Saturday 2 Nov 2024 | Actualizado a 03:29 AM

Prórroga de autoridades judiciales suplentes

La sesión de la Cámara de Senadores que aprobó ayer la ley para las judiciales 2023-2024

/ 3 de diciembre de 2023 / 06:46

Consideraciones sobre el porvenir en la conducción del Órgano Judicial, luego del fenecimiento del mandato constitucional de sus principales cabezas.

Dibujo Libre

Las actuales autoridades judiciales electas terminan su mandato el 3 de enero de 2024. A partir de ahí se generaría un vacío de poder inaceptable en un Estado de derecho. La solución es constitucionalmente clara: la prórroga excepcional de mandato de los actuales electos, hasta que se elijan y posesionen a los nuevos magistrados (DCP 1/2020), tal como se hizo con los legisladores y ejecutivos en 2020.

Sin embargo, existe un conflicto de intereses de las actuales autoridades judiciales con el problema. Aparentemente fueron ellas mismas quienes obstaculizaron o al menos no ayudaron a que las elecciones judiciales se realicen en los tiempos previstos por la Constitución, para garantizar la posesión de nuevas autoridades a inicios de 2024, dando así lugar a su propia ampliación de mandato.

La solución a ese problema es que esa prórroga excepcional de mandato sea únicamente de los suplentes, con la única excepción de los casos en que ya sean suplentes o que se carezca de estos. Así, los magistrados titulares, que coadyuvaron en la prolongación de su propio mandato, dejarían el cargo el 3 de enero de 2024.

No obstante, conforme estableció el Tribunal Constitucional (DCP 1/2020), una prórroga excepcional no puede ser por tiempo indefinido. Debe ser por máximo un año, lo que implica que la Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP) y el Órgano Electoral (OEP) estarán obligados a realizar las elecciones judiciales lo antes posible, a modo de garantizar la posesión de las nuevas autoridades en 2024.

Esa prórroga excepcional de mandato de las y los suplentes debe ser establecida por una ley de la ALP, la cual deberá ser puesta en vigencia a fines de 2023.

Para asegurar que las y los legisladores cumplan su obligación de garantizar la existencia de candidatos/as judiciales en un tiempo lo suficientemente oportuno, a fin de que el OEP realice las elecciones, la ley debiera señalar esa obligatoriedad, así como aclarar las sanciones que correspondan en caso de incumplimiento. Se supone que esto no es necesario legislar, ya que todos los servidores públicos, incluyendo los legisladores, están sujetos a la responsabilidad por la función pública, tanto por acción como por omisión (CPE, arts. 232 y 235.2; Ley 1178, 28.a; DS 23318-A). En este entendido, las y los senadores y diputados debieran ser procesados por incumplir sus funciones y por oponerse arbitrariamente a las cosas. Sin embargo, no se lo hace debido a la creencia de que a los legisladores no se los puede juzgar por actos propios de sus funciones. Esto ocurre porque se confunde la inviolabilidad con la inmunidad.

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La CPE dice: “las y los asambleístas no gozarán de inmunidad” (art. 152). Sólo no pueden ser procesados “por las opiniones, comunicaciones, representaciones, requerimientos, interpelaciones, denuncias, propuestas, expresiones o cualquier acto de legislación, información o fiscalización que formulen o realicen en el desempeño de sus funciones” (art. 151.I), que es a lo que se le llama inviolabilidad. Esto no incluye el incumplimiento de sus obligaciones de garantizar la dotación de autoridades a los demás órganos de gobierno. En el marco del principio de subsidiaridad, la ALP “tiene la obligación de auxiliar” a los demás órganos en caso de necesidad (Ley 031, art. 5.12; CPE, art. 270). Asimismo, los legisladores no pueden arbitrariamente rechazar una cosa u oponerse a ella sin la debida motivación y fundamentación, dado que esto va contra el debido proceso sustantivo (CPE, art. 115.II; SC 871/2010-R; SCP 2221/2012). Por eso, a partir de la reforma penal del 2021, hacerlo constituye delito de “Resoluciones Contrarias a la Constitución y las leyes” (CP, art. 153; Ley 1390, art. 2).

En ese entendido, los miembros de la ALP están obligados a garantizar las elecciones judiciales en 2024, a objeto de contar con magistrados electos ese mismo año. No obstante, esa ley de prórroga excepcional de mandato o la ley transitoria de elecciones judiciales 2024 debe establecerlo así, para que quede clara la conminatoria a cumplir funciones.

(*)Carlos Bellott es constitucionalista

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Polarización y división en Estados Unidos

La economía está en el centro del debate en las próximas elecciones presidenciales estadounidenses del 5 de noviembre próximo.

/ 26 de octubre de 2024 / 19:30

Las elecciones presidenciales de 2024 en Estados Unidos presentan un panorama excepcionalmente polarizado y reñido. Los contendientes principales, el expresidente republicano Donald Trump y la actual vicepresidenta demócrata Kamala Harris, disputan el poder en un entorno electoral extremadamente complejo. Encuestas recientes de Gallup y el mercado de predicciones Polymarket destacan que ambos candidatos tienen niveles de popularidad moderados, pero polarizantes.

En ese marco, los resultados en los estados oscilantes (swing states) serán decisivos para decidir la votación, según explica el politólogo e internacionalista John Mearsheimer.

Una carrera polarizada

La encuestadora Gallup revela que tanto Trump como Harris se encuentran en el extremo inferior de popularidad para los candidatos presidenciales desde 1956. Con un 47% de calificación favorable para Trump y un 48% para Harris, las cifras reflejan la «polarización intensa» que enfrenta el electorado estadounidense. La histórica herramienta del «escalómetro», usada por Gallup, indica que ambos candidatos cuentan con fuertes opiniones positivas y negativas de sus respectivos partidarios y opositores. Un 31% de los encuestados califica a Trump como «muy favorable», mientras que un 37% lo considera «muy desfavorable». Para Harris, el 30% la valora muy positivamente y un 34% tiene una opinión extremadamente negativa de ella.

