Bolivia, que vivió una revolución política y social que captó la atención mundial, se encuentra hoy sumida en una profunda crisis de representación y liderazgo. El país que hace dos décadas inauguraba un nuevo capítulo en su historia, con la llegada al poder del presidente Evo Morales y la promesa de un Estado Plurinacional inclusivo, ahora enfrenta un panorama político desgastado, marcado por discursos vacíos, el debate venido a menos y pugnas dentro del oficialismo que vienen erosionado la confianza ciudadana.
En este contexto de incertidumbre y desencanto, es necesario analizar con serenidad las raíces y consecuencias de esta crisis política. ¿Cómo ha evolucionado el debate público en Bolivia? ¿Qué papel juegan las mujeres en este escenario político cambiante? ¿Cuáles son las perspectivas para el futuro cercano del país? Para abordar estas interrogantes, hemos consultado a dos destacados analistas políticos bolivianos: Quya Reyna, comunicadora y escritora alteña, y Carlos Saavedra, reconocido politólogo e investigador. Sus visiones complementarias nos ofrecen un panorama completo de la compleja realidad política que atraviesa el país, permitiéndonos vislumbrar los desafíos y posibles caminos que se abren hacia el futuro.
El deterioro
Quya Reyna observa que»ya hemos pasado de aspectos partidistas a aspectos personales, y ahí es donde ves la máxima degradación de la política». Las acusaciones entre Evo Morales y Luis Arce, quienes representan dos facciones enfrentadas dentro del partido de gobierno, han erosionado la imagen del MAS como movimiento de cambio social y cultural. En lugar de discutir políticas públicas o propuestas económicas, se ha centrado el debate en temas como infidelidades, acoso sexual e incluso casos de estupro, involucrando a menores de edad. Esto ha banalizado y dejado de lado los problemas de fondo que enfrenta Bolivia, como la situación económica y la desconfianza creciente hacia las instituciones públicas.
Por su parte, Carlos Saavedra coincide en que el panorama político boliviano está marcado por un «fin de ciclo». «Estamos en un momento de lo burdo, de la degradación, en el cual el debate político ha caído al nivel más bajo, más ordinario, más vulgar», menciona. Para Saavedra, la política boliviana ha perdido su esencia, aquella de los primeros años del MAS, cuando el discurso giraba en torno a la descolonización, el antiimperialismo y la inclusión de los pueblos indígenas. Hoy en día, ni el MAS ni las oposiciones presentan una visión clara de futuro. «Hoy estamos huérfanos de sueños… no hay una discusión política sobre cuál es el horizonte imaginado que quieren los distintos actores de la sociedad», agrega el politólogo.
El desgaste de los discursos y del debate
El desgaste de los discursos del MAS y las oposiciones es uno de los temas centrales en el análisis de la crisis política en Bolivia. Tanto el MAS como los partidos opositores han visto cómo sus narrativas se han agotado, perdiendo la capacidad de movilizar a la población y responder a los problemas actuales. Esta situación del debate refleja una falta de renovación ideológica, una desconexión con las demandas de la sociedad y, en muchos casos, una vuelta a fórmulas que ya no resultan viables en el contexto actual.
En el caso del MAS, Quya Reyna señala que lo que alguna vez fue un discurso poderoso, basado en la reivindicación de los derechos indígenas y populares, ha quedado obsoleto. «El indigenismo murió con Evo Morales», afirma, en referencia a la narrativa que posicionaba al MAS como el partido que encarnaba la lucha de los pueblos indígenas por la justicia social y política. Si bien el gobierno de Evo Morales logró cambios significativos, como la inclusión de sectores históricamente marginados y la implementación de políticas sociales redistributivas, el desgaste de su liderazgo y las disputas internas han debilitado este proyecto. Según Reyna, los jóvenes ya no ven en el MAS una opción viable y buscan liderazgos nuevos que se distancien de las antiguas promesas incumplidas.
La crisis en el MAS se ha acentuado tras el enfrentamiento entre Evo Morales y el presidente, Luis Arce. Ambos lideran facciones que se acusan mutuamente de traición, corrupción y abuso de poder, lo que ha fragmentado al partido y lo ha alejado de sus bases tradicionales. Carlos Saavedra destaca que el MAS no ha logrado articular un proyecto para el «segundo momento del Estado plurinacional», lo que ha generado una pérdida de rumbo ideológico.
