En marcha un ‘proceso nacional de reencuentro’
La Vicepresidencia y la ONU efectuaron un seminario internacional de experiencias de reconciliación política.
El punto sobre la i
Entre el 22 y el 29 de junio tuvo lugar en La Paz el “Seminario Internacional de Experiencias para el Reencuentro”, organizado por la Vicepresidencia del Estado y el Sistema de Naciones Unidas en Bolivia. Participaron en el foro personalidades y expertos que contribuyeron a los procesos de paz en sus respectivos países y otras regiones; el 22 expusieron la premio Nobel de la Paz, la guatemalteca Rigoberta Menchú; la exguerrillera del M-19 y exsenadora colombiana Vera Grabe, y el consultor peruano en Derechos Humanos, parte de la Comisión de la Verdad tras el fin del conflicto interno armado de 20 años en su país, Eduardo González, detalla la unidad de prensa de la organización del encuentro.
El 29 de junio, se contó con la participación del exsenador orureño Carlos Böhrt, quien habló sobre los acuerdos políticos para la reforma institucional de 1993, Griselda Torrico, sobre el conflicto de límites entre las comunidades de Coroma y Quillacas, y el exministro Carlos Romero, sobre su experiencia en los acuerdos que dieron viabilidad a una nueva Constitución Política en 2009.
Con la asistencia de cerca de 100 personas de diversos sectores de la sociedad civil y actores políticos, informa la Vicepresidencia, a partir de las ideas expuestas por los invitados, hubo mesas de trabajo que, en general, establecieron tres grandes líneas de conclusión: uno, ningún diálogo es posible sin la voluntad política de todas las partes y que el “reencuentro” (la reconciliación) por sobre todas las cosas es un proceso; dos, los participantes de los encuentros deben reflejar la diversidad del país, con una agenda de “desafíos comunes, como la lucha contra la discriminación, las desigualdades y la erradicación de las violencias”; un desafío especial, se dijo en una mesa, “es evitar la monopolización del debate en espacios políticos”; y, tres, “desactivar los discursos polarizantes, y dar más espacio a las voces que buscan construir y alcanzar equilibrios” como una forma de condición propicia para el diálogo; hay que “desactivar la sensación de amenaza para habilitar nuestras voces”, concluyó otra de las mesas de trabajo.
Al recibir las conclusiones de las mesas de trabajo, el vicepresidente David Choquehuanca proyectó incluso superar la democracia como una forma de ejercicio de poder de unos sobre otros: “Es bueno ir más allá de la democracia, más allá de las mayorías y minorías. Porque en democracia existe la palabra someter, las minorías se someten a las mayorías y someter al prójimo no es vivir bien, como no trabajar, como robar, someter al prójimo no es vivir bien”.
Por su parte, la coordinadora residente del Sistema de Naciones Unidas en Bolivia, Susana Sottoli, insistió en la necesidad de la presencia de jóvenes y mujeres en el proceso de reencuentro: “Quienes pueden y deben estar en la primera línea de estos diálogos son la juventud, las mujeres, las poblaciones que normalmente no tienen voz. Esta es la idea de este proceso. Queremos abrir el espacio para amplificar voces que están un poco cansadas del conflicto y la polarización y que tienen mucho que aportar al futuro de Bolivia”, dijo.
Los resultados de las mesas de trabajo del seminario, destaca la Vicepresidencia, servirán “para construir una propuesta para un ‘Proceso Nacional para el Reencuentro’”.
PERÚ. En declaración a Animal Político desde Nueva York (Estados Unidos), donde reside, el sociólogo peruano Eduardo González remarcó que si hay algo que los procesos de reconciliación o, como se dice aquí, “reencuentro”, necesitan como base mínima es restablecer los derechos humanos, “los derechos fundamentales de las personas que han sido violados en situaciones de violencia y de polarización extrema”.