Polymarket, un mercado de predicciones que permite realizar apuestas sobre eventos futuros, refleja en sus estimaciones que los resultados siguen siendo inciertos y cambiantes. De acuerdo con sus datos, ambos candidatos presentan probabilidades semejantes en varios estados clave. Esto refuerza la idea de que los estados oscilantes determinarán el resultado, con el reto para ambos partidos de maximizar la movilización de votantes y asegurar una fuerte presencia en estos lugares el día de la elección. En palabras del politólogo John Mearsheimer, «el electorado está prácticamente dividido en dos… predecir quién ganará esta elección es extremadamente difícil», señaló en una entrevista reciente.

Economía de Estados Unidos

La situación de la economía estadounidense es un factor decisivo para los votantes en las elecciones de 2024, particularmente para la población latina y afroamericana. Estas comunidades, que históricamente han mostrado mayor afinidad con el Partido Demócrata, se encuentran ahora en una posición receptiva hacia el discurso económico de Trump. Según encuestas recientes, la economía es el tema más citado por los votantes latinos y afroamericanos como el factor decisivo para su voto. El aumento en el costo de vida, la inflación y los efectos post-pandemia han generado insatisfacción en muchos ciudadanos, lo que ha impulsado una reconsideración de los ideales económicos que tradicionalmente identificaban con los demócratas.

Trump, con su enfoque de «América Primero», proyecta una imagen de estabilidad económica recordada por muchos como un periodo de mayor prosperidad y bajos niveles de desempleo, en contraste con las dificultades actuales. Su retórica nacionalista y de apoyo a la clase trabajadora ha captado la atención de estos votantes, que buscan políticas que prioricen sus intereses económicos inmediatos, incluyendo la reducción de impuestos y una mayor independencia económica de Estados Unidos. La narrativa populista de Trump, orientada a proteger empleos locales y reducir la dependencia de importaciones, resulta atractiva para quienes han sido particularmente afectados por la globalización y los desafíos económicos recientes.

Latinos y afroamericanos en Estados Unidos

Entre los votantes latinos y afroamericanos, esta receptividad hacia Trump también está ligada a factores culturales y pragmáticos. La población de estas comunidades es diversa y tiene un amplio espectro de opiniones políticas. Sin embargo, según encuestas del New York Times y Siena College, una porción significativa de las mismas valora el enfoque directo de Trump y su capacidad de comunicar una «autenticidad» que algunos interpretan como favorable para los negocios y el trabajo. Este aspecto es especialmente relevante para los hombres jóvenes afroamericanos y latinos, quienes se muestran más inclinados a la estabilidad económica y a cuestionar la efectividad de las políticas económicas demócratas.

La percepción de que la economía estaba en mejor estado bajo la administración de Trump, sumada a la percepción de que el Partido Demócrata no ha cumplido plenamente con sus promesas, ha erosionado parte del apoyo al Gobierno de Biden y Harris.

Consecuentemente, la economía estadounidense es un eje central que está definiendo el comportamiento electoral de votantes afroamericanos y latinos en 2024. Aunque no es una mayoría, el apoyo hacia Trump en estos grupos refleja un cambio notable. La campaña republicana ha aprovechado esta oportunidad para ganar terreno, mostrando a Trump como una alternativa capaz de ofrecer resultados económicos. El permanente cuestionamiento a Harris, cuando ofrecer mejorar la economía, es por qué no lo hizo hasta ahora siendo la vicepresidenta.

Análisis

El profesor John Mearsheimer subraya que la clave de esta elección estará en la movilización de votantes en media docena de estados críticos. Según él, «no es evidente que alguno de los bandos tenga ventaja en ese aspecto», pues tanto los demócratas como los republicanos están realizando intensos esfuerzos para asegurar una alta participación electoral. Sin embargo, el politólogo advierte que la situación no es particularmente favorable para Harris, quien parece «estancada alrededor del 49%», mientras que Trump muestra un leve impulso en la recta final de la campaña.

En el último tramo de la campaña Harris tuvo varias intervenciones en la prensa que fueron tildadas de desacertadas por comentaristas de todos los lados del espectro político. El posible avance de Trump estaría respaldado por los votantes indecisos y por aquellos que, según Mearsheimer, podrían ocultar su apoyo a Trump en las encuestas por razones de corrección política o temor a represalias sociales.

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Mundo

El experto también destaca que el próximo presidente de Estados Unidos jugará un rol crucial en la arena internacional, dado el complejo contexto geopolítico que incluye tensiones en Oriente Medio, el conflicto en Europa del Este y la rivalidad comercial con China.

En relación con Oriente Medio, el experto menciona que tanto Harris como Trump enfrentarán un entorno crítico, especialmente por el papel de Estados Unidos en la estabilidad de la región. Mearsheimer señala que, aunque ambos candidatos pueden coincidir en ciertas estrategias de apoyo a Israel, Trump probablemente adoptaría una postura más firme de “América Primero” en el manejo de conflictos internacionales. En tanto que Harris podría ser más partidaria de mantener el enfoque actual del gobierno de Biden de operar en conjunto con sus aliados.

Estados Unidos y las guerras

La situación en Europa del Este también es delicada, con una guerra en curso en Ucrania y el riesgo de expansión del conflicto. El experto considera que Trump podría buscar un acercamiento más pragmático con Rusia, en comparación con Harris, quien mantendría la línea dura de la administración actual. «Trump parece dispuesto a suavizar las tensiones con Rusia, lo que podría reducir el apoyo militar estadounidense a Ucrania», explica Mearsheimer. Esto no solo afectaría a Europa, sino también a la relación de Washington con la OTAN y otras alianzas estratégicas.

La rivalidad con China es otro eje fundamental en el análisis de Mearsheimer. Si bien existe consenso bipartidista sobre la necesidad de contener el avance de China, Trump y Harris tienen enfoques distintos en cuanto a la competencia económica y tecnológica. La administración de Harris probablemente buscaría fortalecer alianzas comerciales con aliados tradicionales, mientras que Trump podría preferir una estrategia de «mano dura», con aranceles y políticas proteccionistas para limitar la influencia china en la economía estadounidense.

Implicaciones globales

El impacto de estas elecciones no se limita a Estados Unidos. Para India, por ejemplo, Mearsheimer indica que, aunque existe un consenso bipartidista en la relación con Nueva Delhi, la personalidad del presidente influirá en el enfoque de la política exterior. Según él, «el gobierno de Narendra Modi está ideológicamente más alineado con Trump que con Harris», pero la relación estratégica con India se mantendrá independientemente de quién gane, dada la necesidad de Estados Unidos de contrarrestar la influencia de China en Asia.

