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Pensar a largo plazo

DIBUJO LIBRE

Hace poco más de un año, Emmanuel Macron encargó a una comisión de 26 expertos la elaboración de una estrategia de desarrollo para el país galo. Este grupo estuvo encabezado por los franceses Olivier Blanchad, exconsejero y director de estudios en el FMI, y Jean Tirole, premio Nobel en Economía de 2014, y otras figuras internacionales de renombre como Paul Krugman y Peter Diamond, ambos premios Nobel de Economía de 2008 y 2010, Lawrence Summers, exsecretario del Tesoro norteamericano, y otros académicos influyentes como Philippe Aghion y Dani Rodrik.

La comisión elaboró un documento que pasó a denominase Informe Blanchad-Tirole. El informe identificó tres grandes desafíos económicos, para Francia y sin duda para muchos otros países, relacionados con el cambio climático, las desigualdades socioeconómicas y la transición demográfica. En esta columna voy a exponer algunas de sus principales conclusiones.

Francia se ha fijado como meta adoptar una posición neutral frente a la emisión de carbono hasta el año 2050, para lo cual Tirole recomienda adoptar un impuesto elevado a las emisiones de carbono a nivel europeo. El informe también ha fijado como meta acortar las desigualdades sociales. Según Blanchard, existe tres maneras de reducirlas antes, durante y después del proceso productivo: 1) igualando las oportunidades, sobre todo en el acceso parejo a una educación de calidad, 2) cambiando el proceso de producción que origina estas desigualdades por medio de políticas activas de innovación en el mercado del trabajo, y 3) reparando el daño en la distribución de los ingresos a través de una fiscalidad justa que grave a los más ricos y un régimen de imposición a las herencias y donaciones unificado. Frente al cambio demográfico, han sugerido modernizar el sistema de pensiones y la prevención de enfermedades crónicas. Asimismo, alertan de una encrucijada entre alargar la edad de jubilación o reducir el monto de la pensión.

El informe responsabiliza al cambio tecnológico como parte esencial del problema. La tecnología ha acelerado el consumo de energías fósiles conforme se han diseminado los sistemas de transporte. La inteligencia artificial es una fuente de desigualdad laboral en favor de quienes mejor se han adaptado ella, que por lo general son jóvenes, siendo los trabajadores con edades avanzadas los más reacios y perjudicados. A la par, la tecnología ha alargado la esperanza de vida de la población causando una tensión en el sistema de salud y pensiones.

Paradójicamente, encuentran que la tecnología también puede ser parte de la solución. Gracias al uso de plataformas educativas se podrían desplegar nuevos métodos de enseñanza a distancia y asegurar el acceso a una educación universal de calidad. La automatización y digitalización de los trámites públicos podrían mejorar las tareas de fiscalización y dotar de recursos adicionales al Gobierno para políticas redistributivas. Además, se debe apostar a la inversión en investigación y desarrollo de tecnologías más amigables con el medio ambiente como una estrategia de crecimiento duradero.

¿Qué podemos aprender los bolivianos de este informe? Si bien el informe Blanchard-Tirole analiza una economía bastante más desarrollada que la nuestra, muchos de los problemas que identifica son comunes, aunque con sus matices. Bolivia, a diferencia de Francia, posee una población joven, pero ello no quiere decir que esté exenta de los efectos del envejecimiento poblacional. Cada año se incorporan a la fuerza laboral más trabajadores a medida que se reduce la población menor de edad, lo que demanda un número creciente de puestos de trabajo, que deberían ser planificados para ser creados en el sector formal donde las ganancias de productividad son mayores. Los desafíos pospandemia en materia de desigualdad social no son muy diferentes a los desafíos prepandemia, pero que a diferencia de los países desarrollados debemos agregarle el reto de erradicar la pobreza. Tampoco debemos esperar a que la problemática ambiental adquiera una mayor conciencia nacional, es oportuno adelantarnos a las futuras políticas climáticas globales.

Es imprescindible invertir hoy en salud preventiva para evitar que a futuro se convierta en una pesada carga presupuestaria en hospitalizaciones costosas. El invertir abundantemente hoy en educación, conlleva reducir la desigualdad del ingreso en el futuro. Las inversiones en investigación y desarrollo son fundamentales para diversificar la economía y romper con el patrón primario exportador dependiente de las tecnologías foráneas.

La planificación medioambiental debe comenzar desde el Estado, porque el sector privado no internaliza los costos de largo plazo, sino solo los beneficios de corto plazo, por lo que no está interesado en invertir en proyectos de energías renovables de baja rentabilidad y elevado riesgo. Los efectos de todas estas inversiones podrían resultar pequeños a corto plazo, pero a largo plazo los beneficios serían enormes.

Por otro lado, el informe Blanchard- Tirole establece un escenario de aquí a 30 años. A cuatro años de cumplirse la Agenda Patriótica 2025, el país habrá logrado avances importantes en la reducción de la pobreza extrema, la universalización de los servicios básicos, de salud y educación, la diversificación productiva, la soberanía alimentaria y el recambio de la matriz energética, aunque los pilares presenten desvíos en algunas metas, causados esencialmente por la pandemia.

Con todo, es ineludible ponerse a pensar en un nuevo horizonte de planificación de más largo aliento, pues la transformación económica y social de la economía boliviana así lo demanda. Tomando como ejemplo la Agenda del Bicentenario que se aprobó en 2015 con una vigencia de 10 años, se debe superar la planificación quinquenal pues la envergadura de las grandes obras públicas generalmente tienden a superar el periodo inicialmente planeado, en algunos casos se pierde tiempo valioso los primeros años en busca de financiamiento, en los procesos de licitaciones o en los ajustes a los cronogramas de ejecución, sin olvidar que en el caso de los proyectos productivos se requieren, a su conclusión, un periodo adicional para su arranque y estabilización.

También es imprescindible construir una visión social de largo plazo que cambie la mentalidad de todos los actores públicos sean éstos autoridades, asambleístas, contratistas y beneficiarios. Se tiene que abandonar la consigna de que solo las generaciones presentes votan, que los retornos políticos tienen que cosecharse en tiempos de campaña, que el gasto público solo es eficiente cuando la autoridad de turno es quien la ejecuta. Durante la transición democrática vimos mucho de esto. Concebir un país en el futuro es sembrar las bases del desarrollo aun a sabiendas de que podrían ser otros quienes cosechen sus resultados, con una total vocación de desprendimiento y servicio a la patria.

Cierro con una de las frases más recordadas del célebre economista inglés John Maynard Keynes que decía que “en el largo plazo todos estaremos muertos”. Yo adaptaría este guion para señalar que, en el largo plazo, solo las sociedades visionarias verán perdurar a sus descendientes.

 (*)Omar Velasco P. es economista