Noemí Cámara: Katanas fue el más grande caso de trata que se resolvió en el país
Seis años después de iniciado el proceso judicial, Marco Cámara recibió una sentencia de 15 años de encierro, que deberá cumplir en la cárcel de máxima seguridad de Chonchocoro en La Paz, por el delito de trata y tráfico de personas.
Marco Cámara, el principal sentenciado en el caso Katanas.
“Ha sido el caso de trata y tráfico más grande que pudo existir y resolverse en el país (…), las autoridades no me escuchaban porque él (Marco Cámara) los tenía de su lado”, cuenta Noemí Cámara a La Razón, hija del propietario del club nocturno Katanas de La Paz, que fue demolido en 2016, cuando se destapó el mundo delictivo y de impunidad imperante tras esa fachada.
El miércoles 21 de septiembre, seis años después de iniciado el proceso judicial en su contra, Marco Cámara recibió una sentencia de 15 años de encierro, que deberá cumplir en la cárcel de máxima seguridad de Chonchocoro en La Paz, precisamente por el delito de trata y tráfico de personas.
Un fallo histórico, en un caso en el que se juzgó a 10 personas, de las cuales otros tres exfuncionarios fueron condenados con entre 10 y 12 años de presidio. Ya anteriormente otros tres implicados se habían sometido a un juicio abreviado, y los demás, como la esposa y hermana de Cámara, se encuentran prófugos.
Aquí el testimonio de Noemí, quien hundió una de las más grandes redes delictivas que operaba en el país y se apoyaba en la explotación sexual, al sentar la denuncia y provocar que se investigue a uno de los hombres más poderosos de la prostitución.
— ¿Cómo era su entorno familiar antes de enterarse que su padre se dedicaba al comercio sexual y a la trata de mujeres?
— Nosotros éramos una familia de cuatro en sí, mamá, papá y dos hijos (mi hermano menor y yo), hemos tenido una familia un tanto disfuncional, puesto que cuando nosotros teníamos 10 años se separaron ellos, Marco Cámara y mi mamá, y es así que nos quedamos a custodia de mi mamá.
— ¿Cómo era la actitud de su padre, Marco Cámara?
— Marco Cámara siempre ha sido una persona muy violenta, entonces mi mamá y yo éramos víctimas de violencia intrafamiliar y como él era el proveedor de la familia, el encargado de los gastos porque a mi mamá nunca la dejó trabajar, ella siempre tuvo que dedicarse a los hijos y tenía prohibido salir. En algún momento en que nosotros queríamos ir a visitar a los familiares de mi mamá, no pedíamos permiso porque se desataban episodios de violencia dentro de la casa.
— ¿Por qué su madre nunca lo denunció?
— En algún momento mi madre intentó poner una denuncia por violencia intrafamiliar, pero nunca prosperaron sus denuncias, fueron rechazadas o fueron dejadas ahí, justamente por la influencia o el poder que él tenía o los contactos que él manejaba.
— ¿Sabían que él explotaba sexualmente a mujeres?
— Cuando él se fue de la casa nunca supimos de niños a lo que él se dedicaba, puesto que decía que estaba de viaje, “no voy a llegar para Navidad”, o se perdía lapsos largos de tiempo; cuando algún momento en el colegio me preguntaban a qué se dedicaba mi papá, pues de niña no sabía qué responder porque exactamente no sabía cuál era su trabajo. Él fue un padre muy ausente durante nuestra niñez.
— ¿En qué momento Marco Cámara se involucró en el Katanas?
— Si bien Marco Cámara tenía una vida acomodada, no es que tenía tanto dinero como lo tiene ahora o como lo tenía con Katanas; él fue evolucionando y no teníamos conocimiento, decía que tenía negocios.
— ¿Su madre no sabía que se dedicaba a explotar sexualmente a estas mujeres?
— Asumo, pero no sé si sabía o no, como no vivíamos con él nosotros no sabíamos.
— ¿Cómo usted se involucra en el caso Katanas?
— Como yo cumplí 15 años, él me dijo que tenía que ayudarle a partir de entonces. Él pagaba colegios, manutención, pero para mis gastos extras yo tenía que trabajar, él decía: Nunca voy a dejar herencias y mi dinero es mío, si es que ustedes quieren algo van a tener que trabajar.
— ¿Cómo ingresa al mundo de Katanas?
