Uruguay: elecciones, lecciones y algo más
Hoy domingo, Uruguay define su futuro político en las urnas, con el Frente Amplio liderando las encuestas y una derecha fragmentada.
El próximo 27 de octubre, en el sur de Suramérica, el pueblo de Uruguay acudirá a las urnas para definir quién conducirá los destinos del país charrúa. Hay dos claros modelos en disputa que se cristalizan en dos frentes políticos: a la vieja usanza, la izquierda, caracterizada por el Frente Amplio, y la derecha, en la ex Coalición Multicolor, ahora renombrada como Coalición Republicana.
¿Pero, qué está en disputa en Uruguay?
¿Acaso solo el destino de la República Oriental del Uruguay? Este analista se inclina a responder NO. Profundizando, hay mucho más en juego más allá de la evidente vida política de los orientales en el próximo lustro. En una América Latina donde la puja entre progresismo y derechas reaccionarias viene dándose país por país, que el Frente Amplio recupere el gobierno (que ya ostentó durante 15 años, desde marzo de 2005 a marzo de 2020) no es inocuo.
El Uruguay es conceptuado internacionalmente como un ejemplo de democracia, de convivencia y modernidad. Y no es en vano: un país pionero, donde votó la primera mujer de Latinoamérica, donde el divorcio por la sola voluntad de la mujer lleva más de 100 años (1913) en el marco normativo, y la separación de la Iglesia y el Estado (1917) también lleva más de una centuria, le han valido este prestigio. «La isla atea», le llaman algunos. Tiene, además, el sistema de partidos políticos más viejos del mundo, exceptuando a Gran Bretaña. Sus partidos fundacionales, el Colorado (de Fructuoso Rivera, primer presidente constitucional) y el Partido Nacional -o Blanco- de Manuel Oribe (segundo presidente constitucional), van camino a los 200 años en 2026.
Frente Amplio
Retomando la cuestión que nos pusimos como hipótesis, es harto importante un triunfo del Frente Amplio, porque no solo retomaría la senda del crecimiento con inclusión, de justicia social y mayor equidad para el país rioplatense, sino que además inclinaría la balanza en Nuestramérica hacia la izquierda. Adicionalmente, se estaría revalidando (y en algún punto revitalizando) el legado del General Líber Seregni, de Tabaré Vázquez, de Danilo Astori y de José «Pepe» Mujica, líderes históricos de esa década y media que, sin dudas, fue gananciosa para el pueblo charrúa.
Hay un recambio histórico, impulsado más por la biología que por cuestiones meramente políticas, y emergen nuevos liderazgos progresistas. Por caso, la fórmula de la coalición de izquierdas es una perfecta síntesis de los dos principales emergentes: el candidato a presidente, Yamandú Orsi, y la candidata a vicepresidenta, Carolina Cosse.
¿Y en la derecha?
Los candidatos son variopintos, pero tienen una cosa en común: su único objetivo es que no gobierne el Frente Amplio, así lo declaman a viva voz. Esto se ha traducido, sin temor a equivocarme, en la campaña electoral más floja -en términos de discusión respecto a políticas públicas, ideas e incluso posturas- de todo el siglo XXI.
¿Y a la izquierda?
Como es costumbre, hay un Programa de Gobierno que fue confeccionado por más de dos mil militantes, que área por área, tema por tema, han elaborado una especie de manual con los lineamientos principales para aquellos compañeros que tendrán la responsabilidad de conducir el Poder Ejecutivo, pero también para las y los legisladores que sean electos este 27 de octubre y trabajen en sintonía fina con el Presidente.
En el Frente Amplio, además, está la alegría de saberse muy cercanos a la victoria, sin triunfalismos, pero sí con la certeza que genera la cercanía al retorno al poder. La contracara de esto es un Presidente que ha esmerilado a su propio candidato, que ha fagocitado al ala más moderada de su Partido, pero que además, no conforme con esto, ha encumbrado a un candidato recién llegado a la alta política, del otrora histórico rival, el Partido Colorado.
Claro, el plan de Lacalle Pou se ve a leguas: atomizar, que nada crezca, que nada le haga sombra, para tratar de regresar a la arena electoral en 2029, si es que logra salvaguardar los casi 50 puntos de imagen positiva con los que se va, a pesar de haber empobrecido al 95% de los uruguayos y de que su Gobierno de Coalición tuvo más de una docena de escándalos de corrupción de magnitud. Es escalofriante ver el gran trabajo que han hecho para dejar al Presidente impoluto ante tantas cuestiones reñidas con la ley, con las buenas costumbres y hasta con el sentido común. Habilidades de la derecha, que ameritarán otro artículo.
¿Cómo viene el panorama en Uruguay?
Las encuestas indican que el escenario más factible es que el Frente Amplio obtenga la mayoría parlamentaria y le saque alrededor de 20 puntos porcentuales de ventaja al segundo (que hoy día es el «delfín» del Presidente Lacalle Pou), pero no el 50% más uno de los votos válidos emitidos, que le darían el triunfo en primera vuelta. La definición se prorrogaría al 24 de noviembre, donde en el ballotage todas las encuestas dan por vencedor a Orsi, por entre 7 y 12 puntos porcentuales.
Pero permítaseme sospechar de estas encuestas. A los hechos me remito: en 2019, estos mismos estudios de opinión daban al FA perdidoso por 5 puntos; la realidad es que perdió por solo 37 mil votos (menos de 1,5%). Además, en los números que cité anteriormente, hay -en promedio- 11% de indecisos. Si el Frente Amplio obtuviera 1 de cada 3 votos de los indecisos, algo muy probable, ganaría el mismísimo 27 de octubre.
¡Vamos por el #4FA!
Que el #4FA, como se denominó a la Campaña del 2019, pidiendo el 4to gobierno consecutivo de la izquierda uruguaya, se haya dilatado 5 años en el tiempo, no es gratuito. El Uruguay hoy es un país más desigual, más opaco también (por determinadas políticas públicas aplicadas por el gobierno actual que habilitan y/o facilitan el lavado de dinero, entre otras cosas); en fin, un Uruguay que retomó el color gris que lo invadió allá por 1973 con un golpe militar y que continuó con el retorno de la democracia en 1985.
El Uruguay empezó a vivir una etapa de alegría, de crecimiento y de avances como no se conocía desde la época dorada del Batllismo a inicios del siglo XX.
Es un deseo, un anhelo, pero además una convicción, que el Uruguay retomará la senda de la izquierda, del progresismo, y se sumará a la Colombia de Petro, al Chile de Boric, al Brasil de Lula, a la Honduras de Xiomara y al México de Claudia.
Vamos por el #4FA, y seguramente a intercambiar experiencias con el México de AMLO y de Sheinbaum, el México de la 4T.