Icono del sitio La Razón

Expertos animan a ir al gimnasio a los 90 años

Jerry Morris demostró hace más de 50 años, con un estudio publicado en The Lancet, que el ejercicio, en el caso de los adultos mayores, era positivo para la salud porque observó cómo morían mucho más los  jóvenes conductores de los autobuses de Londres, todo el día sentados ante el volante, que los cobradores que no paraban de moverse cobrando.

Ejemplo. El resto de su existencia, el longevo Morris fue un ejemplo. Hasta su muerte, en octubre pasado, a los 99 años, siguió haciendo ejercicio, nadando, desplazándose en bicicleta. Evidentemente, desde su perspectiva, Morris habría considerado evidente el experimento llevado a cabo hace unos meses con 40 nonagenarios en una residencia de ancianos de Madrid por José Antonio Serra, director de Geriatría del hospital Gregorio Marañón.

«El horror a envejecer no nace del miedo a morirse, sino del miedo a la incapacidad, a la pérdida de independencia, a lo que no curan los fármacos», dice Serra. Añade que  «los viejos se atrofian por una discapacidad progresiva, porque no se mueven, porque hace un invierno frío y no salen de casa, porque viven en un cuarto sin ascensor y están recluidos.