El Punto sobre la i
Hasta el presente se han celebrado un total de doce eventos censales en Bolivia, siendo que el primero se hizo en 1831 y el último ayer sábado. Al recorrer los datos de los diferentes conteos poblacionales emerge de manera evidente la historia de nuestro país, contada en esa sucesión de fotografías, una a la vez y luego en conjunto.
Tanto quedó por escrito y sigue siendo terreno fértil para el análisis y nuestra propia comprensión como sociedad. Por ejemplo, los registros hablan, en 1846, de 1,4 millones de habitantes y 700.000 “indios sin gobierno”. El censo de 1954 indica que en el departamento del Litoral vivían apenas 5.585 bolivianos. El de 1900 consigna 31.883 vivientes en los denominados territorios de colonias, hacia las tierras bajas. Luego de 1954, cuando se abre la carretera entre Santa Cruz y Cochabamba, con el impulso del Gobierno del MNR de aquel entonces, comienza la marcha al Oriente. Santa Cruz va a ser el epicentro de la más radical transformación demográfica en toda la historia boliviana. Este proceso sigue en marcha actualmente.
“En los censos en Bolivia y el mundo sin duda ha existido un proceso de evolución, no solamente en términos tecnológicos sino fundamentalmente en términos de la necesidad de contar con mayor información precisa para evaluar escenarios político-sociales. En ese marco los últimos cinco censos se han caracterizado por diferentes contextos que van evolucionando de acuerdo a la dinámica de las corrientes políticas. En 1950, los datos del censo sustentaron muchos de los elementos de la Revolución del 52 y el contexto nacionalista. En 1976, el censo se realizó en el momento de las dictaduras militares, la implementación del plan Cóndor y la Guerra Fría. En 1992, el pleno espectro neoliberal el censo sentó las bases para la implementación tardía de la municipalización del país y la participación popular. En 2001, marcó el rumbo para la etapa final del neoliberalismo y confirmó la necesidad de mayor inclusión social y la querella por el excedente. Finalmente, el de 2012, se llevó a cabo en el marco del Estado Plurinacional y en el contexto de implementación de las autonomías, de inclusión de pueblos indígena originarios y recursos otorgados por la nacionalización de los hidrocarburos. En 2024, se lleva a cabo en un contexto posterior a la pandemia del Covid, turbulencia política y condiciones económicas menos favorables”, afirma Rodrigo Puerta, exdirector ejecutivo del Servicio Estatal de Autonomías (SEA) y la Federación de Asociación de Municipios Bolivia (FAM).
“Un elemento que ha estado presente, no solo en este censo, sino también en el del 2012, es la cuestión de “lo mestizo”. En los censos hasta 1900 se incluían categorías raciales y la mezcla de éstas era identificada como mestizaje. Sin embargo, este concepto ha evolucionado, ya que entre los siglos XVIII y mediados del siglo XX fue producto de una construcción antropológica que identificaba diferentes razas. A partir de la década de 1960 hay un pleno consenso de que entre humanos no existen razas, por lo tanto, el “mestizaje” ya no puede ser visto como cuestión biológica, puesto que solamente existe una raza humana. Esto a su vez ha generado recomendaciones de organismos internacionales para no aplicar dicha categoría en censos. No obstante, desde una mirada más política que racional se pretende mantener el concepto como una categoría antropológica que, sin lugar a dudas, se confunde o pretende de alguna manera mantener las categorías raciales dado que las mismas identificaban a las elites dominantes”, añade Puerta.
Politización. En tiempos de polarización política, con una crudísima disputa interna dentro del oficialismo nacional y con gran fragmentación de por medio, no es de extrañar que todo se vea como una oportunidad para obtener réditos e infligir daño al adversario. Dado que ni la aprobación de créditos se salvó de esa lógica, no era posible imaginar que el censo no haya cobrado su propia factura.
Con todo, Claudio Rossell, comunicador y docente, observa que “no hay toda la politización (discursiva) que cabía esperar. El viejo y gastado debate sobre identidad racial vs. identidad étnica no ha tenido este año la fuerza que tuvo en 2012; no hubo casi nada de debate sobre la identificación de sexo y género (solo sabremos cuantas personas con genitales masculinos y femeninos hay) y con unas pocas excepciones, no hubo mayor pelea sobre el registro de la fe religiosa, todos ellos temas altamente polémicos y útiles a la hora de provocar enfrentamiento, así sea solo verbal y mediático”.