Y la restitución de los derechos humanos, destaca, precisa de al menos tres hechos: primero, “el acceso a la verdad plena; saber qué es lo que ocurrió, qué violaciones de derechos humanos han tenido lugar y qué responsabilidades se deriva de ello”; segundo, el derecho a la reparación, “el resarcimiento, el pedido de perdón, los servicios para las personas o las familias que han resultado afectadas”; y, tercero, la vigencia de la justicia, “la justicia contra aquellos que han cometido crímenes y violaciones de derechos humanos”.
Pero, para que haya verdad, reparación y justicia, por la experiencia de varios procesos de paz que presenció, el sociólogo González nuevamente insiste en que hay que llevar adelante “tres grandes tareas”, más bien políticas: la primera, hacer consultas a la población, “hablar con los distintos sectores sociales, políticos, económicos, culturales del país y preguntar cómo es que la gente ve la posibilidad, la necesidad de reconciliación, y basarse, para el diseño de estos mecanismos de verdad, justicia y reparación, en las respuestas que dé la gente en esa consulta social”. La segunda tarea es generar “mucha voluntad política” en el Estado, “tener, por así decir, ‘campeones’ [de la reconciliación] dentro de la estructrura del Estado; tiene que haber alguien o alguienes que están permanentemente en el tema del reencuentro, de la reconciliación”, evitando que otros temas, acaso más importantes coyunturalmente, lo desalojen de la agenda pública. Y, la tercera tarea que González ve necesaria para que se efectivice la triada verdad, reparación y justicia, es que se involucre a la comunidad internacional, tanto por el respaldo político al proceso que significa la presencia internacional, como por el aprendizaje que se puede tener de la experiencia “de países de la región que han enfrentado estos procesos” (Colombia, Perú, lo más reciente); una relación de intercambio también, pues Bolivia podrá decir lo suyo sobre su proceso de pacificación.
Cuando desde al menos febrero de 2016 (el referéndum constitucional) en el país persiste una irreductible “polarización política” entre los campos MAS y anti-MAS, peor el último tiempo con el debate fraude-golpe, y que ello de entrada impide cualquier diálogo, el experto peruano enfatiza en que una de las grandes tareas para enfrentar la polarización es “lograr que la gente salga de su burbuja de información”. Se refiere con esto a que, hoy principalmente, con la existencia de las redes sociales, la gente tiende a escuchar, ver e informarse solo con lo que le gusta, a hacerse una idea de la realidad desde esta su burbuja. Y aquí González apela a los medios de comunicación, a la prensa: “El periodismo serio tiene que volver a ganar la confianza de los lectores; esto es que personas de todos los lados del espectro político lleguen a creer que la prensa tiene sentido, que va a tratar la información de una manera objetiva”; en este orden, también se hace imprescindible contrarrestar toda forma de noticia falsa.
Otro recurso para enfrentar la polarización, destaca el sociólogo peruano, acaso sea impulsar lo que la Comisión de la Verdad hizo en Colombia, y que se llamó los “diálogos improbables”, sentar en una mesa a los sectores sociales, políticos o económicos menos pensados: los hijos de las víctimas de la represión militar y los hijos de los militares; campesino y empresa extractivas, entre muchos otros; el solo sentarlos, así se digan lo de siempre, ya es un logro. en la perspectiva de futuros encuentros, asegura González.
Y, finalmente, el experto en procesos de pacificación en una veintena de países, varios africanos entre ellos, provoca: la conciliación no puede ser imposible en cualquier país. “La gran pregunta que yo me haría, sin ser boliviano, teniendo mucho respeto y admiración por la hermandad histórica entre bolivianos y peruanos, es: ¿existe dos o tres ideas clave, ideas fundamentales, donde los distintos sectores sociales y políticos bolivianos sí están de acuerdo? ¿Más allá de lo que pasó en los últimos dos años, en los últimos 15 años, más allá del modelo económico o de lo que fuese, en donde sí se está de acuerdo? Aunque, eso también me pregunto como peruano”.
