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El acomodador de cine

Cuando una persona llega al cine Monje Campero siempre encuentra a don José Macario Condalina, quien lleva 33 años de trabajo en el puesto de boletaje y es, además, la persona que acomoda a la gente en las butacas. Una labor casi en extinción.

Tiene su propio espacio. Tras una puerta pequeña saca el uniforme que lo identifica por años ante los cinéfilos. Éste consiste en un chaleco con tela verde brillosa que se cruza y se abrocha de costado sin otras dificultades.
Serio, paciente y discreto es como se autodenomina don José, uno de los trabajadores más antiguos del lugar y del circuito. Está orgulloso de pertenecer al equipo del cine.

Cuando habla de su actividad de todos los días, afirma que la aprecia mucho, pero dice que es muy esforzada. «La razón es que para un boletero no existen feriados ni sábados ni domingos porque son los días que viene más gente».

Recuerda con nostalgia las épocas doradas del cine. Aquellas cuando no había DVD ni películas piratas. «Para mí, las más taquilleras fueron la de Brillantina (Grease) y Titanic. Pero la más polémica y donde vi gente salir con los ojos llorosos fue La pasión de Cristo, de Mel Gibson», asegura, para demostrar su conocimiento por los cineastas más renombrados.

Una de las últimas películas en las que vio un cine repleto fue en La era del hielo. «Cuando hay películas infantiles conviene, porque viene toda la familia»,  sostiene Condalina.

Una de sus anécdotas preferidas es aquella en la que una señora no quería pagar la entrada de su niño de 12 años. «Al final entró y cuando se acomodaba en la oscuridad se rodó las gradas», cuenta don José.

«Recomiendo a la gente que vengan al Monje Campero,  el sonido es el mejor,  la gente comenta que en otras multisalas no tiene buen volumen porque incomodan a las que están al lado, aquí no pasa eso y se disfruta más de las películas», asegura.

Llegó como plomero y se quedó en el cine

Condalina comenta que llegó hace más de 33 años a trabajar como plomero en el edificio que acoge las salas del cine Monje Campero en El Prado de La Paz.

«Antes no tenía ítem y estaba a contrato, luego se hizo la gran remodelación y la gerencia confió en mí y ahora soy trabajador de planta».

El cine es uno de los más antiguos de la ciudad y antes tenía una sola sala. Para ser más competitivos ampliaron a dos salas con sonido de última tecnología y proyectores modernos. Actualmente tiene el cinema uno y dos, donde la gente tiene una variada cartelera para  disfrutar del séptimo arte.