Por otro lado, la relación entre Estados Unidos y Arabia Saudita también podría verse afectada dependiendo del resultado electoral. Mearsheimer compara la relación con India con la de Arabia Saudita, explicando que, aunque existen tensiones, «Estados Unidos no puede permitirse alienar a estos aliados clave debido a sus intereses estratégicos». Esto es especialmente relevante en el caso de Arabia Saudita, dado el rol de este país en el suministro de petróleo y en la estabilidad de Oriente Medio.

El resultado de las elecciones también repercutirá en las alianzas de Estados Unidos en el área del Indo-Pacífico, especialmente en su relación con Japón, Corea del Sur y Australia. China ha estado aumentando su influencia en la región, y la administración entrante deberá decidir hasta qué punto pretende fortalecer sus lazos con estos países para contener el avance chino. Harris, con su enfoque multilateral, probablemente busque fortalecer estas alianzas mediante tratados y acuerdos de defensa mutua, mientras que Trump podría adoptar un enfoque más transaccional, esperando beneficios económicos claros para Estados Unidos en cada colaboración.

Trascendencia

En este contexto, las elecciones de 2024 se perfilan como uno de los eventos más trascendentales en la historia reciente de Estados Unidos y del mundo. La intensa polarización y el enfoque en los estados oscilantes reflejan un país profundamente dividido, en el que cada voto podría determinar el rumbo de su política interior y exterior. Las encuestas de Gallup y el mercado de predicciones Polymarket destacan que esta contienda no solo es una lucha de propuestas, sino también una batalla entre visiones radicalmente diferentes de lo que Estados Unidos representa tanto para sus ciudadanos como para el mundo.

Mearsheimer resume el sentimiento de gran parte de la audiencia internacional al decir que «India, Beijing, Moscú y Londres observan con atención», conscientes de que el próximo presidente estadounidense definirá el enfoque que tomará el país en conflictos geopolíticos claves y en su rivalidad comercial con China. A nivel doméstico, tanto Trump como Harris deben superar la apatía y el descontento económico de los votantes, quienes se encuentran divididos entre los beneficios prometidos de una economía proteccionista y la estabilidad que una administración comprometida con las alianzas internacionales podría ofrecer.

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Destruir el Estado, utopía y realidad

La utopía radical, sea neoliberal o socialista, de debilitar o anular lo público hace de la sociedad un infierno de precariedad institucional.

/ 26 de octubre de 2024 / 19:19

El Estado está bajo asedio. Fuerzas de uno y otro lado del espectro ideológico encuentran en las instituciones modernas y republicanas restricciones no solo indeseables, sino susceptibles de ser eliminadas, ora por acción, ora por omisión. La gobernanza del Estado incomoda a la gobernabilidad, y la razón instrumental se impone con sus propósitos de corto plazo y su falta de perspectiva en el tiempo y en el espacio.

La utopía, entendida como el ideal orientador de la práctica y el conocimiento, se ha convertido, irónicamente, en la visión que extrema las posiciones y prácticas ideológicas. En su libro de 1984, Crítica de la razón utópica, F. Hinkelammert (1931-2023) argumenta que tanto el pensamiento burgués como el socialista han caído en una “ingenuidad utópica”, que distorsiona la percepción de la realidad social. El filósofo alemán-costarricense afirma que las utopías deben ser vistas como regulaciones trascendentales de la praxis, no como metas concretas, y que la razón utópica comete el error de creer que se trata de metas efectivamente alcanzables y no una proyección del futuro deseable.

Ideologías

La razón utópica que analiza Hinkelammert está presente en toda suerte de ideologías y se presenta en forma de discurso transformador. La manifestación más visible está en líderes como Javier Milei o Donald Trump, que representan una seria amenaza a las instituciones estatales y los derechos humanos. Pero no únicamente: menos visibles, pero no menos polémicos son los líderes del polo ideológico opuesto, que en nombre de la revolución representan idéntica amenaza.

La diferencia fundamental está en que el argentino se nombra a sí mismo ‘anarcocapitalista’ y ha prometido destruir el Estado desde adentro, y lo intenta con ahínco y el efectivo apoyo de amplios sectores conservadores y neoliberales, mientras que el estadounidense, que todavía es solo candidato a la reelección, se muestra más proclive a las políticas discriminatorias y segregacionistas, que requieren del poder estatal; ambas producen el incremento de las desigualdades con su efecto de crecientes privilegios para unos y penurias para el resto. En la vereda ideológica opuesta, los privilegios también se incrementan a costa del mal funcionamiento de las instituciones y favorecen a quienes más cerca están del poder.

Destruyendo al Estado

Casi cuatro décadas antes de que el Presidente argentino accediera al poder para quebrarlo y dejar todo a la autorregulación del mercado, Hinkelammert había caracterizado la utopía anarcocapitalista. La creencia central del anarcocapitalismo es que el mercado puede autorregularse sin intervención estatal; se basa en una visión idealizada del individuo como un agente completamente racional y autónomo, lo que nuestro filósofo considera desconectado de las realidades sociales y económicas que afectan a las personas; el anarcocapitalismo rechaza la necesidad de instituciones mediadoras que faciliten la transición hacia una sociedad más justa; en el camino, confunde la libertad individual con la ausencia de orden, lo que puede llevar a situaciones caóticas, no a la utopía anarquista.

Asimismo, aunque el anarcocapitalismo se opone a la violencia del Estado, produce formas de violencia estructural al no abordar las desigualdades inherentes al capitalismo; se caracteriza también por criticar el orden establecido, sin ofrecer una propuesta clara para construir un nuevo orden social; su discurso se fundamenta en una visión maniquea que divide el mundo entre «libertad» (representada por el mercado) y «opresión» (representada por el Estado), sin reconocer las complejidades intermedias. Finalmente, la utopía anarcocapitalista ignora el contexto histórico y social en el que se desarrollan las relaciones humanas, lo que limita su capacidad para ofrecer soluciones efectivas a los problemas contemporáneos.

