Pocoata, Macha y Ocori son los tres escenarios para el ‘encuentro’
Los pueblos guerreros del t’inku son la cuna del indígena Tomás Catari
La Paz – En el norte de Potosí nació Tomás Catari y su legado aún continúa entre los pobladores que ejecutan el t’inku para continuar la herencia guerrera que se data del siglo XVIII. La comarca más conocida de la región es Pocoata que es la tercera sección municipal de la provincia Chayanta del departamento de Potosí y está a unos 160 kilómetros de la Villa Imperial.
Para llegar allí, es necesario recorrer un camino de tierra con horizontes vastos donde el viento es el monarca de la zona. Las casas son pequeñas, de adobe y la gente tiene un color cobrizo por los casi 4.000 metros de altura sobre el nivel del mar.
En Pocoata, las batallas del t’inku se ejecutan en la misma plaza del pueblo donde participan varones adultos, mujeres y, últimamente, menores. A los 15 años ya hay contendientes listos para entrar al ruedo.
Más «adentro» de Pocoata está San Pedro de Macha; que busca su reconocimiento como la capital del t’inku. El sitio es agreste y goza de menos comodidades que Pocoata; por ejemplo, su plaza es amplia, desolada y la iglesia es el gran referente de la región.
En Pocoata, además de la iglesia, existe una alcaldía, otras entidades locales y las calles lucen menos desérticas. Además goza de un mejor clima porque es un pequeño valle en medio del altiplano nortepotosino.
Los trajes de uno y otro sector son también diferentes; por ejemplo, en Macha se usa un vestuario en blanco y negro, mientras que en Pocoata hay diversidad de colores.
Ocori también es un pueblo dedicado al t’inku; no obstante, queda más lejos que los dos anteriores.
En las tres localidades, quienes participan en el t’inku son habitantes de la región; aunque a veces hay personas que van de una zona a otra para lucir sus puños. Son días en los que, como dice Andrés Gómez, «escuecen las manos» por entrar a una pelea.
Los combates se dan en canchas, que son espacios de unos 10 metros cuadrados donde los grupos pelean a puño limpio, algunos resguardados por monturas en las cabezas. Están rodeados por sus seguidores, quienes los apoyan a gritos.
Aproximadamente, una década atrás se determinó que miembros de la Policía intervengan en los ruedos. Éstos se encargan de vigilar que se cumplan las leyes del t’inku, es decir, está prohibido golpear a un contendiente en el suelo o que otros más intervengan en la lid.
Lo que suele suceder, según Gómez, es que los participantes del encuentro beben demasiado y luego pierden el control de sus actos. Entonces, se alejan de las canchas y empiezan las pedradas entre grupos. Los impactos suelen ser fatales.
Un ejemplo de esto es lo que pasó hace más de una semana, cuando murieron dos personas. «No eran del pueblo, eran de otras comunidades lejos de Pocoata», dijo a La Razón el alcalde de Pocoata, Wilson López.
Los fallecidos, según reportes de la radio Pio XII de la red Erbol, serían de las comunidades de Aracachi y K’aracota; aledañas a la región.
La celebración más importante del t’inku se da el 3 de mayo, en honor a la fiesta de la Cruz. La Alcaldía de Pocoata no tiene una cifra exacta sobre al cantidad de personas que participan en el ritual; sin embargo, se sabe que son más de 60 grupos que llegan hasta las comunidades del t’inku para las fechas previstas.
Así pasa la vida y la muerte en el ritual del encuentro… una herencia que data de los tiempos del indígena rebelde Tomás Catari.
Los dos muertos del 2010
Tras la conclusión de la fiesta de la Cruz, en la versión 2010 de Pocoata hubo dos fallecidos por impactos de piedra que llegaron hasta la comunidad de Pocoata. Ninguno de los dos, según el reporte de la red Erbol, era de la zona y ambos llegaron desde comunidades aledañas para enfrentarse en la festividad. Ellos pertenecían a los ayllus de Aracachi y K’aracota.