Maya, Antonio y Richard un amor incondicional
Hace 10 años, Maya Cruz se aplazó en matemáticas. En su colegio, la regla era cumplir con un trabajo de caridad. De esa forma, llegó hasta un hogar de niños y su vida cambió para siempre. Conoció a Richard, un niño de cinco años con el que forjó un amor incondicional.
Hace 10 años, Maya Cruz se aplazó en matemáticas. En su colegio, la regla era cumplir con un trabajo de caridad. De esa forma, llegó hasta un hogar de niños y su vida cambió para siempre. Conoció a Richard, un niño de cinco años con el que forjó un amor incondicional.
Richard tiene una enfermedad que le causó parálisis física y le afectó la capacidad de comunicarse normalmente, pero desde el primer día que se conocieron, recibió una atención especial de Maya.
«Se encariñaron. Ella iba a verlo todos los días. Entre sus tareas estaba ayudarlo a comer porque no utilizaba sus manitos. También lo bañaba. Luego empezó a sacarlo a paseos y llevarlo a su casa, donde su familia», relata Antonio Baptista, novio de Maya y papá adoptivo del menor, a quien conoció hace cinco años.
Maya cuenta que las primeras veces para Richard salir a la calle era una novedad. «Se asustaba de los perros, temblaba, pero al fin se acostumbró y cada fin de semana realizábamos paseos».
El niño estaba muy delicado de salud. El 2005, la pareja vivió duros momentos cuando Richard fue sometido a complicadas operaciones. «Fueron varias cirugías, tenía cálculos en el único riñón que funcionaba, ya que el otro no se había desarrollado cuando nació. No había esperanzas y los médicos nos decían que nos alistemos para lo peor», comenta Antonio.
Maya estaba destruida emocionalmente por los pronósticos nada alentadores y sus miedos aumentaron cuando, antes de la operación, el niño les contó (balbucea palabras que sólo sus padres reconocen) que veía ángeles que le decían que él se iba al cielo. Todos se quedaron callados, porque era increíble que a su edad pudiera expresarse así.
«Felizmente salió de la operación, estuvo en terapia intensiva y a los dos días estaba feliz en su cuarto». Los «futuros padres» pasaron varios años en el hospital acompañando a Richard, quien necesitó de mucha atención y cariño. «Hay que tener un gran amor para comprender el amor de Richard», recalca Maya al observar con ternura a su «hijo».
Después de haber vivido esa temporada al lado del pequeño, Antonio decidió que debían pedir la tenencia del niño y empezaron los trámites respectivos. «Me moví con abogados, aceleramos los trámites y tuvimos suerte, porque una jueza de gran corazón vio que Richard no podía ir nuevamente al hogar», contó.
Finalmente, la joven pareja, cuyas edades no pasan de los 30 años, pudo conseguir que Richard se quede en la casa de los papás de Maya. «Que se haya quedado con nosotros es lo mejor que nos pasó. Él alegra nuestro hogar, ama a sus abuelos, quienes lo acompañan todo el día y también lo atienden», cuenta Maya.
El tema de los estudios es complicado por su salud. «Él no va al colegio. Actualmente tiene 15 años y nosotros le enseñamos en casa. Sabe sumar y restar, también contar hasta 100 y sabe todo el abecedario», dice con orgullo Antonio.
Richard pasa la mayoría del tiempo con una computadora para niños que le regalaron. Allí practica la escritura con sus manitos. «Si de cine se trata, es un experto, le encantan los dibujos animados y las películas. Tiene una colección de 250 DVD y cada vez los estamos renovando para que se entretenga», sostiene Maya.
A la hora de comer, también hay cuidados ya que él no puede ingerir nada que tenga sal, por el problema del riñón. Por la mañana, cuando se despierta, siempre espera su leche con chocolate. En el almuerzo come una dieta especial sin conservantes. «Lo que más le gusta es el pollo frito y sólo podemos darle cuando es su cumpleaños», afirma Antonio.
Hace una semana cumplió 15 años y como regalo lo llevaron al Multicine, donde le encanta jugar en los juegos electrónicos. «Es un fanático del Wii», asegura su mamá, porque Maya lo quiere como tal y de esa forma expresa su amor incondicional. Quiere tanto al pequeño, que continuará con la carrera de Fisioterapia en la universidad, para atenderlo.
Pero Richard tiene su carácter y reclama como hijo. Aunque no tiene mucha comunicación verbal, se da modos para preguntar a su mamá a qué hora vuelve del trabajo. «Y si Maya llega tarde es un problema, porque se queda esperando y pregunta con un ligero movimiento de manos: ¿Qué pasó? «, dice Antonio.
Todos los planes en torno a él
La joven pareja trabaja para tener los ahorros que les permitan independizarse y salir a otra casa donde puedan vivir con Richard.
Actualmente, Antonio trabaja como informático y es experto en programación en una empresa que tiene en sociedad con un pariente.
Maya es impulsora de ventas y promociona productos de consumo masivo en los supermercados de la ciudad. De esa forma, el pensamiento es casarse y seguir siendo felices con la compañía del niño que les confirmó que no se necesita ser padres biológicos para querer.