La izquierda también

Pero no solo el neoliberalismo o su versión radicalizada pugna por destruir el Estado; por razones distintas, pero con resultados similares, algunos gobiernos regidos por líderes autoidentificados como socialistas atentan contra la institucionalidad de sus respectivos países aludiendo a la necesidad de prevalecer ante los modos y las formas de la derecha, es decir del neoliberalismo. Es la actualización de la pugna entre las utopías socialista y neoliberal, en clave menos idealista y mucho más pragmática, instrumental.

Así, allí donde los unos ensayan sofisticadas formas de maldad en forma de individualismo exacerbado y culto desmedido a la estabilidad macroeconómica a costa del bienestar de la mayoría de la población, los otros reemplazan la gestión por propaganda y descuidan su deber de garantizar hasta los más esenciales derechos, con el efecto de sacrificar el bienestar y hasta la seguridad de la mayoría de la población, inerme ante instituciones no solo ineficaces, sino también corruptas.

La cuestión del Estado

Allí donde los unos comulgan, en todo o en parte, con el ideario fascista, sobre todo en su visión maniquea y sus altas dosis de violencia, física y psicológica, y que en esencia sirve para capturar el poder y sus instituciones en favor de grupos tan minoritarios como privilegiados, los otros ponen este ideario en práctica con grandes dosis de intolerancia y violencia con el adversario político, al extremo de despojarle de todos sus derechos al quitarle hasta la ciudadanía.

También, allí donde los unos buscan eliminar o cuando menos reducir la capacidad de regulación estatal, para evitar que afecten los intereses privados de unos cuantos, los otros dañan sistemáticamente las instituciones que suponen frenos y contrapesos a su propia acción y a la de sus adictos. En tales circunstancias, la noción de “casta” se vuelve polisémica, cuando no abiertamente confusa.

El resultado de este estado de cosas producto de la razón utópica, lejos de ser una distopía, es decir un futuro negativo y sombrío, es un presente caracterizado por la precariedad, la incertidumbre y la ausencia de garantías, constitucionales o no. Se destruye el Estado, no importa en nombre de qué intereses o ideales, sin realmente destruirlo, convirtiendo en un infierno el mundo de la vida.

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Esquizofrenia política

Entre el delirio político y la crisis económica, la radiografía de un país bloqueado y la urgente necesidad de reconstrucción institucional

Por José de la Fuente Jería

/ 26 de octubre de 2024 / 18:58

Los términos de la política clásica de movilización, bloqueo de caminos, golpe de estado, democracia, crisis o caos han perdido su valor explicativo y heurístico para entender la situación por la que atraviesa el país. Por ello, es útil el léxico médico para buscar un término que defina de forma comprensiva estos gravísimos momentos y que, dada su extrema complejidad y dramatismo, pueden asimilarse a un problema colectivo de percepción de la realidad, delirios y comportamiento desorganizado.

Bloqueo

Pensar que la falta de combustible, dólares o el encarecimiento de los productos de la canasta familiar se va a resolver con un bloqueo nacional de caminos es un error en la percepción de la realidad, una incoherencia intelectual y, finalmente, un pliego político poco creíble, porque los hechos lo desmienten frontalmente. La realidad es que, en medio del creciente bloqueo de las vías troncales, hay colas kilométricas de vehículos en los surtidores porque no llegan las cisternas. Hay que planificar «puentes aéreos» —término propio de una tragedia natural— para que llegue pollo a La Paz, aunque su escasez ya hizo subir el precio.

La leche ordeñada debe desecharse porque no puede llegar a las plantas por falta de vías de transporte o de combustible para los camiones recolectores. Un montón de camiones cargados de frutas o verduras rematan sus productos en la carretera para salvar algo de su producción. Centenas de choferes están varados en las carreteras y malviven junto a sus herramientas de trabajo con falta de comida, vituallas y sin auxilio alguno. Es tiempo de programar la campaña agrícola de verano y no hay diésel para la maquinaria agrícola que debe preparar los terrenos y otros menesteres imprescindibles para la producción de alimentos, etc.

Perjuicios

Esta es la realidad dura y cotidiana —a lo largo de casi dos semanas— de incalculables perjuicios, daños y pérdidas en varias cadenas productivas y circuitos comerciales. Los daños son, en muchos casos, irreversibles o tardarán años en recuperarse, y se sufren en gran parte del país como consecuencia de los bloqueos en las rutas troncales, que día que pasa se hacen más insoportables. Pensar lo contrario es consecuencia de un velo ideológico obsecuente y una inocultable incapacidad en la comprensión de la economía privada, de los momentos difíciles que viven los productores y comerciantes (grandes, medianos y pequeños), los negocios y la gente que depende de su propio trabajo.

Sin embargo, todo lo dramático y doloroso de esta situación se hace menos comprensible cuando, a inicios de los bloqueos, surgió del gobierno un tímido ofrecimiento de diálogo y un alto dirigente campesino respondió contundentemente: «Si quiere diálogo, que diga que Evo Morales está garantizado candidato 2025» y «que el Congreso de Lauca Eñe está reconocido». Para rematar y no dejar duda, un senador, queriendo contagiar entusiasmo, respondió: «hoy día puede terminarse el bloqueo, puede levantarse el bloqueo… ¿qué le cuesta al gobierno levantar todos los procesos penales?».

Política

En fin, sobran los comentarios. Lo único fácil es colegir que detrás de esas argumentaciones están los verdaderos objetivos de los bloqueos: la candidatura de Evo Morales para el 2025 y el control de la sigla del MAS bajo su liderazgo. ¿Entonces para qué hablan de economía, falta de combustible, de dólares o del encarecimiento de los productos de la canasta familiar? Simplemente porque se busca arrastrar a la movilización y los bloqueos a sectores como el transporte que reclaman justificadamente, porque hace meses que sufren por la escasez de combustible, especialmente de diésel.

También busca a los gremiales perjudicados por la falta de dólares o a los comerciantes de los mercados que empiezan a tener dificultades por la falta de productos. Pero también es parte del cálculo político la percepción de un gobierno débil al que, a tiempo de enrostrarle una supuesta traición, se lo puede tumbar para ganar impulso para unas elecciones adelantadas.

