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¿En qué cree Creemos?

Luis Fernando Camacho no deja de ser un caudillo tradicional, hay mucho descontento con su gestión; con todo, sigue siendo un líder.

El punto sobre la i

Preguntarse por Creemos, por el liderazgo de Luis Fernando Camacho, es preguntarse por la naturaleza del campo político cruceño, sus especificidades, posibilidades, límites y porvenir. La asunción al poder del Gobernador cruceño no existe en el aire, sino que expresa un momento de la sociedad cruceña de un modo u otro.

Hasta la primera mitad del siglo XX se podía entender la anécdota de Mariano Melgarejo, quien, al ser informado de un motín en Santa Cruz, exclamó: “¿Revolución en Santa Cruz? Hombre, allá no hacen revoluciones, hacen chancaca”. Jamás imaginó el enorme crecimiento del departamento y su irrupción en la política, que en 1971 y también en los sucesos posteriores a las elecciones de 2019 se plasmó de manera determinante.

LA DISPUTA.

El departamento, y el oriente en general, constituía un territorio remoto, apenas conocido. Esto cambió radicalmente con la Guerra del Chaco. Ahí, la Bolivia colonial se encontró con aquella indígena y popular; la Bolivia minera salió de sus socavones y descubrió la vastedad del territorio patrio.

La Revolución Nacional de 1952 es consecuencia de la Guerra del Chaco, hechura de la generación que acudió a combatir en el sudeste del país. Con ella se concretó la aplicación del Plan Bohan, que transformó al país y asentó en la capital cruceña el pivote del desarrollo en el oriente.

Una vez inaugurada la carretera entre Santa Cruz y Cochabamba en el año 1954 comenzó una dinámica económica y social muy acelerada. El departamento tenía una población de 244.658 personas según el censo de 1950. Actualmente bordea los tres millones y medio. La ciudad capital del departamento contaba con 40.000 habitantes. Al presente, siete décadas después, el área metropolitana supera los dos millones. El sociólogo francés Jean Pierre Lavaud apunta que el PIB cruceño “se cuadriplica desde 1952 a 1964, subiendo desde 10 millones de dólares anuales a 40 millones de dólares (2,6% de PIB a 9,1%)”. Hoy, Santa Cruz aporta con 34% al PIB nacional y concentra a 28% de la población boliviana.

Este crecimiento no fue una taza de leche, sino que se dio con tensiones y resistencias. A decir del intelectual cruceño Alcides Parejas, esto generó un “proceso de aculturación”, el cual “tiene dos grandes protagonistas: los cruceños (la cultura cruceña) y los collas (la cultura andina)”. El autor precisa que “la cultura cruceña tiene la ventaja de ser local; en otras palabras, tiene teóricamente el ‘derecho’ de imponer las reglas del juego… la cultura andina está constituida por un conjunto de subculturas que presentan una gran variedad de manifestaciones”.

Lo que buscan las élites tradicionales, en palabras del historiador Parejas, es “resistir el proceso de aculturación y no dejar de liderar el proceso”. Queda explicitado que la tensión principal del campo político cruceño es la contraposición de intereses entre quienes estaban antes y los que van llegando. Unos quieren preservar espacios que perciben como legítimamente suyos y otros que no quieren quedar al margen y reclaman oportunidades.

Si bien la convivencia cotidiana se ve facilitada por el tejido de relaciones económicas, se tensiona y adquiere la forma de confrontación política en la medida en que entran en disputa el acceso a los grandes circuitos de acumulación económica y la detentación del poder local, con los espacios de reparto que esto conlleva. En otras palabras, existe una tensión latente que emerge y se explicita de manera intensa principalmente al momento de la pugna política; cuyos principales protagonistas actualmente son, por un lado, las élites cruceñas tradicionales y, por otro, la población migrante políticamente organizada (concentrada principalmente en el MAS cruceño).

EL PRESENTE.

Los resultados de las elecciones presidenciales de 2020 y de las subnacionales de 2021 confirman que en Santa Cruz existen dos grandes bloques sociales: el conservador y el popular, que se expresan en siglas políticas diferentes y que varían dependiendo del tipo de consulta.

El sociólogo Luis Andia explica que “el MAS es donde se concentran quienes no están incluidos en el otro lado, para dar un solo mensaje. Es decir, si tengo que elegir entre el representante del conservadurismo cruceño que me expone, me basurea, y otro que por ahí no es exactamente de mi agrado, pero que me es útil para hacer frente, voto por él”. Esto es particularmente cierto en las elecciones presidenciales.

En lo que hace a la Gobernación, tiende a prevalecer la polarización nacional entre el MAS y la oposición. Esto se corrobora con los resultados que mantuvieron a Rubén Costas al mando del ente departamental y que hoy sostiene a Luis Fernando Camacho. En las elecciones municipales se diluye, relativamente, la dicotomía.

Andia observa que “el MAS está muy identificado como de occidente, muy lejano al departamento e incluso a las clases populares”, lo que se refleja, por ejemplo, en que buena parte de las clases populares haya votado por Jhonny Fernández y no por la candidatura que presentó el partido azul.