Prosigue notando que “sí se vio en los días previos al Censo el intento de algunos portavoces de la más rancia oposición tratando de desinformar a la gente sobre el tipo de datos que se registrarían. “No des tu nombre”, decían, con argumentos falsos y maliciosos, y fueron los propios usuarios de redes sociales quienes respondieron relativizando la advertencia con tufo a instrucción autoritaria. También hubo intentos típicamente regionalistas de señalar a quienes volvieron a sus regiones de origen, cosa perfectamente normal, literalmente, desde tiempos bíblicos, como se muestra en los evangelios cristianos en la escena donde José y María deben pernoctar en un establo. Llama la atención que los productores de esos discursos de odio disfrazados de amor por la región hayan provenido de sacerdotes y pastores religiosos. En todos los casos, se trató de manifestaciones aisladas y sin verdadera influencia en la opinión pública”.
Ahora bien, el censo es un partido en varios tiempos y falta el más intenso. Rossell sostiene que “donde sí cabe esperar politización es en el proceso que seguirá al conteo, pues evidentemente habrá toda clase de intereses pugnando por prevalecer por encima de los otros. Por un lado, es previsible que se escuchen voces clamando “fraude” o registro malicioso de los datos; y es previsible que tales afirmaciones nunca se demuestren, pero que terminen por convertirse en uno más de los tantos prejuicios que construyen el muro de la intolerancia y el odio político. Recuérdese, además, que en Santa Cruz de la Sierra hace ya muchos años que se está sembrando una percepción del tema poblacional, por un lado, con la reciente “encuesta” que arrojó un dato de número de habitantes metodológicamente discutible y, por el otro, con el vistoso “cambómetro” que durante muchos años mostraba el creciente número de habitantes. La previsible discrepancia entre esos números y los que arrojará el Censo será el punto de partida de la conflictividad”.
Desde la perspectiva del periodista Gerson Rivero, “indefectiblemente, los resultados del Censo Nacional de Población y Vivienda 2024 traerán una confrontación política, sobre todo a nivel regional, más que partidaria. Pues convengamos que, en los últimos 20 años, la rivalidad política ha estado muy marcada por las tensiones entre Oriente y Occidente. Siendo simplistas, la oposición al MAS se concentró principalmente en Santa Cruz y la denominada Media Luna (Beni, Pando y Tarija). Esta dicotomía tiene un fuerte componente étnico racial. Lo camba versus lo colla, simplificando de nuevo, pero también lo indígena versus lo mestizo e incluso, el campo versus la ciudad”.
Regiones. Queda claro que, en muchas regiones del país, el Censo es un proceso sin mayores aristas. Pero está claro que cobra extrema relevancia en aquellos lugares donde hay transformaciones demográficas significativas. Es justamente a partir de esta realidad que el conteo genera una enorme susceptibilidad en Santa Cruz, por el incomparable crecimiento poblacional de este departamento. En contraste, en otros departamentos genera preocupación por su pérdida de peso proporcional en la cantidad de habitantes.
Al respecto, Rivero señala que “el Oriente boliviano, desde al menos hace 40 años, es donde mayor movilidad social existe. El caso emblemático, sin duda, es el departamento de Santa Cruz. El Censo de Población y Vivienda de 2012 ya reveló que poco más del 60% de los habitantes de Santa Cruz no son cruceños. Es probable que este de 2024 nos refleje un porcentaje aún superior. No obstante, a la clase política cruceña lo que le interesa es simplemente lo numeral, sin ahondar en las características de ese crecimiento poblacional”.
“En ese sentido, existe una contradicción en el discurso regionalista y hasta racista que atribuye gran parte de los males de la sociedad cruceña a la migración, pero exige que se contabilice a cada uno de sus habitantes, obviamente, para ser acreedor a la distribución de los recursos económicos que provienen de los impuestos”, asevera el periodista cruceño.
