Friday 22 Sep 2023 | Actualizado a 21:13 PM

Santa Cruz, estado y democracia

Un hito del último cabildo cruceño es haber dejado un desafío: revisar la relación entre Santa Cruz y el resto del país.

/ 28 de mayo de 2023 / 07:07

Una conversación con Reymi Ferreira sobre las ideas y realidades cruceñas.

El punto sobre la i

El último cabildo cruceño planteó la cuestión de revisar la relación entre Santa Cruz y el Estado boliviano. De entrada, los propios términos de la proposición requieren revisión y coordenadas conceptuales mínimas. ¿Cuál es esa Santa Cruz que lanza el desafío? ¿Quiénes hablan a nombre del departamento y cómo entienden al propio sujeto al que claman representar? ¿Qué entienden por Estado?

El propio Pierre Bourdieu decía que pensar el Estado es pensar lo impensable. Esto es así porque al Estado lo lleva uno dentro, pues uno mismo es producto del Estado. Pero no nos adelantemos tanto, todavía. Conversamos sobre los temas mencionados con Reymi Ferreira, abogado, exconcejal, exrector, exministro y portador de una visión crítica e informada sobre la realidad cruceña.

Comencemos por el punto más evidente, ¿de qué se tratan los cabildos en Santa Cruz y qué tanto pueden sacralizarse, como discursivamente sostienen varios dirigentes cruceños. Recordemos que la Constitución establece el carácter deliberativo de los mismos, al igual que la ley 026, pero en ninguna parte del marco legal vigente se dice que de estas instancias surgen “mandatos”.

Ferreira sostiene que “no hay ninguna reunión de personas que pueda estar por arriba de la Constitución. Eso es básico y no son, además, instituciones. El cabildo, como está concebido en la Constitución, es para comunidades pequeñas, donde todos pueden aportar y participar. Se supone que el cabildo es una expresión de democracia directa en el que la gente opina. Pero un cabildo donde van 500.000 personas, donde el rol de cada orador está predeterminado y donde lo único que se hace es pedir que aplaudan o no, que digan sí o no, eso no puede ser democrático, no es. Es básicamente una reunión de gente con una consigna en la que no hay posibilidad de discutir. Ahí no se discute, ahí se aplaude. Hitler tenía concentraciones de 4 millones de personas que iban a vitorear lo que él iba a decir, pero eso no quiere decir que haya sido democrático”.

Entonces, ¿qué dicen los cabildos sobre quienes los impulsan y sus ideas acerca de lo que constituye una democracia?

“Ellos confunden democracia con unidad. Esa es la gran confusión que tienen. Para ellos, impunidad, hacer lo que les da la gana, sin límite y sin respeto de nada, ni de normas, ni de personas, ni de reglas, es sinónimo de democracia. Y cuando se le pone un límite al abuso, a la arbitrariedad o a la ilegalidad, ellos lo ven como un atentado a su derecho. Como han estado durante décadas, siglos, diría yo, acostumbrados a gobernar sin límites, con gobiernos militares; como gobiernan sin límites en las cooperativas; como han gobernado sin límites con el neoliberalismo; entonces, creen que esa es una condición natural. Y es esa su rabia contra un gobierno que no responde a sus intereses. Un gobierno que no hace lo que ellos quieren y que, cuando trata de imponer la ley, eso rompe con una tradición que ellos tienen. Es un modelo mental bien acentuado el confundir la impunidad con la democracia, que es terrible”, señala el exministro.

Pero estas ideas no vienen del aire, tienen una historia. Ferreira rememora algunos hitos importantes en ese devenir. Explica que estamos ante “la mentalidad extractivista, expoliadora, de una burguesía que no llega a ser burguesía. Una clase dirigente que aspira a ser burguesía, pero a costilla del Estado. No nos olvidemos que la burguesía, o el intento de burguesía cruceña, nace desde el Estado, fomentada por el Estado. Y ha nacido así. Las grandes inversiones de infraestructura, las grandes inversiones camineras, siempre han venido del Estado. Ellos han estado acostumbrados a llevarse la inversión del Estado a su bolsillo. Es el caso Sergas, por ejemplo, que es terrible. Entonces, para ellos el Estado es legítimo en tanto y en cuanto puedan utilizarlo para enriquecerse y es ilegítimo en tanto y en cuanto les pongan un límite a sus ambiciones y a su riqueza. Esa es la lógica. No es como la burguesía norteamericana o la burguesía europea, que hizo su dinero trabajando sin el Estado, en muchos casos. No, aquí es a costa del Estado. Por eso es su resentimiento con un gobierno, como el del MAS, que no permite que el Estado sea un botín directo de ellos, de sus ambiciones. Esa es la posición, porque desde 1903, en el manifiesto de 1904, el memorándum, lo que pedía la supuesta burguesía ante el liberalismo, era protección cuando se abrieron las fronteras económicas porque el azúcar, el arroz y el alcohol que salían de Santa Cruz se iban a quedar sin mercado. Ellos cuestionaban eso, que iba a venir productos extranjeros y que no podían competir. Entonces, el Estado debería construir un ferrocarril, para que ellos sean competitivos. Estaban en contra de la política de apertura que hizo el gobierno liberal de entonces. Ellos eran competitivos sólo porque estaban protegidas las fronteras. Entonces, como ya se tiene un ferrocarril allá, piden un ferrocarril acá para competir con mejores condiciones, pero siempre en función al Estado. Es en base al Estado que nace el empresariado cruceño, con fomento del Estado. Y hoy se mantienen así. La famosa competitividad, sin la subvención del diésel, la soya desaparece”.

También puede leer: Administración de los fondos de pensiones: entre el estatismo y la administración privada

En ese marco de cosas, ¿de qué se trata el tan mentado modelo económico cruceño? Ferreira indica que “Santa Cruz es una economía que vive del extractivismo de sus recursos naturales, vive de la tierra, de la explotación de la tierra, de la explotación abusiva e intensiva para la exportación, vive de mercados naturales, de monopolios naturales. Tiene la gran ventaja de contar con un territorio enorme y que, además, gracias a la inversión del Estado que nos vinculó vía caminera y ferrocarriles a Brasil, Argentina tiene una posición importante. Básicamente es una condición geográfica, además del acceso a recursos naturales, que evidentemente algunos han utilizado en su provecho. Fue en algún momento la madera, en otro momento el algodón, en otro la caña de azúcar y ahora la soya. Pero, tecnología, industria, que es lo que caracteriza una economía competitiva, no hay eso. Vivimos todavía en una economía de frontera, una economía tradicional y con estructuras sociales feudales. Esto contrasta con una sociedad capitalista, que además depende directamente del Estado en muchas cosas”.

