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Luis lava 4 veces al mes

Es miércoles y día de lavado de ropa en la casa de Luis Ticona, en la zona Alto Santiago de Lacaya (macrodistrito Periférica de La Paz). Por eso, su familia reúne todas las prendas usadas en la semana para lavarlas juntas y así ahorrar algo de agua.

Luis dice que su casa tiene conexión a la red de agua potable y alcantarillado de la Empresa Pública Social del Agua y Saneamiento S.A. (EPSAS), pero debido a lo empinado del lugar, el líquido no sube hasta las cañerías.

«No tenemos agua potable. Por eso, reunimos toda la ropa hasta que venga el camión cisterna o recolectamos agua de la lluvia para poder lavar», cuenta Ticona, de 22 años, mientras muestra cuatro turriles en los que almacena el líquido que compra de los camiones una vez por semana. El costo que paga por cada uno oscila entre tres y cuatro bolivianos.

El joven vive hace tres años en Alto Santiago de Lacaya  y asegura que «según la empresa que administra el agua la presión no sube hasta aquí porque es pendiente. Por ejemplo, el agua no llega a Santiago de Lacaya (que está más abajo) y menos aquí», dice el joven, vestido con un deportivo azul.

Además, por lo empinado del lugar, los camiones suben menos cargados. «Uno de los principales problemas es que el agua no nos alcanza y no podemos asearnos, ni lavar nuestra ropa todos los días, pues se desperdicia», agrega el joven que vive con sus padres, dos hermanos y una niña que está al cuidado de los Ticona

La familia instaló un estanque para 500 litros; sin embargo, tampoco está en funcionamiento porque no hay con qué llenarlo. Cuando se bañan, Luis y sus parientes calientan agua en varias ollas.

Debido a que el baño tampoco tiene habilitado el alcantarillado, se construyó un pozo ciego cerca del río que pasa por el lugar. «Yo quisiera que la empresa (EPSAS) agilice el funcionamiento del estanque o que por lo menos se instalen piletas públicas en la zona para vivir mejor».

El uso desgastó algunos turriles que suelen desprender en el agua el material con el que están fabricados.  Luis señala que esto contamina el líquido, por eso «lo utilizamos para lavar, pero, a veces, por necesidad tenemos que cernirlo y usarlo para cocinar».

Similar situación a la de Luis atraviesa Sonia Juchani (38) quien habita la misma zona. Todos los martes, consigue agua de la cisterna con la que se cocinará y lavará la ropa para ella, su esposo y sus cinco hijos. Los platos y utensilios de cocina se amontonan para asearlos todos al finalizar la tarde.

«Llega el martes y una parte del agua la guardo para cocinar para toda la semana y la otra parte para lavar la ropa», expresa la señora.

No se desperdicia ni una gota, por eso cuando lava Sonia usa varios bañadores en los que reutiliza el líquido. En promedio ocupa un turril de los tres que adquiere. «Como no tenemos mucha agua a veces no enjuagamos bien la ropa y no  estamos siempre bien aseados». Lo que sobra se usa para limpiar pisos y el patio.

Sonia Juachani y su familia se bañan dos veces por semana en una ducha provisional que se abastece de un tanque pequeño.  «Mis hijos entran a bañarse como máximo cinco minutos, pero otros vecinos se calientan agua y otros a veces van a duchas públicas. Yo pediría que haya unas tres cisternas para proveernos de agua y nos dejen más agua».

‘Recibo sólo un turril, pero no alcanza  porque somos varios’
Sonia Mendoza. Vive en la zona 25 de Julio en La Paz (Macrodistrito Periférica), no tienen agua ni alcantarillado.

A Sonia Mendoza le duelen las manos. Todos los martes sube una calle empinada de la zona 25 de Julio de La Paz (macrodistrito Periférica) cargando un turril en el cual conseguirá agua de una pileta pública que se encuentra en la parte alta del lugar.  Luego tiene que llevarlo de bajada, hacia su casa.

«Yo vivo hace 14 años en la parte baja de la zona y subo todos los martes hasta la parte alta porque allí el camión cisterna deja el agua en un estanque que distribuye el agua por una cañería que va  hacia una pileta pública de la que recibimos agua», señala Sonia, de 38 años.

Para reducir las distancias, los vecinos se organizaron y compraron una manguera que está conectada a la pileta. Así, caminan menos.  «Cada mes se escogen a dos personas para que repartan el suministro de agua a los vecinos. Algunos reciben dos turriles.

Yo, por ejemplo, sólo me llevo uno porque tengo un pozo cerca del río  porque somos varios y el agua no alcanza», dice mientras sostiene la manguera que transporta el agua. Mendoza comenta que el líquido que recibe le sirve para preparar la comida del día. «El agua que conseguimos tenemos que guardarla para cocinar».

Para lavar la ropa y para bañarse ella y su familia, saca líquido del pozo que tiene en su vivienda. «A veces llueve y el agua entra al pozo y se contamina. Por eso, yo compro cal y eso un poco lo limpia. Pero aquí arriba no hay el agua», reitera. Pide que «haya más cisternas y que den más agua».

No tiene baños ni pozo ciego, por eso ella y su familia van a los cerros o al río a hacer sus necesidades.  Otro problema que existe es que cuando el camión cisterna no viene la gente debe comprar agua de las zonas de abajo. «Un bidón de 20 litros cuesta dos bolivianos, la gente no te quiere regalar», acota Hortencia Mayta, vecina de la zona 25 de Julio.