— Hemos tenido un sinfín de madrastras, de todas las edades, de todas las nacionalidades y con la pareja que estaba en ese entonces le indicó, a mis 15 años, en 1984, que me lleve al Katanas y que me diga qué es lo que tenía que hacer, un lugar donde no sabía qué era, asumía que era un museo. Al entrar —yo llegué alrededor de las 05.00 y ya estaba casi vacío—, me llevaron a un privado y me dijeron “a partir de ahora tú te vas a encargar de verificar estas planillas”. Entonces me mostraron unas comandas y unas planillas y yo tenía que cruzar datos de cuántos tragos se vendían.
— ¿Específicamente cuál era su labor?
— Se podría decir que la contabilidad. Yo me hacía cargo de las planillas. Conforme fue pasando el tiempo me decían que es una discoteca en la que trabajaban chicas, de meseras.
— ¿En qué horarios ingresaba y cómo era el movimiento económico?
— Llegó un tiempo en que me despertaba más temprano, 04.30 me recogía y me llevaba al lugar un integrante de seguridad, y yo empezaba a hacer lo que se supone que era mi trabajo, y veía más movimiento cada vez.
— ¿Cómo es que estando ahí dentro no se dio cuenta de lo que ocurría?
— Todo el personal tenía prohibido dirigirme la palabra, solo me saludaban por respeto, pero solo tenía comunicación con los administradores y Sandra Cámara, que era su hermana. Sin embargo, las labores incrementaban para mí y fue ahí donde pude darme cuenta de algunas cosas.
— ¿Qué incidentes existían en este local nocturno?
— Había un montón de incidentes, desde las manillas que eran las doradas y que decían Katanas. Le pagaban a cada chica por cada manilla, pero Sandra les quitaba el dinero; los clientes se peleaban entre ellos; o cuando estaban correteando los administradores cuando un cliente le había destrozado la mandíbula a golpes a una chica, cosas y cosas que el cliente les hacía a las chicas.
— ¿Es cierto que una vez que llegaban a Bolivia, Marco Cámara era el primero en abusarlas sexualmente?
— Una de las señoritas me lo contó, y varias entre lágrimas, pero yo no podía concebirlo, que mi papá podía abusar de las chicas de allí, luego las llevaba al Katanas.
— ¿Cuándo le reclamaba, qué le decía?
— En un momento le reclamé porque no me parecía correcto, pero como él siempre ha tenido esa idea de querer normalizar la prostitución, el proxenetismo dentro de nuestra familia, nunca fue una persona a la que se le pudo hacer críticas o cuestionarle algo porque reaccionaba de manera violenta.
— ¿Una vez que las hacían llegar al país, qué hacían para que las muchachas no sean descubiertas?
— Les quitaban el pasaporte, las escondían dentro de paredes falsas en las batidas que había, porque la Alcaldía y otras instituciones que eran cómplices les alertaban; se repetía la historia en La Paz, como en Santa Cruz, y en sus otros locales.
— ¿Por qué no lo denunció cuando se enteró de esta red de trata de personas?
— Porque me amenazaba con que me quedaría a vivir con él, me iba a ir a Santa Cruz y que no podía ver a mi mamá y a mis hermanos, y cuando las cosas se ponían más fuertes me decía que le iba a pasar algo a mi mamá y que nadie tenía que enterarse de lo que pasaba ahí adentro porque mi mamá pagaría todo eso.
— ¿En qué año descubrió todo?
— Cuando yo entré a la universidad, que era en 2007, el ambiente de la universidad me ayudó, las responsabilidades y accesos en Katanas me ayudaron a descubrirlo.
— ¿Cómo se empezó a dar cuenta de todo lo que ocurría con estas muchachas?
— Yo me quedaba sentada sola en un privado, esperando para terminar mis cuentas, fue ahí cuando entraban algunas chicas llorando.
— ¿Qué le contaban las mujeres que trabajaban ahí?
— Había dos grupos, las que estaban por su voluntad y las que eran traídas a la fuerza desde diferentes países. Me decía una de ellas: Yo estoy aquí porque mi mamá tiene cáncer y yo pago su tratamiento y no me gusta estar aquí. Otra que trabajaba voluntariamente, prefería ayudar a las personas con dinero, con comida o algunas cosas, porque cuando llegaba a la puerta, su esposo era el que la prostituía y le quitaba todo el dinero que ganaba, y en la noche nuevamente la traía. Una de las otras chicas de trata me dijo: Ustedes son unos desgraciados, yo quiero volver a mi casa, tu padre no me deja, incluso me quiso pegar. Yo preguntaba a Sandra y Gustavo, pero me decían que no les hagas caso. Lloraban y de a poco ellas iban contando todo.
— ¿Cómo traían a las mujeres del extranjero, qué les decían?