Hay en la enorme y sacrificada movilización una obvia, clara y legítima motivación política que busca preservar un liderazgo histórico y recuperar el poder —el sentido último de la política—, pero que, equivocadamente, se la hace cuando no hay convocatoria a elecciones generales y al precio de agravar la precaria situación económica del país y del abastecimiento de las ciudades capitales y los principales centros urbanos. Por ello, los bloqueos tuvieron que cambiar de objetivos a medida que pasan los días y se pone en cuestión el sentido y coherencia de estos.

Esquizofrenia política

Está sucediendo lo mismo que con la «Marcha para salvar Bolivia», que luego de cientos de kilómetros y una extenuante caminata acabó pírricamente pidiendo cambio de ministros en 24 horas, luego de generar una semana entera de conflictos e incertidumbre. Sin embargo, ahora el conflicto y sus graves consecuencias son más graves y difíciles de resolver. El bloqueo de caminos arrancó sin una meta alcanzable (combustible, dólares, precios canasta familiar) y con carácter indefinido.

Esta referencia predispone a los movilizados para aguantar y radicalizarse, pero también es una trampa porque no hay salida de emergencia o final de camino. La inviabilidad de la demanda muda el petitorio por el adelanto de las elecciones generales, buscando el consenso nacional que no tienen los bloqueos y ya, in extremis, empiezan los fusiles y los balazos porque la movilización sale de control. Claramente, la táctica se sobrepuso a la estrategia y eso, en política, es un grave error político que se paga con la derrota estratégica.

El país, más bien, frente al sombrío y triste panorama de los bloqueos y los desbloqueos, las carestías, las largas filas y la sinrazón, logró algo de alivio en el lugar menos esperado: la Asamblea Legislativa Plurinacional. Con una inesperada y rápida votación, superior al exigente 2/3, eligió y posesionó al nuevo fiscal general del Estado. Un enorme, valioso y no menos sorprendente consenso, en una Asamblea que todo un año no pudo consensuar la convocatoria a las elecciones judiciales y suele ser escenario de insultos y enfrentamientos físicos.

Evolución

¿Qué pasó? Sin lugar a duda, el hartazgo ciudadano frente a la política y los legisladores evitó el empantanamiento, y los legisladores cerraron filas detrás de un candidato del aparato para evitar un mayor deterioro de su imagen institucional. Salió bien, se salvaron de la hoguera y se anotaron puntos frente a una coyuntura difícil que viene cargada de denuncias penales y no pocos juicios, donde el rol del Ministerio Público será definitivo.

En la dividida oposición, Creemos apostó por voto cruceño y la ilustrada CC quedó fuera de juego, reducida a un manojo de votos de testimonio moral, lo mismo que el sector evista que no tenía referencia. El gran ganador es el nuevo fiscal y, para bien, tiene un amplio respaldo político y no se lo debe a nadie en particular. Ojalá lo acompañe el juicio y su fortaleza profesional, y sea capaz de devolver la confianza en la justicia, que es el lado institucional más débil del Estado y de la propia democracia.

Horizontes

¿Dónde estamos? Con incalculables perjuicios en la economía, enfrentamientos en los desbloqueos y la represión policial que arrojará heridos, daños personales irreversibles y el riesgo de que una o varias personas pierdan la vida. Y más allá de todo esto, extremadamente grave, a los daños materiales se debe añadir que se ha vuelto a fracturar la sociedad boliviana entre el campo y la ciudad, y que tenemos una democracia que sobrevive en vilo. ¿En qué fallamos? En mucho, sobre todo en la falta de un sentido de Estado y de construcción del bien común. Vivimos tentados de confundir el interés particular con el interés general y creemos, equivocadamente, que es cuestión de saltar de credo en credo. No, la política tiene mucho de sentido común y solo coincide con las capillas en momentos de crisis. Para construir es necesario tener la grandeza y la inteligencia de desarrollar un país con todos y para todos, que enfrente la injusticia, sostenga un Estado éticamente consistente y se mantenga la libertad como condición de la democracia. Acá fallamos.

Frente a esta crisis política extrema y un deterioro económico e institucional profundo, hay que pensar que para las próximas elecciones generales las principales fuerzas políticas pacten un proceso de reconstrucción estatal y societal que preserve y avance la inclusión, relance un proyecto económico de país soberano y nos reacomode con inteligencia en el nuevo mundo internacional.

Saldremos de esta, como salimos de tantas otras, pero necesitamos sacrificio, grandeza y la inteligencia que tenemos, pero no estamos acostumbrados a usar.

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Uruguay: elecciones, lecciones y algo más

Hoy domingo, Uruguay define su futuro político en las urnas, con el Frente Amplio liderando las encuestas y una derecha fragmentada.

/ 26 de octubre de 2024 / 18:41

El próximo 27 de octubre, en el sur de Suramérica, el pueblo de Uruguay acudirá a las urnas para definir quién conducirá los destinos del país charrúa. Hay dos claros modelos en disputa que se cristalizan en dos frentes políticos: a la vieja usanza, la izquierda, caracterizada por el Frente Amplio, y la derecha, en la ex Coalición Multicolor, ahora renombrada como Coalición Republicana.

¿Pero, qué está en disputa en Uruguay?

¿Acaso solo el destino de la República Oriental del Uruguay? Este analista se inclina a responder NO. Profundizando, hay mucho más en juego más allá de la evidente vida política de los orientales en el próximo lustro. En una América Latina donde la puja entre progresismo y derechas reaccionarias viene dándose país por país, que el Frente Amplio recupere el gobierno (que ya ostentó durante 15 años, desde marzo de 2005 a marzo de 2020) no es inocuo.

El Uruguay es conceptuado internacionalmente como un ejemplo de democracia, de convivencia y modernidad. Y no es en vano: un país pionero, donde votó la primera mujer de Latinoamérica, donde el divorcio por la sola voluntad de la mujer lleva más de 100 años (1913) en el marco normativo, y la separación de la Iglesia y el Estado (1917) también lleva más de una centuria, le han valido este prestigio. «La isla atea», le llaman algunos. Tiene, además, el sistema de partidos políticos más viejos del mundo, exceptuando a Gran Bretaña. Sus partidos fundacionales, el Colorado (de Fructuoso Rivera, primer presidente constitucional) y el Partido Nacional -o Blanco- de Manuel Oribe (segundo presidente constitucional), van camino a los 200 años en 2026.