Por lo visto entonces, hay una idea bastante particular de lo que constituye la estatalidad. “Lo que pasa es que tenemos una visión provincial del Estado. ¿Cuál es el drama de Santa Cruz? Que la élite conformada, en su organización, en su liderazgo y en su actuación, sigue con la misma lógica de la década de 1950. Un grupo contra todo el Estado, reivindicacionista, pero que es una organización del pasado. Ya Santa Cruz es una metrópolis con más de 3 millones de habitantes y no puede seguir dirigiéndose con una con una forma institucional que viene de hace ya 70, 80 años. Santa Cruz vive otra realidad. La Bolivia a la que ellos rechazan está aquí, en Santa Cruz. Entonces, les es muy difícil seguir analizando con la mentalidad de los años 50 del siglo pasado lo que está ocurriendo ahora. Es retrógrado y eso es lo que está ocurriendo. En realidad, hay gente que a la fuerza acepta ser parte de un proyecto nacional. Ellos tienen otro tipo de taras, de mentalidades que no pasan más allá del río Piraí, lamentablemente”.

(*)Pablo Deheza es editor de Animal Político

Temas Relacionados

Mujeres bolivianas en la política

La representante de ONU Mujeres en Bolivia, Nidya Pesantez, y la socióloga cochabambina, María Teresa Zegada, hablan de los desafíos de la igualdad de género en las bregas del poder.

Nidya Pesantez, representante de ONU Mujeres, y la socióloga cochabambina, Maria Teresa Zegada, hablan de género, equidad y poder en Bolivia.

Por Pablo Deheza

/ 17 de septiembre de 2023 / 07:14

El punto sobre la i

La presencia de la mujer boliviana en la política ha sido relevante desde siempre. Queda la memoria de Bartolina Sisa, luchando junto a su esposo Julián Apaza, Tupac Katari, durante la colonia. Juana Azurduy, liderando combates en las lides independentistas. Adela Zamudio, poeta y adelantada feminista, en cuyo honor se celebra el Día de la Mujer en Bolivia. Ignacia Zeballos, la Tabaco, enfermera y heroína por virtud propia en la Guerra del Chaco. María Barzola, mártir del sindicalismo minero. Lidia Gueiler, la primera presidenta del país. La lista es interminable.

Hoy en día, la organización de mujeres Bartolina Sisa encarna, en buena medida, el largo periplo de las reivindicaciones y luchas de las mujeres que buscan participar en la política y decidir ellas cómo es el país. Piedra sobre piedra, vida tras vida, esta es una construcción que fue, es y seguirá siendo.

Mucho hubo de avances, sin ninguna duda, en cuanto al rol y la participación de las mujeres en la política nacional. No todo son buenas noticias, porque también se observan algunos retrocesos. Conversamos sobre estos temas con la socióloga cochabambina María Teresa Zegada y con la representante de ONU Mujeres en Bolivia, Nidya Pesantez.

“Cuando uno mira el contexto internacional vemos que hemos andado un tanto de la mano con los países de la región. La primera conquista de la participación de las mujeres en las elecciones data de 1945. A veces pensamos que fue con el voto universal, luego de la Revolución de 1952, pero se logró antes, en una convención. Sólo podían participar las mujeres en elecciones municipales, esa fue la limitación. Con todo, a partir de eso ya tenemos algunas mujeres en la política. A nivel legislativo, eso se da después de 1952. Después viene todo este proceso donde, a nivel normativo, hemos dado saltos muy importantes”, dice Zegada.

En relación al último punto mencionado por la socióloga, la representante de ONU Mujeres en el país destaca que “Bolivia tiene algunos elementos bien importantes que han marcado el rumbo para el resto de América Latina. Por ejemplo, la Ley 243, aprobada en 2012, fue la primera ley para erradicar el acoso y la violencia política contra las mujeres. Después de esta ley, años después, el resto de países fueron asumiendo un marco jurídico muy similar. Algunos países hicieron también normas y otros países incluyeron el tema en sus códigos de la democracia o en sus códigos de erradicación de la violencia contra las mujeres. Pero, quien marcó la ruta fue Bolivia y fueron las mujeres bolivianas”.

Pesantez afirma que “hay un agradecimiento de la región y del mundo para América Latina, para Bolivia y para el movimiento de mujeres de Bolivia que fue quien puso el tema en mesa y que después del Estado lo tomó. Eso permitió, por otro lado, el mandato de la paridad y de la interculturalidad en la democracia, que está en la Constitución Política del Estado”.

Ahora bien, ¿hasta qué punto lo normativo se llega a moldear la realidad concreta? Sí, se tiene una importante participación de las mujeres en la Asamblea Legislativa plurinacional. Zegada señala que “a nivel de candidaturas en los legislativos departamentales casi el 50% son mujeres, a nivel de consejos municipales también, aunque han accedido un menos. Se diría que a nivel legislativo nacional y subnacional, hemos logrado el objetivo. Donde se pone complicado el asunto, quizás sea más la realidad, porque no hay la obligatoriedad de una ley, es a nivel de los cargos ejecutivos. Por ejemplo, para ser gobernador o gobernadora, el año 2021, apenas el 8% de las candidaturas fueron mujeres. Ninguna ha llegó al cargo. En las alcaldías, solo un 14% de los candidatos a ejecutivos han sido mujeres y las que han llegado son aún menos. Entonces, ahí se revela en buena medida el lugar donde está la mujer todavía en términos de apoyo electoral y también de selección, o sea, de cómo no las priorizan para llevarlas en las candidaturas, sino en fórmulas, a veces combinadas, acompañando un varón”.

Quizás es bastante decidor el hecho de que necesitemos leyes para obligarnos, como sociedad, a garantizar el lugar equitativo que es propio para las mujeres. Más aún, quizás las leyes no sean por sí suficientes. “Hay problemas muy serios en el momento del ejercicio, de la función. Justo por eso se aprobó esta famosa ley contra el acoso político que, de alguna manera, ha intentado resolver este tema.

Tenemos la ley 243, Contra el Acoso y Violencia Política hacia las Mujeres, y la 348, que es la Ley Integral para Garantizar a las Mujeres una Vida libre de Violencia. Ambas amparan a la mujer en el ejercicio, pero hay muchos estudios que muestran que las concejalas, por ejemplo, sobre todo del área rural, son objeto permanentemente de discriminación, de rechazo por sus pares varones”, explica Zegada.

“Todavía hay mucho camino por andar. No se trata solamente de tener la ley, sino ver qué está pasando detrás de su aplicación”, añade.

Por su parte, Pesantez considera que “si fuera sólo el Senado, Bolivia se lleva la medalla de oro porque tiene 20 mujeres y 16 varones, pero en el resto no pasa eso. No pasa lo mismo con los cargos de elección que son unipersonales. Ahí sí Bolivia ya tiene una caída muy grande. Por ejemplo, en el caso de las alcaldías, Bolivia es el país número 24 de 29 países en cuanto a participación de mujeres. Eso da cuenta de que algo está pasando, pero no solamente en alcaldías. Cuando hablamos de los gabinetes, Bolivia también está bastante atrás. Está en el puesto 28 de 39 países iberoamericanos que han reportado su información. Entonces, también tenemos 27 países que tienen muchas más mujeres en sus gabinetes”.

