6 Historias de bolivianos que hicieron de Argentina su nuevo hogar
Llegaron a la capital argentina cargando sus sueños y metas. Empezaron de abajo en sus oficios y ahora disfrutan de los logros de su esfuerzo. La Razón compartió en Buenos Aires con seis migrantes bolivianos que cuentan sus experiencias de vida.
La mayoría de ellos llegó a Buenos Aires, Argentina, hace más de una década, con la intención de reunir algunos ahorros para volver a Bolivia y así montar un negocio. Al final se quedaron allí.
En el vecino país viven más de dos millones de bolivianos y la mayoría de ellos trabaja en la horticultura y el negocio textil. Sin embargo, existen quienes invirtieron su esfuerzo y sus ahorros para sobresalir en otros oficios.
Algunos viven del arte, como el albañil tarijeño Eulalio González, escritor que participó en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, o José Romero, quien pone a bailar su talento en los pasos sensuales del ritmo del dos por cuatro.
En el negocio textil, la boliviana Ruth Espinal consiguió instalar un exitoso centro comercial que tiene 22 locales.
Su hermana, Lourdes, es la única boliviana que trabaja en la Dirección de Fiscalización y Operativos del Gobierno Autónomo de la ciudad de Buenos Aires. Ella logró un posgrado en la Universidad de Buenos Aires.
Otro profesional es Pablo Rocha, odontólogo que se especializó en implantes dentales en el Ateneo Argentino de
Odontología. Él cuenta con tres clínicas dentales y realiza obras sociales con los residentes bolivianos.
Mientras, la movida nocturna mantiene a José Zeballos, empresario de grupos de cumbia como Damas Gratis, Jambao y Ráfaga.
Minoría niega nacionalidad
La Paz – La Razón se comunicó vía telefónica en Buenos Aires con tres residentes bolivianos que triunfan, dos de ellos en el negocio textil, y uno en la medicina.
Los tres rechazaron la entrevista argumentando que ahora tienen la nacionalidad argentina. «Yo ya soy argentino, tengo todos mis documentos y hace tiempo que no visito Bolivia», contestó un cochabambino que radica hace 20 años en Buenos Aires y tiene una reconocida marca de jeans.
El médico prefirió descartar un posible contacto con este medio. «Soy ahora ciudadano argentino», dijo, tras insinuar que ser boliviano podría perjudicarle en su profesión.
En cambio, una empresaria textilera que vive en Quilmes, cochabambina, fue más directa. «A mí me perjudicaría recordar mi nacionalidad. Usted entiende, acá la sociedad es más difícil de enfrentar».
La Razón, por respeto, evita publicar sus nombres.
Eulalio González:
De día albañil, de noche escritor
Su obra literaria Vivencias de mi yo participó en la Feria del Libro de Buenos Aires. «Es mi tercera publicación, pero la primera en estar en una feria internacional», destaca.
Eulalio González nació en Tarija y su oficio es de albañil. Radica en la provincia de Mendoza hace 40 años.
«Cuando mi mamá se separó de quien dicen que era mi padre, tenía cuatro años. ¿Vienes conmigo a la Argentina? me dijo mi madre. Con el abuelo me quedo, le respondí», cuenta González, que a sus 14 años llegó a Mendoza.
En horario diurno se dedica a sus labores de albañil y por la noche busca inspiración para escribir. «Mejoro casas modestas de gente buena y junto letritas desde mi humildad. A veces hago palabras y con ellas me salen frases en las que florece mi sentir», afirma el escritor.
González tiene dos publicaciones más: Ilusión de mi ser e Himno de amor.
Vivencias de mi yo es su biografía en versos. «Cuento que en mi infancia tuve que cambiar el trompo por un arado. No tuve tiempo para ir a ver las caballadas o para entretenerme con las mariposas. No acabé ni el colegio, pero me sé las letras».
Al boliviano no le afectaron las actitudes de discriminación que sufrió en un principio en Argentina. «Personas hay que miran con desprecio. La piel nos la da Dios y más importa la dignidad que tengamos en nuestro hacer», reflexiona, y enseguida recuerda que en los próximos días tendrá que entregar la ampliación de una cocina.