Frente Amplio

Retomando la cuestión que nos pusimos como hipótesis, es harto importante un triunfo del Frente Amplio, porque no solo retomaría la senda del crecimiento con inclusión, de justicia social y mayor equidad para el país rioplatense, sino que además inclinaría la balanza en Nuestramérica hacia la izquierda. Adicionalmente, se estaría revalidando (y en algún punto revitalizando) el legado del General Líber Seregni, de Tabaré Vázquez, de Danilo Astori y de José «Pepe» Mujica, líderes históricos de esa década y media que, sin dudas, fue gananciosa para el pueblo charrúa.

Hay un recambio histórico, impulsado más por la biología que por cuestiones meramente políticas, y emergen nuevos liderazgos progresistas. Por caso, la fórmula de la coalición de izquierdas es una perfecta síntesis de los dos principales emergentes: el candidato a presidente, Yamandú Orsi, y la candidata a vicepresidenta, Carolina Cosse.

¿Y en la derecha?

Los candidatos son variopintos, pero tienen una cosa en común: su único objetivo es que no gobierne el Frente Amplio, así lo declaman a viva voz. Esto se ha traducido, sin temor a equivocarme, en la campaña electoral más floja -en términos de discusión respecto a políticas públicas, ideas e incluso posturas- de todo el siglo XXI.

¿Y a la izquierda?

Como es costumbre, hay un Programa de Gobierno que fue confeccionado por más de dos mil militantes, que área por área, tema por tema, han elaborado una especie de manual con los lineamientos principales para aquellos compañeros que tendrán la responsabilidad de conducir el Poder Ejecutivo, pero también para las y los legisladores que sean electos este 27 de octubre y trabajen en sintonía fina con el Presidente.

En el Frente Amplio, además, está la alegría de saberse muy cercanos a la victoria, sin triunfalismos, pero sí con la certeza que genera la cercanía al retorno al poder. La contracara de esto es un Presidente que ha esmerilado a su propio candidato, que ha fagocitado al ala más moderada de su Partido, pero que además, no conforme con esto, ha encumbrado a un candidato recién llegado a la alta política, del otrora histórico rival, el Partido Colorado.

Claro, el plan de Lacalle Pou se ve a leguas: atomizar, que nada crezca, que nada le haga sombra, para tratar de regresar a la arena electoral en 2029, si es que logra salvaguardar los casi 50 puntos de imagen positiva con los que se va, a pesar de haber empobrecido al 95% de los uruguayos y de que su Gobierno de Coalición tuvo más de una docena de escándalos de corrupción de magnitud. Es escalofriante ver el gran trabajo que han hecho para dejar al Presidente impoluto ante tantas cuestiones reñidas con la ley, con las buenas costumbres y hasta con el sentido común. Habilidades de la derecha, que ameritarán otro artículo.

¿Cómo viene el panorama en Uruguay?

Las encuestas indican que el escenario más factible es que el Frente Amplio obtenga la mayoría parlamentaria y le saque alrededor de 20 puntos porcentuales de ventaja al segundo (que hoy día es el «delfín» del Presidente Lacalle Pou), pero no el 50% más uno de los votos válidos emitidos, que le darían el triunfo en primera vuelta. La definición se prorrogaría al 24 de noviembre, donde en el ballotage todas las encuestas dan por vencedor a Orsi, por entre 7 y 12 puntos porcentuales.

Pero permítaseme sospechar de estas encuestas. A los hechos me remito: en 2019, estos mismos estudios de opinión daban al FA perdidoso por 5 puntos; la realidad es que perdió por solo 37 mil votos (menos de 1,5%). Además, en los números que cité anteriormente, hay -en promedio- 11% de indecisos. Si el Frente Amplio obtuviera 1 de cada 3 votos de los indecisos, algo muy probable, ganaría el mismísimo 27 de octubre.

¡Vamos por el #4FA!

Que el #4FA, como se denominó a la Campaña del 2019, pidiendo el 4to gobierno consecutivo de la izquierda uruguaya, se haya dilatado 5 años en el tiempo, no es gratuito. El Uruguay hoy es un país más desigual, más opaco también (por determinadas políticas públicas aplicadas por el gobierno actual que habilitan y/o facilitan el lavado de dinero, entre otras cosas); en fin, un Uruguay que retomó el color gris que lo invadió allá por 1973 con un golpe militar y que continuó con el retorno de la democracia en 1985.

El Uruguay empezó a vivir una etapa de alegría, de crecimiento y de avances como no se conocía desde la época dorada del Batllismo a inicios del siglo XX.

Es un deseo, un anhelo, pero además una convicción, que el Uruguay retomará la senda de la izquierda, del progresismo, y se sumará a la Colombia de Petro, al Chile de Boric, al Brasil de Lula, a la Honduras de Xiomara y al México de Claudia.

Vamos por el #4FA, y seguramente a intercambiar experiencias con el México de AMLO y de Sheinbaum, el México de la 4T.

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La degradación del debate político

Quya Reyna y Carlos Saavedra diseccionan el deterioro de los discursos de quienes pugnan por el poder.

/ 19 de octubre de 2024 / 21:34

Bolivia, que vivió una revolución política y social que captó la atención mundial, se encuentra hoy sumida en una profunda crisis de representación y liderazgo. El país que hace dos décadas inauguraba un nuevo capítulo en su historia, con la llegada al poder del presidente Evo Morales y la promesa de un Estado Plurinacional inclusivo, ahora enfrenta un panorama político desgastado, marcado por discursos vacíos, el debate venido a menos y pugnas dentro del oficialismo que vienen erosionado la confianza ciudadana.

En este contexto de incertidumbre y desencanto, es necesario analizar con serenidad las raíces y consecuencias de esta crisis política. ¿Cómo ha evolucionado el debate público en Bolivia? ¿Qué papel juegan las mujeres en este escenario político cambiante? ¿Cuáles son las perspectivas para el futuro cercano del país? Para abordar estas interrogantes, hemos consultado a dos destacados analistas políticos bolivianos: Quya Reyna, comunicadora y escritora alteña, y Carlos Saavedra, reconocido politólogo e investigador. Sus visiones complementarias nos ofrecen un panorama completo de la compleja realidad política que atraviesa el país, permitiéndonos vislumbrar los desafíos y posibles caminos que se abren hacia el futuro.