La titular de ONU Mujeres prosigue indicando que “hay dos elementos que son claves para garantizar los derechos políticos de las mujeres y para que estos además tengan un impacto en la sociedad. El primero es el número. Necesitamos que haya más mujeres, porque mientras más mujeres existan, hay más posibilidades de generar una masa crítica. Y ahí viene toda la discusión de qué mujeres deben llegar. Así como deben llegar las mujeres más probas, deben llegar los hombres más probos. Si una persona sale de la pobreza, eso ayuda a que el entorno salga de la pobreza porque genera movilidad económica. Lo mismo pasa en la política. Si una mujer ejerce su derecho, tenemos para empezar nuevos modelos, nuevas figuras en la política que ayudan a nuestros niños y a nuestras niñas a tener una visión más clara de la vida que está hecha de por lo menos estas dos partes, hombres y mujeres en toda su diversidad. El otro elemento es si esas mujeres que llegan a los espacios de poder, además llegan con una agenda clara de igualdad de género, en el caso de Bolivia, con una idea clara de la despatriarcalización de la sociedad. Entonces impactamos positivamente, porque la toma de decisiones en la política pública, la definición de los presupuestos, las prioridades del gobierno cambiarían también su eje”.

Ahora bien, las más de las veces lo que se idealiza encuentra sus límites al cotejarse con la dureza de las realidades fácticas. La socióloga cochabambina ilustra este punto cuando recuerda que “una vez, en un trabajo que hice sobre organizaciones sociales y la participación de la mujer, ellas nos decían que existe algo así como una triple jornada que deben enfrentar si quieren hacer política. Primero, deben cumplir con las labores domésticas, que eso es inexcusable en su medio cultural. Segundo, tiene que trabajar, porque hay mujeres comerciantes, agricultoras, que están igual en la labor de aportar a la familia. Así, involucrarse en política sería una triple jornada. Si se dedicaran a formarse políticamente o ser dirigentes en alguna organización social o política, es mucha carga, porque no pueden dispensarlas o dispensarse a sí mismas de sus otras obligaciones. Es muy complicado. Además, están sometidas a esta cultura del acoso, de la descalificación, de la instrumentalización de las mujeres, que se hace en las propias organizaciones. Esta idea de que ellas, si están interviniendo en política, deben ser divorciadas o incluso insinuando que son marimacho. Hay un lenguaje muy discriminador, muy complejo, con el que las mujeres todavía tienen que lidiar si es que participan en estos ámbitos”.

Con todo lo vivido a cuestas, cabe preguntarse por los aprendizajes alcanzados y por dónde trascurre la cuestión en las organizaciones. “Las mujeres siempre han estado muy metidas en la lucha social, pero invisibilizadas porque estaban junto con los varones en las luchas mineras, campesinas y otras. Ellas estaban a la par que los hombres en la brega, como María Barzola y otras que han dado su vida también, pero nunca han tenido un espacio. Entonces surgen las Bartolinas. Ellas decían que formaron su organización porque si están en la de varones no son escuchadas. Siempre somos, decían ellas, portaestandartes u ocupamos las secretarías más domésticas, casi tenemos que cocinar para ellos. Así, crean sus organizaciones de mujeres para darse un lugar. Y eso ha funcionado, porque de pronto, como organización, las Bartolinas están al frente, buscando y encontrando su propio espacio, generando sus propias demandas, etcétera. Hay algo muy parecido en el caso del oriente, donde, por ejemplo, está la Confederación de Pueblo Indígenas de Bolivia (CIDOB), pero las mujeres han tenido que crear también propia organización, la Confederación Nacional de Mujeres Indígenas de Bolivia (CNAMIB). Sentían que, dentro de la CIDOB, si bien aportaban, estaban ahí, pero no tenían una propia voz, ni podían ser escuchadas. Desde su propia organización es que han logrado, de alguna manera, hacerse de espacios, En el ámbito urbano se repite. Por ejemplo, con las mujeres constructoras, es un escenario increíble. Son mujeres muy valientes, que se desempeñ a n como albañiles. Ellas decían, cuando teníamos organización de trabajadores constructores, siempre éramos como invisibilizadas por los hombres y además replegadas a muchos trabajos que no estábamos a la par. Fue cuando crearon su sindicato de trabajadoras de la construcción que lograron apoyo de ONG’s, cursos de formación y muchas cosas que no lograban desde la otra organización”.

También puede leer: La electoralización anticipada sacude la política nacional

Al levantar la mirada hacia el horizonte, es razonable preguntarse qué viene después de las leyes, de las formas actuales de las organizaciones de mujeres. Cómo sigue el camino por delante. Pesantez señala que entre los desafíos pendientes hacia 2050 “lo más fuerte es generar cambios en el corazón del patriarcado. Estos se expresan en dos elementos básicos. Uno, el tiempo de las mujeres. Las mujeres no son dueñas de su tiempo. Las mujeres trabajan fuera de casa, dentro de casa, trabajan en la comunidad. trabajan en el barrio, todo el tiempo están haciendo cosas para que sus hijos, sus hijas, su esposo, su padre, su madre, su suegra, estén bien. Cuidan a los enfermos, cuidan a las personas, a los adultos mayores, en fin. Todo esto hace que las mujeres tengan menos posibilidades de formarse, especializarse, aceptar cargos de promoción. Muchas mujeres prefieren no aceptar promoción en sus puestos de trabajo porque esa promoción implica más horas de trabajo dentro de las oficinas, sean estas públicas o privadas, y las mujeres no pueden darse ese lujo, entre comillas, porque tienen toda una responsabilidad en casa que no ha sido compartida, no ha sido dividida, redistribuida dentro de las personas que forman el hogar”.

El segundo reto que observa la representante de ONU Mujeres “tiene que ver con él la subordinación del cuerpo de las mujeres. Ahí está la violencia, la violencia física, la violencia psicológica, la violencia sexual, todos los tipos de violencia. Es decir, el poder sobre el cuerpo de las mujeres, la imposibilidad de que las mujeres puedan decidir el número de hijos que quisieran tener, la imposibilidad de que las mujeres tengan acceso a salud, a salud especializada para las mujeres, porque evidentemente mujeres y hombres somos diferentes, pero esa diferencia no puede ser pretexto para la desigualdad en el acceso y el ejercicio de derechos”.

“El tiempo de las mujeres debe ser un tiempo que se redistribuya para que las ellas tengan posibilidades de mejora y así mejorar su entorno; y el cuerpo de las mujeres, para que estén sanas y puedan decidir sobre su cuerpo, su vida”, concluye Pesantez.

 (*)Pablo Deheza es editor de Animal Político

Comparte y opina:

Sin mujeres no hay democracia

La inclusión de la mujer en la política cambia la naturaleza y la agenda de la disputa.

/ 17 de septiembre de 2023 / 07:01

Dibujo Libre

Michelle Bachelet dijo que “cuando una mujer ingresa a la política, ella cambia; pero cuando muchas mujeres ingresan a la política, la política cambia”. Y cuando la política cambia, la democracia se cualifica. Es decir, el rol e inclusión de las mujeres en el ámbito político es crucial para que la misma democracia mejore, se cualifique.