El académico Daniel Valverde afirma que “Santa Cruz tiene una capa central, que tiene una vena histórica, que todavía preserva una hegemonía, por lo menos simbólica. Existe otra línea, que emerge desde la periferia, que se ha ido aglutinando bajo la bandera del MAS. En los últimos años aparece, dentro de la sociedad cruceña, un segmento que no deja de ser importante, pero que todavía no tiene una voz clara”. Efectivamente, el fenómeno del candidato Chi Hyun Chung, expresa la situación referida.

Con todo, las clases populares en Santa Cruz están en general poco organizadas. “El viejo sindicato ha desaparecido y ha sido reemplazado por gente puesta ya sea por el Gobierno o por la oposición. Títeres que hablan a nombre del sindicato para uno u otro discurso. La vieja organización sindical que unía a un sector para que asuma una posición ya no existe, ha sido desbaratada en Santa Cruz. La universidad, que era el otro lugar de donde surgían liderazgos, ha sido arrasada. Imposible que salgan liderazgos nuevos jóvenes desde ahí”, sostiene Andia.

Frente a esto, el Comité pro Santa Cruz expresa un conjunto de instituciones propias de la clase dirigente cruceña, que en conjunto conforman lo que se denomina localmente como “la institucionalidad cruceña”. Son parte los colegios de profesionales, la Sociedad de Estudios Geográficos e Históricos, Cainco, federaciones de empresarios y productores, el Club Social 24 de Septiembre, la Asociación Cruceña de Comparsas Carnavaleras, sindicatos de transportistas, gremialistas y otros, que convergen en el ente cívico. Es un tejido sólido, que claramente sobrepasa a las capacidades organizacionales de los sectores populares.

EL CAUDILLO.

Luis Fernando Camacho tuvo una irrupción meteórica en la política, desde el Comité pro Santa Cruz. Su momento cumbre es cuando logra o se le atribuye la renuncia del presidente Evo Morales, durante la crisis política de octubre y noviembre de 2019. Sin embargo, tan vertiginosa fue su caída como su ascenso en el plano nacional. Una serie de desaciertos le quitaron popularidad a nivel país y terminó “atrincherado” en su departamento de origen, Santa Cruz, cuya votación le permitió tener una bancada en la Asamblea Legislativa Plurinacional de cuatro senadores y 16 diputados; y acceder a la Gobernación, reemplazando al histórico primer gobernador electo, Rubén Costas, que se mantuvo durante 16 años en el cargo.

Camacho tiene sus críticos y sus defensores. Muy difícil encontrar puntos intermedios. Su impronta impulsiva lo ha llevado a generar la percepción de que hay muy pocos grises en sus relaciones políticas. Vladimir Peña, quien fuera secretario de Gestión de Costas, considera que en un año de gestión el actual Gobernador cruceño no ha dado la talla como político de renovación. “Camacho llega en un momento que la política necesita oxigenarse, expresa lo que él llama la nueva política, pero ya después de un año ves una Gobernación paralizada, sin gestión. Un año ha sido suficiente para que Camacho y su proyecto pasen de ser nueva política a mala política”, sentencia Peña.

En cambio, la diputada de Creemos María René Álvarez, como es previsible, le tiene fe. “El ímpetu que ha mostrado de poder actuar de manera distinta a lo que ya estamos acostumbrados, me parece que es muy interesante. Seguramente, el trabajo que viene haciendo ahora, fungiendo como gobierno regional, en todo caso, va a servir para retroalimentar y evidentemente afinar estas conductas y proyectarnos a nivel nacional”, concluye.

 Camacho vs. Evo, ¿enemigos íntimos?

Los herederos banzeristas, miristas y emenerristas de esos partidos y políticos neoliberales que cruzaron ríos de sangre y provienen de la dictadura aliada del narcotráfico ahora protagonizan movilizaciones con falsas acusaciones. Antes, que demuestren el origen de sus fortunas”, tuiteó el expresidente Evo Morales el 1 de julio pasado y enseguida agarró el guante el gobernador cruceño, Luis Fernando Camacho.

“Los hechos son los hechos. Evo Morales no puede culpar al pasado, si hoy Bolivia vuelve a ser considerada un narcoestado es debido a esa suma de hechos de su gobierno”, respondió el líder de Creemos, entre otros tuits también dirigidos al exmandatario. Y de hecho, en su cuenta de Twitter, en la que ambos son muy activos, de los últimos 10 posteos, seis son respuestas o referencias a Morales, una constante que se repite semana a semana.

“¿Qué lo alimenta a Camacho?”, se cuestiona Vladimir Peña, exsecretario de Gestión de la Gobernación de Santa Cruz. “Si uno ve que no hay gestión, no hay idea, no hay proyecto, ¿qué le puede dar oxígeno todavía? La confrontación con el MAS y particularmente con Evo Morales”, concluye.

Según Peña, esta polarización termina siendo beneficiosa para ambos. “Camacho esconde su falta de gestión y a Evo le sirve para mantener un enemigo que cohesione los sectores más radicales del MAS”, señala Peña.

(*)Pablo Deheza y Gerson Rivero son periodistas de La Razón Santa Cruz.