Se fueron a Santa Cruz y cosecharon éxitos
Sacrificio. El IBCE recuperó las historias de 33 migrantes que apostaron por el país
Durante 40 días, seis miembros de la familia Coímbra, oriunda de Trinidad, enfrentaron hambre, sed y el peligro de ser atacados por animales del monte, todo por llegar a la población de Saavedra, en Santa Cruz, en busca de bienestar. Dos niños murieron en el intento.
Subidos sobre el lomo de cuatro bueyes, los Coímbra tragaron el polvo del camino flanqueado por árboles desde donde acechaban víboras, tigres, monos y otros animales salvajes. En esa larga travesía, Luciano Coímbra, que en 1960 tenía ocho años, ayudó a su tío a enterrar los cuerpos de dos de sus hermanos, aquejados por enfermedades del monte.
«Mi tío nos acompañó armado con un rifle para espantar a los animales, pero no pudo espantar la muerte que se llevó a mis dos hermanos. Mis lágrimas siguen saliendo por la pérdida de mis hermanos y en nombre de ellos y mi familia es que decidí salir adelante, y ya son 50 años de trabajo sacrificado, pero tengo lo que buscaba, bienestar», dijo Luciano Coímbra, que se ha convertido en un próspero agricultor migrante.
Hoy posee 130 hectáreas de tierra, produce caña de azúcar que traslada con apoyo de una flota de camiones, que también es suya, y atiende un negocio de abarrotes. Pero nada de esto fue gratis; tuvo que trabajar desde sus ocho años y a la vez ganarse la confianza y aprecio de sus empleadores, lo que le permitió estudiar en un instituto y aprender mecánica.
Similar camino emprendieron otros 32 migrantes de siete departamentos del país que plasmaron en tierras cruceñas su esperanza de mejorar su calidad de vida. Con esfuerzo, lograron su sueño de tener su propia empresa, dar trabajo a otros y convertirse en protagonistas del desarrollo productivo de Bolivia.
Ayer, con el auspicio del Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE), se presentó un film testimonial con las historias de los 33 migrantes. El presidente del IBCE, Pablo Antelo Gil, explicó que el documental relata el éxodo que éstos iniciaron hace más de 50 años rumbo a Santa Cruz. No olvidan su tierra de origen, pero se sienten cruceños.
«Casi todos llegaron pobres y hoy son pequeños, medianos o grandes productores al haber aprovechado la oportunidad que les dio Santa Cruz. Estos migrantes anónimos que llegaron a caballo, en camión, bicicleta o a pie son los que anduvieron luego en mula y carretón, y los que con su cotidiano trabajo coadyuvan por décadas a la soberanía alimentaria de Bolivia, pero además generan excedentes para la exportación y fuentes de empleo», dijo Antelo Gil.
Exitosos en el agro de Santa Cruz
Historias
El Instituto Boliviano de Comercio Exterior recopiló la historia de 33 migrantes que hace más de 50 años se asentaron en tierras cruceñas para forjar el desarrollo.
Un film
El PNUD apoyó la producción del video para visibilizar sus éxitos. El rodaje se realizó en el Norte Integrado de Santa Cruz en abril y mayo, bajo la conducción de Gary Rodríguez, gerente del IBCE.
«Salí a pie de mi Inquisivi y llegué en bici hasta Ichilo»
Faustino Castillo Morales
Migró de La Paz
-Arreando una mula, con la idea de venderla en alguna comunidad paceña y comprarse ropa para la fiesta de la comunidad, Faustino Castillo y su hermano menor salieron de su población natal, Inquisivi, un 3 de septiembre de 1969. En efecto, la mula se vendió, pero el hermano menor desistió del viaje y don Faustino le dio la mitad del dinero con la promesa de cubrir el resto a futuro. Una vez solo, y a pie, llegó a poblados cochabambinos y de allí a la capital oriental, donde trabajó de heladero y garzón durante tres meses. Tras haber ahorrado algo de dinero, regresó a Inquisivi a saldar su deuda, pero de inmediato volvió a la provincia cruceña Ñuflo de Chávez, donde compró una bicicleta. «Salí a pie de mi Inquisivi, después de estar trabajando en otras cosas me fui en bicicleta de Ñuflo de Chávez a Ichilo en dos días. Por falta de dinero llegué a tomar agua estancada», relató. Hoy, después de más de 40 años de trabajo como chaqueador y cosechador de caña de azúcar, es propietario de 900 hectáreas de tierra, 10 camiones y sus chatas.
«Sufrí por el sacrificio; hoy el trabajo me da alegrías»
Teodosia Quiroz Saravia
Migró de la mina Siglo XX.
-A sus nueve años, Teodosia Quiroz Saravia abandonó la escuela del campamento minero de Siglo XX (Potosí), cuando cursaba el cuarto de primaria, para seguir a su padre a la cosecha del algodón en Santa Cruz; al año siguiente lo hizo con su hermana y luego sola. Para su quinto viaje ya tenía 14 años y entonces decidió quedarse allí para siempre. «Fui embrujada por esas tierras donde trabajé cortando la caña, ayudando a un tío inválido. No tenía dinero y lo poco que ganaba lo ahorraba para comprarme una parcela, lloré por las faenas sacrificadas en el campo, pero ahora este trabajo me da alegrías y ya no sufro más hambre», sostuvo la agricultora que conoció a su esposo, Simón López, migrante de Cochabamba, en las tareas de campo. La pareja tiene cinco hijos, además de camiones y tractores para la cosecha y traslado de los productos. De a poco, empezaron a hacerse de tierras y sembraron caña de azúcar y una variedad de verduras y hortalizas. «Era tanto el trabajo en el campo que perdí a mi primer hijo en el embarazo, nació muerto».
«Lloré de alegría cuando coseché todo el arroz»
Benjamín Arana Panozo
Migró del cantón Pasorapa
-Oriundo de una población vecina a Santa Cruz, en la provincia cochabambina de Pasorapa, Benjamín Arana Panozo llegó a Santa Cruz en 1970 cuando tenía 20 años, invitado por su tío para cosechar arroz. Durante el trabajo escuchó que el Gobierno entregaría 20 hectáreas a quienes quisieran dedicarse a colonizar las tierras del norte. «No lo dudé ni un momento y me inscribí, al poco tiempo tuve mi terreno e invité a otros amigos para trabajarlo. Había que caminar kilómetros para llegar al lugar. Lloré de alegría cuando coseché la primera vez los tres camiones de arroz, jamás había visto tanta cantidad de arroz, después me empeciné para mejorar la producción y aumentarla», relató.
No conforme con esa hazaña, en 1978 se convirtió en el pionero para la mecanización de la producción del arroz con la compra de equipos de última tecnología. Su labor productiva y dirigencial le permitió ser distinguido con el «Grano de Oro», máximo reconocimiento que brinda la Asociación Nacional de Productores de Oleaginosas.