‘Fraude’ 2019, la mirada de enfrente
Imagen: ARCHIVO-LA RAZÓN
Tras la elección del 20 de octubre de 2019, hubo la distorsión de ver en el material electoral usado la prueba del ‘fraude’ electoral
Imagen: ARCHIVO-LA RAZÓN
Para ‘reconstruir’ 2019, es útil separar el debate sobre el ‘fraude’ de la crisis política que derivó en el derrocamiento de Morales.
El punto sobre la i
Claro, una es la discusión técnica, de datos y actas de lo que pasó el 20 de octubre de 2019 (de si hubo o no fraude electoral), y otra la discusión todavía abierta (mucho más abierta que la anterior) de la crisis política de esos días. No es que haya que separar ambas cosas, pero tampoco entremezclarlas; como dijo a Animal Político el sociólogo político (especializado en política) Fernando Mayorga, ya es hora de salir del falso dilema “o fraude o golpe” para tener una idea más o menos clara de ese tramo de la historia. De ahí el empeño de este su suplemento.
Al margen de la mayor o menor fortaleza explicativa de quienes sostienen que hubo fraude en las elecciones del 20 de octubre de 2019, vale la pena indagar cómo se lee la crisis de ese lado de la vereda; un apunte.
Un rasgo común en el discurso crítico al MAS que insiste que en 2019 hubo fraude es que se invoca ver el ilícito como un proceso que arranca, al menos, en la no aceptación de la derrota en el referendo constitucional del 21 de febrero de 2016: puede que no se pueda demostrar el “fraude electoral” del 20 de octubre en sí, pero sí se tenía claro, se dice, del “actuar fraudulento” del MAS desde 2016.
Desde el registro periodístico que hizo Animal Político, se puede señalar que la crisis de 2019 fue la crisis del MAS, por dos hechos clave para la pérdida de legitimidad y menoscabo de la hegemonía del MAS: 1) la derrota en el referendo del 21 de febrero de 2016 de su propuesta de cambiar la Constitución para posibilitar una cuarta repostulación de Evo Morales y Álvaro García; y, 2) la Sentencia Constitucional 0084/2017, emitida por el Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) el 28 de noviembre de 2017, que por primera vez en la historia del país habilitaba la postulación indefinida de las autoridades electas.
REPOSTULACIÓN.
Ambos factores, especialmente el segundo, dieron pábulo a la radicalización de las oposiciones, una de cuyas manifestaciones fueron los cabildos de principios de octubre de 2019 en las ciudades capitales de Santa Cruz, Cochabamba y La Paz, que abiertamente hablaban de desconocer la elección si es que ganaba el MAS, porque a sus candidatos (Evo Morales y Álvaro García), con razón o sin ella, se los consideraba ilegítimos, “inconstitucionales”; los sectores más radicales añadían que si el MAS ganaba sería porque había hecho fraude.
Para el politólogo Luis Tapia, sin embargo, la crisis del MAS es más de fondo y desde hace más tiempo: “La coyuntura de resistencia al fraude en 2019 genera una crisis política que resulta de dos líneas de acumulación histórica: la de la resistencia al autoritarismo y al extractivismo y el proceso de descomposición del gobierno del MAS”. (Derrocamiento popular de la tiranía gamonal, en Crisis política en Bolivia 2019-2020, por Luis Claros y Vladimir Díaz Cuéllar, coordinadores; Rosa Luxemburg Stiftung y Plural, octubre de 2022).
Tapia afirma que esos días hubo una “fusión de sujetos heterogéneos, en términos socioeconómicos y político- ideológicos”; fuerte, pero también pasajera: “La fusión es posible porque no se dio en torno a un programa económico-político o un proyecto de país, sino básicamente como resistencia al autoritarismo y la violencia política. En este sentido, una vez que se derroca al tirano, esas fuerzas no se vuelven un bloque y el momento de fusión termina. La coyuntura de resistencia es un momento de acción contra el autoritarismo en su fase anticonstitucional”.
A la derrota en el referendo del 21 de febrero de 2016 sobrevinieron las elecciones judiciales del 3 de diciembre de 2017, en las que se impuso el voto nulo y blanco, y solo un tercio del electorado eligió a las altas autoridades judiciales; se preveía un deterioro de la candidatura azul. Era la mayor novedad política, pues se trataba del declive de un partido que durante tres elecciones consecutivas había ganado la elección por sobre 50% de votación: con 53,72% en 2005, 64,22% en 2009 y 61,01% en 2014.
La crisis de los 21 días, la derrota del MAS con su salida forzada del gobierno, y la victoria de la “movilización ciudadana”, no fue otra cosa que la rebelión, emancipación, de las clases medias, decía en Animal Político, a muy poco tiempo del conflicto, Manuel Morales Álvarez, en la entrega del 19 de enero de 2020.
