Gaza tensiona las relaciones de poder globales
Imagen: AFP
El conflicto pone a la región y al mundo en vilo
Imagen: AFP
El internacionalista y politólogo Hugo Siles Núñez del Prado analiza el conflicto en Oriente Medio y sus implicaciones.
El punto sobre la i
La complejidad de los conflictos en Oriente Medio y su impacto en recursos críticos, equilibrio de poder, migración y seguridad global hace que la región tenga una enorme importancia en la geopolítica global. Todas las grandes potencias, sin excepción, tienen intereses en la zona. El conflicto en Gaza, desatado en su fase más reciente luego del ataque de Hamas el pasado 7 de octubre, tensiona la diplomacia mundial y las relaciones mundiales de poder.
La ubicación geográfica de Oriente Medio le otorga una importancia estratégica significativa, al ubicarse en la intersección entre Europa, África y Asia. Controlar o influir en la región brinda ventajas sustantivas en términos de acceso a rutas comerciales clave e impacta en la seguridad global. Además, alberga grandes de gas y petróleo.
Conversamos con el internacionalista y politólogo Hugo Siles Núñez del Prado, un estudioso de la geopolítica y la política internacional. Su perspectiva esclarece la naturaleza del conflicto en Gaza y sus consecuencias. El recientemente nombrado embajador boliviano en China despliega su formación profesional e intelectual en una reflexión que no deja nada en el tintero.
¿Por qué importa lo que está sucediendo en Gaza?
El Oriente Medio y el Oriente Próximo son escenario de una fluctuación de intereses, principalmente de las potencias occidentales. La región tiene una fuerte atracción de Occidente representado por Estados Unidos, Inglaterra, Francia y otros. Esto los vincula, hace más de un siglo, con intereses concretos que van desde los recursos hidrocarburíferos, la posición y la ubicación geoestratégica, el control y acceso a los mares, el canal de Suez entre el Mediterráneo y el Océano Índico, entre otros intereses. Es decir, el valor de Oriente Medio y Oriente Próximo es incalculable desde el punto de vista geopolítico y de los intereses que confluyen en la zona; principalmente por lo que representa en cuanto al papel que ocupa Occidente frente al mundo árabe y otras potencias, Rusia y China, potencias ajenas a Occidente también están presentes en la zona.
El mundo no es ajeno a lo que sucede en Gaza y por eso que existe un rechazo mayoritario a las acciones militares de Israel sobre la población civil. Prácticamente estamos hablando de que este es un conflicto de escala regionalizada en Oriente Próximo, con países vecinos y potencias que están en aprestos de involucramiento. Las posibilidades y riesgos de escalamiento del conflicto sobre los hechos en Gaza, colocan a Irán, Arabia Saudita, e incluso Turquía al máximo de la tensión. Con todo, este es un conflicto más de norte-sur, porque finalmente el Sur Global ha tenido una mayor dureza en la condena que el Norte Occidental sobre lo que está pasando en Gaza.
¿Cómo se puede caracterizar la situación actual?
Es importante precisar que lo ocurrido el 7 de octubre pasado marca un punto de inflexión en el conflicto entre Israel y Palestina porque, en paralelo a los ataques de Hamas y luego la contraofensiva desproporcionada e inhumana, con terribles acciones de genocidio, ocurre la guerra entre Rusia y Ucrania. La posición de Occidente, de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) es la de establecer un mundo con reglas y cierto marco de justificación al apoyo que le brindan a Ucrania. Cuando ocurre lo del 7 de octubre entre israelíes y palestinos, producto de la ocupación de territorios palestinos, el hostigamiento y la presión para no alcanzar el reconocimiento de un estado palestino, con todo lo que hemos visto en los últimos 50 años de ocupación desde la creación del Estado de Israel, el mundo especta terribles contradicciones que se están gestando a partir del doble rasero con el cual mide Occidente la guerra en Ucrania, versus los ataques inmisericordes sobre la población civil de Gaza. Hay más de dos millones de población civil hostigada y encarcelada. Sumado a que Israel hace oídos sordos a sendas resoluciones de la Organización de Naciones Unidas (ONU), sobre la devolución de los territorios ocupados después de la Guerra de los Seis Días, en 1967.