El deterioro

Quya Reyna observa que»ya hemos pasado de aspectos partidistas a aspectos personales, y ahí es donde ves la máxima degradación de la política». Las acusaciones entre Evo Morales y Luis Arce, quienes representan dos facciones enfrentadas dentro del partido de gobierno, han erosionado la imagen del MAS como movimiento de cambio social y cultural. En lugar de discutir políticas públicas o propuestas económicas, se ha centrado el debate en temas como infidelidades, acoso sexual e incluso casos de estupro, involucrando a menores de edad. Esto ha banalizado y dejado de lado los problemas de fondo que enfrenta Bolivia, como la situación económica y la desconfianza creciente hacia las instituciones públicas.

Por su parte, Carlos Saavedra coincide en que el panorama político boliviano está marcado por un «fin de ciclo». «Estamos en un momento de lo burdo, de la degradación, en el cual el debate político ha caído al nivel más bajo, más ordinario, más vulgar», menciona. Para Saavedra, la política boliviana ha perdido su esencia, aquella de los primeros años del MAS, cuando el discurso giraba en torno a la descolonización, el antiimperialismo y la inclusión de los pueblos indígenas. Hoy en día, ni el MAS ni las oposiciones presentan una visión clara de futuro. «Hoy estamos huérfanos de sueños… no hay una discusión política sobre cuál es el horizonte imaginado que quieren los distintos actores de la sociedad», agrega el politólogo.

El desgaste de los discursos y del debate

El desgaste de los discursos del MAS y las oposiciones es uno de los temas centrales en el análisis de la crisis política en Bolivia. Tanto el MAS como los partidos opositores han visto cómo sus narrativas se han agotado, perdiendo la capacidad de movilizar a la población y responder a los problemas actuales. Esta situación del debate refleja una falta de renovación ideológica, una desconexión con las demandas de la sociedad y, en muchos casos, una vuelta a fórmulas que ya no resultan viables en el contexto actual.

En el caso del MAS, Quya Reyna señala que lo que alguna vez fue un discurso poderoso, basado en la reivindicación de los derechos indígenas y populares, ha quedado obsoleto. «El indigenismo murió con Evo Morales», afirma, en referencia a la narrativa que posicionaba al MAS como el partido que encarnaba la lucha de los pueblos indígenas por la justicia social y política. Si bien el gobierno de Evo Morales logró cambios significativos, como la inclusión de sectores históricamente marginados y la implementación de políticas sociales redistributivas, el desgaste de su liderazgo y las disputas internas han debilitado este proyecto. Según Reyna, los jóvenes ya no ven en el MAS una opción viable y buscan liderazgos nuevos que se distancien de las antiguas promesas incumplidas.

La crisis en el MAS se ha acentuado tras el enfrentamiento entre Evo Morales y el presidente, Luis Arce. Ambos lideran facciones que se acusan mutuamente de traición, corrupción y abuso de poder, lo que ha fragmentado al partido y lo ha alejado de sus bases tradicionales. Carlos Saavedra destaca que el MAS no ha logrado articular un proyecto para el «segundo momento del Estado plurinacional», lo que ha generado una pérdida de rumbo ideológico.

Oposiciones

Por otro lado, las oposiciones no han sido capaces de capitalizar el declive del MAS. Saavedra menciona que las oposiciones más radicales, como las representadas por figuras como Fernando Camacho, no han ofrecido un proyecto alternativo viable. En lugar de ello, se han limitado a proponer una «restauración conservadora», que busca regresar a un orden político dominado por las élites empresariales y urbanas, ignorando las demandas de las clases populares e indígenas.

Las propuestas de otros líderes opositores, como Samuel Doria Medina, tampoco logran responder a las necesidades del país. Su enfoque en el liberalismo económico y la reducción del Estado, en línea con las políticas neoliberales de los años 90 del siglo pasado, se percibe como insuficiente en un contexto donde la pobreza, la desigualdad y el acceso a servicios básicos son los principales desafíos. «Es el mileísmo mal entendido», señala Reyna, en referencia a la influencia de la figura de Javier Milei en la región. Aunque el liberalismo puede tener cierto atractivo entre sectores empresariales, no ofrece soluciones a las crisis estructurales que enfrenta Bolivia, ni contempla las necesidades sociales y culturales del país.

El rol de la mujer

Si bien Bolivia ha sido reconocida por ser uno de los países con mayor paridad de género en su sistema político, este logro cuantitativo no se ha traducido en un verdadero empoderamiento femenino dentro de las estructuras de poder. La paridad de género, consagrada en la Constitución de 2009 y que hoy se refleja en la Asamblea Legislativa Plurinacional, no ha logrado erradicar las prácticas patriarcales que siguen predominando en el ámbito político.

Quya Reyna critica el uso de la paridad como una mera «pantalla» que oculta las verdaderas dinámicas de poder. «Nos hemos reducido a simples pantallas… la paridad es una cuota de género, pero si no representan a estas mujeres las luchas y no tienen un discurso o posición, van a ser arrinconadas por los liderazgos masculinos», asegura. Para Reyna, la cuota de género ha servido más para cumplir con una exigencia legal que para garantizar una participación efectiva de las mujeres en el debate de fondo y la toma de decisiones. Este fenómeno es visible tanto en el MAS como en las oposiciones, donde las mujeres han sido instrumentalizadas, muchas veces enviadas al frente de las batallas políticas más duras, pero sin un verdadero poder de acción o autonomía.

Un ejemplo claro de esta instrumentalización es el rol de las mujeres en las disputas internas del MAS. Las legisladoras han sido protagonistas de enfrentamientos físicos y verbales en la Asamblea Legislativa Plurinacional, con una exposición mediática que refuerza estereotipos sexistas. Reyna subraya que muchas de estas mujeres son utilizadas como «peones de pugnas políticas» entre los líderes masculinos, quienes deciden qué leyes se aprueban o rechazan, manipulando a las legisladoras según sus intereses. Así, las mujeres no tienen la posibilidad de articular sus propias agendas ni de abordar temas que les son fundamentales, como la violencia de género o la desigualdad.

