Bolivia en postales de tribalización y fragmentación
Imagen: Crayon.ai
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Una conversación con José Luis Exeni y Vladimir Peña sobre la actualidad política del país y sus perspectivas.
En el convulso panorama político global, Bolivia no es la excepción. Con el mundo sumido en incertidumbres y tensiones crecientes, el país enfrenta una fragmentación y polarización inéditas que reflejan las complejidades de la época actual. Las viejas certezas se han desvanecido y el debate político se encuentra en un punto de alto antagonismo y beligerancia.
Lejos quedaron los días posteriores a la caída del muro de Berlín, con Estados Unidos rigiéndose como el poder hegemónico del momento unipolar. El consenso de Washington y el neoliberalismo eran el credo de esa época. Era el fin de la historia, según Francis Fukuyama, pero, ¿era? Ese orden voló por los aires con la crisis financiera de 2008. Desde entonces las viejas certezas del Siglo XX ya no son más lo que fueron.
Bolivia comenzó el Siglo XXI con la discusión política centrada en la lucha a favor y en contra del neoliberalismo y el imperialismo estadounidense. Paralelamente, el MAS articuló la identidad popular e indígena y la dispuso para la brega por el poder. En la segunda década de la centuria las cosas empezaron a cambiar, sobre todo después del referéndum del 21F. Para explicar las cosas se empezó a hablar en ese momento de la posverdad y luego de la política identitaria; no sólo en el país, sino en la región y el mundo.
El panorama actual luce muy distinto incluso a eso. La pandemia y las guerras vienen acelerando las transformaciones. Por todas partes crecen los discursos que apelan a la fe, a los sistemas de creencias e incluso, en última instancia, a la violencia, cuando menos simbólica. El vitriolo se reparte a manos llenas y esto llegó al punto, en Estados Unidos, de un intento de asesinato donde literalmente casi le vuelan la cabeza a Donald Trump. Son tiempos de incertidumbre y fanatismos intensos. Nos toca vivir el proceso.
En el país cunden los discursos polarizadores, lo que deriva en una creciente tribalización y fragmentación, tanto en la vereda del oficialismo como entre las oposiciones. Conversamos sobre estas cuestiones con Vladimir Peña, abogado y exsecretario de Gobierno de la Gobernación cruceña, y con José Luis Exeni, comunicador, politólogo y escritor.
Lo primero que cabe es preguntarse cómo el debate político en Bolivia ha llegado a la situación actual, de altísimo antagonismo y beligerancia. Hay factores externos, sin duda, pero también hay un devenir de las cosas que son propias del proceso boliviano.
SITUACIÓN
Al respecto, Peña señala que en el país hay “una polarización extrema, que se ha instalado no solamente en el terreno político, sino en el conjunto de las instituciones y de la sociedad misma. Es la adopción de la dialéctica antigua de amigo-enemigo. Esto demuestra, además, que hay una falta de predisposición a escuchar al otro. Cuando uno mira al Parlamento, está convertido en cualquier cosa, menos en el espacio donde los representantes del pueblo van a debatir, a exponer sus ideas y a encontrar algunos puntos de acuerdo sobre ellas. Hemos vuelto, desgraciadamente, a la época donde todo se definía exclusivamente por la fuerza. Y esa es la evidencia más dura porque hoy nadie escucha, nadie quiere escuchar, cada uno quiere imponer su verdad y desgraciadamente eso termina no solamente erosionando la democracia, sino terminando devaluando las instituciones y, al final, generando una situación de incertidumbre en la ciudadanía. No hay cauces para buscar espacios para lo común de la sociedad”.
