Esquizofrenia política
Imagen: Archivo La Razón
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Entre el delirio político y la crisis económica, la radiografía de un país bloqueado y la urgente necesidad de reconstrucción institucional
Los términos de la política clásica de movilización, bloqueo de caminos, golpe de estado, democracia, crisis o caos han perdido su valor explicativo y heurístico para entender la situación por la que atraviesa el país. Por ello, es útil el léxico médico para buscar un término que defina de forma comprensiva estos gravísimos momentos y que, dada su extrema complejidad y dramatismo, pueden asimilarse a un problema colectivo de percepción de la realidad, delirios y comportamiento desorganizado.
Bloqueo
Pensar que la falta de combustible, dólares o el encarecimiento de los productos de la canasta familiar se va a resolver con un bloqueo nacional de caminos es un error en la percepción de la realidad, una incoherencia intelectual y, finalmente, un pliego político poco creíble, porque los hechos lo desmienten frontalmente. La realidad es que, en medio del creciente bloqueo de las vías troncales, hay colas kilométricas de vehículos en los surtidores porque no llegan las cisternas. Hay que planificar «puentes aéreos» —término propio de una tragedia natural— para que llegue pollo a La Paz, aunque su escasez ya hizo subir el precio.
La leche ordeñada debe desecharse porque no puede llegar a las plantas por falta de vías de transporte o de combustible para los camiones recolectores. Un montón de camiones cargados de frutas o verduras rematan sus productos en la carretera para salvar algo de su producción. Centenas de choferes están varados en las carreteras y malviven junto a sus herramientas de trabajo con falta de comida, vituallas y sin auxilio alguno. Es tiempo de programar la campaña agrícola de verano y no hay diésel para la maquinaria agrícola que debe preparar los terrenos y otros menesteres imprescindibles para la producción de alimentos, etc.
Perjuicios
Esta es la realidad dura y cotidiana —a lo largo de casi dos semanas— de incalculables perjuicios, daños y pérdidas en varias cadenas productivas y circuitos comerciales. Los daños son, en muchos casos, irreversibles o tardarán años en recuperarse, y se sufren en gran parte del país como consecuencia de los bloqueos en las rutas troncales, que día que pasa se hacen más insoportables. Pensar lo contrario es consecuencia de un velo ideológico obsecuente y una inocultable incapacidad en la comprensión de la economía privada, de los momentos difíciles que viven los productores y comerciantes (grandes, medianos y pequeños), los negocios y la gente que depende de su propio trabajo.
Sin embargo, todo lo dramático y doloroso de esta situación se hace menos comprensible cuando, a inicios de los bloqueos, surgió del gobierno un tímido ofrecimiento de diálogo y un alto dirigente campesino respondió contundentemente: «Si quiere diálogo, que diga que Evo Morales está garantizado candidato 2025» y «que el Congreso de Lauca Eñe está reconocido». Para rematar y no dejar duda, un senador, queriendo contagiar entusiasmo, respondió: «hoy día puede terminarse el bloqueo, puede levantarse el bloqueo… ¿qué le cuesta al gobierno levantar todos los procesos penales?».
Política
En fin, sobran los comentarios. Lo único fácil es colegir que detrás de esas argumentaciones están los verdaderos objetivos de los bloqueos: la candidatura de Evo Morales para el 2025 y el control de la sigla del MAS bajo su liderazgo. ¿Entonces para qué hablan de economía, falta de combustible, de dólares o del encarecimiento de los productos de la canasta familiar? Simplemente porque se busca arrastrar a la movilización y los bloqueos a sectores como el transporte que reclaman justificadamente, porque hace meses que sufren por la escasez de combustible, especialmente de diésel.
También busca a los gremiales perjudicados por la falta de dólares o a los comerciantes de los mercados que empiezan a tener dificultades por la falta de productos. Pero también es parte del cálculo político la percepción de un gobierno débil al que, a tiempo de enrostrarle una supuesta traición, se lo puede tumbar para ganar impulso para unas elecciones adelantadas.
Hay en la enorme y sacrificada movilización una obvia, clara y legítima motivación política que busca preservar un liderazgo histórico y recuperar el poder —el sentido último de la política—, pero que, equivocadamente, se la hace cuando no hay convocatoria a elecciones generales y al precio de agravar la precaria situación económica del país y del abastecimiento de las ciudades capitales y los principales centros urbanos. Por ello, los bloqueos tuvieron que cambiar de objetivos a medida que pasan los días y se pone en cuestión el sentido y coherencia de estos.