— Ellas gritaban, decían que esto no era lo que les habían prometido, que esto no era en lo que tenían que trabajar. Supuestamente venían a modelar, incluso una de las señoritas que dio las declaraciones en la Fiscalía dijo que ella estaba viniendo a un concurso de fitness en Bolivia, y lastimosamente se encontró con esta realidad.
— ¿Cómo las captaban para que no se percataran que luego ofrecerían sus servicios sexuales?
— Las captaban de algún país y les decían que van a venir aquí a modelar, o a trabajar y tener una buena remuneración económica, pero nunca les dijeron a qué era a lo que venían y una vez llegando aquí, con el pretexto de hacerles el trámite legal, les quitaban los documentos, pasaportes y nunca se los devolvían.
— ¿Qué hacían luego de que se las captaba mediante este modus operandi?
— Se las llevaban a las distintas casas que ellos tenían, había un integrante de seguridad que se encargaba de que durante el día ellas no puedan salir y en las noches, los “seguridades” las recogían y también las llevaban al local. Les endilgaban una deuda por haberlas traído a Bolivia, deuda que jamás se iba a terminar porque les cobraban los gastos de pasajes, alimentación, y cada vez su deuda iba ascendiendo.
— ¿Por qué ellas no pidieron ayuda?
— Nadie las escuchaba, si en algún momento querían ir a denunciar o hablar, no podían porque Marco Cámara siempre andaba acompañado de los dos policías del Batallón de Seguridad Física que él tenía de su lado, y siempre él decía: No, la Policía está de mi parte.
— ¿Qué otros impedimentos había para que las mujeres no intenten sentar una denuncia o pedir ayuda?
— Las filmaban y les tomaban fotografías, y las amenazaban con enviarlas a sus familias y hacer públicos las fotos y los videos que tenían, era un maltrato psicológico.
— ¿Cómo se enteró que las mujeres eran traídas del extranjero para la trata y tráfico?
— Cuando yo me di cuenta fue cuando acompañé a Octavio Fernández a la casa de Llojeta, en La Paz, él decía que necesitábamos alquilar una casa para las chicas, ahí dudé si les daba vivienda. En otro momento descubrí que había una caja fuerte con un montón de pasaportes y documentos de identidad de señoritas, les preguntaba y me decían “no puedes abrir, ni tocar”.
— ¿Las muchachas que se encontraban ahí le pidieron ayuda en algún momento?
— Sí, me pidieron ayuda, llorando, que querían irse a su casa, que querían volver con su familia, que no querían seguir así. Marco Cámara me decía que no había problema, que lo denuncie, porque así fuera donde yo vaya, no iban a hacer nada.
— ¿Enfrentó a su padre en algún momento?
— Sí, cuando le empecé a reclamar me dijo: Esto es tu realidad, esto es lo que pasa aquí, si quieres seguir manteniendo a tu mamá a tu lado, tienes que quedarte callada y aceptarlo.
— ¿Por qué en los operativos que realizaba la Alcaldía no se rescataba a las muchachas?
— Porque la Alcaldía y diferentes instituciones estaban involucradas y cada vez que había operativos se les avisaba, entonces en ningún momento alguien las podía encontrar y llevar.
— ¿De entre qué edades eran las mujeres que eran explotadas sexualmente?
— Había menores de 15, 16, 17, máximo hasta los 23 años.
— Su abogada, Paola Barriga, habló sobre una especie de intercambio de mujeres en determinados momentos, ¿me puede comentar sobre esto?
— Situación totalmente dolorosa, fue declarado por una de las víctimas en la cámara Gessell, ya dio su testimonio. Las mujeres dentro del Katanas tenían un tiempo de vigencia, tenían que renovar el stock de mujeres, tenía que haber rostros nuevos, cuerpos nuevos, para que llamen la atención, fue así es que iban de Santa Cruz a La Paz, a los distintos locales que tenía Marco Cámara y rotaban.
— ¿En algún momento le propuso o quiso obligarle a ofrecer servicios sexuales?
— Marco Cámara no, pero sí Sandra Cámara y Gustavo Fernández. Me dijeron que como era hija del dueño podía ser una prostituta más cara y cobrar más, me hacían insinuaciones y ello me ofendía. Incluso Gustavo mandó varias veces clientes a los privados en los que esperaba para hacer la contabilidad, y en algún momento algún “seguridad” me ayudó a salir para que no me pase nada.
— ¿Luego de que rotaban en los diferentes night clubs, qué pasaba con ellas?
