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TEXTO INÉDITO DE LA GUERRA DEL ACRE

DIBUJO LIBRE

Hace casi un siglo se produjo una de las disputas más importantes en la historia. El famoso empresario Nicolás Suárez y su hijo, de igual nombre, reclamaban al entonces coronel Federico Román Calderón que rectifique las serias acusaciones vertidas sobre la actuación de Suárez padre durante la Guerra del Acre en la épica Batalla de Bahía del 10 y 11 de octubre de 1902, cuando 80 patriotas bolivianos contuvieron el avance brasileño.

1902. Tras la revolución brasileña, que declaró territorio nacional como el Estado Independiente del Acre, la mayoría de los bolivianos se refugió río arriba. En el pueblo de Porvenir se congregaron dueños de barracas y peones para organizar una Columna, la que luego nombró como su presidente a Nicolás Suárez, quien poseía la mayor facultad económica para sustentar con armas y municiones a quienes no las tenían. En la tropa, figuraba Román como capitán de la Primera Compañía.

1922. Por invitación de la Sociedad de Beneméritos del Acre, el coronel Román dictó una larga conferencia sobre aquel suceso. Entre otras cosas, dijo que Suárez intentó un pacto con los levantados un par de meses antes de la batalla, para que respeten sus propiedades e intereses; que durante la batalla quiso disolver a la Columna y buscar la retirada general (por lo menos de su personal); y que, tras la victoria, propuso el fusilamiento de los prisioneros y el regreso de sus trabajadores a la faena gomera sin reconocerles ningún derecho.

Suárez, ofendido, junto a su hijo demandaron la disculpa del coronel ante un Tribunal de Honor. La carta pública concluía que “con su respuesta iremos al terreno del honor”. Frase que Román entendió como una llamada para batirse en duelo de “decorosa distancia de algunos pasos”. Ambas partes nombraron representantes a dos padrinos (Arturo Núñez del Prado y Hernán Velarde por Román; y Domingo Leigue y Walter Frerking por Suárez). Tras algunas reuniones, éstos acordaron llevar el conflicto al Tribunal Supremo de Guerra donde presentarían sus descargos. La recopilación documental y las declaraciones de los sobrevivientes de la batalla duraron poco más de un año y medio. En 1924 se presentaron ante el Consejo que, consciente de decidir “un verdadero fallo histórico”, declinó su competencia y remitió el proceso al entonces Ministerio de Guerra, que también se excusó el tratar “asuntos de esta índole”.

La familia Suárez, dado que su intento burocrático no fructificaría, decidió publicar sus pruebas en forma de libro. Éste salió a la luz en 1928 en una edición de lujo —hoy muy preciada. Ese año, entrevistado por el escritor argentino Ciro Tórrez, el industrial gomero declaró:

En esta obra narro la campaña del Acre. Es un libro de polémica, en respuesta a la conferencia que el general Román pronunció en La Paz y que se publicó en la Revista Militar de aquella ciudad, en los meses de mayo, junio, julio y agosto de 1922, con el título de “Acción de la Columna Porvenir en la campaña del Acre”. Mi libro se llama “Anotaciones y documentos sobre la campaña del Alto Acre”, y está autorizado por los documentos a que me refiero en la narración que hago en él. (citado en Mariano Baptista, Pando y la amazonía boliviana. 2014: 172).

HOY. El libro es uno de los pocos que se han escrito sobre la Guerra del Acre y el único que ha tenido tal repercusión que es catalogado como una de las 200 obras más importantes en la historia nacional. En 2018, el proyecto Biblioteca del Bicentenario realizó una nueva edición incorporando una presentación escrita por Anna Guiteras y la transcripción íntegra de la conferencia del coronel Román.

Hoy, uno de los repositorios documentales del Estado conserva las más de mil fojas colectadas por Suárez. La conmoción abruma por la expectativa de encontrar(se) con la historia. Surgen las preguntas: ¿En qué estado se encuentran?, ¿tendrán algunas notas inéditas?, ¿qué podrían decir?, ¿y si existiera algún documento que no se hubiera publicado? ¡ Jamás alguien creería que el libro no está completo! Una declaración llama poderosamente la atención.

TAHUARITA. El documento es una declaración que hizo José Tahuarita el 2 de julio de 1923 en la joven ciudad de Cobija, entonces bajo la administración del Territorio Nacional de Colonias. Como las demás declaraciones que reunió Suárez en el libro, fue transcrita a máquina en cuatro fojas tamaño oficio con interlineado a espacio y medio.

¿Quién era José Tahuarita? Como muchos otros declarantes, Tahuarita fue miembro de la Columna Porvenir. Perteneció a la Primera Compañía bajo el mando de Federico Román. El soldado recuerda que al momento de la movilización de 1902 “yo era mozo de servicio de la barraca San Juan en el río Manuripi, a cargo de Carmelo Salvatierra, empleado de Nicolás Suárez”. A lo largo del texto explica todo lo que recordó desde su arribo a Porvenir junto a 15 hombres “a fin de contribuir a la defensa de nuestra frontera”. Saca a luz que, antes de la conformación de la patriótica Columna, fue partícipe de la primera expedición a la barraca Santa Cruz, ocupada por los brasileños. Declara que a su retorno se formó la Columna con “la mayor parte de gente que había venido de las barracas de Suárez, quien fomentaba el plan de ataque a los revoltosos con gente, víveres, embarcaciones, armamento y munición”.

Sobre las dudas expuestas contra Suárez, Tahuarita no sabe si él se haya opuesto a la formación de la Columna o a la reconquista de Bahía, y asegura que los demás puntos no fueron ciertos. Lo que sí vio y supo fue que en determinado momento Suárez ordenó el repliegue por el desgaste de la munición y las bajas sufridas; pero que, a la llamada y consulta de algunos de los capitanes de compañía “respondimos todos que era nuestro gusto vencer o morir en el puesto, a lo que Román dijo: Viva Bolivia, y siguió el combate”. También rememora que por orden de Román, se mantuvo el asedio intermitente durante la noche del 10 de octubre y en la que “un tal Nicolás Bejarano, de mi compañía… les gritaba a los brasileños, ríndanse de una vez, porque mañana van a morir como cachorros”.

En el documento se lee también el episodio de la “flecha incendiaria” del 11 de octubre: “el incendio del barracón donde estaban parapetados los brasileños se produjo a iniciativa de don Nicolás, por el ixiameño Bruno Racua; pues yo oí lo que Suárez y otros, como Simón y Gonzalo Moreno, Paz, le decían instruyéndole al respecto, hasta que se consiguió sus propósitos”.

Lo que todavía no se ha esclarecido son las razones por las que la familia Suárez decidió no publicar esta declaración. El expediente lleva por delante un pequeño papel con una nota escrita a lápiz:

Esta declaración será mejor no presentarla; además que transcurren más de 20 años pa conservar un recuerdo fiel de un hecho concreto, el deponente no sabe firmar y su (puño) no está legalizado por autoridad alguna!

Quizá esta última frase seguro era válida para el expediente presentado ante el Tribunal Supremo de Guerra, pero no para la publicación del libro. Otras preguntas causan las oraciones previas. ¿Por qué no se utilizó el mismo filtro del tiempo para juzgar la memoria del resto de actores que también prestaron sus declaraciones entre los años 1922 y 1923, certificadas por el Notario Público de Villa Bella? ¿Por qué se excluyó la declaración de Tahuarita si contaba con el aval de tres testigos, tal como la del soldado Rómulo Lairana, entre otros, por no saber firmar?

(*) Raúl Reyes Zárate es historiador