Lourdes Espinal:
Se destaca como funcionaria pública
Llegó a Buenos Aires cuando era todavía una niña, en 1987. Estudió en dos escuelas públicas de la capital argentina y al concluir el bachillerato ingresó a la carrera de Contaduría Pública de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Se graduó con honores el año 2004 y luego realizó un curso de posgrado en la misma casa de estudios superiores.
Lourdes Espinal Jiménez logró solventar sus estudios con los ingresos que le otorgaba su trabajo en empresas textileras comandadas por coreanos. «Trabajé desde niña en el negocio de la textilería confeccionando prendas de vestir. Ese trabajo fue mi sostén para poder pagar mis estudios, sobre todo en la universidad», recuerda Espinal.
Para ejercer su profesión tuvo que dejar de lado el trabajo textilero. Hizo méritos para ingresar a trabajar a una institución pública. «Realicé cinco exámenes para entrar a la Administración Gubernamental de Ingresos Públicos (AGIP) de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Empecé, como todos, desde abajo».
La paceña es hoy la asesora directa del Director General de Fiscalización y Operativos de la AGIP. «Estoy en el cargo desde el 2007 y ya cuento con un ítem de funcionaria pública. Era uno de mis objetivos y lo cumplí».
Espinal comenta que tener la nacionalidad boliviana nunca fue un obstáculo dentro de la institución pública. «Somos 1.700 funcionarios, el 5% son extranjeros y yo soy la única boliviana», explica Lourdes, que tiene como meta ocupar una dirección de área.
José Romero:
Un boliviano que vive del tango
Su padre fue militante del Movimiento Nacionalista Revolucionario durante la revolución de 1952 y, como efecto de esas actividades políticas, nació en la mina Colquiri de La Paz. Sin embargo, por motivos familiares vivió prácticamente toda su niñez en Santa Cruz y Tarija. Radica en Buenos Aires desde 1985 y es un apasionado del tango y de la música folklórica boliviana, desde su juventud. «El baile es mi pasión, pero para poder vivir de esto tuve que pasar varias circunstancias».
El danzarín cuenta que trabajó en diversos oficios para sobrevivir en un lugar alejado de su tierra natal. «Trabajé en todo. Fui mesero, lavacopas, empleado de limpieza, todo para comer».
Empero, su pasión por el tango le empujó a buscar nuevos horizontes. «Conocí al profesor Gustavo Nabeira, de quien aprendí mucho», recuerda. En 1989 fundó su propia academia de tango llamada «Marítima». «Le puse ese nombre porque quiero que Bolivia retorne a las costas del Pacífico», explicó.
Con el pasar de los años, Romero adquirió experiencia y empezó a bailar en casas de tango famosas, como el Bar Sur y El Viejo Almacén de Buenos Aires. También mostró su arte en los teatros San Martín y Roma.
Entre sus logros está el haber sido contratado por la cadena de televisión BBC de Londres para un reportaje sobre el tango y el haber bailado en la casa de Carlos Gardel, recinto que ahora es un museo.
Ahora Romero muestra su destreza en la calle del tango, entre Lavalle y Florida.
Pablo Rocha:
Odontólogo con vocación social
Pablo Rocha Villarroel nació en Oruro hace 30 años. Radicó desde niño en Cochabamba hasta hace cinco años. El 2005 se fue a Argentina con el objetivo de realizar su especialidad en el Ateneo Argentino de Odontología, una casa de estudios de posgrado privada.
«Mi idea era culminar la especialidad odontológica y volver a Bolivia para trabajar, pero se me presentó una oportunidad para equipar un consultorio y la aproveché. Estoy cinco años en Buenos Aires y ya totalmente acostumbrado», explica Rocha, odontólogo especializado en implantes dentales.
Este residente boliviano logró instalar tres consultorios, uno en el barrio de Flores, otro en Mataderos y el último en inaugurar fue en la capital federal. «En las tres clínicas dentales trato de ayudar a los migrantes bolivianos, a algunos no les cobro y a otros les desarrollo un plan de pagos. Sé lo que es empezar en una ciudad lejana».
En estos centros dentales trabaja con profesionales argentinos y ayuda a estudiantes bolivianos que se especializan en Argentina a que ganen experiencia en su labor.