COLOMBIA Y, desde Santa Fe de Bogotá (Colombia), atendió a este suplemento Vera Grabe, exguerrillera del M-19 (Movimiento 19 de Abril), desde su creación, en 1974, hasta la dejación de las armas y firma de la paz con el Estado colombiano, en 1990; exsenadora, es cofundadora y socia de la Corporación Observatorio para la Paz, entidad que basa su estrategia por la paz principamente en la transformación cultural: “Lo que hago hoy es básicamente trabajar la paz y la reconciliación desde la transformación cultural, porque estoy convencida de que los cambios estructurales se dan también si hay cambios de mentalidad, si nos paramos distinto, y sobre todo si hacemos de la paz una reconciliación, una posibilidad de transformación en la vida cotidiana y cercana a la gente; o sea, más que un discurso, una posibilidad de pedagogía de transformación cultural”.
Una vez que las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) y el Estado colombiando firmaron los acuerdos de paz, en octubre de 2016 se convocó a un plebiscito para refrendarlos y, para sorpresa de muchos, aunque por un estrecho margen, ganó el No, con 50,21% contra el Sí, 49,78%. Grabe apunta a que la paz para imponerse precisa tener sentido para la gente, que tal vez esto faltó antes de la consulta de 2016. “Y es que se requiere voluntad política y generar ambientes distintos, y sobre todo que la paz tenga un sentido para la gente en su vida cotidiana; nosotros insistimos mucho: cuando el plebiscito, nosotros insistimos mucho en que la gente sintiera eso [los acuerdos] cercano a su vida, no una cosa lejana, de unos actores que se sientan en la mesa, sino que fuera realmente un proceso muy cercano y hacer pedagogía en ese sentido”.
Una vez que desde todos los lados de la contienda política y social se exige conocer “la verdad de lo que pasó”, que en buena medida la reconciliación se basa en saber a ciencia cierta lo ocurrido, Vera Grabe introduce un razonamiento poco frecuente: también hay verdades que pacifican y verdades que polarizan.
“La verdad debe contribuir [a la paz]; no solamente decir lo que pasó, sino que también el enfoque de la verdad es importante. Porque hay verdades, hay memorias que polarizan, pero también hay una manera de abordar la verdad, la memoria, que es para encontrar caminos, para vernos de otra manera”. Aquí, Grabe directamente apunta a la voluntad de rectificar las conductas en vista de la pacificación: “Hay que superar esas rabias; uno las entiende, pero a veces hay que empezar a superar esa idea de enemigo, superar prejuicios; y obviamente se requiere la disposición de todos, de decir, ‘bueno, vamos a curarnos, a sanar esto y a rectificar entre todos’; y buscar en nosotros mismos, porque uno siempre pone las cosas en el otro; sino preguntar ¿cuál es mi compromiso, qué tengo que ver y sobre todo cómo puedo contribuir?”.
Superar la lógica del yo la víctima absoluta y tú el victimario absoluto: “Claro, esa es una lógica de violencia, no de un golpe, sino la de buenos y malos, de que tú eres mi enemigo y yo solo estoy con mis amigos; de que tú tienes la culpa. Hay una postura muy moralizante, que no es muy sana. Esas lógicas no construyen; son heridas, y las heridas hay que sanarlas; desde las diferencias, aprender a verse de otra manera y superar esas polarizaciones y esas heridas”.
Grabe finalmente advierte contra el riesgo de dejar el discurso de la paz como un artefacto político, un discurso político, sin trascendencia en lo cotidiano: “Yo he mirado esto de la paz desde la guerra, desde la política, desde el estudio y, de último, desde la pedagogía de la cultura de la paz. Y me he dado cuenta de que ésta es fundamental, porque es la posibilidad de hacer de la paz una práctica, de desmonte de lógicas violentas en cualquier campo, en la escuela, en la casa, en el barrio, en la política, en las instituciones. Y permite a cada uno hacer algo por la paz, hacerlo desde sí mismos, en su pequeño entorno, que no es tan pequeño porque es nuestra vida cotidiana. Creo que en nuestros contextos temas, como ‘cultura de paz’, se ven todavía como algo que es bonito, pero que no se les da importancia; pero es clarísimo que las grandes transformaciones son transformaciones de mentalidad, de cultura”.
(*)Iván Bustillos es periodista de La Razón