Un ¿nuevo? consenso de Washington
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Los antiabortistas se manifiestan en Washington con un espíritu combativo.
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La doctrina neoliberal ya no goza del dominio que alcanzó luego de la caída del muro de Berlín.
SALA DE PRENSA
La referencia al consenso de Washington fue planteada por primera vez en 1989 por el economista inglés John Williamson. En ese momento, se trataba de un conjunto de recetas económicas para los países en desarrollo que hacían énfasis en privilegiar la empresa privada, la minimización de los Estados, la liberalización financiera y la reducción del déficit público.
En el tiempo, la mención al consenso de Washington se volvió prácticamente un sinónimo con la idea del neoliberalismo tal como fue puesto en práctica durante las dos últimas décadas del Siglo XX. La fuerza de ese conjunto de ideas fue tal que el politólogo estadounidense Francis Fukuyama escribió su famoso libro El Fin de la Historia y el Último Hombre(1992), en el que sostenía que la humanidad había llegado al pico de su desarrollo, non plus ultra, sobre la base de esa doctrina, entonces dominante.
Si bien los esfuerzos por impulsar el neoliberalismo estuvieron presentes durante toda la década de 1980, fue después de la caída del muro de Berlín, el 9 de noviembre de 1989, que éste adquirió carta de ciudadanía y pasó a ser el sentido común dominante de manera casi incuestionable. El socialismo había fallado y lo que quedaba era la lógica triunfante del mercado y del capitalismo; o al menos eso fue lo que llegó a imponer en el debate político e ideológico. En el caso de América Latina, nuestro país incluido, con la aplicación de la doctrina del shock de por medio.
Así, aquel neoliberalismo rampante aspiraba a ser el horizonte para toda la humanidad. Como consecuencia, debía globalizarse y así se impulsó también la profundización de las interacciones económicas entre los países. Recordemos que, en 2000, Bill Clinton dio un apasionado discurso en el que abogaba por el ingreso de China a la Organización Mundial de Comercio (OMC). “El acuerdo moverá a China en la dirección correcta. Promoverá los objetivos por los que Estados Unidos ha trabajado en China durante las últimas tres décadas”, dijo.
El sueño globalizador y totalizador del neoliberalismo encontró un fuerte recordatorio de que no toda la humanidad estaba convencida de seguir ese camino con los atentados del 11 de septiembre de 2001.
En los últimos años del Siglo XX ya comenzaron a escucharse los crujidos del portentoso invento. En 2001 la quiebra de la petrolera Enron mostró las consecuencias de un capitalismo liberalizado y sin controles. Hacia 2005, el núcleo de las ideas del consenso de Washington ya no eran el sentido dominante. Las crisis de los tigres asiáticos y la de Argentina en 2001 habían desportillado su brillo, irremediablemente. Sin embargo, el castillo acabó por derrumbarse con la crisis financiera de 2008. Para remate, se dieron las protestas en Grecia, que desnudaron el carácter injusto y ultimadamente contradictorio del orden neoliberal propuesto.
Luego de las quiebras de Lehman Brothers y Bear Sterns, incluyendo además el episodio de Bernard Madoff, estaba claro ente todo el mundo que el capitalismo del liberalismo financiero que enarboló el consenso de Washington era un peligro para propios y extraños.
El mundo hoy es muy diferente a aquel sobre el que escribió Fukuyama luego de la caída del muro de Berlín. La guerra en Ucrania está gatillando y acelerando un conjunto de cambios geopolíticos que se venían avizorando desde el referéndum por el Brexit y la llegada a la presidencia de Donald Trump.
En abril de este año, el asesor de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Jake Sullivan, dio un discurso en el que aborda y detalla lo que se está viniendo a llamar como el nuevo consenso de Washington. Esta vez, ya no se trata de una propuesta que aspira a la conformación y sustentación de un orden mundial hegemónico e indisputable. Todo lo contrario, intenta reposicionar a Estados Unidos de manera evidentemente defensiva. En los hechos aboga por la conformación de un bloque para hacer frente a la emergencia de China.
“La visión de la inversión pública que energizó el proyecto estadounidense en los años de la posguerra se ha desvanecido. Se dio paso a un conjunto de ideas que defendían la reducción de impuestos y la desregulación, la privatización sobre la acción pública y la liberalización del comercio como un fin en sí mismo. Había una suposición en el centro de toda esta política: que los mercados siempre asignan el capital de manera productiva y eficiente”, dijo Sullivan. Estas palabras se habrían tomadas como heréticas en 1990.
En la visión de Sullivan, los desafíos actuales de Estados Unidos pasan por lo siguiente. En primer lugar, apunta a la priorización que se dio a las finanzas por encima de la producción industrial, en la que China actualmente pasó a llevar la delantera; sobre todo en cadenas de suministro en las que está en juego el futuro, como por ejemplo las relacionadas con la producción de energía limpia. En segundo lugar, existe un nuevo escenario geopolítico, con un actor importante que entra a disputar la primacía: China. En tercer, señala los desafíos que genera el cambio climático y el rol que debe jugar el Estado en ese sentido. Finalmente, da cuenta de que las políticas neoliberales no satisficieron a las clases medias y acentuaron las brechas de desigualdad; tanto entre personas como entre países.
Entonces, las soluciones que propone este denominado nuevo consenso de Washington se centran en lo siguiente. Primero, definir e implementar una nueva estrategia de industrialización para Estados Unidos, de forma tal que los esfuerzos privados estén alineados con los objetivos geopolíticos del país. En otras palabras, mediación del Estado en la dirección de la empresa privada. Segundo, “trabajar con nuestros socios para garantizar que también desarrollen capacidad, resiliencia e inclusión”. Por socios, Sullivan se refiere principalmente a Europa occidental y central más Japón; básicamente el G7. Tercero, redefinir las alianzas con otros países. En lo que menciona el asesor estadounidense, la prioridad está en la región del Indo-Pacífico. Nuevamente, el interés es geopolítico y apunta a contrabalancear el despliegue chino. El cuarto punto se refiere a movilizar enormes cantidades de dinero a países en desarrollo para alinearlos en los esfuerzos previamente indicados.
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Aunque no tardaron en aparecer críticas a la propuesta esbozada por Sullivan en el propio suelo estadounidense, que vienen en mayor medida de muchos incondicionales del credo neoliberal, tendrá que pasar un tiempo para ver si la idea prospera y los resultados que entrega.
Con todo, es indudable a estas alturas del partido que las viejas certezas neoliberales no funcionan sino entre aquellos convencidos religiosamente de su santidad, antes que de su eficiencia. Por lo menos a estas alturas del Siglo XXI, la doctrina liberal de corte laissez faire, laissez passer está kaput.
Basta tener presente que, en las últimas reuniones anuales en Davos del Foro Económico Mundial, la exigencia de los más ricos del mundo no es mayor liberalismo, sino todo lo contrario. Le piden a los Estados regulación y esfuerzos coordinados para hacer frente a los desafíos actuales.
(*)Pablo Deheza es editor de Animal Político