La inclusión de las mujeres en la política, no solo se refiere a la integración de la mitad de la población en este espacio, sino que supone redefinir el contenido de la política, incorporando asuntos que hasta hace muy poco se consideraban privados, como la violencia de las que son objeto generalizado las mujeres.

Cabe resaltar que Bolivia es uno de los pocos países que ha mostrado avances significativos y sustantivos en el reconocimiento de la participación política de las mujeres en el continente Latinoamericano. La nueva Constitución Política del Estado, aprobada en 2009, reconoce los derechos políticos de las mujeres y hombres en igualdad de condiciones. Asimismo, la Ley del Régimen Electoral reconoce la paridad y la alternancia. Así como la Ley de Organizaciones Política que ha transversalizado la perspectiva de género en toda la Ley y ha priorizado la participación de las mujeres en todos los espacios políticos. También, en los últimos años se han aprobado leyes como la 243 destinada a proteger a las mujeres de la violencia y acoso político. La Ley 348 para garantizar a las mujeres una vida libre de violencia. De esta manera Bolivia atraviesa cambios que tienen que ver con el avance de la participación política de las mujeres. No se puede marginar que los avances en términos de participación política de las mujeres, tiene sus antecedentes en las cuotas, que han incrementado en forma significativa la participación y representatividad de las mujeres. El hecho de que las mujeres hayan copado lugares de poder en la política, y hayan roto el techo de cristal con el horizonte de ingresar con mayor fuerza y presencia en espacios públicos de decisión, es importante. Sin duda en las últimas décadas, los avances en cuanto a la participación de la mujer son fundamentales y valorables, aunque no dejan de tener paradojas y aspectos pendientes, necesarios de ser tratados.

Entre los obstáculos con los que se tropieza se hallan: la ausencia, la discriminación o la falta de reconocimiento de las mujeres en esferas relacionadas con las decisiones que definen las orientaciones básicas del desarrollo de una sociedad, es decir su presencia y participación en la esfera pública.

Asimismo, una asignatura pendiente en los debates sobre la calidad de la democracia es sobrepasar los prejuicios que subyacen, las resistencias y prácticas antidemocráticas que impiden la plena inclusión de las mujeres en los espacios de poder. Las organizaciones políticas son los espacios privilegiados para poder trabajar y enfrentar las transformaciones por equivalencia e igualdad en derechos políticos de las mujeres.

Las Organizaciones políticas son instancias donde campea el machismo pues la política es considerada una actividad para hombres, por tanto goza de la estigmatización de ser una actividad masculina vetada o riesgosa para mujeres. Los casos de acoso y violencia política en Bolivia así lo demuestran. Asimismo, las limitaciones que las mujeres tienen al interior de las Organizaciones Políticas que se plasman en (falta de recursos para el financiamiento de la campaña política, falta de tiempo de las mujeres para las actividades de la Organización, pues la triple jornada imposibilita o limita la participación de las mujeres. Pues ocuparse del trabajo, la familia y la actividad política- influye en la participación de las mujeres.

Por otro lado, el terreno de la política es considerado un ámbito de hombres, masculino, y por tanto riesgoso para las mujeres elegibles. En Bolivia los casos de acoso y violencia nos muestran que esta razón es fundamental y determinante para que las mujeres elijan y sigan una carrera política.

También puede leer: La justicia entre poderes

El acoso y violencia política al interior de las organizaciones y las mujeres en función pública, es una problemática candente, y las Organizaciones Políticas son las instancias privilegiadas para trabajar en la prevención, pero también en los mecanismos de procedimiento, sanción y restitución, de militantes o personas que comentan acoso y violencia política.

El tema del acoso político es una constante. En los últimos meses, hemos sido espectadores de una violencia inaudita y lamentable hacia mujeres ligadas al ámbito político. Estos hechos hacen retroceder a zancadas lo ganado en cuanto a participación y derechos políticos de las mujeres. Los golpes contra ellas asestan en el corazón de la misma democracia, y la desangran.

En el caso de Cochabamba, el municipio de Cercado, se ha visto envuelto en una serie de irregularidades. En mayo, el Concejo Municipal de Cercado-Cochabamba eligió a su nueva directiva. Las concejalas de la coalición Súmate, Daniela Cabrera y Claudia Flores, encabezaron la misma. Para sus correligionarios fue una ingrata sorpresa que dos mujeres no seleccionadas previamente hayan tenido la osadía de desoír y desafiar las órdenes del caudillo del partido. Lo cierto es que la “desobediencia” les supuso un alto costo, pues fueron golpeadas, hostigadas y acosadas. Las trataron de tránsfugas, traidoras y una turba de grupos con intereses particulares, llamada “pueblo soberano” las golpeó, hasta hospitalizarlas. Algo parecido ocurrió con Muriel Cruz, asambleísta departamental cruceña del Movimiento Al Socialismo, sufrió una tremenda paliza que la dejó en el hospital con 36 días de impedimento. En este caso, otra turba, compuesta por activistas de plataformas ciudadanas afines a la organización Creemos usó la fuerza bruta para atacarla, pues querían impedir que se posesionen a dos asambleístas guaraníes que amenazaban la condición de mayoría del partido oficialista. El no respeto a la disidencia y una intolerancia a la diversidad ideológica, esta socavando lo que se tenía ganado en cuanto a participación de las mujeres en la política. Asimismo, nos muestra que el ámbito político es masculino y brutal. Y cuando las mujeres desafían las estructuras y espacios de los hombres, la violencia ejercida contra ellas, está a la orden del día.

Finalmente, la participación de las mujeres en la política es vital y la independencia de pensamiento y acción también. En este sentido, toda organización de mujeres que tenga incidencia en la política tiene que ante todo priorizar las demandas de las mujeres y defenderlas. Para tener una incidencia distinta, no puede regirse a los mandatos de los caudillos. Puesto que esto supone un retroceso en lo ganado en materia de género y en la participación cualitativa de las mujeres en la política.

(*)Gabriela Canedo Vásquez es socióloga y antropóloga. 

Temas Relacionados

Comparte y opina:

A 50 años del golpe de Augusto Pinochet

El pasado y el presente del país trasandino desde la mirada del celebrado escritor y académico.

Fotografía del exdictador de Chile Augusto Pinochet tomada el 11 de septiembre de 1997

Por Ariel Dorfman

/ 17 de septiembre de 2023 / 06:49

Dibujo Libre

Durante 50 años he estado de luto por la muerte del presidente de Chile, Salvador Allende, quien fue derrocado mediante un golpe de estado la mañana del 11 de septiembre de 1973. Durante 50 años he estado de luto por su muerte y las muchas muertes que siguieron: la ejecución y desaparición de mis amigos y de muchas más mujeres y hombres desconocidos con quienes marché por las calles de Santiago en defensa del Sr. Allende y su intento sin precedentes de construir una sociedad socialista sin derramamiento de sangre.