También puede leer: Conflicto, gobernabilidad y democracia en el MAS
Este doble discurso de las reglas que establece Occidente para el mundo, cae por su propio peso cuando un mayor número de países rechaza lo que sucede en Gaza en este momento.
El 27 de octubre, en la ONU, 138 países condenaron el uso de fuerza en Gaza. Independientemente de que los hechos los inició Hamas, la conducta de Israel y la represalia en Gaza sobre población civil, no tienen ningún tipo de justificación y proporción. En Gaza no existe un Estado, que disponga de una fuerza militar, un ejército. Hay población civil que está prácticamente encarcelada desde hace años y que depende de la ayuda humanitaria para poder subsistir. Al menos la mitad de la gente tiene que alimentarse mediante la asistencia.
Las voces críticas a lo que viene haciendo Estados Unidos, sobre todo en relación a Rusia y China, tiene también voces críticas desde dentro.
Henry Kissinger ha escrito y opinado sobre el tremendo error que tiene Estados Unidos respecto a la expansión de la OTAN hacia Europa del Este y tocar los límites de Ucrania y de Rusia. El estar en constante amenaza y expansión ha sido calificado por Kissinger y otros intelectuales norteamericanos, como un error estratégico y táctico de los Estados Unidos y del cual afirman no saldría airoso. Por otro lado, están las voces más conservadoras, los llamados halcones, que están mucho más interesados en que Estados Unidos mantenga un liderazgo militar, presencia y apoyo en estos escenarios. Obviamente visualizan como adversarios y “enemigos” de peso a Rusia y China, fundamentalmente. El realismo y el idealismo de la política exterior norteamericana, se combina también de acuerdo a la coyuntura de la política interna de ese país.
¿Cómo juega la política interna en este conflicto?
En países como Estados Unidos e Israel, donde hay coyunturas internas muy complejas, las guerras generan réditos políticos. Estados Unidos va a elegir un presidente el próximo año. Entonces, esta posición de apoyar a Ucrania en la guerra con Rusia, como la de estar de lado de manera incondicional con Israel en esta nueva aventura genocida contra la población civil de Gaza, obviamente van a tener consecuencias en la política interna. También se beneficia el primer ministro Netanyahu en Israel, quien antes del 7 de octubre tenía una coyuntura interna compleja, con el rechazo a su reforma judicial, entre otros problemas de política interna. Con estos ataques, de nacionalismo extremista y genocida, nuevamente orientados contra la población palestina, se atrinchera y genera ventajas de reposicionamiento al frente de la política interna israelí.
¿Qué consecuencias está generando el conflicto actualmente?
Este nuevo conflicto, que tiene consecuencias terribles para la población civil en Gaza, por primera vez coloca a Israel como el país mundialmente observado y señalado por las atrocidades cometidas. Hace muy poco, el mundo centralizaba este señalamiento al Estado Islámico, en su momento a ISIS, pero colocaba a Irán como la cabeza del “Eje del mal”, a decir de los medios de comunicación occidentales; era el principal representante, según Estados Unidos. Los países del mundo árabe en su mayoría, sobre todo después de los acuerdos de Camp David, estaban resolviendo con acuerdos sus relaciones con Israel. Prácticamente habían habilitado un camino de acercamientos. Bueno, con esta reedición de los conflictos y con la recurrente posición que ha tenido la derecha israelí, a la cabeza del primer ministro Netanyahu, todo aquello ingresa en un retroceso. Esto podría propiciar una “nueva Intifada”, esta vez no solo expresada desde los grupos del integrismo islámico pro Palestina, sino de los países vecinos a Israel, que apoyan la causa palestina y que, por naturaleza e historia, rechazan la ocupación israelí sobre los territorios palestinos desde 1967.
(*)Pablo Deheza es editor de Animal Político