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Una alimentación sana y sostenible

DIBUJO LIBRE

Los múltiples impactos de COVID-19 y del cambio climático están revelando la fragilidad de los sistemas alimentarios. En 2020, el informe El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo, publicado por varias agencias de Naciones Unidas —la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola, la Organización Mundial de Salud, el Programa Mundial de Alimentos y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia— reveló la alarmante noticia de que el hambre había aumentado a 14 millones de personas en América Latina y el Caribe, perdiéndose 20 años de importantes avances. Y esto a pesar de que la producción de alimentos a nivel global se ha incrementado considerablemente desde los años 60 y que el desperdicio de comida representa 8% de todas las emisiones que contribuyen al cambio climático. En este contexto, nos enfrentamos al enorme desafío de empezar a revertir esta situación impulsando sistemas alimentarios sostenibles que garanticen la seguridad alimentaria y la nutrición para todas las personas, sin poner en riesgo las bases económicas, sociales y ambientales de las generaciones futuras.

Bolivia no escapa a este desafío. Aproximadamente 2,5 millones de personas dependen de unidades productivas de agricultura familiar, indígena o campesina y por tanto resultan directamente afectadas por los impactos del cambio climático. De manera notable, muchas familias han tratado de enfrentar las crisis utilizando saberes ancestrales y trabajando comunitariamente en medidas de adaptación para fortalecer su resiliencia. Por ejemplo, aquellas prácticas de conservación y producción de alimentos que se han mantenido vigentes y exitosas por décadas y siglos.

El proceso de transformación que permite que un alimento llegue a la mesa es fascinante. A partir del recurso natural se desarrollan distintas actividades que combinan conocimientos y tradiciones, con la participación de múltiples actores de la sociedad. Estas actividades incluyen la recolección, el transporte, la transformación y la llegada al consumidor, involucrando a la tecnología y los servicios financieros para garantizar la seguridad alimentaria. Este proceso tiene que realizarse de una manera armónica en todo el sistema alimentario para hacerlo sostenible acorde con la consecución de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).

Hay que trabajar para fortalecer los sistemas alimentarios y hacerlos más resilientes ante las crisis, como la de la pandemia de COVID-19 y el cambio climático, que pueden impactar negativamente también en la educación, la salud, la agricultura, la economía, los derechos humanos y, cuando éstos no son garantizados, hasta en la paz y la seguridad. Esto pondría en riesgo todos los avances en materia de desarrollo de las últimas décadas. Aunque estos impactos afectarían a toda la población, cabe resaltar que las personas que ya vivían en pobreza o sufren distintos tipos de discriminación serían más vulnerables ante futuras crisis.

La crisis de COVID-19 generó un fenómeno de migración particular, por lo que muchas familias se vieron en la situación de retornar al campo como consecuencia del impacto socioeconómico de la pandemia. Esto generó que muchos jóvenes que tradicionalmente migraban del campo al área urbana retornen a sus comunidades, lo cual fue una oportunidad para la revitalización de las actividades productivas.

En 2021, el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, convocó una Cumbre sobre los Sistemas Alimentarios con el fin de poner en marcha medidas nuevas y audaces para avanzar en el logro de los 17 ODS, cada uno de los cuales depende en cierto grado de sistemas alimentarios más saludables, sostenibles y equitativos. Rumbo a la Cumbre, el Estado boliviano llevó adelante ocho diálogos nacionales, además de regionales y temáticos, con el acompañamiento de las Naciones Unidas, en los cuales participaron más de 400 representantes de todo el país. Como resultado, el Estado Plurinacional de Bolivia presentó una posición y una hoja de ruta que reivindican los sistemas tradicionales como el futuro sostenible y la respuesta a las grandes preocupaciones del mundo.

Los diálogos de la Cumbre incluyeron la reflexión sobre la importancia de reconocer a las mujeres, jóvenes y pueblos indígenas como actores fundamentales de los sistemas alimentarios. Por ejemplo, se reflexionó en el rol central de las mujeres que representan alrededor de 43 por ciento de la fuerza laboral agrícola en los países en desarrollo. Sin embargo, su contribución potencial a la seguridad alimentaria sigue viéndose limitada por la falta de acceso a la tierra y a insumos, la capacitación técnica, y la falta de valoración económica y social del trabajo de las mujeres en la agricultura y la ganadería, que impacta en el valor de la producción y, por tanto, en el bienestar de las familias. Además, se reconoció que las mujeres indígenas son el centro de la alimentación de sus familias, a quienes habría que brindar todos los recursos que son necesarios para generar unos sistemas alimentarios sostenibles en sus comunidades. Y a los jóvenes, como futuro del país, hay que darles oportunidades para involucrarse en la toma de decisiones e impulsar desde sus acciones, con su creatividad y mirada fresca, una alimentación sana y sostenible.

En la Cumbre de Sistemas Alimentarios celebrada en Nueva York se acordaron como conclusiones cinco áreas de acción: primero, alimentar a todas las personas; segundo, incentivar soluciones basadas en la naturaleza; tercero, promover medios de vida equitativos, trabajo decente y empoderar a las comunidades; cuarto, construir resiliencia ante futuras crisis y; quinto, dar los medios necesarios para llevar a cabo todas estas acciones. Estas acciones tienen que involucrar a todos y todas a través de una alianza estratégica en el país para promover los sistemas alimentarios sostenibles que construyan un futuro mejor para presentes y futuras generaciones.

De cara a los nuevos retos que plantean los efectos de la pandemia, la reflexión y conclusiones de la Cumbre representan el inicio de un proceso para continuar con acciones en las que todos y todas contribuyan. Resulta necesario fomentar prácticas que establezcan un equilibrio con el medioambiente y combinarlas con la ciencia, la innovación, la tecnología y los datos, es decir, tener la capacidad de unir lo ancestral con la modernidad. Por último, es fundamental fomentar el rol central de mujeres, jóvenes y pueblos indígenas para construir sistemas alimentarios sostenibles que garanticen la seguridad alimentaria, el bienestar de las comunidades y el cuidado del medio ambiente.

(*) En celebración del 76 aniversario de Naciones Unidas, ONU Bolivia en octubre publicará una serie de artículos para reflexionar temáticas importantes para el país en el camino de la recuperación pospandémica.

 (*)Equipo país de ONU Bolivia (*)