Puedo señalar el momento en que me di cuenta de que nuestra revolución pacífica había fracasado. Fue temprano en la mañana del golpe en la capital del país, cuando escuché el anuncio de que una junta encabezada por el general Augusto Pinochet ahora tenía el control de Chile. Más tarde esa noche, acurrucado en una casa segura, y ya siendo perseguido por los nuevos gobernantes de Chile, escuché una transmisión de radio que Allende había sido encontrado muerto en La Moneda, el palacio presidencial y sede del gobierno, después de que las fuerzas armadas lo bombardearan. y lo asaltó con tanques y tropas.

Mi primera reacción fue pavor. Miedo por lo que podría pasarme a mí, a mi familia y amigos, miedo a lo que estaba por pasarle a mi país. Y luego me invadió una pena que nunca desapareció del todo de mi corazón. Se nos había dado una oportunidad única y luminosa de cambiar la historia: un gobierno de izquierda elegido democráticamente en América Latina que iba a ser una inspiración para el mundo. Y luego lo arruinamos.

El general Pinochet no sólo acabó con nuestros sueños; marcó el comienzo de una era de brutales violaciones de derechos humanos. Durante su régimen militar, de 1973 a 1990, más de 40.000 personas fueron sometidas a torturas físicas y psicológicas. Cientos de miles de chilenos (opositores políticos, críticos independientes o civiles inocentes sospechosos de tener vínculos con ellos) fueron encarcelados, asesinados, perseguidos o exiliados. Más de mil hombres y mujeres siguen entre los desaparecidos, sin funerales ni tumbas.

La forma en que nuestra nación recuerda, 50 años después, el trauma histórico de nuestro pasado común no podría ser más importante de lo que lo es ahora, cuando la tentación de un gobierno autoritario está una vez más en aumento entre los chilenos, como lo es, por supuesto, en todo el mundo. mundo. Muchos conservadores en Chile sostienen hoy que el golpe de 1973 fue una corrección necesaria. Detrás de su justificación se esconde una peligrosa nostalgia por un hombre fuerte que supuestamente abordará los problemas de nuestro tiempo imponiendo orden, aplastando la disidencia y restaurando algún tipo de identidad nacional mítica.

Hoy, cuando alrededor del 70 por ciento de la población ni siquiera había nacido en el momento de la toma del poder militar, es fundamental que tanto en Chile como en el resto del mundo recordemos las terribles consecuencias de recurrir a la violencia para resolver nuestros dilemas y caer en la división en lugar de luchar por la solidaridad, el diálogo y la compasión.

Hace cincuenta años, tan pronto como escuché el nombre de Augusto Pinochet, supe que estábamos condenados. Allende había confiado en el general Pinochet, jefe del ejército chileno, como el único oficial con el que podíamos contar para apoyar la Constitución y detener cualquier golpe de estado. Hablé brevemente con el general apenas una semana antes. Yo estaba trabajando en La Moneda como asesor cultural y de medios del jefe de gabinete del Sr. Allende. Con frecuencia contestaba los teléfonos, y casualmente contesté cuando llamó el general Pinochet, diciendo con su voz ronca y nasal que pronto gritaría las órdenes de destruir la democracia que había jurado defender.

Chile me había fascinado desde que llegué al país cuando tenía 12 años, nací en Argentina y crecí en Estados Unidos. A medida que crecí, lo que se volvió central en mi amor por el país fue la emoción de vivir en una nación con una democracia de larga data y un movimiento de liberación nacional nacido de las luchas de generaciones de trabajadores e intelectuales, con la figura carismática del Sr. Allende. abriendo el camino hacia un futuro que no dependiera de la explotación de muchos por unos pocos.

Eso no fue sólo un sueño. Cuando nuestro líder ganó las elecciones nacionales en 1970, su coalición de partidos de izquierda puso en práctica una serie de políticas que comenzaron a liberar a Chile de su dependencia de las corporaciones extranjeras y la oligarquía local. Es difícil describir la alegría, tanto personal como colectiva, que acompañó esta certeza de que la gente corriente era la protagonista de la historia, de que no teníamos que aceptar el mundo tal como lo habíamos encontrado.

Pero lo que para nosotros era una oportunidad radiante, había parecido una amenaza para varios de nuestros compatriotas que vieron nuestra revolución como un asalto arrogante a sus identidades y tradiciones más profundas. Esto era especialmente cierto para aquellos que consideraban sus propiedades y privilegios como parte de un orden natural y eterno. Estos antiguos propietarios de la riqueza de Chile, con el apoyo de la Casa Blanca del presidente Richard Nixon y la CIA, conspiraron para sabotear el gobierno de Allende.

No hubo luto entre los ricos y poderosos esa noche del 11 de septiembre. Estaban celebrando que Chile había sido salvado de lo que temían que se convirtiera en otra Cuba, un estado totalitario que los borraría del país que reclamaban como su feudo. El abismo que se abrió ese día entre las víctimas y los beneficiarios del golpe persiste, muchos años después del restablecimiento de la democracia en 1990.

Desde entonces ha habido algunos avances en la creación de un consenso nacional de que las atrocidades de la dictadura nunca más deben ser toleradas. Pero hoy la derecha radical de Chile y más de un tercio de los chilenos han expresado su aprobación al régimen de Pinochet.

Por lo tanto, no se ha alcanzado ningún consenso sobre el golpe en sí, a pesar de los esfuerzos del actual presidente de Chile, Gabriel Boric. Con sólo 37 años, es un admirador de Allende que intentó que todos los partidos políticos firmaran una declaración conjunta que declaraba que bajo ninguna circunstancia se puede justificar una toma militar del poder. La semana pasada, los partidos de derecha se negaron a firmar la declaración.

También puede leer: Policía halla pistola de Augusto Pinochet durante operativo antidrogas en Chile

El líder de derecha José Antonio Kast, una especie de Trump de los Andes, favorito para ganar la presidencia en 2025, es un abierto partidario del legado del dictador. Se niega, como un número alarmante de sus devotos, a condenar lo ocurrido el 11 de septiembre de 1973. Insisten en la tesis de que, por lamentables que hayan sido los abusos resultantes, las fuerzas armadas no tuvieron otra alternativa que levantarse para para salvar a Chile del socialismo.

Quizás muchos jóvenes chilenos se encojan de hombros y piensen que esto es simplemente otra disputa política que tiene poco impacto en la larga lista de problemas que enfrentan hoy: crimen y migración al país; una crisis económica y climática; atención sanitaria, educación pensiones inadecuadas; una revuelta de comunidades indígenas en el sur del país. Pero necesitamos encontrar una manera de forjar una comprensión compartida de nuestro pasado para que podamos comenzar a crear una visión compartida de Chile para los muchos mañanas que nos esperan.

En este momento de confusión y polarización, ¿qué tipo de guía puedo yo, un chileno que vivió esta historia, ofrecer a las generaciones más jóvenes mientras luchan por recordar este día? ¿Cómo podemos animarlos a seguir trabajando por un futuro en el que sea posible para todos los chilenos –o casi todos– decir con fervor “nunca más”?

Ofrezco una palabra: seguimos.

Seguimos.

Seguimos. No flaqueamos. No nos desanimaremos.