Pero también, prosigue, “está en juego la representatividad en la Asamblea Legislativa Plurinacional. Departamentos como Potosí, Chuquisaca u Oruro, que al nacer la república se constituían el eje de poder político y económico, con el paso de los años han ido cediendo representatividad, primero al eje Cochabamba-La Paz y últimamente se incluye a Santa Cruz en el denominado Eje Central. Evidentemente, esto tiene que ver con el desgaste de la industria minera y el auge de la agroindustria, que cambió la matriz económica nacional. Sin duda, esta redistribución de escaños volverá a generar tensiones, como ya las generaron los censos de 1991, 2001 y 2012”.
Santa Cruz. A priori se considera que el gran beneficiado con el Censo será el departamento de Santa Cruz. Más allá de sentimientos regionalistas, se trata de expectativas entendibles, dada la gran migración que tuvo y tiene lugar.
“No obstante, es miope verlo todo en términos de beneficios económicos y acumulación de poder político. Mientras se mantenga un discurso excluyente, en el que se pondere, además unos supuestos valores en torno a la condición étnica, la supuesta representación política va a ser un búmeran para la élite conservadora cruceña. De hecho, los últimos resultados electorales así lo avalan. Tener uno o dos diputados más, de ninguna manera garantiza una ventaja para las agrupaciones políticas relacionadas a esa elite. En las últimas elecciones subnacionales, si bien Luis Fernando Camacho, cabal representante de esa clase elitista, ganó con claridad las elecciones para la Gobernación, la distribución en la Asamblea Legislativa Departamental es absolutamente equitativa. Sólo los asambleístas de los pueblos indígenas rompen el empate”, hace notar Rivero.
Más aún, precisa que “en la bancada de Senadores la correlación de fuerzas también quedó empatada con dos senadores para Creemos y dos para el MAS. En diputados, la distribución, que incluye algunos representantes de Comunidad Ciudadana, también está equilibrada. Y cuando se analiza el origen del voto, queda claro que las provincias cruceñas, principalmente aquellas donde existe una altísima población migrante, es la que se juega por el MAS, frente al resto, que sigue siendo mayoría, aunque cada vez menos, que opta siempre por el que sea contrario al masismo. Así. lo más probable es que uno o dos diputados más terminen inclinando la balanza a favor del MAS y poniendo en serios aprietos la hegemonía de poder actual de la elite”.
Rivero explica que “lo mismo sucede a nivel de la ciudad capital, Santa Cruz de la Sierra. El alcalde Jhonny Fernández, de origen migrante, ha desafiado a la elite, incluso en un enfrentamiento personal con Camacho, y ha salido indemne. El Censo, sin duda, reflejará la composición social cruceña, que tiende cada vez a focalizarse entre un Noroeste con mirada hacia EEUU (la pretensión de ser la Miami boliviana) con condominios cerrados, edificios modernos, shoppings, barrios residenciales como Equipetrol o Las Palmas, por nombrar algunos detalles, versus el Noreste con base migrante, agrupado en cinco ciudadelas (El Bajío, Plan 3.000, Villa 1 de Mayo, Pampa de la Isla y Virgen de Luján) y cuya fisonomía evidencia una clara influencia andina con edificios que emulan a los cholets de El Alto, aunque tropicalizados, ferias, mercados y sus propios centros neurálgicos en la periferia”.
Porvenir. Entonces, ¿qué dejará este nuevo Censo? Rossell dice que “es importante prestar atención a los discursos que circulan desde las elites políticas en torno al Censo: El propio Luis Fernando Camacho ha reconocido la importancia estratégica del Censo y, mucho más, de asegurar que sus resultados sean confiables, pues de ellos dependerá el ya mencionado debate sobre (re)distribución de recursos”.
Por su parte, Puerta considera que “el Censo 2024 marcara un camino para la generación de propuestas en cuanto a la necesidad de debatir los moldes heredados de la forma de distribuir la coparticipación tributaria. Este es un elemento pendiente, dado que la misma Ley Marco lo definió como transitorio. En los próximos cinco meses antes de los resultados preliminares se configura un escenario oportuno para el debate y el dialogo fiscal”.
(*)Pablo Deheza es editor de Animal Político