Según Exeni, luego de la coyuntura crítica de 2019 a 2020, “estamos en un renovado contexto de crisis por la dispersión e incertidumbre. Este ciclo de descomposición y de degradación en la política y en el ámbito institucional es una crisis que no es solo una de tipo político-institucional, sino también empieza a ser una crisis económica. Creo que eso es lo más complicado, esa combinación entre la crisis político-institucional y la económica, con muy alta desconfianza en todas las instituciones. Los estudios nos muestran eso que tanto la ciudadanía como los liderazgos confían cada vez menos en las instituciones, y no solo en las instituciones del Estado. La Asamblea Legislativa, Justicia, Tribunal Constitucional, Fuerzas Armadas, Policía, Gobierno, incluso Tribunal Electoral, sino en instituciones y entidades de la sociedad, que antes eran relevantes, tenían prestigio, tenían credibilidad, como la Iglesia, los propios medios de comunicación, los comités cívicos, las organizaciones sociales. Hoy la desconfianza es transversal a todos, eso es un dato duro. Y lo otro es que hay muy baja adhesión hacia los liderazgos, ningún liderazgo tiene saldo positivo en las adscripciones de la ciudadanía”.
“Hay una ausencia de debate político y de deliberación colectiva. Lo que hay son monólogos polarizados y polarizantes, una discursividad de odio y de descalificación, narrativas de negación del otro. Eso es lo que está predominando en la agenda política, en la agenda mediática. Menos hablemos, por supuesto, de las interacciones en las redes”.
Agrega que “la oposición, que siempre ha sido débil, dispersa, reactiva, hoy está en una lógica de fragmentación, que se puede ver claramente en los 17 precandidatos presidenciales que existen. Se tiene una oposición que es huérfana de liderazgos. Es decir, puede haber muchos precandidatos, pero no hay liderazgos fuertes de alcance nacional, con legitimidad. La oposición no tiene un proyecto de país, es reactiva, sigue siendo anti-masista, anti-evista, anti-anti. Por supuesto, es una oposición carente de calle, muy activa tal vez en las redes, en los medios, pero muy lejos de la unidad. Hay mucho discurso de unidad, pero están lejos de ella”.
OFICIALISMO
Los discursos permiten a los actores políticos comunicar sus ideas, persuadir a la ciudadanía, legitimar sus posiciones y finalmente disputar el poder. A través de ellos los diferentes grupos construyen sentido. Por tanto, es de la mayor relevancia entender lo que estos vienen diciendo. Empecemos por el partido de gobierno y los repertorios tanto del evismo como del arcismo.
“El evismo está apelando a un sentimiento de nostalgia de una época no tan pasada que aparentemente fue gloriosa para una parte importante de la bolivianidad, sea eso cierto o no. La paradoja es que Evo Morales ahora hace campaña con la economía, que dice que iba bien cuando él era presidente, y ahora lo mal que está cuando su ministro de Economía es presidente. Entonces, apelan al recurso de ‘antes estábamos bien y ahora estamos mal’, sin mayor debate, sin mayor profundidad, simplemente a lo emocional”, afirma Peña.
Prosigue indicando que “el segundo factor es el temor. El incendio, el miedo y la descalificación al oponente, con esta guerra fratricida que mantiene con Luis Arce”.
Exeni observa que “la discursividad del masismo, que ha sido el actor fundamental de los últimos 20 años en la política boliviana, como partido, como instrumento político, está muy concentrada en sí misma. Es una discursividad que se mira a sí misma desde sus faccionalismos, desde su división, desde su guerra interna por la candidatura presidencial. Entonces, esa discursiva ensimismada, que se termina fagocitando, se expresa en el caso del evismo y creo que es una discursiva muy concentrada y muy obsesionada con la candidatura presidencial de Evo. Ese es el discurso de ‘que no nos quiten la personería jurídica’, ‘que no nos roben la candidatura’. Hoy está muy empeñada en diferenciarse y en distanciarse del arcismo, porque hace unos años todavía era ‘nuestro gobierno’, ‘lo criticamos. pero es nuestro gobierno’, o ‘tiene que mejorar el rumbo’. Hoy el arcismo es sinónimo de traición. Son los traidores, es la nueva derecha, entonces es una discursividad muy concentrada en diferenciarse y en distanciarse con una crítica ya más radical”.