Es una de las palabras favoritas del señor Boric. También es una actitud que Allende inmortalizó en su último discurso desde La Moneda mientras se preparaba para morir. Le dijo al pueblo de Chile que pronto “el metal tranquilo de mi voz no os llegará. No importa. Seguirás escuchándome. Siempre estaré a tu lado”.

Seguimos, para que Chile, a pesar de todo lo que ha sufrido, quizás por lo que ha sufrido, pueda perseverar en el camino hacia la justicia y la dignidad para todos. Y seguimos, para que los jóvenes chilenos de hoy no pasen el resto de sus vidas de luto, lamentándose de lo que pudo haber sido.

(*)Ariel Dorfman es escritor

Temas Relacionados

Comparte y opina:

Ecuador y Argentina en el horizonte progresista

Las elecciones presidenciales argentinas y ecuatorianas de octubre contituyen un desafío para la ‘segunda ola’ de gobiernos de izquierda en la región.

El economista libertario de extrema derecha argentino y candidato presidencial Javier Milei

Por Henry Baldelomar Chávez

/ 17 de septiembre de 2023 / 06:25

Dibujo Libre

La expresión “ola progresista” ha sido ampliamente utilizada por la literatura para referirse al ciclo de gobiernos de centro-izquierda e izquierda que gobernaron la mayoría de los países latinoamericanos durante los primeros tres lustros del siglo XXI (la primera ola) y, después de un breve periodo de interrupción, se reestablecieron (la segunda ola ) con la llegada de López Obrador a la presidencia de México (2018), el triunfo de Alberto Fernández en Argentina (2019), y la victoria electoral de Luis Arce Catacora del MAS en Bolivia (2020). A ellos se incorporaron nuevos países como Chile, Colombia y Brasil, que en la primera oleada los dos primeros se habían mantenido como una especie de barrera conservadora. Las victorias de Gustavo Petro en Colombia, Gabriel Boric en Chile y Lula da Silva en Brasil marcaron el viraje hacia una definición más amplia del progresismo variopinto en la región.

En cuanto al contexto económico, la desaceleración a nivel mundial, provocada por los efectos de la pandemia del Covid-19 y la guerra de Europa del Este, golpea con fuerza los esfuerzos de los gobiernos progresistas latinoamericanos de lograr una reactivación debilitando la credibilidad de los mismos. Esto genera el caldo de cultivo para la conflictividad social y la reemergencia de propuestas electorales ultraliberales como es el caso de Javier Milei, en la Argentina; o el Partido Republicano, liderado por José Antonio Kast en Chile; o el Partido Colorado y su victoria electoral en el Paraguay. A ello debe sumarse el propósito de los EEUU de iniciar una estrategia de mayor influencia en la región, recomendado en el informe reciente del Comando Sur.

En ese contexto, dos países de la región, Argentina y Ecuador, enfrentarán en octubre próximo procesos electorales con particularidades e importancia específicas de cada escenario electoral. Sin embargo, sus resultados podrán tener repercusión en la correlación de fuerzas en la región, fundamentalmente en el caso argentino. Así también en los procesos de integración más importantes de la región que atraviesan por dificultades: Mercosur y CAN, respectivamente.

El gobierno de Alberto Fernández realizó enormes esfuerzos para superar las dificultades económicas, muchas de ellas como consecuencia de la gestión de Mauricio Macri, en especial la alta inflación que golpea a un electorado que diariamente constata la pérdida del poder adquisitivo de su ingreso. Sin duda, ello frena la posibilidad de subir en la intención de voto del oficialismo, cuyo candidato es Sergio Massa, quien además es el Ministro de Economía de la actual gestión de Fernández.

Ello ha contribuido a la emergencia del “libertario” Javier Milei, diputado de extrema derecha y su partido “La Libertad Avanza”. Milei aboga por un mensaje de ruptura con el sistema con escasos detalles políticos y cuenta con un mayoritario apoyo joven y masculino. Después de las elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) es evidente que representa una amenaza para el peronismo pero también para el conservadurismo de “Juntos por el Cambio” de Mauricio Macri, cuya candidata a la presidencia es Patricia Bullrich. El principal atractivo de Milei es que se presenta como absolutamente distinto de las otras dos opciones, aunque no logra desmarcarse totalmente del liberal conservador de “Juntos por el Cambio”. En principio, Milei representa a un número importante de ciudadanos que no vieron en el resto de la oferta partidaria a nadie más con quien identificarse.

Sin embargo, las idas y vueltas de Milei, sus cambios de postura y la morigeración de las propuestas han debilitado su fuerza ascendente inicial. A ello deberá sumarse que, probablemente, se incremente el factor miedo al libertario en la Casa Rosada. A esto se agrega que, con el correr de la campaña, los medios alineados con el macrismo se verán en la obligación de ser más críticos con Milei, provocando una leve caída en la intención de voto del exponente libertario.

Con ello, el escenario electoral se encuentra ante la evidente posibilidad de que haya una segunda vuelta entre la fuerza emergente de Milei, que, según las encuestas, obtendría el primer lugar, con un escaso margen para alcanzar la victoria en primera vuelta. Mientras que el peronista Sergio Massa (Unión por la Patria) lograría el segundo lugar. Patricia Bullrich, del partido “Juntos por el Cambio” de Mauricio Macri, quedaría como tercera.

Con estos probables resultados es que el campo político argentino se polariza y que en noviembre encontremos un escenario electoral aún más polarizado, con márgenes de incertidumbre difíciles de predecir pues no puede precisarse cuál será el comportamiento de los mercados post elecciones de octubre. Hay otro factor que le agrega expectativa al proceso electoral argentino y que tradicionalmente es difícil de diagnosticar en las encuestas: los que no fueron a votar en las PASO y lo hacen en las generales. Son personas poco politizadas y muy renuentes a contestar encuestas. Eso sumará varios millones de ciudadanos en los comicios generales.

También puede leer: La justicia entre poderes

Sin embargo, el peronismo en la Argentina, que ha gobernado durante 28 de los 40 años de democracia desde 1983, es la fuerza política que se ha definido durante mucho tiempo por las personalidades por encima de las políticas. Esta es una característica del movimiento peronista que le ha permitido alcanzar victorias electorales, aún en escenarios difíciles. La historia demuestra que nunca hay que descartar al peronismo: sus muchas encarnaciones le han permitido eclipsar a todos los demás partidos políticos de Argentina.

En el caso ecuatoriano aparentemente el panorama es algo más auspicioso para el progresismo del partido “Revolución Ciudadana” del expresidente Correa, aunque no por ello constituye garantía para que el correismo obtenga una cómoda victoria.

“Revolución Ciudadana” con Luisa Gonzales es la primera minoría del Ecuador, la más estructurada y con un liderazgo más fuerte. Tiene en estas elecciones la oportunidad de recuperar la presidencia y proyectarse nuevamente como fuerza política gravitante en el 2025.

Sin embargo, Daniel Noboa, un empresario relativamente nuevo en la política es el otro candidato que emergió sorpresivamente en la primera vuelta. Este ciclo electoral se ha centrado en la frustración de los votantes con la creciente violencia de las bandas criminales y los carteles de la droga en el país.