Oposiciones
Por otro lado, las oposiciones no han sido capaces de capitalizar el declive del MAS. Saavedra menciona que las oposiciones más radicales, como las representadas por figuras como Fernando Camacho, no han ofrecido un proyecto alternativo viable. En lugar de ello, se han limitado a proponer una «restauración conservadora», que busca regresar a un orden político dominado por las élites empresariales y urbanas, ignorando las demandas de las clases populares e indígenas.
Las propuestas de otros líderes opositores, como Samuel Doria Medina, tampoco logran responder a las necesidades del país. Su enfoque en el liberalismo económico y la reducción del Estado, en línea con las políticas neoliberales de los años 90 del siglo pasado, se percibe como insuficiente en un contexto donde la pobreza, la desigualdad y el acceso a servicios básicos son los principales desafíos. «Es el mileísmo mal entendido», señala Reyna, en referencia a la influencia de la figura de Javier Milei en la región. Aunque el liberalismo puede tener cierto atractivo entre sectores empresariales, no ofrece soluciones a las crisis estructurales que enfrenta Bolivia, ni contempla las necesidades sociales y culturales del país.
El rol de la mujer
Si bien Bolivia ha sido reconocida por ser uno de los países con mayor paridad de género en su sistema político, este logro cuantitativo no se ha traducido en un verdadero empoderamiento femenino dentro de las estructuras de poder. La paridad de género, consagrada en la Constitución de 2009 y que hoy se refleja en la Asamblea Legislativa Plurinacional, no ha logrado erradicar las prácticas patriarcales que siguen predominando en el ámbito político.
Quya Reyna critica el uso de la paridad como una mera «pantalla» que oculta las verdaderas dinámicas de poder. «Nos hemos reducido a simples pantallas… la paridad es una cuota de género, pero si no representan a estas mujeres las luchas y no tienen un discurso o posición, van a ser arrinconadas por los liderazgos masculinos», asegura. Para Reyna, la cuota de género ha servido más para cumplir con una exigencia legal que para garantizar una participación efectiva de las mujeres en el debate de fondo y la toma de decisiones. Este fenómeno es visible tanto en el MAS como en las oposiciones, donde las mujeres han sido instrumentalizadas, muchas veces enviadas al frente de las batallas políticas más duras, pero sin un verdadero poder de acción o autonomía.
Un ejemplo claro de esta instrumentalización es el rol de las mujeres en las disputas internas del MAS. Las legisladoras han sido protagonistas de enfrentamientos físicos y verbales en la Asamblea Legislativa Plurinacional, con una exposición mediática que refuerza estereotipos sexistas. Reyna subraya que muchas de estas mujeres son utilizadas como «peones de pugnas políticas» entre los líderes masculinos, quienes deciden qué leyes se aprueban o rechazan, manipulando a las legisladoras según sus intereses. Así, las mujeres no tienen la posibilidad de articular sus propias agendas ni de abordar temas que les son fundamentales, como la violencia de género o la desigualdad.
Cultura patriarcal en debate
Carlos Saavedra, coincide con este análisis y añade que Bolivia sigue siendo un país profundamente patriarcal, donde la política sigue siendo «falocéntrica». Para Saavedra, a pesar de los avances legislativos en favor de la paridad, «el orden patriarcal de conducción política no se ha tocado». Las mujeres en política, señala, siguen enfrentándose a un sistema donde los hombres dominan los espacios de poder y donde su rol es constantemente minimizado o instrumentalizado. En los recientes conflictos internos del MAS, este patrón se ha revelado de manera alarmante, con casos de acoso y abuso sexual que involucran a mujeres jóvenes y niñas, utilizados como armas políticas en el enfrentamiento entre las facciones de Evo Morales y Luis Arce.
A pesar de estos avances formales, la realidad de la mujer boliviana en la política es aún sombría. Las mujeres que logran llegar a cargos de poder, especialmente en el ámbito legislativo, a menudo no cuentan con el respaldo necesario para ejercer su autoridad de manera efectiva. Reyna señala que muchas de estas representantes provienen de movimientos sociales controlados por liderazgos masculinos, lo que limita su capacidad para representar genuinamente los intereses de las mujeres y representarlas en el debate. A este fenómeno se suma la falta de formación política en muchas de estas dirigentes, lo que las coloca en una posición de vulnerabilidad.
Violencia
En términos sociales, la situación no es menos alarmante. Bolivia sigue registrando niveles altos de feminicidios y violencia de género, problemas que no han sido abordados de manera efectiva por las instituciones políticas. Según Reyna, «ya estamos en más de 70 casos de feminicidio (este año), y no hay ninguna mujer en el parlamento que haya posicionado este tema realmente en el debate político». A pesar de que las mujeres constituyen un porcentaje significativo en la Asamblea Legislativa, sus prioridades parecen estar subordinadas a otras agendas políticas que no contemplan las necesidades urgentes de las mujeres bolivianas.