Es casado con una mujer tarijeña y tiene una hija de cuatro años que nació en Argentina. «Extraño mucho a mi familia y las tradiciones de mi pueblo», confiesa Rocha.
El especialista se trazó una meta: «Quiero retornar a Bolivia y continuar allí con mis labores profesionales». En un principio le fue difícil sumergirse en la sociedad argentina, sin embargo «me gané la confianza de mis pacientes para llevar adelante mis proyectos».
José Zeballos:
El empresario de la «movida tropical»
Con el sobrenombre como Bachi, José Alaín Zeballos es conocido por la comunidad boliviana que radica en Buenos Aires, Argentina, como «el empresario de la movida tropical».
Nació en La Paz hace 38 años y radica en el vecino país desde el año 1986. Empezó a «laburar» como disc jockey en varias amplificaciones y radios de cumbia. «Trabajar en las emisoras fue el puente para que inicie el negocio de la movida», explica Zeballos.
Es el contacto con los grandes grupos de cumbia de Argentina para que actúen en las fiestas de la colectividad boliviana que radica en Argentina. «Trabajo con grupos como Jambao, Supermercado, Damas Gratis, La Repandilla, Ráfaga o Don Cumbión».
Zeballos coordina con los representantes de los grupos tropicales y éstos se contactan con el boliviano para cerrar los negocios. «Me gané la confianza de ellos, nunca hubo un problema, es por eso que ellos se contactan con mi persona para que sus grupos toquen en las fiestas de los compatriotas».
Entre las anécdotas de la «movida», Zeballos cuenta que el vocalista del grupo Jambao, Néstor Ameri, «se muere por cantar para los residentes bolivianos, porque lo admiran y lo tratan bien». En cambio, el grupo la Nueva Luna nunca quiso tocar para la comunidad boliviana. «Hubo malos entendidos con otras personas».
El boliviano dice que vive de la música en Argentina. «Ahora quiero explotar talentos bolivianos acá en Argentina. Trabajo con artistas que llegan a promocionar sus discos».
Ruth Espinal:
Es la dueña de un centro comercial
Arribó a la capital argentina desde La Paz hace 27 años y con toda su familia. Desde que llegó se ha dedicado al negocio de los textiles para los empresarios coreanos. Con su esfuerzo, logró comprar una propiedad de 70 por 40 metros, espacio que ahora convirtió en centro comercial con 22 locales de venta de ropa, los cuales alquila a argentinos y paraguayos.
«Al principio fue difícil ingresar al negocio textilero, empecé de abajo trabajando para el empresariado coreano. Primero fui tallerista y luego costurera. Posteriormente fabricaba mis propias prendas y buscaba un lugar para poder venderlas», recordó Espinal.
Hace seis años compró un terreno en el barrio de Flores de Buenos Aires, con préstamos bancarios y parte de sus ahorros. Luego trasformó el área en un centro comercial al que llamó «Ecomoda». En ese espacio alquila los puestos de venta por 400 dólares al mes.
En total, Espinal recauda 8.400 dólares mensuales por el alquiler de los puestos de venta. Ella es propietaria de uno de ellos.
«Sigo con el negocio textil y tengo un local donde puedo vender las prendas que yo misma confecciono. Es una alegría contar con este espacio, así me olvido de buscar un lugar para poder vender, eso es lo más complicado».
Espinal considera «imprescindible» el apoyo familiar para salir adelante en un lugar lejano de Bolivia. «No sé cómo me hubiera ido sin el apoyo de mi familia desde que llegué. Tuve la suerte de estar con mi madre acá y con mis cinco hermanas. Soy la mayor y siempre trato de ayudarlas para que sobresalgan en sus oficios», dice la comerciante boliviana.
POBLACIÓN ESTUDIANTIL
En Buenos Aires vive una gran cantidad de estudiantes bolivianos que buscan su especialización. La mayor parte de los compatriotas estudia en áreas de la medicina y la odontología. Están en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y en el Ateneo Argentino de Odontología. «En mi curso hay 30 alumnos y la mitad somos bolivianos, todos exitosos», contó Lorena Alba, estudiante de la especialidad de Implantes Dentales de la UBA, universidad pública.