También puede leer: Entrevista a Milei logra récord en la red X (Twitter), es la más vista de la historia

Como ocurre en la Argentina, la economía será uno de los temas principales en esta segunda vuelta, pero, en el caso ecuatoriano, el tema de la seguridad será la otra gran cuestión, en un momento en que las bandas callejeras y las prisiones locales, junto con las mafias de la droga, han desatado una ola de violencia inédita en la historia reciente de ese país. Esto ha incrementado las tasas de homicidio a niveles récord, afectando a la industria del turismo.

Sin duda que los resultados de las elecciones presidenciales de la Argentina y Ecuador constituyen procesos de importancia estratégica en la reconfiguración política del progresismo en América Latina.

(*)Henry Baldelomar Chávez es politólogo e internacionalista

Temas Relacionados

Comparte y opina:

La electoralización anticipada sacude la política nacional

Aunque falta más de dos años para las elecciones de 2025, los actores políticos ya están disputándose las futuras candidaturas.

La vocal electoral, Dina Chuquimia, y el analista político, Carlos Saavedra, hablan del camino hacia las elecciones de presidenciales de 2025.

Por Pablo Deheza

/ 10 de septiembre de 2023 / 07:30

El punto sobre la i

“En Bolivia la política nunca duerme, siempre estamos en una gimnasia electoral”, afirma el analista político tarijeño, Carlos Saavedra. Aunque estamos muy lejos todavía de las elecciones presidenciales de 2025, falta poco más de dos años, la realidad es que las disputas por las candidaturas, con mayor evidencia dentro del partido de gobierno, es lo que está marcando la dinámica política del país.

Las primarias ya están siendo jugadas por los actores políticos, aunque formalmente no exista ni siquiera la convocatoria para las mismas. “En este momento la Sala Plena del Tribunal Supremo Electoral (TSE) todavía no ha tocado el tema de la fecha para las elecciones primarias. Sin embargo, de acuerdo a la ley, se prevé que puedan realizarse con diez meses de anticipación al día de la elección”, señala la vocal del TSE, Dina Chuquimia.

Precisa que “las elecciones primarias solamente las realizan las organizaciones políticas de alcance nacional, para elegir a sus candidatos a la presidencia y vicepresidencia del Estado. Esperamos que, desde las organizaciones políticas, haya más de un candidato. En 2019 se vio mucho la figura del monocandidato, con una sola persona presentándose. Por el bien de la democracia interna, ameritaría que haya más de un candidato por partido político y que sus bases, la militancia, puedan elegir”.

En Bolivia, “actualmente tenemos once organizaciones políticas registradas en el Tribunal Supremo Electoral (TSE) para participar a nivel nacional. Están el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), Unidad Cívica Solidaridad (UCS), Partido Demócrata Cristiano (PDC), Unidad Nacional (UN), Movimiento Al Socialismo (MAS), Frente Revolucionario de Izquierda (FRI), Movimiento Democracia Social (Demócratas), Frente Para la Victoria (FPV), Partido de Acción Boliviana (PANBOL), Movimiento Tercer Sistema (MTS) y Acción Democrática Nacionalista (ADN). Estas organizaciones políticas son las que legalmente están habilitadas para las elecciones presidenciales, a excepción de PANBOL y FPV, que todavía tienen pendiente una resolución que debe emanar de la Sala Plena”, explica la autoridad electoral.

Más allá de todo lo formal, en los hechos, en nuestro país el partido por la definición de las candidaturas ya se está jugando, aunque esto se va dando a diferentes velocidades. Saavedra observa que “parecería, además, que hoy, después de muchos años, estaríamos encaminando hacia una nueva configuración del escenario político, porque durante los últimos años hemos tenido una constante, con un bloque de izquierda, del campo popular, que se ha logrado alinear a partir del instrumento político del MAS y que ha logrado cierta homogeneidad. Ha tenido escisiones, pero que han sido muy pequeñas, que no han significado, electoralmente, un quiebre. Del otro lado, hay un bloque conservador de derecha, centro derecha, que por lo general siempre ha estado más fragmentado”.

El analista tarijeño prosigue señalando que “la novedad sería que el bloque de izquierda del campo popular podría dividirse. Pienso que esa tensión política hoy está marcando la configuración del escenario nacional. Hoy pareciera que las primarias se han adelantado. Ya estamos viviendo las primarias en un país donde no estamos acostumbrados a definir a través de la vía institucional quiénes son los candidatos de una fuerza o de la otra, sino que tenemos una tradición mucho más caudillista donde hay un liderazgo que termina imponiéndose por sobre los demás. Bolivia ya está prácticamente en un clima electoralizado, donde la disputa por las candidaturas está marcando el escenario nacional, aunque estamos a dos años de las elecciones presidenciales de 2025”.

Resulta por demás evidente entonces que el gran protagonista de esta disputa es el partido de gobierno. Ahí es donde la pelea se muestra con mayor crudeza. “El MAS había tenido unidad, claramente, durante todos estos años que logró conquistar la hegemonía política en el país. Tenían un liderazgo consolidado. Hoy da señales de consolidarse una división, que yo no creo que se vaya a resolver de manera institucional, a través de elecciones primarias. Parecería que va a fragmentar el campo popular. Ahí, visiblemente, se tiene dos alternativas. Una, la de Evo Morales, que claramente ya está en campaña. Está trabajando en una primera fase que es regrupar a sus núcleos duros, pero que va a tener seguramente un gran desafío, que yo lo noto muy complejo, y es el cómo reconquistar clases medias, cómo reconquistar votos no militantes. Al final, eso es lo hizo definitivamente hegemónico al MAS durante más de tres elecciones. Por otro lado, está el presidente Luis Arce, que está navegando también en una situación bastante compleja. Tiene como principal tarea, para lograr una viabilidad política mínima, consolidar la estabilidad económica. Ese es un requisito fundamental para él, si quiere tener viabilidad política. En términos ya estrictamente partidarios, debe fortalecerse en la interna y poder crecer en las clases medias, donde pareciera que podría tener un poco más llegada que Morales. Sin embargo, todavía hay una tercera opción al interior del MAS, que ya la deslizó el exvicepresidente Álvaro García Linera, que podría ser Andrónico Rodríguez, como una suerte de dirimidor de esta disputa fraticida que tienen Arce y Morales, que podría surgir como una especie de desempate”, afirma Saavedra.

En cuanto a la oposición, sostiene que “sigue una fragmentación muy marcada y hay un divorcio entre las oposiciones de oriente y occidente. CC es prácticamente una oposición testimonial. Carlos Mesa entiende que, sin estar muy presente en la palestra pública, por descarte sigue siendo la mejor opción de la oposición. Pero es un liderazgo que no crece, que no tiene presencia territorial, que no logra construir articulación a nivel nacional. Está esperando, si vale la metáfora, dentro de los pequeños, ser el más alto, para, a partir de esa posibilidad electoral, aglutinar a los demás. Lo noto aislado y hay algunas voces al interior de CC que también están pidiendo renovación. Ahí yo identificaría dos liderazgos. Una, la del senador Rodrigo Paz, que se nota que claramente, y ya lo he insinuado en varias declaraciones, quiere tener presencia nacional. Veo que la otra podría ser la senadora Andrea Barrientos, que también jugar un papel protagonista. Con todo, creo que CC sigue ahí, naufragando sin haber podido construir un proyecto político”.