En cuanto al arcismo, Peña considera que “el problema es que no tiene discursividad propia, esa es su gran carencia. Ha terminado, presionado o atrapado, entre dos cuestiones: entre mantener el discurso clásico del masismo con el que llegó al poder, pero es evidente que está descafeinado y que no es el mejor exponente para aquellas reivindicaciones; y por otro lado, tampoco ha podido instalar un relato nuevo que transforme, lleve a otro nivel o que marque una ruptura con el discurso tradicional del MAS. Entonces es un gobierno desfigurado en términos discursivos. Ni siquiera se queda en lo tecnócrata porque también una opción pudiera haber sido que sea un gobierno tecnócrata y que sepa plantearse sobre medidas muy concretas, sobre indicadores claros, sobre políticas públicas determinadas, pero no, es un poquito de todo que al final termina siendo nada”.
Por su parte, Exeni ve que el arcismo “está predominando hoy una discursividad centrada en la victimización, ya desde la debilidad. Es una posición de debilidad, no es una posición de fuerza, pese a tener el control del Estado, que es un factor importante de poder. Hoy hablan desde la debilidad, la victimización, muy concentrada y obsesionada con el factor Evo Morales. Así como Evo está muy obsesionado con su candidatura, el arcismo también está muy obsesionado con la no candidatura de Evo. Es decir, están haciendo todo lo que tengan que hacer, no solo en términos de discursividad, sino de acción también”.
OPOSICIONES
En relación al mesismo, el exsecretario de la Gobernación cruceña, asevera que “el mesismo cometió, creo yo, un error que fue no plantarle cara al camachismo en su momento. Pasa que, si no se pone unas diferencias claras ante la ciudadanía, lo que sucede es que los extremos te absorben. En algún momento, el silencio del mesismo, sobre todo aquí en Santa Cruz, terminó generando que el proyecto se desprenda de ese espacio importante donde se definen las elecciones, el centro político, y sea llevado hacia el extremo. Entonces, no termina de posicionarse en un espectro que le dé posibilidades de generar el cambio político. Mesa todavía sigue siendo un líder que puede expresar un cambio, pero se nota que también es un líder cansado. De todas maneras, considero que están tratando de reconducir ahora esa inacción que los termina castigando por algo más propositivo”.
Exeni ve en el mesismo dos tonos. “Veo una discursividad que no se ha movido un milímetro desde 2019. Una discursividad siempre rezagada. Y cuando digo dos tonos, uno es el de Carlos Mesa, que básicamente está centrado en Twitter. O sea, es una discursividad tuitera. A la vez con algún videíto o muy excepcionalmente con alguna charla o alguna conferencia, pero muy centrada en esa red, muy selectiva y desde la nostalgia de ‘nos robaron las elecciones’, ‘hubo fraude’ y más o menos ‘nosotros debimos ser gobierno’. Para decirlo con una frase, una discursividad que quiere hacer propuestas, pero le sale espuma”.
“El otro tono es el de sus asambleístas, con mensajes muy incendiarios, hablando de Andrea Barrientos, de Luisa Nayar, del propio Carlos Alarcón, que digamos son las caras visibles en la Asamblea Legislativa Plurinacional, que están también polarizando, están en una lógica de acusación contra todo el proyecto nacional popular como sinónimo de dictadura, de despilfarro, de corrupción, sin reconocer nada de lo que se podría reconocer más allá de los errores y, por tanto, con poca o excepcional capacidad propositiva también”, agrega el politólogo y escritor.
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Sobre el último punto, amplía la explicación señalando que “la discursividad de estos actores radicales del mesismo es, evidentemente, desde la trinchera y para su propia tribuna. Es decir, nutre y alimenta a la tribuna, por allá se reciben aplausos. Es como eso que decía Horacio: en la calle me silban, pero en mi casa yo me aplaudo. Es como que ellos están creyendo que les va bien, pero efectivamente lo que están haciendo es hablar desde una trinchera, desde una zanja. Por lo tanto, no es una discursividad que construya y genere adhesión, y menos de sectores populares o indígenas, porque siguen viéndolos, como decía María Galindo, como los culitos blancos. Discursos de blancos privilegiados que creen que pueden cambiar algo desde esa discursividad que divide, que discrimina y que excluye y que en muchos casos es una discursividad racista también”.
