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La mujer en la posguerra del Chaco

DIBUJO LIBRE

Constituye una paradoja criminal rehusar a la mujer toda actividad pública, cerrarle las carreras masculinas, proclamar en todos los dominios su incapacidad y confiarle, al mismo tiempo, la empresa más delicada y más grave de cuantas existen… la formación de un ser humano”. Con estas palabras la filósofa, profesora, feminista y escritora francesa Simone de Beauvoir, en El segundo sexo (1949), puso el dedo sobre la llaga de la opresión del varón sobre la mujer.

Han pasado más de setenta años y esa lucha desigual sigue vigente. Hoy, en todo el mundo, las féminas protagonizan una guerra por conquistar su libertad, con miles de bajas.

Guerra. En la Bolivia de los años 30, a raíz de la Guerra del Chaco (1932- 1935), la mujer tomó conciencia de su relegamiento. “La influencia de las corrientes feministas (…) y la ausencia masculina propiciaron en ella fuertes cambios, desde su desempeño como jefe de familia hasta sus relativos intentos de intervención cívica y política”, revelaron Florencia Durán y Ana Seone, en El complejo mundo de la mujer durante la Guerra del Chaco.

En ese tiempo, debido al conflicto bélico y por las luchas que ellas libraron, se promulgó la Ley del divorcio absoluto (1932), se debatió el voto femenino y se exigió su ingreso al Estado, agregaron.

Sumado a ello, su rebeldía también se cristalizó en la formación de nuevos sindicatos.

Posguerra. De acuerdo al texto Polleras libertarias, en agosto de 1935, por la discriminación en el ingreso de las “cholas” al tranvía, se organizó el Sindicato de Culinarias. Su principal impulsora fue Petronila Infantes (Doña Peta).

Luego, en mayo de 1936, se creó la Unión Femenina de Floristas. Ellas exigieron un nuevo lugar para su mercado, ya que en 1935 un desborde del Choqueyapu arrasó con el antiguo y ocasionó la muerte de varias vendedoras y sus hijos.

“Entre 1938 y 1940, desde el seno del Sindicato Femenino de Oficios Varios ( fundado en 1927), se organizaron por gremios: Trabajadoras en Vianda (Comideras), Fruteras, Lecheras y Comerciantes. Con la creación de nuevos mercados, se fundaron sindicatos en cada uno de ellos”.

Ministra. Debido a la crisis económica, en mayo de 1936, se desató una rebelión popular. Las organizaciones de mujeres fueron también protagonistas. Producto de ello, se crearon dos ministerios: el de Trabajo y Previsión Social y el de Minas y Petróleos.

En El Diario, el 24 de junio de 1936, la secretaria de Propaganda del Comité Cívico Femenino, Teresa Urquidi, exigió que una mujer ocupe el cargo de Ministra de Trabajo.

“Las sociedades de beneficencia trabajan ahora bajo este Ministerio y hasta el momento hemos sido nosotras quienes hemos desarrollado esa acción social (…) No bastaría, sin embargo, hacer recaer el nombramiento de ministra sobre cualquier persona o sobre aquella que tenga entre sus amigos a un número mayor de políticos”. Ella debe ser nombrada “en base a méritos y por competencia”, argumentó entonces Urquidi.

Derechos. En octubre de ese año, tras la rebelión de mayo y por el rol de las mujeres en la guerra, el gobierno de David Toro (1936-1937) aprobó un decreto supremo, de tipo progresista, que reconoció los derechos de la mujer, que contó con 10 capítulos y 102 artículos.

En él se reconoció el pleno goce de sus derechos civiles, pudiendo “ejercer profesión o industria lícita y ocupar funciones, cargos o empleos”, sin otro requisito que la idoneidad. En caso de ausencia, impedimento o muerte del marido, se le otorgó la “patria potestad” sobre la administración de los bienes. Se garantizó el sustento económico de la esposa. En la sociedad conyugal, se impuso que el varón no podía disponer de los bienes sin consentimiento de su pareja y viceversa. Además, se determinaron los regímenes de administración de bienes y la dote. El decreto no entró en vigencia, pero la lucha por los derechos de la mujer se intensificó.

Voto. Con el Código Laboral se dio respuesta a las demandas de las asalariadas. El 16 de diciembre de 1936, registra El Diario, los jefes del Departamento Nacional del Trabajo se reunieron para empezar a redactar el Código. Ahí se debatió “la igualdad de salarios; la protección a la madre y su derecho a vacación temporal con goce de sueldo antes y después del alumbramiento, y la creación de casas cuna”.

Antes de la aprobación de la Constitución Social, según El Diario del 12 de agosto de 1938, los convencionales promovieron iniciativas para otorgar derechos políticos y civiles a las mujeres.

El matutino La Calle, el día 13, informó que el diputado Augusto Céspedes dio una “opinión contraria” al voto femenino: “Si se aprueba, se lo daría a la mujer no emancipada (dama blanca supeditada a su clase) y se lo negaría de hecho a la realmente libre, es decir, a la mestiza y la india (independiente de elegir)”. Aseguró que es una actitud “grotesca y pedante” tratar de igualar a Bolivia con Estados Unidos dando voto a la fémina, sin antes otorgar la ciudadanía a los dos millones y medio de “indios”.

Debate. La Calle ese mismo día detalló que los convencionales Gregorio Balcázar, José Antezana, Óscar Arauz y Landívar Zambrana se opusieron al voto de la mujer. En cambio, Facundo Flores, Nazario Pardo Valle, Nataniel García, José Anaya, Eduardo Rodríguez apoyaron el sufragio. El asambleísta Mario Ortiz, desde el punto de vista médico, concluyó en dar el voto pero con reservas. Adrián Camacho agregó que ese derecho debía ser solo para las profesionales.

Ese tema generó debate. El columnista Juan José Ruiz en Última Hora, el 19 de agosto, comentó que “hace tiempo cuando las mujeres querían una ‘cartera’ ministerial, un amigo mío les dijo que podían contentarse con la cartera de sus maridos, insistiendo en esa idea, les podemos decir que se contenten con el voto del marido… ¡Para algo sirve el hombre!”.

En El Diario, el día 20, un grupo de profesionales de Oruro publicó una nota dirigida a los convencionales Eduardo Fajardo y Eduardo Rodríguez, en la que “reclamaron el derecho al voto” cualificado.

Lucha. Simone de Beauvoir afirmó que “el problema de la mujer siempre ha sido un problema de hombres”. Y no se equivocó. En 1938, el voto femenino fue debatido y decidido solo por varones. Después de catorce años, tras la Revolución de 1952, recién se logró el sufragio universal.

A escala mundial, la batalla por la libertad y la igualdad de géneros hoy continúa.

Las mujeres de la posguerra fueron un ejemplo de lucha por sus derechos.

(*)Grecia Gonzales O. es comunicadora social