Cultura patriarcal en debate

Carlos Saavedra, coincide con este análisis y añade que Bolivia sigue siendo un país profundamente patriarcal, donde la política sigue siendo «falocéntrica». Para Saavedra, a pesar de los avances legislativos en favor de la paridad, «el orden patriarcal de conducción política no se ha tocado». Las mujeres en política, señala, siguen enfrentándose a un sistema donde los hombres dominan los espacios de poder y donde su rol es constantemente minimizado o instrumentalizado. En los recientes conflictos internos del MAS, este patrón se ha revelado de manera alarmante, con casos de acoso y abuso sexual que involucran a mujeres jóvenes y niñas, utilizados como armas políticas en el enfrentamiento entre las facciones de Evo Morales y Luis Arce.

A pesar de estos avances formales, la realidad de la mujer boliviana en la política es aún sombría. Las mujeres que logran llegar a cargos de poder, especialmente en el ámbito legislativo, a menudo no cuentan con el respaldo necesario para ejercer su autoridad de manera efectiva. Reyna señala que muchas de estas representantes provienen de movimientos sociales controlados por liderazgos masculinos, lo que limita su capacidad para representar genuinamente los intereses de las mujeres y representarlas en el debate. A este fenómeno se suma la falta de formación política en muchas de estas dirigentes, lo que las coloca en una posición de vulnerabilidad.

Violencia

En términos sociales, la situación no es menos alarmante. Bolivia sigue registrando niveles altos de feminicidios y violencia de género, problemas que no han sido abordados de manera efectiva por las instituciones políticas. Según Reyna, «ya estamos en más de 70 casos de feminicidio (este año), y no hay ninguna mujer en el parlamento que haya posicionado este tema realmente en el debate político». A pesar de que las mujeres constituyen un porcentaje significativo en la Asamblea Legislativa, sus prioridades parecen estar subordinadas a otras agendas políticas que no contemplan las necesidades urgentes de las mujeres bolivianas.

Quya Reyna y Carlos Saavedra coinciden en que la degradación del debate político actual y la falta de propuestas claras abren la puerta a un período de transición prolongado, donde los desafíos económicos, sociales y políticos serán profundos.

Perspectivas futuras

Reyna señala que, a pesar de los momentos difíciles que atraviesa el país, existe una base de resiliencia en la sociedad boliviana que le permitirá sobrevivir a la crisis económica. Sin embargo, destaca que los próximos años estarán marcados por incertidumbre y conflictos, tanto económicos como políticos. «Yo creo que tenemos una sociedad que sí puede moldearse a los problemas económicos… pero va a haber un periodo de cinco años en donde vamos a enfrentar muchas dificultades», menciona. Para Reyna, este período de transición será clave para que surjan nuevos liderazgos y perspectivas que logren reconducir a Bolivia hacia una estabilidad, pero también advierte que, durante este tiempo, la falta de respuestas claras podría generar una mayor fragmentación política y social.

Saavedra contempla un panorama más sombrío sobre el futuro político de Bolivia. En su análisis, el país se dirige hacia un período de fragmentación tanto en el ejecutivo como en el legislativo, con fuerzas políticas que carecen de una visión de futuro clara y que no logran generar esperanza en la población. «Nos encaminamos hacia un periodo de transición muy empantanado… marcado por la crisis y la ausencia de horizontes colectivos de futuro», afirma. Para él, la falta de un liderazgo fuerte y la ausencia de proyectos ideológicos sólidos dejarán a Bolivia en una posición frágil, con una democracia cuestionada, el debate minimizado y enfrentada a problemas estructurales que no podrán ser resueltos en el corto plazo.

Ausencias en el debate

Una de las principales preocupaciones para ambos analistas es la ausencia de un liderazgo alternativo que pueda romper con la actual polarización entre el MAS y las oposiciones tradicionales. Reyna menciona que, si bien la población está cansada del MAS y de los conflictos internos entre Evo Morales y Luis Arce, no se vislumbra aún un liderazgo fuerte fuera de estas estructuras políticas que pueda capitalizar el descontento. «Si bien el MAS ha perdido legitimidad, la derecha no ha logrado construir un proyecto creíble para las mayorías populares, y eso es un riesgo porque la gente sigue esperando una solución», advierte. Esta falta de alternativas en el debate abre la posibilidad de que las elecciones futuras sean aún más fragmentadas, con resultados inciertos y con la necesidad de formar coaliciones débiles que podrían aumentar la inestabilidad política.

Saavedra amplía esta preocupación al mencionar que, en este contexto de crisis y orfandad de proyectos políticos, hay dos posibles escenarios: o bien se produce una restauración conservadora, donde los sectores más reaccionarios y neoliberales logran imponerse, o bien se da una reinvención del proyecto plurinacional del MAS, adaptado a las nuevas realidades del país. En cualquiera de los casos, ambos escenarios implican grandes desafíos y posibles conflictos sociales, ya que la polarización se mantendrá presente. «O lo plurinacional se reinventa o lo conservador se logra vender como nuevo ciclo… pero en ambos casos, estamos ante un momento de transición lleno de incertidumbre», asegura Saavedra.

Economía

Otro factor clave para el futuro de Bolivia será la situación económica. El momento por el que atraviesa el país, marcado por la inflación y el aumento de la incertidumbre, será un elemento que influirá de manera decisiva en el escenario político. Reyna advierte que, si bien la población ha sido resiliente en el pasado, la magnitud de la crisis actual podría generar un descontento social más profundo y prolongado, que desencadene en protestas o en un desencanto con el sistema democrático. Esta situación podría ser aprovechada por movimientos populistas o radicales, que ofrezcan soluciones simplistas pero peligrosas para la estabilidad institucional del país.

Tanto Reyna como Saavedra coinciden en que el país se enfrenta a desafíos estructurales que requerirán no solo de respuestas políticas, sino también de una reconfiguración profunda de las fuerzas sociales, políticas y económicas. Sin embargo, ambos mantienen una visión cautelosamente optimista sobre la capacidad de la sociedad boliviana para superar estos momentos difíciles, aunque el camino hacia la estabilidad y el progreso parece estar aún lleno de obstáculos y retos por superar.

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