Esquizofrenia política
Está sucediendo lo mismo que con la «Marcha para salvar Bolivia», que luego de cientos de kilómetros y una extenuante caminata acabó pírricamente pidiendo cambio de ministros en 24 horas, luego de generar una semana entera de conflictos e incertidumbre. Sin embargo, ahora el conflicto y sus graves consecuencias son más graves y difíciles de resolver. El bloqueo de caminos arrancó sin una meta alcanzable (combustible, dólares, precios canasta familiar) y con carácter indefinido.
Esta referencia predispone a los movilizados para aguantar y radicalizarse, pero también es una trampa porque no hay salida de emergencia o final de camino. La inviabilidad de la demanda muda el petitorio por el adelanto de las elecciones generales, buscando el consenso nacional que no tienen los bloqueos y ya, in extremis, empiezan los fusiles y los balazos porque la movilización sale de control. Claramente, la táctica se sobrepuso a la estrategia y eso, en política, es un grave error político que se paga con la derrota estratégica.
El país, más bien, frente al sombrío y triste panorama de los bloqueos y los desbloqueos, las carestías, las largas filas y la sinrazón, logró algo de alivio en el lugar menos esperado: la Asamblea Legislativa Plurinacional. Con una inesperada y rápida votación, superior al exigente 2/3, eligió y posesionó al nuevo fiscal general del Estado. Un enorme, valioso y no menos sorprendente consenso, en una Asamblea que todo un año no pudo consensuar la convocatoria a las elecciones judiciales y suele ser escenario de insultos y enfrentamientos físicos.
Evolución
¿Qué pasó? Sin lugar a duda, el hartazgo ciudadano frente a la política y los legisladores evitó el empantanamiento, y los legisladores cerraron filas detrás de un candidato del aparato para evitar un mayor deterioro de su imagen institucional. Salió bien, se salvaron de la hoguera y se anotaron puntos frente a una coyuntura difícil que viene cargada de denuncias penales y no pocos juicios, donde el rol del Ministerio Público será definitivo.
En la dividida oposición, Creemos apostó por voto cruceño y la ilustrada CC quedó fuera de juego, reducida a un manojo de votos de testimonio moral, lo mismo que el sector evista que no tenía referencia. El gran ganador es el nuevo fiscal y, para bien, tiene un amplio respaldo político y no se lo debe a nadie en particular. Ojalá lo acompañe el juicio y su fortaleza profesional, y sea capaz de devolver la confianza en la justicia, que es el lado institucional más débil del Estado y de la propia democracia.
Horizontes
¿Dónde estamos? Con incalculables perjuicios en la economía, enfrentamientos en los desbloqueos y la represión policial que arrojará heridos, daños personales irreversibles y el riesgo de que una o varias personas pierdan la vida. Y más allá de todo esto, extremadamente grave, a los daños materiales se debe añadir que se ha vuelto a fracturar la sociedad boliviana entre el campo y la ciudad, y que tenemos una democracia que sobrevive en vilo. ¿En qué fallamos? En mucho, sobre todo en la falta de un sentido de Estado y de construcción del bien común. Vivimos tentados de confundir el interés particular con el interés general y creemos, equivocadamente, que es cuestión de saltar de credo en credo. No, la política tiene mucho de sentido común y solo coincide con las capillas en momentos de crisis. Para construir es necesario tener la grandeza y la inteligencia de desarrollar un país con todos y para todos, que enfrente la injusticia, sostenga un Estado éticamente consistente y se mantenga la libertad como condición de la democracia. Acá fallamos.
Frente a esta crisis política extrema y un deterioro económico e institucional profundo, hay que pensar que para las próximas elecciones generales las principales fuerzas políticas pacten un proceso de reconstrucción estatal y societal que preserve y avance la inclusión, relance un proyecto económico de país soberano y nos reacomode con inteligencia en el nuevo mundo internacional.
Saldremos de esta, como salimos de tantas otras, pero necesitamos sacrificio, grandeza y la inteligencia que tenemos, pero no estamos acostumbrados a usar.
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