Quya Reyna y Carlos Saavedra coinciden en que la degradación del debate político actual y la falta de propuestas claras abren la puerta a un período de transición prolongado, donde los desafíos económicos, sociales y políticos serán profundos.
Perspectivas futuras
Reyna señala que, a pesar de los momentos difíciles que atraviesa el país, existe una base de resiliencia en la sociedad boliviana que le permitirá sobrevivir a la crisis económica. Sin embargo, destaca que los próximos años estarán marcados por incertidumbre y conflictos, tanto económicos como políticos. «Yo creo que tenemos una sociedad que sí puede moldearse a los problemas económicos… pero va a haber un periodo de cinco años en donde vamos a enfrentar muchas dificultades», menciona. Para Reyna, este período de transición será clave para que surjan nuevos liderazgos y perspectivas que logren reconducir a Bolivia hacia una estabilidad, pero también advierte que, durante este tiempo, la falta de respuestas claras podría generar una mayor fragmentación política y social.
Saavedra contempla un panorama más sombrío sobre el futuro político de Bolivia. En su análisis, el país se dirige hacia un período de fragmentación tanto en el ejecutivo como en el legislativo, con fuerzas políticas que carecen de una visión de futuro clara y que no logran generar esperanza en la población. «Nos encaminamos hacia un periodo de transición muy empantanado… marcado por la crisis y la ausencia de horizontes colectivos de futuro», afirma. Para él, la falta de un liderazgo fuerte y la ausencia de proyectos ideológicos sólidos dejarán a Bolivia en una posición frágil, con una democracia cuestionada, el debate minimizado y enfrentada a problemas estructurales que no podrán ser resueltos en el corto plazo.
Ausencias en el debate
Una de las principales preocupaciones para ambos analistas es la ausencia de un liderazgo alternativo que pueda romper con la actual polarización entre el MAS y las oposiciones tradicionales. Reyna menciona que, si bien la población está cansada del MAS y de los conflictos internos entre Evo Morales y Luis Arce, no se vislumbra aún un liderazgo fuerte fuera de estas estructuras políticas que pueda capitalizar el descontento. «Si bien el MAS ha perdido legitimidad, la derecha no ha logrado construir un proyecto creíble para las mayorías populares, y eso es un riesgo porque la gente sigue esperando una solución», advierte. Esta falta de alternativas en el debate abre la posibilidad de que las elecciones futuras sean aún más fragmentadas, con resultados inciertos y con la necesidad de formar coaliciones débiles que podrían aumentar la inestabilidad política.
Saavedra amplía esta preocupación al mencionar que, en este contexto de crisis y orfandad de proyectos políticos, hay dos posibles escenarios: o bien se produce una restauración conservadora, donde los sectores más reaccionarios y neoliberales logran imponerse, o bien se da una reinvención del proyecto plurinacional del MAS, adaptado a las nuevas realidades del país. En cualquiera de los casos, ambos escenarios implican grandes desafíos y posibles conflictos sociales, ya que la polarización se mantendrá presente. «O lo plurinacional se reinventa o lo conservador se logra vender como nuevo ciclo… pero en ambos casos, estamos ante un momento de transición lleno de incertidumbre», asegura Saavedra.
Economía
Otro factor clave para el futuro de Bolivia será la situación económica. El momento por el que atraviesa el país, marcado por la inflación y el aumento de la incertidumbre, será un elemento que influirá de manera decisiva en el escenario político. Reyna advierte que, si bien la población ha sido resiliente en el pasado, la magnitud de la crisis actual podría generar un descontento social más profundo y prolongado, que desencadene en protestas o en un desencanto con el sistema democrático. Esta situación podría ser aprovechada por movimientos populistas o radicales, que ofrezcan soluciones simplistas pero peligrosas para la estabilidad institucional del país.
Tanto Reyna como Saavedra coinciden en que el país se enfrenta a desafíos estructurales que requerirán no solo de respuestas políticas, sino también de una reconfiguración profunda de las fuerzas sociales, políticas y económicas. Sin embargo, ambos mantienen una visión cautelosamente optimista sobre la capacidad de la sociedad boliviana para superar estos momentos difíciles, aunque el camino hacia la estabilidad y el progreso parece estar aún lleno de obstáculos y retos por superar.
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