“Aun así, ante la fragmentación del MAS, todas las fuerzas de oposición, sin tener liderazgo, sin tener proyecto político de país, sin tener estructura nacional, pueden tener una oportunidad. No por mérito propio, sino por la debilidad del MAS”, advierte.

La situación es igualmente compleja en el oriente. “Se percibe una fragmentación muy marcada en Santa Cruz. Ni siquiera el camachismo se encuentra unido entre sí, está absolutamente dinamitado al interior, con varias líneas que obedecen a distintos liderazgos. Yo creo que Camacho en este momento ha dejado de ser una figura política nacional que pueda generar un proyecto alternativo de poder al MAS. Tal como está hoy, ni siquiera creo que sea una opción para disputar el poder en lo departamental. Han vuelto a surgir en los últimos días algunas alternativas como Demócratas, que parecieran estar más interesados en el poder local que en el poder nacional. Especialmente a partir del liderazgo de Manuel Saavedra en la alcaldía de Santos Cruz de la Sierra, pero no lo veo como un partido con figuras propias. Posiblemente pueda prestar la sigla para que candidatos como Vicente Cuellar o el mismo Rodrigo Paz, si no logra nada con CC, puedan proyectar algo”.

Existe un tercer grupo, por fuera de las oposiciones que actualmente tienen presencia en la Asamblea Legislativa Plurinacional. Saavedra observa al respecto que “están quienes que intentan ocupar el lugar de outsiders, que intentan generar la hiperpolarización. Ahí está todo el grupo Bunker, el ex candidato del MNR, Virginia Lema, Agustín Zambrana, que particularmente creo que hoy son expresiones de lo más radicalizado de la política anti-masista, pero sin todavía posibilidades de constituirse en un interlocutor válido en la política nacional. Todavía muy marginales y que electoralmente no representarían en este momento una amenaza para nadie, ni para la oposición tradicional ni para el masismo, ya sea unido o dividido”.

La mirada del analista no pasa por alto el ánimo de la sociedad boliviana. Explica que “todos los estudios de opinión pública y el clima que se está empezando a posicionar en Bolivia, muestra que hay ciertas pulsiones de cambio. No diría un cambio radical, no creo que se trate de la destrucción del Estado plurinacional para la construcción de algo muy distinto, sino un cambio en las formas de gobierno. Probablemente no en el fondo, creo que el MAS ha logrado construir cosas muy interesantes que la mayoría de la población no quiere que le cambien, pero sí quiere cambios drásticos en la forma de gobernar, La crítica está vinculada al autoritarismo, a la lucha contra la corrupción, a una crisis institucional profunda que hay en la justicia, en la policía, hasta en el fútbol. Pero, si bien hay esa pulsión de cambio, hoy nadie la representa”.

“Si analizamos todo lo que ha pasado en términos electorales en la región, todos los balotajes han tenido la figura de un outsider, por lo general, además, vinculado a una derecha radical. Está el caso de José Antonio Kast, en Chile; Jair Bolsonaro, que después de ser presidente ha logrado volver al balotaje contra Lula da Silva, en Brasil; Javier Milei, en Argentina, donde si no pasa nada raro va a ser el próximo presidente. En Bolivia no hay quien represente, no hay quien pueda encarnar esa función de cambio. Y no se trata, como algunos que intentan jugar ese rol de outsider, de hacer una copia de lo que pasa en otros países. Cada país tiene su contexto, no hay fórmulas mágicas en comunicación políticas. Nadie entre ellos ha logrado entender el contexto boliviano. Creo que eso definitivamente hace que se agote el tiempo para la aparición de una figura pueda personificar esa pulsión de cambio que está presente. Quienes intentan jugar el rol de outsider en este momento lo hacen de manera muy artesanal y terminan hasta caricaturizando esa figura. No dan señales de que logren generar la sensación de que ellos son el cambio”, asevera.

También puede leer: ‘Adultocentrismo’ vs. Renovación, el dilema en CC

En criterio de Saavedra, “en términos formales, el instrumento que ellos vayan a utilizar, si aparecería algún outsider, va a ser definitivamente un instrumento prestado. Uno de los rasgos de la política contemporánea es la hiperpersonalización de la política. No hay tanto un apego por el instrumento, el partido, que termina siendo testimonial. Por ejemplo, cuando Luis Fernando Camacho fue a la elección de 2020, un poco en esta lógica de ser el outsider, fue con la sigla de Unidad Cívica Solidaridad (UCS) como base, que es una de las fuerzas políticas tradicionales entonces. Así, el partido es más un formalismo. El verdadero problema de quienes quieren erigirse como la figura outsider en la política boliviana es que no logran encontrar quien personalice de manera auténtica esa figura. En política es difícil impostar algo. Uno tiene que representar auténticamente una función de cambio y en Bolivia no se ve eso actualmente”.

Es probable que ya hayamos tenido outsiders. Por ejemplo, que Luis Fernando Camacho ya haya sido el Javier Milei boliviano, pero que, por la rapidez con la que se vivió todo en un periodo muy corto de tiempo, entre 2019 y 2020, incluyendo los errores en que incurrió el gobierno de Jeanine Añez, el país no alcanzó a caer en cuenta completamente de lo que estaba pasando. El contraciclo, luego del derrocamiento de Evo Morales, fue extremadamente corto en Bolivia. En Brasil, Jair Bolsonaro tuvo una gestión de cuatro años como presidente. Mauricio Macri estuvo cinco años al mando de Argentina. En nuestro país todo se condensó en el año que se mantuvo Añez.

Sobre este aspecto, Saavedra sostiene que “ha habido figuras y momentos políticos que tenían todas las características de constituirse en un proyecto político outsider en Bolivia, pero que no han sabido entender el contexto nacional. Pero, además, han tenido mucha inmadurez política para gobernar. Camacho claramente tuvo posibilidad de convertirse en el outsider nacional, pero las jugadas políticas los constantes errores y, por sobre todo, la falta de construcción de un proyecto alternativo que entienda lo que ha vivido Bolivia en los últimos 20 años, que no lo niegue completamente, sino que rescatando algunas cosas pueda construir algo nuevo, hizo que se diluya rápidamente. Camacho pudo personificar ese rol de outsider, Janine Áñez en su momento también tuvo una mínima posibilidad de encarnar el cambio, pero no lo lograron. Pienso que ellos quemaron definitivamente esas oportunidades que tenía la oposición para arrebatarle de manera más sostenida el poder al MAS. Entonces eso también dificulta muchísimo la generación de una nueva figura de cambio que pueda llegar a disputar de manera seria el próximo proceso electoral”.

(*)Pablo Deheza es editor de Animal Político

Comparte y opina:

Últimas Noticias