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El diagnóstico inicial de los especialistas es obesidad mórbida

Un equipo médico visitó ayer a Manuela Jiménez en su casa, lo que le devolvió la esperanza perdida hace ya tiempo atrás. Anoticiados de que su peso llegó a 200 kilos, los especialistas están ahora empeñados en someterla a tratamiento. De inicio se estableció que el sobrepeso que la aqueja habría derivado de una profunda depresión que la llevó a comer sin control.

La Razón también visitó a Manuela en su casa, ubicada en la calle 4 del barrio El Fuerte, zona de La Colorada. La precaria vivienda de madera, calamina y «paredes» de cartón mantiene siempre la puerta abierta y a través de ella se la ve sentada en un viejo sillón.

Las condiciones de subsistencia de Manuela y su familia conmovieron a los especialistas, que harán lo posible por colaborarla para hallar una cura.

La presidenta de la Sociedad de Endocrinólogos de Santa Cruz, Rima Ribera, explicó que Manuela sobrepasó el índice regular de masa corporal. Los valores normales de tejido adiposo son de 20 a 25. La obesidad se califica a partir de 30 y la obesidad mórbida desde 40, pero Manuela tiene 70.

«Es como si tuviera cuatro personas en el cuerpo de uno, todas las hormonas tienen que estar insuficientes para su masa corporal», manifestó Ribera.

«Tenemos que tratarla en equipo. He hablado con los presidentes de las sociedades de médicos de Cardiología, Traumatología, Reumatología y el primer paso fue pedir colaboración para que los exámenes de pruebas de sangre sean gratuitos, para detectar si tiene problema de diabetes, lípidos, proteínas, hormonales y de tiroides. Además, ella tuvo un problema de menopausia precoz a los 30 años», indicó la especialista.

Desde las cinco de la madrugada hasta caer la noche, Manuela casi no se mueve del rústico sillón. Con ayuda de su sobrino y alguna de sus hijas se levanta con dificultad para ir al baño o tomar una ducha, de vez en cuando. «La gente que pasa por aquí me mira y se burla, aunque otros buscan cómo ayudarme. Una amiga me trae verduras que le sobra de lo que vende en el mercado. Me dijo que harían una kermés para recaudar fondos para que pueda ir al médico», dijo esperanzada.

La junta de médicos acordó esperar los resultados de los exámenes, para solicitar una reunión con todas las áreas especializadas y evaluar los resultados. «Posiblemente necesite internación, se van a tener que adecuar una ambulancia y una camilla para movilizarla, además de una cama en un hospital, el ideal será el San Juan de Dios, y de ahí para adelante entre los especialistas tener metas para el tratamiento», señaló Ribera.

Tras recibir los resultados, y dependiendo de las decisiones médicas, la Sociedad de Endocrinólogos buscará la manera de reunir recursos. En caso de una internación y la cirugía, existe la posibilidad de abrir una cuenta bancaria para recibir aportes.

La mujer que padece de obesidad hace 18 años, hace casi nueve meses que no puede caminar pues el sobrepeso dañó sus articulaciones; relató que no sólo es objeto de burlas sino de discriminación. «Cuando quise ir a ver a mi madre sólo podía trasladarme en taxi, pero el chofer no dejó que suba, dijo que iba a romper su llanta. Desde ese día no volví a salir». Su hija menor, María Elena G. (19), recordó que fueron a un centro de adelgazamiento. «Nos dijeron que nos podían hacer una rebaja, pero igual era caro».

Efectos de la enfermedad

La enfermedad es considerada por la Organización Mundial de la Salud como la segunda causa de muerte prevenible, después del consumo de tabaco. El riesgo de muerte prematura se duplica en relación con las personas no obesas. Las enfermedades asociadas a la obesidad mórbida son: hipertensión arterial y enfermedades cardíacas.

Comía sin control debido al rechazo de su esposo

«Cuando empecé a engordar, mi esposo me decía: ‘Estás gorda, hueles hedionda’. Y yo callada veía cómo se iba con otras mujeres. Para no renegar, comía todo lo que había: pan, papas sancochadas, huevo, todo servía para desahogar mi rabia», recuerda triste Manuela Jiménez.

Oriunda de Cochabamba y con 43 años de vida, rememora cómo hace 18 años, antes de dar a luz a su hija menor, lucía joven y fuerte, pero después de la cesárea subió de peso porque, agobiada por sus problemas maritales, calmaba su ansiedad comiendo todo lo que podía.

Hace dos años pesaba 167 kilos y reconoce que desde entonces subió de peso, aunque desconoce exactamente cuánto; se calcula que llegó a los 200 kilos. Por ahora permanece en un viejo sillón doble, fabricado de bambú y reforzado con madera para que soporte el peso.