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¿Sirvió la guerra contra el terror?

DIBUJO LIBRE

A pocos días de conmemorarse 20 años de los atentados terroristas contra el Wold Trade Center, la palabra talibán ha vuelto a cobrar vigencia en los sitios de navegación por internet. La reconquista del poder por milicias islámicas armadas en Afganistán ha detonado una alerta mundial por lo que pueda pasar en el futuro.

Para entender la actual crisis afgana es necesario retroceder varias décadas, al periodo de la guerra fría. En 1979, el ejército ruso invadió Afganistán. En respuesta, la resistencia afgana le declaró una guerra santa en defensa de la práctica del islam y operó a través de guerrillas financiadas por Estados Unidos, logrando expulsar a sus invasores una década más tarde. La salida de los soviéticos en 1989 no contribuyó a la pacificación del país. Los conflictos armados continuaron entre grupos internos que se disputaban el poder. La guerra civil duró hasta 1996, cuando el grupo vencedor, de ascendencia pastún, denominado talibán se hizo por primera vez con el control de Kabul, al igual que lo hicieron en días recientes.

¿Por qué el mundo le tiene tanto miedo al regreso de los talibanes? Afganistán acogió al más grande terrorista de los últimos tiempos, llamado Osama Bin Laden, quien gestó varios atentados terroristas pero el más recordado es el del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, que operó a través de un grupo islamista radical conocido como Al- Qaeda. Estados Unidos, en represalia, le declaró la guerra al terrorismo internacional, pero de la cual, dos décadas más tarde, no sabría cómo librarse. El discurso estadounidense radicó en castigar a los autores de los atentados y retirar del poder a todo gobierno o grupo de poder que financie actos terroristas, como fue el caso de los talibanes.

Con la muerte de Bin Laden en 2011, Estados Unidos se declaró victorioso. Meses después, los medios de comunicación estadounidenses y la clase política dejó de prestarle atención a la guerra en Afganistán, pues ya no redituaba crédito político. Con los años, esta guerra pasó a convertirse en una carga presupuestaria y un lastre diplomático para los próximos presidentes, quienes no dudaron en comenzar la silenciosa retirada del ejército norteamericano.

Sin embargo, como ha ocurrido en otras guerras también iniciadas por Estados Unidos, como la de Siria y Libia, una vez derrocado el gobierno opositor a los interese norteamericanos, el país se sumergió en un colapso total por la disputa del poder. Luego de derrocar a los talibanes y ajusticiar a Bin Laden y sus seguidores, Estados Unidos trató de establecer un nuevo orden político. Se celebraron cuatro elecciones presidenciales, en 2004, 2009, 2014 y 2019, cuyos gobiernos afines pero ineptos no lograron recuperar el control pleno del territorio. Los talibanes se refugiaron al sur del país, desde donde continuaron su tenaz guerra contra los estadounidenses y sus aliados.

¿Por qué Estados Unidos no evitó el regreso de los talibanes? Presumiblemente porque el anuncio de su retirada podría acarrear costos políticos en las elecciones presidenciales norteamericanas de noviembre de 2020. En los hechos la retirada norteamericana ya había comenzado mucho antes, lo que facilitó la rearticulación del ejército talibán. Al no consagrarse una institucionalidad democrática fuerte en Afganistán, el retorno de los talibanes también fue más sencillo. Estados Unidos cometió el mismo error que la Unión Soviética: no abandonar el país islámico a tiempo y cuando lo hizo de la manera como sucedió, incumplió su objetivo de entregar un país estable y un gobierno democráticamente electo dejando a todo un pueblo a la deriva.

La victoria político-militar talibán es la derrota de la diplomacia de guerra norteamericana, de las huestes zombis de la OTAN, de los mediocres esfuerzos de la comunidad internacional que privilegió un discurso democrático sin acciones reales. Los grandes ganadores con el retorno de los talibanes no serán ni siquiera el pueblo afgano, que aún debería resolver sus conflictos étnico-religiosos, sino la alianza chino-rusa que junto a sus aliados de Irán y Pakistán cosecharán geopolíticamente el retroceso estadounidense.

Ahora bien, no se puede atribuir a Estados Unidos por completo el subdesarrollo de Afganistán, ya que son varias las causas que explican el escaso desarrollo de este país asediados por conflictos étnicos, guerras civiles, la injerencia externa, la corrupción de sus gobernantes, su débil institucionalidad democrática, su mediterraneidad, el narcotráfico.

¿Cuán peor pueden estar los afganos con los talibanes de lo que estuvieron con los estadounidenses? Afganistán ostenta uno los peores indicadores de bienestar y desarrollo del mundo. El Índice de Desarrollo Humano lo sitúa en el puesto 169 de 189 países, que se ha mantenido estancado en la última década. Sus habitantes han pasado menos de cuatro años en promedio en establecimientos educativos. Con un PIB por habitante que ha venido disminuyendo desde 2013, que se sitúa en $us 509 en 2020, y que nunca recuperó los niveles previos a la invasión, lo convierte en uno de los países más pobres del Medio Oriente. La tasa de pobreza se elevó de 38% en 2011 a 55% en 2017. Más de la mitad de la población afgana vive con menos de un dólar al día. Según el Índice de Paz Global 2021, es el país más peligroso del mundo por cuarto año consecutivo y uno de los más corruptos; esto último según el índice de percepción de la corrupción 2020. También es uno de los países más complicados para realizar negocios según el Doing Business 2019 al situarse en el puesto 167 de 190 países.

Más allá de las discordias e insabores que pueda dejar la guerra en Afganistán, la cooperación internacional debe prepararse para asistir a los ciudadanos afganos, tanto aquellos que decidan quedarse en el país y convivir con el régimen talibán y sus duras reglas, así como para aquellos que están en proceso de huida, otorgándoles asilo y seguridad. Tampoco pueden quedar impunes los abusos y violaciones a los derechos humanos que ha cometido el régimen talibán, pero no por unos cuantos se tiene que castigar a todo un pueblo. Es por eso que la ayuda para el desarrollo no debe ser un instrumento de chantaje en las tareas de pacificación del país.

A 20 años de los atentados de 11/09 se preguntarán ¿de qué ha servido la democracia para el pueblo afgano? Afganistán lleva más de 42 años sumido en guerras y no ha logrado consolidarse como nación plena. La imposición de un sistema democrático a la imagen occidental sin antes sanar las fracturas sociales y étnicas de la guerra fue inefectiva y solo reveló la ingenuidad de sus autores. Más allá del mal manejo de la guerra por la OTAN y sus aliados, el punto es que se ha hecho muy poco por sacar a este país del subdesarrollo. Finalmente, ¿de qué sirvió la guerra contra el terrorismo? si hoy, más que nunca, el mundo le tiembla a los talibanes.

 (*)Omar R. Velasco es economista.