Lo de octubre-noviembre fue una “desajenación” de la clase media, que con su propio proyecto enfrentó a un gobierno falsamente izquierdista; y lo hizo en torno a la defensa de la democracia, del voto, y una crítica muy aguda al Gobierno por violentar la Constitución que el propio MAS había elaborado. La clase media rompió con el Estado Plurinacional, y su punta de lanza fue la “resistencia democrática” (que ocurrió con la defensa del TIPNIS, las denuncias de las muertes de Caranavi, de lo de Zapata, del Fondo Indígena). Las clases medias, que tuvieron el “oído receptivo” a todas estas denuncias; por todo esto, reivindicaba Morales Álvarez, los primeros lugares de bloqueo eran la Calle 21 de Calacoto y la plaza Avaroa en Sopocachi.
ENCUESTAS.
Al respecto, el economista, especializado en procesos electorales, Armando Ortuño, ofrecía en 2020 el recurso de la estadística. Con base en encuestas de IPSOS Bolivia, muestra cómo evolucionó la desaprobación del gobierno del MAS por parte de los sectores poblacionales de “nivel socioeconómico medio-alto” y de “nivel socioeconómico medio” días antes de las elecciones presidenciales de 2009, 2014 y 2019 y del referendo constitucional de 2016. Esta comparación es una “elaboración propia” de Ortuño con base en los datos recogidos por separado por IPSOS.
En las elecciones de 2009, 54% de los encuestados del nivel medio-alto desaprobaban la gestión presidencial del MAS, y 41% de los de nivel medio. En 2014, la desaprobación de los de nivel medio-alto bajó a 37%, y la de los de nivel medio a 20%. Las cosas cambiaron desde el referendo de 2016: la desaprobación del gobierno del MAS subió a 45% entre los encuestados del nivel medio-alto, y 33% entre los de nivel medio. Y pocos días antes de la elección del 20 de octubre de 2019, nada menos que 65% (dos tercios) de los de nivel medio-alto afirmaron reprobar la gestión del MAS, y 50% de los de nivel medio. Todo esto cuando los encuestados de “nivel socioeconómico bajo” reprobaron el gobierno del MAS: 19% en 2009, 11% en 2014, 21% en 2016, y 30% en 2019. (Movilizados, satisfechos e indiferentes: maneras de vivir la crisis, en Crisis y cambio político en Bolivia. Octubre y noviembre de 2019: la democracia en una encrucijada, por Fernando Mayorga, coordinador. CESU-UMSS-OXFAM, 2020)
También puede leer: La letra chica del debate sobre el ‘fraude’
Ortuño hace notar, además, que estas clases medias no son homogéneas, y que “sus comportamientos políticos y electorales están determinados no solo por sus ingresos, sino por su tipo de inserción laboral, pertenencia étnica, generacional, etc.” Con todo esto, es muy discutible, dice, “hablar de una cultura política de ‘clase media’ única y de un comportamiento en bloque de estos segmentos”. Aludiendo especialmente a la clase media emergente (en buena medida producto de los gobiernos del MAS), Ortuño habla de un creciente “cansancio frente al liderazgo de Evo Morales y una desconfianza en las estructuras tradicionales del masismo, percibidas como burocráticas y poco abiertas a sus necesidades subjetivas y objetivas”. (Idem)
DISCUSIÓN.
Todo esto, concluye el economista, permite ampliar la mirada de las causas del derrocamiento de Morales: son discutibles, dice, tanto la versión de que “el colapso del gobierno de Evo Morales provino de una serie de operaciones políticas en clave conspirativa y no de un real malestar de amplias franjas de la población con ciertas prácticas y decisiones de ese gobierno”, como la noción de que todos los movilizados contra el MAS en octubre-noviembre de 2019 “eran acérrimos detractores del régimen del MAS deseosos de un borrón y cuenta nueva radical”. (Idem)
Mayorga, a su vez, con respecto a lo que pasó en el campo opositor, rastrea el origen de la crisis de 2019 en el 21F 2016: “La campaña por el No provocó la gestación de una nueva modalidad de acción política de los sectores medios urbanos disconformes con el MAS. Esta acción se organizó al margen de los partidos bajo la modalidad de ‘plataformas ciudadanas’ con un evidente protagonismo en el uso de redes sociales digitales y denotando una capacidad de movilización inédita en años anteriores”. (Derrota política del MAS y proyecto de restauración oligárquico- señorial, por Fernando Mayorga, en Crisis y cambio político en Bolivia. Octubre y noviembre de 2019: la democracia en una encrucijada).
Desde el 21F se produjo, afirma Mayorga, “una politización de sectores urbanos de clase media, sobre todo gente con perfil de joven apartidista, pero defensor de la democracia y la CPE, de origen citadino y sin vínculo con organizaciones sectoriales o base territorial. Es decir, con rasgos opuestos a los que caracterizan a la base social de apoyo al MAS, mayoritariamente rural y periurbana y sólidamente organizada en sindicatos”. (Idem)
En lo relativo al “fraude”, para el politólogo Manuel Suárez, con el voto del 21 de febrero, “se viene abajo el mito democrático de Evo. Se acaba el mito del presidente que gobierna escuchando al pueblo. A los electores no les molestó tanto la intención de Morales de buscar una reelección más; lo que indignó fue el hecho de que Morales se negara a reconocer su derrota en las urnas y como definitivo el resultado del referendo del 21 de febrero de 2016 que le impedía presentarse a la reelección. La gente se sintió engañada: votó y su voto no contó”. (Evo Morales ante la historia, en Crisis y cambio político...)
