En nombre de Dios bailan, lloran y se sanan
Personas con problemas acuden los domingos al culto en busca de ayuda
La banda empieza a tocar y como un hechizo centenares de personas reunidas en el templo Poder de Dios comienzan a bailar. Entonces, sube al escenario el pastor y con una voz melodiosa canta alabanzas. De repente para e imponente convoca a que todos se olviden de sus dolencias y nadie queda sentado.
«Como un cabrito saltaré», dice y todos saltan, pide que lo hagan más alto y hasta los más ancianos obedecen, luego al ritmo de una especie de morenada dan vueltas y vueltas. Las mujeres mueven sus polleras multicolores, los niños aplauden y otros danzan levantando sus banderas blancas.
Tras 45 minutos de alabanza, la banda musical se va y sale una mujer joven con un vestido de fiesta y unos tacones altos. Saluda al público y ora.
Luego convoca a las personas que tienen enfermedades incurables y problemas muy complicados a subir al escenario y en cuestión de minutos aparecen de todo lado ancianos, jóvenes, adultos y hasta niños que intentan acercarse a Abigail, hija del pastor Luis Guachalla líder de la iglesia, que ese día (domingo 25) dirigirá la prédica y hará milagros en nombre de Dios.
Unas personas vestidas de traje formal y con unas credenciales colgadas en su cuello ayudan a los más enfermos y ancianos a acudir al llamado. Como el grupo es tan numeroso sólo dejan que unas 10 suban al altar. Los más se quedan debajo del escenario.
«¿Cuál es tu problema hermanita?», pregunta «Abi» (como llaman a Abigail), mientras las cámaras de televisión transmiten en directo todo lo sucedido. La mujer apenas puede hablar y responde que le duele su cabeza, luego muestra su estómago y sus pies, el llanto ya no la deja hablar. «No te preocupes, Dios te va a sanar», le dice.
Sigue un joven que tiene una parte de su rostro hinchado, cuenta que le diagnosticaron cáncer terminal, la predicadora sigue indagando y luego le alienta con una sentencia: «Dios te salvará» y siguen una serie de confesiones y quejas. Abi convoca a los pastores a ungir sus manos con aceite y luego les pide que vayan a sanar.
Empieza la oración, a uno por uno les toca la frente y dice con voz imponente: «Te ordeno satanás que salgas de este cuerpo, en el nombre de Jesús» y con un soplo o un grito al micrófono empuja la cabeza del cristiano y como un juego de dominó las personas van desvaneciéndose.
Los pastores hacen lo mismo en la parte baja y los custodios de la iglesia sostienen los brazos para evitar que los creyentes se lastimen al caer. Los únicos que se mantienen de pie son los niños que después de la oración se van contentos.
Luego de ese trance, la predicadora pregunta a la gente si se siente bien. «Más o menos hermanita», responde la mujer que tenía dolor en todo el cuerpo. «Tienes que estar bien», le contesta y vuelve a comenzar el ritual. «¿Te sigue doliendo?» pregunta Abi, «ya no tanto» dice la mujer, entonces la joven le ordena que deje su bastón y que camine. La mujer con dolor intenta hacerlo y Abi vuelve a orar por ella. El tercer propósito fue fructífero, la mujer se va caminando y la gente se llena de gozo y agradece a Dios.
Tras media hora de oración concluye la sanación de los enfermos y Abi pide a la gente que den sus ofrendas y diezmos, como ordena la Biblia.
Después empieza la prédica. «Hoy es tu día», grita y pide que todos repitan «hoy es mi día». Los creyentes obedecen a una sola voz e inicia una charla que parece de superación personal. Cuenta anécdotas y problemas que enfrenta diariamente y da una serie de consejos. De rato en rato pide que digan al de su lado que «hoy es tu día», «tú puedes hacerlo» y de repente dan un golpe en la espalda de su compañero del lado recordándole el mensaje, a veces dan la mano en señal de bienvenida. Entretanto, las personas con credenciales despiertan a alguno que otro que se duermen en la charla.
En plena prédica, las notas de un órgano dan la señal de que pronto acabará el sermón, una música suave acompaña la oración y antes de despedirse Abi vuelve a pedir que den sus ofrendas y los hombres y mujeres de credenciales reaparecen para colectar las donaciones en bolsones.
En las afueras del templo hay un patio similar a un mercado donde se expende comida, refrescos, CD, libros y una variedad de objetos con mensajes cristianos. Los feligreses salen sonriendo y llenos de energía, parece que las más de dos horas que hicieron fila para entrar a la iglesia, pese al intenso sol, no les hubiera afectado.
La misma dinámica se repite en tres turnos en este templo. En el primero, que es el más lleno, la gente empieza a hacer fila a las 6.00 y el culto concluye pasadas las 11.00. El segundo se inicia a las 11.30 y concluye a las 15.00 y el último se inicia a las 17.00.
Algunos mensajes del diezmo
«Cuando yo diezmo y ofrendo, recibo bendición hasta que sobreabunde y nunca me falte nada».
«Mi Dios, pues, suplirá todo lo que falta conforme a sus riquezas en gloria en cristo Jesús» (Filipenses 4:19)
Traigan todos los diezmos al alfolí, y haya alimento en mi casa; y pruébenme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, y yo les abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre ustedes bendición hasta que sobreabunde» (Malaquías 3:10)
En «Pare de Sufrir» los feligreses no se desmayan
El culto se inicia con una alabanza en la que el pastor canta al son de las notas musicales de un órgano. Las personas levantan sus manos y se mueven lentamente. El templo de Villa Adela de la iglesia «Pare de Sufrir» se inauguró el domingo 26 con la presencia del líder espiritual de la congregación, José Irineu Silva, que luego de cantar comenzó con la cura a los enfermos terminales.
Se acercaron personas con artritis, cáncer, otros con la foto de sus familiares en mano contaban que tenían hijos alcohólicos o esposos que les abandonaron.
El pastor comenzó a orar y luego declaraba sana a la persona enferma, sin embargo, después del soplo en la frente, la gente se mantenía de pie. Sólo una persona cayó e inmediatamente la ayudaron a pararse, la explicación que dieron es que «Dios no quiere ver a nadie caído» y lo que se busca es su bien.