Estado que buscan ser normalizadas y aceptadas como metodologías modernas y admitidas de recambios y alternancias gubernamentales; y una práctica constante sobre la conciencia de la individualidad del ciudadano, distorsionando lo que se sabe, lo que se piensa y aquello que se siente en relación a las experiencias presenciadas e innegables.

El relato/narrativa ficcional del fraude, de la revolución democrática de las pititas, de la sucesión constitucional y de la recuperación de la libertad y la institucionalidad democrática expresa en términos transformadores, la reificación de lo social y popular que, ante el fracaso en su tiempo de gobierno, pretende excusar responsabilidades y culpas. La construcción discursiva del fraude es el camino a la desesperada impunidad primero y a la normalidad de las formas rupturistas después.

Frente a la narrativa del fraude indemostrado hasta hoy, después del uso discrecional del poder propio de un gobierno amparado en la fuerza militar, de la presencia de un representante personal —con afinidades políticas y de clase indiscutidas— en la mayor instancia electoral del país, se coloca la realidad evidente que se cuenta y comprueba: aquel enorme grupo de personas propiciadoras de la ruptura de la secuencia constitucional de un gobierno electo, configuraron un Golpe de Estado para instalar en Bolivia un Gobierno NO Constitucional que violentó derechos, hirió y laceró a cientos de ciudadanos; hostigó, encarceló y en muestra de su inacabado desprecio por la vida humana de los bolivianos, también finalizó abruptamente con la vida de 37 ciudadanos.

La narrativa del fraude enceguece argumentalmente cuando ante ella cuestionamientos irresueltos no encuentran respuesta. La señora Áñez, figura visible del noviembrismo, instrumentalizada por políticos tradicionales, grupos de poder e instituciones, pero también incontrolada en su desesperación de poder desmedido, siempre supo y así se refirió a los medios de comunicación de forma antelada el mismo 10 de noviembre, que debía dar cumplimiento a los artículos 161 y 154 de la CPE (esa misma que ella como constituyente ayudó a redactar) “tendría que convocarse a una asamblea para poner en consideración las renuncias de los primeros mandatarios… primero convocar para consideración de la asamblea las renuncias, así viene la sucesión constitucional…” declaraba la señora Áñez el mismo día que el Mando Militar, horas antes había “sugerido” la renuncia de Evo Morales y Álvaro García Linera.

Un día después vuelve a hablar, y dice que las Fuerzas Armadas le transmitieron que ellas estaban comprometidas con las fuerzas cívicas y que éstas “pretenden acompañar este momento tan difícil”, en la misma declaración dijo estar también en contacto con los organismos internacionales. “Primero voy asumir la presidencia del Senado”, fue su otra declaración. En tanto, políticos de la vieja partidocracia, miembros de organizaciones internacionales y eclesiásticas — que hoy recortan la verdad de los hechos— ya habían concertado que la sucesión era con la señora Áñez, para ello el operador político/ jurídico del eterno representante de la derecha boliviana realizaba consultas personales ante el Tribunal Constitucional (los señores de la reunión en la Católica así lo expresaron) y así encontrar una forma “constitucional” que invierta la inconstitucionalidad pactada. Solo les faltaba lograr lo más ambicioso de la escalada rupturista: convencer a la dirigencia del partido de gobierno de que asistan a la Asamblea para respaldar su propuesta de Áñez Presidente en sucesión presidencial. Tuvieron un no por respuesta y activaron el Plan B sin demora y sin principios democráticos y, por supuesto, también la narrativa de la sucesión constitucional, esa que pueda condescender un rostro amable y democrático al Golpe de Estado.

 (*)Jorge Richter R. es politólogo, actual Vocero presidencial