Cinco puntos que explican la crisis de 2019
Para que se precipite la crisis política de 2019, hubo cinco factores “determinantes para explicar y comprender la crisis en sus peculiares formas, con los ‘pititas’ como protagonistas”, destaca el investigador en temas urbanos Fernando Prado Salmón. (Clase media urbana, izquierda nacional y populismo masista en la crisis de 2019, en Crisis política en Bolivia 2019- 2020) Va un recuento.
Uno.
La exclusión ideológica de la clase media y de la izquierda nacional del proyecto del MAS.
“El MAS no solo no convoca a las clases medias, las enfrenta con agresividad, denominándolas, según el caso, como k’aras, neoliberales y derechistas. Un rol especial en ese ataque virulento a las clases medias lo ha cumplido el exvicepresidente García Linera por su formación indianista y leninista”, destaca Prado.
Dos.
“El desprecio por los valores políticos republicanos considerados k’aras, sustituidos por los de una clase emergente con una fuerte carga ‘étnico activista’”. Esto significa, según el autor, que “se desvanece en los hechos la separación de poderes, con un poder político dominante en el Ejecutivo dirigido por un caudillo que controla justicia, Ministerio Público y Policía, y somete, y, si es necesario, persigue a sus oponentes”.
Tres.
“El abandono de los valores weberianos de la administración y gestión pública”. Siempre con Max Weber, señala Prado, “diremos que para el llamado buen gobierno en los sistemas liberales, se necesita valorizar la institucionalidad, estabilidad, austeridad, eficiencia, carrera funcionaria, meritocracia, cumplimiento de las leyes y normas, estudio, capacidades, pago de impuestos etc.; es decir, las capacidades institucionales e individuales que son las que garantizan la continuidad del poder burgués. Estos valores pasan a ser valores de toda la sociedad, aunque claramente benefician sobre todo a la clase dirigente interesada en esa estabilidad”.
Cuatro.
“Incumplimiento de las tareas del indigenismo y el ambientalismo prometidos”. Un movimiento auténticamente indigenista, “hubiera respetado a tsimanes, mojeños, yuracarés y otros pueblos indígenas de tierras bajas, que habitaban los bosques del Chapare”, que luego se refugiaron en el TIPNIS, destaca.
Cinco.
“La descentralización trunca y su incidencia en el oriente”. “El autonomismo del oriente y el sur es percibido como una fuerza que puede potenciar las capacidades del proyecto modernizador del país; por ello, debe frenarse, porque el interés del Gobierno era promover, más bien, la expansión de un proceso de indianización aimara”.
La ausencia de autocrítica en el MAS
Revisar el pasado no es solo un problema de historiadores; saber ver lo que pasó, o no poder hacerlo tiene sus consecuencias bien concretas, llama la atención el sociólogo Fernando Mayorga; y con respecto a 2019, todavía hay una deuda por parte del MAS, provoca: para enfrentar un poco el descalabro que se viene entre arcistas y evistas y arreglar el problema de la jefatura, al MAS le hace falta, dice: “encarar un par de debates en el marco de la deliberación democrática: un debate referido a los hechos de 2019 y otro a la reorientación programática de su proyecto”.
Con relación a lo primero, que es lo que aquí interesa, Mayorga cuestiona: “Las diferencias en las percepciones sobre el rumbo de la gestión gubernamental tienen como trasfondo la falta de autocrítica sobre la derrota política en noviembre de 2019. Si sus rivales se escudaron en la noción de fraude para justificar el golpe de Estado, los actores estratégicos del MASIPSP se concentraron en la denuncia de esa asonada como una conspiración externa en complicidad de aliados internos que se ejecutó para frenar el “proceso de cambio”, eliminar —física o políticamente— a su líder y proscribir al partido. En ningún documento oficial se cuestiona la responsabilidad de la estrategia discursiva centrada en la reelección presidencial —no solamente la convocatoria al referendo constitucional o el desconocimiento de sus resultados, tampoco la vía jurídica de la habilitación de Evo Morales o la aprobación de una disposición transitoria forzando la realización de elecciones primarias para los comicios generales de 2019 y así sucesivamente— que debilitó la capacidad de acción hegemónica del MAS-IPSP y provocó que varios sectores sociales, mayoritariamente urbanos, se movilicen detrás de una consigna que reivindicaba la democracia como respeto a la norma constitucional”. (Resistir y retornar. Avatares del proceso decisional en el MAS-IPSP, 2019-2021, por Fernando Mayorga. Fundación Friedrich Ebert Bolivia, La Paz, noviembre de 2022).
(*)Iván Bustillos es periodista de La Razón