En lo que hace al camachismo, el abogado cruceño ve que éste “tuvo un momento estelar en 2019, que aparentaba que era un momento disruptivo políticamente. Pero ha quedado claro que fueron buenos acicateando la calle, y habrá que reconocerlo, en un momento de dejadez del sistema político aprovecharon y conectaron con la ciudadanía que quería movilizarse y quejarse con indignación. También es muy notorio que en las instituciones tuvieron un enorme aplazo. Entonces podemos decir que el camachismo agita la calle, desde sus perspectivas políticas obviamente, pero cuando llega la política de las instituciones no sabe qué hacer”.
“La discursividad del camachismo está muy concentrada en la defensa del líder ‘secuestrado’. Es decir, se mantiene esta lógica heroica del héroe que derrocó al gobierno fraudulento, etcétera, y que después llevó a grandes movilizaciones. Pero, como ahora el líder está preso, entonces se concentra en el héroe secuestrado. Sigue siendo una discursividad muy pensada desde y para la agenda regional. Muy testimonial y residual en las Asambleas, además, divididos”, afirma el politólogo.
Ambos analistas invitados mencionan a Manfred Reyes Villa como alguien que intenta lograr una proyección. Por fuera se ve pocos discursos que estén llamando la atención nacional. Exeni lo sintetiza indicando que “después, hay muchos actores pequeños, algunos irrelevantes y desconocidos, que son muy bulliciosos en las redes, en sus cámaras de eco, por decirlo así. Están los bunkeros, los libertarios, los Saravia y los Börth y todos esos que son, según una encuesta que publicó Diagnosis, son desconocidos por el 85% de la gente. Son marginales, pero son muy bulliciosos en redes y por supuesto no tienen ninguna influencia en la agenda pública y política y están muy concentrados en mirarse a sí mismos como alternativas de un proyecto político que no existe. No tienen estructura política ni proyecto político. Son mini-voces que hacen ruido, pero que no tienen ninguna relevancia”.
PORVENIR
Así las cosas, ¿qué cabe esperar? Desde la perspectiva de Peña, “estamos en ese momento en que lo viejo no termina de morir y lo nuevo de nacer, como planteaba Antonio Gramsci. Estamos en una etapa de incertidumbre ante lo nuevo que va a venir o ante lo posterior a este agotamiento. Puede ser un periodo todavía de crisis muy largo, que no se encuentra salidas viables. Durante dos décadas había una mayoría clara, inequívoca, que acumuló poder, que lo ejerció de forma autoritaria, y que ha hecho que el sistema político pierda capacidades de entendimiento. Ahora todo acuerdo, todo pacto político que es una señal de debilidad, de traición entre los propios partidos”.
“No podemos seguir discutiendo eternamente o cinco años más lo mismo, si este es traidor o no, si los unos son los buenos y los otros son los malos”, añade.
Exeni advierte que “estamos en un momento con alta desconfianza institucional, algo que no sólo ocurre en Bolivia, sino es a nivel regional. Tenemos datos de Latinobarómetro y también a nivel global, de cada vez menor adhesión a la democracia. Es decir, un porcentaje cada vez mayor de gente preferiría o no tendría problemas en aceptar un gobierno autoritario, con respecto a los problemas económicos. Según el último dato del Latinobarómetro, solo el 48% tiene una adhesión firme a la democracia, eso es muy peligroso. El segundo dato crítico es que más de dos tercios de la gente tiene un desencanto y no está satisfecha con el funcionamiento y los resultados de la democracia. Y por supuesto se le culpa a la democracia no de sus problemas en sí mismos como de líneas políticas, sino de la corrupción, de la inseguridad, de la crisis”.
“Es desde los discursos populistas, discursos autoritarios, discursos ‘libertarios’, ya sean de izquierda o derecha, donde se cultiva la idea de ‘que se vayan todos’. Entonces, tenemos esta ausencia de política, porque no es tanto que la política está contaminada y en crisis, es una ausencia, no se está haciendo política. No hablo de política solo en términos de construcción de acuerdo, sino de gestionar de otra manera el conflicto y las mismas diferencias. Eso es muy riesgoso. Yo creo que estamos entrando en ese momento. No quiero ser ni catastrofista, ni pesimista, pero creo que estamos entrando en ese escenario donde puede aparecer un personaje que quiera romper todo”, concluye Exeni.
(*)Pablo Deheza es editor de Animal Político