— Al final no sabía qué pasaba con ellas, fue así que nos enteramos que las vendía por otro stock de mujeres. Tenía diferentes mujeres en La Paz, Santa Cruz, y rotaban todo el tiempo.
— ¿Se menciona que estaban involucradas ciertas autoridades, esto es cierto?
— Tenía de su lado a personas de alto rango e iban donde las chicas, diputados, senadores, policías, personal de la Alcaldía, estas mismas personas estaban dentro de esta red.
— ¿Tenía las pruebas suficientes para presentar una denuncia?
— Poco a poco yo iba recolectando fotos, iba recolectando pruebas, documentos, porque si yo iba a denunciar me iban a decir con qué pruebas me respaldaba. De a poco iba recolectando cosas y fue así que yo fui al Ministerio de Gobierno, no iba a ir a cualquier parte porque yo sabía que él tenía contactos en todos lados.
— ¿Qué dificultades tuvo en el proceso de las denuncias, que menciona que fueron muchas?
— Fue en vano presentar mis denuncias, presenté las pruebas al Ministerio de Gobierno. Al día siguiente, Marco Cámara se enteró y me amenazó; luego fui a la Policía, y él se autosecuestró, a raíz de ello me aprehendieron, a mi mamá, mi hermano. Nos metieron al tercer piso de prisión a cargo de un mayor que me dijo: ¿Quieren salir de aquí?, pues tu papá dice que dejes de ser chismosa, o te quedas callada o te vas a la cárcel, me dijo.
— ¿Su abogada también menciona que aparte de ciertos respaldos que él tenía, caminaba armado, eso es cierto?
— Él tenía permisos para portar armas como si fueran tarjetas coleccionables, siempre estaba armado.
— ¿Cómo decidió poner un punto final a todas las denuncias rechazadas y dar lugar al empiezo de la investigación por trata?
— Ya no podía seguir ahí adentro, era insostenible la situación, fue así que en 2015 decidí huir de la casa en la que nos tenía a mi mamá y hermano. Fui denunciando, pero nadie me hizo caso, salí ante los medios y recién me hicieron caso. En varias oportunidades intenté hacer mi denuncia, pero no prosperó.
— ¿Cómo definía Marco Cámara a las mujeres, al dedicarse a explotarlas sexualmente?
— Nunca sintió respeto por ninguna mujer, para él las mujeres son prostitutas y tenían que ser tratadas como tal. Nunca sintió un poco de empatía o pena por alguna de las víctimas o por las mujeres que él traía para hacer comercio sexual.
— ¿Cree que en ningún momento tuvo piedad o sentimiento culpa por las muchachas?
— No concibe el sueño, asumo que el remordimiento lo carcomerá. Todo el tiempo toma pastillas para dormir, siempre tuvo problemas nerviosos. No sentía amor por él mismo, ni siquiera por sus hijos. Como ser humano es una persona que ha carecido de mucho amor y mucha empatía por sus padres, yo creo que el ser humano en el que se ha convertido es porque en su familia no había amor; él no le tiene miedo nadie, ni a sus padres, ni a Dios, ni a ninguna autoridad. Como padre, teníamos carencia de amor, siempre fue un padre ausente.
— ¿Qué secuelas le dejó todo lo vivido desde tu corta edad?
— Tomé atención psicológica, he tenido muchos episodios de ansiedad y depresión, siempre he sufrido esto pero eso no quiere decir que sea loca o que me invente cosas. Yo me sentía culpable, pero era niña. Cada vez que lo quería denunciar me mandaba a internarme, me daban muchas pastillas.
— ¿Algo que quisiera acotar para terminar la entrevista?
— Quisiera que este caso no se tome como una victoria para Noemí Cámara porque no es así, tengo que sanar muchas cosas en mí. Ha sido el caso de trata y tráfico más grande que pudo existir y resolverse en el país.
Noemí concluye que la sentencia de 15 años contra su padre no es justa, ya que esto no remedia los daños que hizo. Afirma que su padre es mitómano y que no existe lección alguna para él, y pon como ejemplo al “mini Katanas” que se posicionó en el penal de San Pedro, donde Marco Cámara era el propietario en que ofrecía servicios sexuales y bebidas alcohólicas.
Para el fallo de la Justicia, se acreditaron 52 pruebas, los registros migratorios de Marco Cámara, más de 300 cédulas de identidad de las víctimas, pasaportes, registros de la Alcaldía, declaraciones de las víctimas, indicios, muestrarios fotográficos dentro de los locales a cargo del principal implicado, entre otros que permitieron resolver este emblemático caso.